Geary tecleó un código y pulsó la tecla de activación para abrir el programa que la comandante Crésida había desarrollado.
Antepasados, por favor, haced que esto funcione. Quiere que someta a los buques de guerra disponibles al programa. De acuerdo. Hazlo. Ojalá tuviera aquí más de cuatro, pero¿cuántos necesito? Las dos últimas formaciones ya han dado la vuelta conforme a mi orden anterior
y
se están alejando.
—Intrépido, Arrojado, Diamante,
les habla el capitán Geary. Sus sistemas de combate están siendo sometidos al control de un programa diseñado para tratar de controlar el derrumbamiento de la puerta hipernética. Se hace efectivo a partir de ahora.
Introdujo la autorización mientras reflexionaba sobre lo irónico que resultaba hacer con sus naves lo mismo que habían hecho los comandantes síndicos con la flotilla de la fuerza Bravo. Pero, por supuesto, él estaba haciendo para intentar detener una destrucción masiva, y no para causarla, y sus comandantes podían cancelar el programa en cualquier momento, si así lo deseaban.
Casi inmediatamente, Geary sintió que el
Intrépido
viraba y empezaba a frenar al máximo para ralentizar su movimiento a través de la puerta hipernética. Pudo ver cómo el
Arrojado
y el
Diamante
también se esforzaban por amortiguar su velocidad y ocupar sus posiciones cerca la puerta.
Geary alzó la vista para mirar el visualizador, donde ahora la puerta hipernética parecía cernirse sobre ellos. Solo había visto otra puerta hipernética, y había sido durante unos instantes. El almirante Bloch había querido mostrársela a Geary, pero él todavía estaba medio muerto tras la prolongada hibernación de supervivencia y el impacto psíquico que había supuesto despertarse un siglo después en el futuro, así que no le había prestado demasiada atención. Recordaba vagamente un resplandor en el espacio, como si dentro de la puerta hubiera algo que no funcionara bien del todo.
Ahora veía algo distinto. Los daños causados por las naves síndicas se habían visto minimizados por sus pérdidas, pero estaba claro que habían sido demasiado para la matriz de partículas que sostenían los ronzales. El fulgor había desaparecido y había sido sustituido por una ondulación que se extendía por todo el espacio como si fueran espasmos en el pellejo de alguna criatura inconcebiblemente gigantesca.
—Capitán Geary —dijo Desjani como si estuviera comentando una maniobra rutinaria—, el programa de neutralización de la puerta está proyectando posiciones para las tres naves.
—¿Hay algún problema? —le preguntó Geary a Desjani.
Ella hizo un gesto de negación.
—Ya estamos implicados en la maniobra, señor.
Geary observó la imagen de la puerta pasando a toda velocidad junto al
Intrépido;
la puerta hipernética tenía un tamaño tal que dejaba en nada hasta al crucero de batalla de la Alianza. También vio en su proyector que el
Arrojado
y el
Diamante
tomaban posición según las órdenes del programa.
—El programa informa de que el análisis sobre el desplome de la puerta está completado —anunció el consultor de armamento en un tono algo desconcertado—. Imposible estabilizar. Iniciando secuencia de neutralización destructiva.
Al parecer eso significaba que iba a abrir fuego. Las tres naves dispararon sus cargas de lanzas infernales contra los ronzales distribuidos alrededor de la puerta, eliminándolos según un esquema que Geary no pudo comprender. Se sorprendió de nuevo mirando fijamente la propia puerta, espantado pero incapaz de apartar los ojos de la agónica defunción de la matriz de partículas atrapada dentro de la puerta.
Ahora la imagen del espacio a través de la puerta se retorcía y se enrollaba como si la propia realidad se estuviera doblando. Había algo en el fondo del cerebro de Geary que retrocedía al registrar esa visión, que rechazaba una imagen que despojaba al universo de la ilusión de solidez que acostumbraba a mostrar a los ojos humanos. Dentro de la matriz de la puerta, la naturaleza fundamental de la materia se estaba combando y durante ese proceso se estaba acumulando una cantidad inimaginable de energía.
Las lanzas infernales del
Intrépido
siguieron impactando en una secuencia aparentemente aleatoria, vaporizando los ronzales uno a uno y en grupo. El
Arrojado
se había desplazado por encima y a babor del
Intrépido,
y el
Diamante,
por debajo y también a babor; ambos seguían disparando sus armas coordinados por el mismo programa. A Geary se le hacía imposible distinguir en el panel visual si el programa funcionaba o no.
—¿Cuáles son las lecturas de energía en la puerta? —preguntó con un susurro que se propagó nítidamente por el puente de mando, que por lo demás se encontraba en completo silencio.
—Aumentando vertiginosamente por todas partes; se sale del gráfico y luego nada, y después vuelve a subir increíblemente —advirtió la consultora de sensores con la incredulidad reflejada en su debilitada voz—. Los cambios se suceden de forma instantánea. Parece que buena parte de lo que está pasando en esa puerta no puede medirse con nuestro instrumental.
—Capitán Geary, aquí el
Diamante
. ¿Qué coño está pasando, señor?
Recibieron el mensaje con interferencias, pero seguía siendo reconocible.
Geary levantó la mano para accionar los controles sin apartar los ojos del visualizador.
—Diamante,
aquí Geary. Estamos intentando ponerle una correa a un monstruo antes de que destruya todo este sistema estelar. Asegúrese de que sus escudos delanteros están reforzados al máximo.
Arrojado,
eso también va por ustedes. No interfieran, repito, no interfieran en el esquema de fuego de su armamento.
Un extraño zumbido parecía estar llenando el ambiente, una resonancia que atravesaba todo aquello que se acercaba a la puerta. El propio Geary lo sintió en sus propias carnes. Podía oír como alguien susurraba una plegaria y no lo mandó callar. La imagen a través de la puerta se había retorcido un poco más, convirtiéndose en algo casi imposible de observar, debido al modo en que el cerebro reaccionaba a esa visión.
Las fauces del monstruo. La mítica bestia devoradora de naves que no deja rastro de ellas en el espacio. Por fin la he visto. Por todas las estrellas del firmamento, ojalá nunca más vuelva a verla.
Una voz muy grave sonó a su lado. Era la copresidenta Rione, con un tono que reflejaba el mismo estupor y terror que Geary y todos los demás debían de sentir.
—Capitán Geary. Gracias por intentarlo.
—Todavía no hemos fracasado —consiguió responder.
—Capitana Desjani —reclamó la consultora de armamento con un tono de voz demasiado alto y con un deje de pánico—. Las baterías de lanzas infernales dos alfa, cuatro alfa y cinco beta registran un sobrecalentamiento a causa de la constante actividad de disparo.
—Establezca depósitos de calor de emergencia —contestó Desjani con voz calmada—. Damas y caballeros, tenemos a bordo al capitán Geary. Él y el resto de la flota cuentan con nosotros y no les vamos a fallar.
A pesar del miedo, Geary sintió una oleada de gratitud por sus palabras y de admiración por la capacidad de Desjani para proyectar una imagen de control incluso mientras hacía frente a lo que estaba sucediendo en el interior de la puerta.
El extraño zumbido había aumentado hasta convertirse en un gruñido que lo atravesaba y lo desgarraba todo. Geary sintió esa especie de rara inestabilidad que le sobrevenía a uno cuando estaba muy bebido y se dio cuenta de que su sistema nervioso se estaba viendo vapuleado por lo que quiera que estuviera ocurriendo dentro de la puerta. Tenía la esperanza de que los sistemas eléctricos del
Intrépido
estuvieran mejor escudados de lo que lo estaba su propio cuerpo en ese momento.
—Capitán Geary, aquí el
Diamante.
Estamos registrando fallos en el sistema secundario. Los sistemas primarios siguen operativos gracias a los circuitos auxiliares. Hemos perdido una batería de lanzas infernales por sobrecalentamiento. Mantenemos la posición.
—Aquí el
Arrojado.
Tenemos los mismos problemas. Permanecemos en nuestro puesto y seguimos disparando.
—Capitana Desjani, fallos en los sistemas secundarios en todo el casco, la batería de lanzas infernales dos alfa se encuentra no operativa por sobrecalentamiento.
—Muy bien —respondió Desjani en el mismo tono neutro—. Mantenga la posición. Siga disparando.
Geary se había sentido orgulloso de comandar esa flota cuando la responsabilidad no lo abrumaba. Pero ahora sentía tal pundonor por comandar a unas naves y a unos tripulantes como aquellos que tuvo que esforzarse por contener las lágrimas.
—Maldita sea, qué buenos son todos —afirmó bruscamente—. Espero que las estrellas del firmamento recompensen todo este coraje.
—Aquí el
Diamante.
Mis armas han dejado de disparar. Ningún sistema de combate está operativo. Solicito instrucciones.
Geary golpeó el control con la mano.
—Retroceda,
Diamante.
Aceleración máxima. Mantenga los escudos orientados hacia a la puerta a la mayor resistencia posible.
—Aquí
Diamante,
sí, señor. No es posible proceder. Los compensadores inerciales siguen funcionando, pero los controles de maniobra principales han dejado de hacerlo. Parece que nos quedamos en la boca del infierno con usted.
—No podría pedir mejor compañía que ustedes dos,
Arrojado
y
Diamante
—respondió Geary—. Capitán Duellos, si el
Intrépido
resulta destruido, usted asumirá el mando de la flota según mis órdenes.
Duellos tardaría un rato en oír esa orden, suponiendo que las extrañas interferencias que emanaban la puerta no la enmascararan por completo mucho antes de que llegase. Geary tomó una profunda bocanada de aire.
—¿Cuánto tiempo más podemos aguantar, capitana Desjani?
—No sabría decirle, señor —afirmó con una voz suave pero segura que dejó a Geary maravillado por el autocontrol que estaba demostrando Desjani—. La nave está soportando un nivel de sobrecarga inusitado.
El ritmo de disparo de las baterías de lanzas infernales por fin se había frenado, con pausas de duración variable que tuvieron lugar antes de que el programa de fuego ordenase nuevos disparos para hacer estallar más ronzales situados en torno a la puerta. La boca del infierno que había en su interior fluctuaba violentamente, hinchándose en un momento como si estuviera a punto de estallar más allá de los límites de la puerta, y al siguiente se reducía hasta convertirse en un punto demasiado pequeño a simple vista.
Geary sintió que su cuerpo latía al mismo tiempo y se preguntó cuánto tiempo podrían soportar los seres humanos lo que fuera que le estaba sucediendo a la estructura de la realidad en ese lugar del espacio. La boca del infierno se encogió hasta la nada en un abrir y cerrar de ojos, desapareciendo de su vista.
—¿Qué…?
Geary interrumpió su pregunta cuando el
Intrépido
se vio azotado por una onda de choque que viajaba tan rápido que a esa distancia de la puerta no tuvo tiempo de advertirla. Había visto imágenes en desfase temporal de la onda de choque de una nova, y aquello se le parecía mucho, aunque al suceder sin retardo, fue tan rápido que sus sentidos no lo registraron del todo. El
Intrépido
se estremeció bajo el impacto, los compensadores inerciales chirriaron al amortiguar los efectos de su potencia.
—Reforzando escudos delanteros. —Por encima de ellos las luces se atenuaron—. Desviando toda la energía accesoria hacia los escudos delanteros.
Terminó tan rápido como había empezado. Geary parpadeó con la mirada clavada en el visualizador, que no mostraba nada más que el espacio normal. Los ronzales que quedaban en la puerta se habían vaporizado a causa de la descarga de energía producida por el desplome de la puerta.
—¡Diamante! ¡Arrojado!
¡Informen de su estado!
—Señor, se han caído las comunicaciones. Los sistemas se están restableciendo. Ahora tiene comunicación, señor.
Geary volvió a pulsar el comando.
—Diamante
y
Arrojado,
solicito informe sobre su estado.
El retraso fue agónico, pero por fin llegó una respuesta.
—Aquí el
Arrojado.
Gran parte del equipo no funciona, pero no hemos sufrido daños graves. Se estima que podremos restablecer toda nuestra potencia con el debido tiempo. Les informaremos sobre la estimación aproximada de las reparaciones tan pronto como nos sea posible.
—Aquí el
Diamante.
Deberíamos poder movernos de nuevo, aunque tardaremos al menos varias horas, posiblemente mucho más. Hemos perdido muchos sistemas vitales. El
Diamante
se encuentra en estado no operativo durante un período indefinido.
Geary dejó escapar un suspiro que no sabía que estaba conteniendo.
—Arrojado,
permanezca junto al
Diamante.
Capitana Tyrosian, designe a uno de sus auxiliares para que se acerque al
Diamante
a prestarle asistencia.
Geary comprobó el visualizador del sistema y vio perplejo que la onda de choque a la que habían sobrevivido alcanzaba en ese momento a las naves de la Alianza más cercanas.
—¿Cuánto ha sido eso? Una nova no.
—No estaríamos aquí si hubiera tenido la fuerza de una nova —convino el consultor de sensores con la voz algo trémula—. Ha sido una especie de fracción menor de una nova. Incluso en ese caso no habríamos sobrevivido a esa clase de bombardeo energético durante un período más largo de tiempo, pero solo ha habido una onda de choque. Geary se desplomó en su butaca, debilitado por la reacción. No había forma de transmitir un mensaje a ninguna de las naves de la Alianza antes de que la onda de choque les alcanzara, pero ya deberían estar instalados frente a la puerta con los escudos preparados, y la energía que contenía la onda de choque en cualquiera de sus puntos se estaría debilitando a gran velocidad a medida que se alejaba de la puerta, expandiéndose. El programa de Crésida no había conseguido anular la descarga energética por completo, pero la había mantenido en un nivel lo suficientemente bajo como para que todo lo que quedaba en el sistema estelar Sancere pudiera resistirla.
—Muy buen trabajo, capitana Desjani. Usted y su tripulación. El
Intrépido
es una gran nave.