«Todo lo contrario, señora.» Colapsos, trombosis, obstrucciones sanguíneas, aneurismas, Miles supuso que eso era lo que quería decir. «Oh, qué alegría. Añádelas a la lista, junto con las pistolas de aguja, las granadas sónicas, el fuego de plasma y los rayos disruptores neurales. Y los remachadores y el duro vacío.»
Y los ataques. ¿Qué interesantes sinergias podían esperarse cuando sus microcicatrices circulatorias se cruzaran en el camino con sus ataques? Miles decidió guardar esa pregunta para su propio médico, más tarde. Les vendría bien un desafío. Iba a convertirse otra vez en un maldito proyecto de investigación. Militar además de médico, advirtió con un escalofrío.
La mujer haut continuó dirigiéndose a Ekaterin.
—El betano sufrió muchos más daños internos. Puede que nunca recupere el pleno tono muscular, y necesitará estar preparado contra problemas circulatorios de todo tipo. Un entorno en gravedad baja o cero-ge podría ser lo más seguro durante su convalecencia. Por su compañera, la hembra cuadri, deduje que puede que eso sea fácil de proporcionar.
—Lo que Bel necesite se conseguirá —juró Miles. Por recibir una herida tan grave al servicio del Emperador, ni siquiera haría falta un Auditor Imperial para librar a Bel de SegImp y arrancar una pequeña pensión médica en el trato.
La haut Pel hizo un pequeño gesto con la barbilla. La médico dirigió a la Consorte Planetaria una reverencia obediente, y se excusó.
Pel se volvió hacia Miles.
—En cuanto se sienta suficientemente recuperado, lord Auditor Vorkosigan, el ghem-general Benin ruega tener la oportunidad para hablar con usted.
—¡Ah! ¿Dag Benin está aquí? ¡Bien! Yo también quiero hablar con él. ¿Tiene ya al ba bajo custodia? ¿Ha quedado claro como el agua que Barrayar fue un peón inocente en los viajes ilícitos de su ba?
—El ba pertenecía al Nido Estelar; el ba ha sido devuelto al Nido Estelar —repuso Pel—. Es un asunto interno, aunque, por supuesto, estamos agradecidas al ghem-general Benin por su ayuda al tratar con todas las personas externas que puedan haber ayudado al ba en su… loco vuelo.
Así que las damas haut habían recuperado a su oveja descarriada. Miles reprimió un leve arrebato de piedad hacia el ba. El tono de voz de Pel no invitaba a que un bárbaro extranjero siguiera haciendo preguntas. «Vale.» Pel era la más arrojada de las consortes planetarias, pero las posibilidades de que Miles volviera a encontrarse con ella a solas, cara a cara, después de aquel momento eran escasas, y la probabilidad de que ella discutiera del asunto francamente delante de otra persona más escasas todavía.
—Finalmente deduje que el ba debía de ser un renegado y no, como pensé al principio, un agente del Nido Estelar —continuó Miles—. Siento una gran curiosidad por los mecanismos de este extraño secuestro. Guppy (el contrabandista jacksoniano, Russo Gupta) sólo pudo darme una visión externa de los hechos, y tan sólo desde su primer punto de contacto, cuando el ba descargó los replicadores de lo que supongo que era la nave de niños enviada anualmente a Rho Ceta, ¿verdad?
Pel inhaló, pero reconoció, envarada:
—Verdad. El crimen fue planeado y preparado desde hace tiempo, según parece. El ba mató a la Consorte de Rho Ceta, sus doncellas y la tripulación de la nave envenenándolos después de su último salto. En el momento del encuentro todos estaban muertos. Luego fijó el piloto automático de la nave para que se estrellara contra el sol del sistema. En beneficio del ba, parece que pretendió que fuera una especie de pira honoraria —concedió a regañadientes.
Dada su anterior exposición a los ritos funerarios de los haut, Miles casi pudo comprender este razonamiento en favor del prisionero sin devanarse los sesos. Pero Pel hablaba de la intención del ba como un hecho, no como una conjetura: por tanto, las damas haut ya habían tenido más suerte en una sola noche de interrogatorio que los miembros de seguridad de Miles en todo el viaje. «La suerte —sospecho—, no tiene nada que ver con eso.»
—Pensaba que el ba tendría que llevar consigo una gama de bioarmas mucho más amplia, si tuvo tiempo de saquear la nave de los niños antes de abandonarla y destruirla.
Pel era normalmente bastante abierta para tratarse de una Consorte Planetaria, pero esta observación hizo que frunciera gélidamente el ceño.
—Esos asuntos no son para discutirlos fuera del Nido Estelar.
—Idealmente, no. Pero por desgracia, sus… asuntos privados consiguieron llegar bastante más allá del Nido Estelar. Como puedo testificar personalmente. Se convirtieron en fuente de gran preocupación pública para nosotros, cuando detuvimos al ba en la Estación Graf. En el momento en que salía para acá, nadie estaba seguro de que hubiéramos identificado y neutralizado el contagio.
—El ba había planeado robar todo el conjunto —admitió Pel, reacia—. Pero la dama haut a cargo de los… suministros de la consorte, aunque moribunda, consiguió destruirlos antes de morir. Como era su deber. —Los ojos de Pel se entornaron—. Ella será recordada entre nosotras.
¿La equivalente a la mujer morena, quizás? ¿Protegía la fría doctora un arsenal similar en beneficio de Pel, quizás a bordo de esa misma nave? Todo el conjunto, eh. Miles archivó en silencio aquella admisión tácita, para compartirla más tarde con los más altos cargos de SegImp, y reencaminó rápidamente la conversación.
—Pero ¿qué intentaba hacer el ba? ¿Actuaba solo? Si es así, ¿cómo venció su programación de lealtad?
—Eso es también un asunto interno —repitió ella, sombría.
—Bueno, voy a decir lo que yo creo —continuó Miles, antes de que ella pudiera darse la vuelta y poner fin a la conversación—. Creo que este ba estaba muy relacionado con el emperador Fletchir Giaja, y por tanto con su difunta madre. Supongo que este ba fue uno de los confidentes íntimos de la vieja emperatriz Lisbet durante su reinado. Su biotraición, su plan para dividir a los haut en subgrupos competidores, fue derrotada tras su muerte…
—No traición —objetó la haut Pel débilmente—. No como tal.
—Rediseño unilateral no autorizado, entonces. Por algún motivo, este ba no fue purgado con los otros miembros de su camarilla interna después de la muerte de la Emperatriz… O tal vez sí, no lo sé. ¿Degradado, tal vez? Sea como fuere, imagino que toda esta escapada fue un esfuerzo equivocado por completar la visión de su ama… o de su madre muerta. ¿Estoy cerca?
La haut Pel lo miró con extremo disgusto.
—Bastante cerca. En cualquier caso, ya se ha terminado. El Emperador se sentirá satisfecho con usted… otra vez. Una prenda de su gratitud podría ser entregada en la ceremonia de aterrizaje de la nave de los niños, mañana, a la cual están invitados usted y su dama-esposa. Los primeros extranjeros en ser honrados… jamás.
Miles ignoró esta pequeña distracción.
—Cambiaría todos los honores por un poco de comprensión.
Pel hizo una mueca.
—No ha cambiado nada, ¿eh? Sigue siendo insaciablemente curioso. Hasta el cansancio —añadió.
Ekaterin sonrió secamente.
Miles ignoró la pulla de Pel.
—Sopórtelo conmigo. Creo que no he terminado todavía. Sospecho que los haut (y los ba) no son tan posthumanos aún como para estar a salvo de autoengaños, tanto más peligrosos por su sutileza. Vi el rostro del ba cuando destruí esa nevera de muestras genéticas delante de sus narices. Algo se quebró. Algo último, definitivo… Algo.
Él había matado hombres y llevaba la marca, y lo sabía. No creía haber matado antes un alma y dejado el cuerpo respirando, acongojado y acusador. «Tengo que entenderlo.»
Estaba claro que Pel no quería continuar, pero comprendía el alcance de una deuda que no podía pagarse con trivialidades como medallas y ceremonias.
—Parece que el ba —continuó lentamente—, deseaba algo más que la visión de Lisbet. Planeaba un nuevo Imperio… consigo mismo como Emperador y emperatriz. Robó los niños haut de Rho Ceta no sólo como población nuclear para la nueva sociedad que planeaba, sino como… parejas. Consortes. Aspiraba incluso a más que el puesto genético de Fletchir Giaja, que, aunque es parte del objetivo de los haut, no se considera completo. Soberbia —suspiró—. Locura.
—En otras palabras —susurró Miles—, el ba quería hijos. De la única forma que podía… concebir.
La mano de Ekaterin, que se había posado sobre su hombro, apretó.
—Lisbet… no debería haberle contado tanto —dijo Pel—. Hizo una mascota de su ba. Lo trató casi como a un hijo, en vez de como a un servidor. Su personalidad era poderosa, pero no siempre… acertada. Tal vez… se dejó llevar también por la vejez.
Sí: el ba era hermano de Fletchir Giaja, quizás el cuasiclón del Emperador cetagandés. El hermano mayor. Una prueba, y la prueba fue considerada válida. Y décadas de observador servicio en el Jardín Celestial después, con la pregunta siempre flotando: ¿Por qué no se concedía al ba, en vez de a su hermano, todo el honor, el poder, la riqueza, la fertilidad?
—Una última pregunta. Si quiere. ¿Cuál era el nombre del ba?
Los labios de Pel se tensaron.
—Ahora carecerá de nombre. Para siempre.
«Borrado. Que el castigo esté a la altura del crimen.»
Miles se estremeció.
El lujoso vehículo revoloteó sobre el palacio del gobernador imperial de Rho Ceta, un enorme complejo que titilaba en la noche. Empezó a descender hasta el enorme jardín oscuro, veteado de venas de luces en sus caminos y senderos, que se encontraban al este de los edificios. Miles contemplaba fascinado desde su ventanilla, mientras bajaban y luego remontaban una pequeña cordillera, tratando de adivinar si el paisaje era natural, o tallado artificialmente sobre la superficie de Rho Ceta. Tallado en parte, en cualquier caso, pues en el lado opuesto del promontorio había un anfiteatro al socaire de la pendiente, ante un sedoso lago negro de un kilómetro de diámetro. Más allá de las colinas al otro lado del lago, la capital de Rho Ceta hacía que el cielo nocturno brillara en ámbar.
El anfiteatro estaba iluminado solamente por tenues globos brillantes que se esparcían por su contorno: un millar de damas haut en sus burbujas de fuerza, fijas en blanco de luto, reducidas a la menor luminosidad visible. Entre ellas, otras figuras pálidas se movían suavemente, como fantasmas. El piloto del vehículo de transporte hizo virar la nave y la posó suavemente a unos pocos metros de la orilla del lago, en uno de los bordes del anfiteatro.
Las luces internas del transporte brillaron un poco, con longitudes de onda rojas diseñadas para ayudar a mantener la adaptación a la oscuridad de los pasajeros. En el pasillo, frente a Miles y Ekaterin, el ghem-general Benin se apartó de su ventanilla. Era difícil leer su expresión bajo los formales contornos de pintura facial blanca y negra que lo identificaban como ghem-oficial imperial, pero Miles lo interpretó como pensativo. Bajo la luz roja, su uniforme brillaba como sangre fresca.
En conjunto, e incluso teniendo en cuenta su súbita introducción personal a las bioarmas del Nido Estelar, Miles no estaba seguro de si se habría atrevido a intercambiar sus recientes pesadillas con Benin. Las pasadas semanas habían sido agotadoras para el responsable de la seguridad interna del Jardín Celestial. La nave de los niños, que transportaba personal del Nido Estelar que estaba a sus órdenes personales, se desvaneció en ruta sin dejar rastro; informes confusos que se remontaban a la complicada pista de Guppy no sólo apuntaban a un impresionante robo, sino a la posible biocontaminación de los contenidos más secretos del Nido; la desaparición de la pista en el corazón de un Imperio enemigo.
No era extraño que cuando llegó anoche a la órbita de Rho Ceta para interrogar a Miles en persona (con exquisita cortesía, ciertamente) pareciera tan cansado, incluso bajo la capa de pintura, como se sentía el propio Miles. Su pugna por la posesión de Russo Gupta había sido breve. Sin duda Miles comprendía el fuerte deseo de Benin, ya que el Nido Estelar le había arrancado de las manos al ba, de tener alguien en quien descargar sus frustraciones… Pero, primero, Miles había dado su palabra de Vor, y segundo, descubrió que, al parecer, no podía hacer nada malo en Rho Ceta aquella semana.
No obstante, Miles se preguntó dónde dejar a Guppy cuando todo aquello terminara. Alojarlo en una cárcel barrayaresa era un gasto inútil para el Imperio. Dejarlo suelto en Jackson's Whole era una invitación a que volviera a las andadas: ningún beneficio para los vecinos y una tentación para la venganza cetagandana. Se le ocurría un lugar seguro y lejano donde depositar a una persona de pasado tan irregular y talentos tan erráticos, ¿pero era justo hacerle eso a la almirante Quinn…? Bel se había echado a reír, malignamente, al oír la sugerencia, hasta que tuvo que detenerse a respirar.
A pesar de que Rho Ceta era un lugar estratégico para las tácticas y estrategias de Barrayar, Miles nunca había puesto un pie antes en aquel mundo. No lo hizo tampoco ahora, al menos no de momento. Sonriendo, permitió que Ekaterin y el ghem-general lo ayudaran a pasar del transporte a un flotador. En la ceremonia por venir, planeaba ponerse en pie, pero un pequeño experimento le había demostrado que sería mejor que conservara sus fuerzas. Al menos no estaba solo en su necesidad de ayuda mecánica. Nicol flotaba ayudando a Bel Thorne. El hermafrodita se incorporó y manejó los controles de su propio flotador; sólo el tubo de oxígeno en su nariz traicionaba su extrema debilidad.
El soldado Roic, con su uniforme de la Casa Vorkosigan planchado y pulido, se colocó detrás de Miles y Ekaterin, silencioso y firme. Asustado de muerte, supuso Miles. No podía reprochárselo.
Decidiendo que representaba todo el Imperio de Barrayar y no sólo su propia Casa esa noche, Miles había decidido llevar sus sencillas ropas grises de civil. Ekaterin parecía alta y graciosa como una haut con un ondulante vestido negro y gris; Miles sospechó que había recibido algún tipo de ayuda femenina por parte de Pel, o de una de las muchas servidoras de Pel. Mientras el ghem-general Benin guiaba al grupo, Ekaterin se situó junto al flotador de Miles, la mano apoyada ligeramente sobre su brazo. Su ligera y misteriosa sonrisa era tan reservada como siempre, pero a Miles le pareció que caminaba con una nueva y firme confianza, sin miedo en medio de la oscuridad.
Benin se detuvo ante un grupito de hombres que destacaban en la oscuridad como espectros y esperaban a unos pocos metros del vehículo de transporte. El aire húmedo traía los complejos perfumes que emanaban de sus vestidos, intensos, pero no molestos. El ghem-general presentó meticulosamente cada miembro del grupo al actual gobernador haut de Rho Ceta, perteneciente a la constelación Degtiar, primo de algún modo de la actual Emperatriz. También el gobernador iba vestido, como todos los haut presentes, con la túnica blanca suelta y los pantalones blancos de duelo, además de una sobretúnica blanca de muchas capas que le llegaba hasta los talones.