James Potter y la Encrucijada de los Mayores (49 page)

BOOK: James Potter y la Encrucijada de los Mayores
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Me siento… diferente. Más fuerte. Más… aquí, en cierta forma
.

—Espera —dijo Ralph, alzando la mano—. Este es el fantasma del que nos hablaste, ¿verdad? ¿El que persiguió al intruso en los terrenos hace unos pocos meses?

—Oh, sí —dijo James—. Zane y Ralph, este es Cedric Diggory. Cedric, estos son mis amigos. Entonces ¿qué crees que te está ocurriendo? ¿Qué es lo que provoca que estés más aquí?

Cedric volvió a encogerse de hombros.

Durante lo que pareció un largo tiempo, me sentí como si estuviera en una especie de sueño. Me movía por el castillo, pero éste estaba vacío. Nunca tenía hambre, ni sed, ni frío, ni necesitaba descansar. Sabía que estaba muerto, pero eso era todo. Todo estaba oscuro y silencioso y no parecía que pasaran días o estaciones. No existía el paso del tiempo. Entonces comenzaron a suceder cosas.

Cedric se giró y se sentó en la cama, sin dejar ninguna marca en las mantas. James, que era el que estaba más cerca, podía sentir una característica frialdad emanando de la silueta de Cedric. El fantasma prosiguió:

Había períodos de tiempo en los que me sentía más consciente de las cosas. Comencé a ver personas en los salones, pero eran como humo. No podía oírlas. Me fijé en que esos períodos de actividad sucedían en las horas del día posteriores a la hora de mi muerte. Cada noche me sentía despierto. Notaba el paso del tiempo, porque eso era lo que más significado tenía para mí, la sensación del transcurso de minutos y horas. Busqué un reloj, el que está fuera del Gran Comedor, y observé pasar el tiempo. Estaba bien despierto durante toda la noche, pero al llegar la mañana, comenzaba a desvanecerme. Entonces, una mañana, justo cuando me estaba evaporando, perdiendo el contacto, le vi a él.

James se enderezó.

—¿Al intruso?

Cedric asintió.

Sabía que se suponía que no debía estar aquí, y de alguna forma sabía que si realmente lo intentaba podía hacer que me viera. Lo espanté.

Cedric volvió a sonreír, y James pensó que podía ver tras esa sonrisa al muchacho fuerte y agradable que su padre había conocido.

—Pero regresó —dijo James. La sonrisa de Cedric se transformó en un ceño de frustración.

Regresó, sí. Lo vi, y volví a espantarlo. Comencé a vigilar todas las mañanas a ver si aparecía. Y entonces una noche irrumpió a través de una ventana. En ese momento, yo ya estaba más fuerte pero decidí que alguien más debía saber que estaba dentro del castillo. Así que acudí a ti, James. Tú me habías visto y yo sabía quien eras. Sabía que me ayudarías.

—Esa fue la noche que rompiste la cristalera —dijo Zane, sonriendo—. Pateaste a ese tipo como Bruce Lee haciendo que atravesara la ventana. Muy bueno.

—¿Quién era? —preguntó James, pero Cedric se limitó a sacudir la cabeza. No lo sabía.

—Bueno ahora son casi las siete de la tarde —señaló Ralph—. ¿Cómo haces para que te veamos? ¿No es esta tu hora más débil?

Cedric pareció pensarlo.

Me estoy volviendo más sólido. Sigo siendo solo un fantasma, pero parece ser que me estoy convirtiendo en algo así como un verdadero fantasma. Ahora puedo hablar más. Y cada vez hay menos períodos de esa extraña nada. Creo que es así como se forman los fantasmas.

—Pero ¿por qué? —James no pudo evitar preguntarlo—. ¿Qué provoca que se forme un fantasma? ¿Por qué simplemente no, ya sabes, continuaste tu camino?

Cedric lo miró atentamente, y James percibió que el mismo Cedric no sabía la respuesta a esa pregunta, o al menos, no muy claramente. Sacudió la cabeza lentamente.

Aún no había concluido. Tenía tanto por lo que vivir. Sucedió tan rápido, tan repentinamente. Es solo que yo… no había concluido.

Ralph levantó el maletín del profesor Jackson y lo tiró dentro del baúl de James.

—Entonces, ¿adónde fuiste cuando desapareciste, James? —dijo, encaramándose a los pies de la cama.

James tomó un profundo aliento, agrupando los recuerdos de su extraño viaje. Describió el sentimiento inicial al sostener la túnica, como pareció permitirle sentir el aire y el viento, luego los animales y los árboles. Luego les habló de la visión que tuvo, de estar dentro del cuerpo de Merlín y en sus mismos pensamientos. Se estremeció, recordando la furia y la amargura, y la voz de su sirviente, Austramaddux, quien le prometiera solemnemente servirle hasta el momento del ajuste de cuentas. Mientras hablaba, lo recordó vívidamente, y terminó describiendo como la negrura de la noche se había envuelto a su alrededor como un capullo, encogiéndose y convirtiéndose en la nada.

Zane escuchaba con intenso interés.

—Tiene sentido —dijo finalmente con voz baja y sobrecogida.

—¿El qué? —preguntó James.

—Como podría haberlo logrado Merlín. ¿No lo veis? ¡El propio profesor Jackson habló de ello el primer día de clase! —se estaba excitando. Tenía los ojos muy abiertos, y pasaban de James a Ralph y al fantasma de Cedric, que seguía sentado en el borde de la cama.

—No lo entiendo. No doy Tecnomancia este año —dijo Ralph sacudiendo la cabeza.

—Merlín no murió —dijo Zane enfáticamente—. ¡Se Apareció!

James estaba confundido.

—Eso no tiene sentido. Cualquier mago puede Aparecerse. ¿Qué tiene eso de especial?

—¿Recuerdas lo que nos dijo Jackson ese primer día de clase? La Aparición es instantánea para el mago que la está efectuando, aún cuando a los pedacitos de mago les lleve un cierto tiempo desunirse para luego volver a ensamblarse otra vez en el nuevo lugar. Si un mago desaparece sin determinar su nuevo punto central, nunca volverá a reaparecer ¿correcto? ¡Simplemente se queda atrapado en la nada para siempre!

—Bueno, claro —estuvo de acuerdo James, recordando la lección pero sin entender.

Zane casi vibraba de excitación.

—Merlín no se Apareció hacia un lugar —dijo significativamente—. ¡Se Apareció hacia una época y un conjunto de circunstancias!

Ralph y James alucinaron considerando las consecuencias.

Zane continuó:

—Y al final de tu visión, dijiste que Merlín le dijo a Austramaddux que conservara las reliquias y que cuidara de que el momento fuera el adecuado. Entonces, cuando llegue el momento, las reliquias supuestamente se volverán a reunir en la Encrucijada de los Mayores. ¿Lo veis? Merlín estaba estipulando el momento y las circunstancias para su reaparición. Lo que describiste al final James, era a Merlín desapareciendo en la nada. —Zane hizo una pausa, reflexionando intensamente—. Durante todos estos siglos solo ha estado suspendido en el tiempo, atrapado en la ubicuidad, esperando a que se den las circunstancias adecuadas para su Aparición. ¡Para él, no ha pasado el tiempo en absoluto!

Ralph miró al baúl que estaba al pie de la cama de James.

—Entonces es cierto —dijo—. Efectivamente podrían hacerlo. Podrían traerlo de regreso.

—Ya no —dijo James, sonriendo melancólicamente—. Tenemos la túnica. Sin todas las reliquias, las circunstancias nunca se darán. No pueden hacer nada.

En cuando James hubo escuchado la explicación de Zane, todo tuvo perfecto sentido, especialmente en el contexto de la visión del Delimitador de Umbrales. Súbitamente el poseer la túnica se había vuelto aún más importante y no pudo evitar maravillarse por la extraordinaria serie de circunstancias afortunadas que habían llevado a que la obtuvieran. Desde el maletín que Ralph había descubierto justo a tiempo, a la notable efectividad del encantamiento
visum-ineptio
de Zane, James tenía la fuerte impresión de que él, Zane y Ralph estaban siendo guiados hacia su meta de frustrar la conspiración de Merlín. ¿Pero quién estaba ayudándoles?

—A propósito —dijo James al fantasma de Cedric, una vez Ralph y Zane se hubieron enfrascado en una animada discusión acerca de la Aparición de Merlín—, dijiste que te enviaron a ayudarme. ¿Quién te envió?

Cedric se había puesto de pie y se estaba desvaneciendo un poco, pero no mucho.

Alguien al que se supone que no debo mencionar, aunque creo que es muy probable que lo adivines. Alguien que ha estado velando por ti
—dijo, sonriendo a James.

Snape
pensó James. El retrato de Snape había enviado a Cedric a ayudarle cuando se vio absorbido dentro del Delimitador de Umbrales. Pero ¿como lo había sabido? James se quedó pensando en ello largo tiempo después de que Zane y Ralph se hubieran ido a sus propias habitaciones, mucho después de que el resto de los Gryffindor hubiera subido las escaleras y se hubieran derrumbado en sus camas. Sin embargo, esa noche no se le ocurrió ninguna respuesta, y finalmente James se durmió.

En los días siguientes, los tres chicos continuaron con sus actividades escolares habituales en medio de una especie de bruma triunfante. James dejó el maletín de Jackson, con la túnica en su interior, encerrado dentro de su baúl y protegido por el hechizo cerradura de Zane. Considerando la efectividad del encantamiento
visum-ineptio
que pendía sobre el falso maletín, no les preocupaba que alguien pudiera estar buscando el verdadero. Jackson continuaba llevando a las clases y a las comidas el viejo maletín rojo del sabueso cazador de rocas que lucía orgulloso la placa de Hiram & Blattwott’s, sin dar muestras de pensar que pasara algo fuera de lo normal. Además, ninguna otra persona le dedicaba una segunda mirada, ya que habían visto a Jackson cargando el maletín negro con su nombre grabado en la placa del costado durante meses. Finalmente, un sábado por la tarde, James, Ralph y Zane se reunieron en la sala común Gryffindor para discutir su siguiente paso.

—Ahora en realidad solo nos quedan dos preguntas que hacernos —dijo Zane, inclinándose a través de la mesa sobre la cual, aparentemente, estaban haciendo sus deberes escolares—. ¿Dónde está ubicada la Senda a la Encrucijada de los Mayores? y ¿dónde está la tercera reliquia, el báculo de Merlín?

James asintió.

—He estado pensando en esto último. El trono está bajo la vigilancia de Madame Delacroix. La túnica estaba bajo la vigilancia del profesor Jackson. La tercera reliquia debe estar protegida por el tercer conspirador. Tengo que suponer que es alguien que se encuentra en la escuela, una persona de dentro. ¿Podría ser el Slytherin que utilizó el nombre de Austramaddux en la consola de juegos de Ralph? Debían de estar al tanto de la conspiración si utilizaron ese nombre, y si tienen conocimiento de la misma, están implicados en ella.

—Pero ¿quién? —preguntó Ralph—. Yo no vi quien la cogió. Simplemente desapareció. Además, el báculo de Merlín debe ser bastante difícil de esconder, ¿no? Si es tan grande como dijiste que era en tu visión, James, entonces la cosa debe tener como metro ochenta de altura. ¿Cómo escondes un cetro mágico lanzarayos, de metro ochenta de altura como ese?

James sacudió la cabeza.

—No tengo ni la menor idea. Aún así, de ti depende mantener los ojos abiertos, Ralph. Como dijo Ted, eres nuestro infiltrado.

Ralph se desplomó sobre la mesa. Zane se puso a hacer garabatos en un pedazo de pergamino.

—¿Y qué hay de la pregunta número uno? —dijo sin levantar la vista—. ¿Dónde está la Senda a la Encrucijada de los Mayores?

James y Ralph intercambiaron miradas inexpresivas.

—Otra vez la respuesta es: no tengo ni idea. Pero creo que hay una tercera pregunta en la que también tendríamos que pensar.

—Como si las dos primeras no fueran lo suficientemente difíciles — murmuró Ralph.

Zane levantó la vista, y James vio que había estado garabateando un dibujo de las verjas del Santuario Oculto.

—¿Cuál es la tercera pregunta?

—¿Por qué no lo han hecho aún? —susurró James—. ¿Si creen tener en su poder las tres reliquias, por qué no han ido a donde sea que esté la Senda a la Encrucijada de los Mayores para tratar de hacer regresar a Merlín de sus mil años de Aparición?

Ninguno de ellos tenía repuesta a eso, pero estuvieron de acuerdo en que era una pregunta importante. Zane dio la vuelta a su dibujo, revelando un borrón de notas garabateadas y diagramas de la clase de Aritmancia.

—Estoy buscando en la biblioteca de Ravenclaw, pero entre los deberes, las clases, el Quidditch, los debates y el Club de las Constelaciones, apenas si tengo dos minutos libres para codearme con vosotros.

Ralph dejó caer al pluma en la mesa y se reclinó hacia atrás, estirándose.

—Por cierto, ¿cómo va eso? Eres el único que tiene algún contacto con Madame Delacroix. ¿Cómo es ella?

—Como una momia gitana con pulso —respondió Zane—. Se supone que ella y Trelawney comparten el Club de las Constelaciones, al igual que la clase de Adivinación, pero han optado por dividirlo en vez de enseñarlo juntas. De todos modos, así funciona mucho mejor, ya que en cierta forma se neutralizan la una a la otra. Trelawney solo nos hace dibujar símbolos astrológicos y mirar los planetas a través del telescopio para “determinar el ánimo y lo modales de los hermanos planetarios” —James, que conocía a Sybil Trelawney como a una amiga lejana de la familia, sonrió ante la cariñosa impresión que tenía Zane de ella. Zane continuó—: En cambio Delacroix, nos tiene dividiendo cartas astrales y midiendo el color de la longitud de onda de la luz de las estrellas, trabajando en descubrir el momento exacto de algún gran evento astronómico.

—Oh, sí —recordó James—. La alineación de los planetas. Petra y Ted me hablaron de ello. Tienen Adivinación con ella. Parece que la reina vudú está realmente interesada en ese tipo de cosas.

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