James Potter y la Encrucijada de los Mayores (53 page)

BOOK: James Potter y la Encrucijada de los Mayores
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Ralph se puso pálido.

—No había pensado en eso.

—Quizás agotara todo su poder la primera vez —dijo James un poco dubitativo.

—Será mejor para vosotros dos —dijo Zane, mirando de uno a otro—. Porque ya intentó pedirlo amablemente. La próxima vez no será tan cortés.

Una idea golpeó a James y se estremeció.

—¿Qué? —preguntó Ralph, viendo el cambio de cara de James.

—Fisioaparición remota —dijo James con voz ronza—. Así llamó el profesor Franklyn al poder de Delacroix de proyectar un espectro de sí misma. Es diferente a la Aparición habitual, porque simplemente envía a un fantasma de sí misma, pero el espectro aún puede parecer sólido y afectar a las cosas. Lo busqué. El fantasma es una versión sólida de cualquier material que se tenga a mano, y se utiliza como un títere. De algún modo lo utilizó para traer aquí el trono de Merlín y ocultarlo en la isla sin ser detectado.

Zane frunció el ceño.

—Vale, ¿y qué?

—¿Y si fuera así como Ralph y yo fuimos transportados al Santuario Oculto? Ralph, tú lo llamaste una experiencia extracorporal. ¿Y si es eso lo que fue en realidad? ¡Quizás nos vimos forzados a una fisioaparición remota! Solo un espectro de nosotros mismos fue al Santuario, pero nuestros cuerpos permanecieron en los pasillos como... congelados.

Ralph estaba claramente horrorizado ante la idea. Zane parecía pensativo.

—Parece encajar. Los dos decís que ocurrió cuando estabais solos en los pasillos. Nadie os vio allí de pie con el piloto automático mientras vuestras almas o lo que sea se estiraban hasta el Santuario.

—Pero esa es la especialidad de Delacroix —dijo Ralph, estremeciéndose—. ¿Crees que ella sabe que de algún modo conseguimos la túnica?

James respondió.

—Quizás. Es escurridiza como una serpiente. Podría habérselo figurado y no decírselo siquiera a Jackson. Quizás quiere toda la gloria para sí misma.

—Una cosa es segura entonces —anunció Zane—. No podemos permitir que estéis a solas. Mi teoría es que quienquiera o lo que quiera que esté haciendo esto no quiere que se revele el secreto. Por eso esperaron a que estuvierais solos unos minutos. Si mantenemos a mucha gente alrededor de los dos, tal vez no vuelvan a intentarlo.

Ralph estaba blanco como una estatua.

—A menos que estén realmente, realmente desesperados.

—Bueno, sí —estuvo de acuerdo Zane—. Siempre cabe esa posibilidad. Pero no podemos hacer nada en ese caso, solo esperar que no se llegue a eso.

—Eso me hace sentir mucho mejor —gimió Ralph.

—Vamos —dijo James, levantándose de la mesa del desayuno—. Se hace tarde y los elfos domésticos están echándonos miraditas. Ya es hora de que salgamos de aquí antes de que alguien note que andamos planeando algo.

Los tres chicos salieron al frío de los terrenos y charlaron de otras cosas un rato, después, al tener distintas obligaciones relacionadas con sus Casas, tomaron caminos separados durante el resto del día.

La semana siguiente estuvo frustrantemente ocupada. Neville Longbotton asignó uno de sus muy inusuales pero extremadamente exigentes ensayos. Esto llevó a James a pasar una desmesurada cantidad de tiempo en la biblioteca, buscando los interminables usos de la spynuswort, un empeño mucho más complicado debido al hecho de que muchas partes de la planta, desde las hojas al tronco, la raíz e incluso sus semillas, tenían gran número de aplicaciones, desde aliviar afecciones de la piel a encerar escobas. James acababa de añadir la sextuagésima novena entrada en su lista garabateada cuando Morgan Patonia se sentó a la mesa frente a él con un pesado suspiro. Morgan, un chico de primero de Hufflepuff, también estaba en Herbología y trabajaba en su ensayo sobre la spynuswort.

—Solo tienes que poner cinco usos —declaró Morgan cuando vio la lista de James—. Lo sabes, ¿verdad?

—¿Cinco? —dijo James débilmente.

Morgan lanzó a James una mirada de alegre desdén.

—El Profesor Longbotton nos encargó escribir precisamente sobre la spynuswort porque es una de las tres plantas más útiles del mundo mágico. Si escribimos sobre cada uno de sus usos acabaría pareciendo una enciclopedia, estúpido.

La cara de James se acaloró.

—¡Lo sabía! —dijo, intentando aparentar arrogancia y petulancia herida—. Solo que lo olvidé. No puedes culparme por ser concienzudo, ¿verdad?

Morgan se rió disimuladamente, obviamente encantado de que James hubiera perdido tanto tiempo. James recogió sus cosas pocos minutos después y se mudó a la sala común Gryffindor, molesto a la vez que aliviado. Al menos el ensayo estaba acabado. De hecho, ya que ya había escrito alrededor de veintitrés usos de la spynuswort, probablemente consiguiera créditos extra. Mientras Neville no imaginara que la minuciosidad del ensayo se debía simplemente a que no había estado prestando mucha atención en clase.

Dos veces vio James a la profesora Delacroix en los pasillos y tuvo la inconfundible sensación de que le estaba observando. Nunca vio sus ojos posados en él, pero ya que estaba ciega, eso apenas importaba. James recordaba como Delacroix había manipulado la sopera de
gumbo
con su fea varita con aspecto de raíz durante la cena con los Alma Aleron, sin derramar ni una gota. Tenía la sospecha de que Delacroix tenía formas de ver que no tenían nada que ver con sus ojos inútiles. De hecho, eso podía explicar cómo podría haber notado que el maletín de Jackson era diferente. El encantamiento
visum-inepto
solo funcionaba con lo que la gente veía con los ojos, ¿verdad? Aún así, nunca le dijo nada, o siquiera perdió el paso cuando pasaba junto a él. James decidió que simplemente estaba paranoico. Por otro lado, tal como señaló Zane, ¿qué diferencia habría? Podía ser ella la que estaba intentando engañar a Ralph y James para que llevaran la túnica al Santuario Oculto, o podría ser otra fuerza totalmente distinta. Fuera como fuera, tenía que estar en guardia para no quedarse nunca solo, y al fin y al cabo no importaba cual fuera la amenaza en realidad.

James había empezado a notar lo difícil era que no quedarse nunca solo. Cualquiera pensaría, en una escuela del tamaño de Hogwarts, que sería algo raro, de todos modos. Ahora que prestaba atención a ello, comprendió que había estado a solas en los terrenos y los pasillos varias veces todos los días, ya fuera cruzando los terrenos para llegar a la clase de Herbología de Neville Longbotton después de Transformaciones, o simplemente yendo al baño en medio de la noche. Arreglárselas para no estar nunca a solas incluso en esas circunstancias era una tarea molesta, pero Zane, para sorpresa de James, había sido absolutamente inflexible al respecto.

—Aún si nos hicimos con esa túnica gracias una asombrosa cadena de golpes de suerte, no voy a dejar que se nos escurra de entre las manos por nuestro descuido —dijo a James un día, caminando con él hacia los invernaderos de Herbología—. Es la falta de previsión de los conspiradores lo que ha estado jugando a nuestro favor. No voy a devolverles el favor.

Un día, James presentó a Ralph y Zane el encantamiento proteico como forma de comunicación si fuera necesaria una compañía de emergencia. James había encargado tres patos de goma de Sortilegios Weasley, y había dado uno a Zane y otro a Ralph.

—El encantamiento proteico hace que si aprieto mi pato, los de vosotros dos suenen igual —explicó James, dando a su pato un apretón.

—¡Que te den! —graznaron los tres patos a la vez.

—Excelente —dijo Zane, dando a su propio pato un apretón firme, consiguiendo como resultado un coro de felices insultos—. Así si alguno de vosotros se encuentra solo o necesita ir al baño, solo tiene que apretar esto y yo voy corriendo, ¿eh?

—Ugh —dijo Ralph, mirando a su pato con disgusto—. Odio esto. Es como volver a tener tres años.

—Eh, si quieres volver a salir pitando para disfrutar de una reunión con algún espíritu arbóreo insatisfecho... —dijo Zane, encogiéndose de hombros.

—No dije que no fuera a hacerlo —exclamó Ralph, molesto—. Solo que lo odio, eso es todo.

Zane se giró hacia James.

—¿Y cómo sabré cual de los dos me está graznando?

James sacó un rotulador negro y dibujó una J en la parte de abajo de su pato.

—Mira el tuyo ahora. Cualquier cosa que hagamos a un solo pato se mostrará en todos los demás. Cuando oigas el
quack
, solo comprueba la parte de abajo del pato y mira la inicial que aparece.

—Bien pensado —dijo Zane aprobadoramente. Alzó su pato y pellizcó como si estuviera saludando con él.

—¡Come mierda pixie! —graznó el pato alegremente.

—Muy bien —dijo James, metiendo su propio pato en la mochila—. Esto solo funcionará si los utilizamos solo en caso de emergencia. ¿De acuerdo?

—¿Por qué solo graznan? —preguntó Ralph mientras se lo metía en el bolsillo.

—Pregunta a un Weasley —respondió James distraídamente.

Al principio, estar obligado a tener a Zane o a algún otro alrededor todo el tiempo era tan molesto para James como para Ralph, pero finalmente se acostumbró a ello e incluso empezó a gustarle. Zane se sentaba en una silla en la esquina del cuarto de baño mientras James se bañaba, interrogándole sobre pronunciaciones o terminología y restricciones de Transformaciones. James descubrió que muchos de sus compañeros de clase de Herbología, incluyendo a Morgan Patonia, tenían clase de Encantamientos antes de Herbología. Sabiendo esto, era capaz de apresurarse a salir de su clase de Transformaciones hasta el aula de Encantamientos y después acompañar a Patonia y sus amigos hasta el invernadero, evitando así el trayecto solitario por los terrenos. Estar constantemente cerca de gente se convirtió en un hábito fácil para James, y al final casi olvidaba que lo estaba haciendo. De este modo, las semanas pasaron con facilidad. La crudeza del invierto comenzó a fundirse hasta convertirse en la frágil calidez de la primavera. Aún así, ni James, ni Ralph, ni Zane había dado con un plan para conseguir la escoba de Tabitha Corsica. Al final decidieron, si bien a regañadientes, que se precisaba una misión de reconocimiento.

—No me gusta esto —dijo Ralph mientras se dirigía con los otros dos chicos a la puerta de la sala común Slytherin—. No he visto a nadie que no fuera Slytherin aquí desde hace meses.

—No te preocupes por eso, Ralph —dijo Zane, pero su voz se mostraba menos confiada de lo habitual—. Tenemos aquí el mapa mágico de James. Podemos comprobarlo de nuevo, pero según él, la mayor parte de tus colegas están viendo el entrenamiento de los Slytherin para el campeonato. ¿Verdad, James?

James tenía el Mapa del Merodeador desplegado entre las manos. Lo estudiaba mientras caminaban.

—Por lo que puedo ver solo hay un par de personas en los dormitorios Slytherin, y ninguno son gente de la que tengamos que preocuparnos.

—¿Estás seguro de estar leyendo bien esa cosa? —preguntó Ralph, metiendo su anillo en la cuenca del ojo de la serpiente esculpida en la gigantesca puerta de madera—. Por lo que oí, dijiste que ni siquiera recordabas como hacerlo funcionar.

—Bueno, está funcionando, ¿no? —replicó James malhumoradamente. En realidad, estaba preocupado por la exactitud del mapa. Había recordado la frase que hacía que el mapa se abriera y mostrara el colegio, pero como su padre se había temido, el castillo había cambiado mucho desde que el mapa había sido creado por Lunático, Cornamenta, Canuto y Colagusano. Trozos irregulares del mapa estaban completamente en blanco, y cada sección en blanco estaba marcada con una anotación que decía S
e requiere redibujado; por favor, consulte a los Merodeadores Cornamenta y Canuto en busca de ayuda.
James solo podía suponer que su abuelo y Sirius Black habían sido los artistas que habían dibujado el mapa, pero ya que hacía bastante que ambos estaban muertos, aparentemente no había quien redibujara el mapa y llenara las áreas reconstruidas. Los nombres diminutos que marcaban la localización de todo el que estaba en el campus todavía se veían moviéndose aquí y allá, pero cuando entraban en una de las áreas en blanco, sus marcas y nombres se desvanecían. Afortunadamente, las habitaciones Slytherin estaban bajo el lago, y por consiguiente habían resultado muy poco dañadas durante la Batalla de Hogwarts (Ralph se había enterado de que solo la entrada principal había resultado destruida durante el asedio). James podía ver todo el entramado de habitaciones y salas de Slytherin en el Mapa del Merodeador.

La serpiente esculpida hizo su pregunta. Ralph se anunció a sí mismo y explicó quienes eran James y Zane y que eran sus amigos. El brillante ojo verde de la serpiente examinó a Zane y James durante un largo momento, y después abrió el complicado sistema de cerrojos y barras que aseguraban la puerta. Los tres chicos no pudieron evitar ocultarse un poco mientras atravesaban la aparentemente desierta sala común Slytherin. La ensombrecida luz verde del sol, filtrada por el agua del lago que había sobre los techos de cristal, llenaba la habitación de sombras lóbregas. El fuego era un brillo rojo apagado en la gigantesca chimenea, cuyo mármol estaba esculpido para asemejar la forma de la boca abierta de una serpiente.

—Nada como leer un buen libro ante unas fauces abiertas —murmuró Zane mientras pasaba junto al fuego—. ¿Y dónde guardan las escobas, Ralph?

Ralph sacudió la cabeza.

—Ya os lo he dicho, no lo sé. Solo sé que no hay un casillero común o algo así, como los de Gryffindor o Ravenclaw. La mayor parte de estos tipos no confían mucho los unos en los otros. Todo el mundo tiene armario privado con una llave mágica especial. Además, sus escobas no están aquí ahora de cualquier modo, ¿verdad? Están todas con ellos en el campo de Quidditch.

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