Read James Potter y la Encrucijada de los Mayores Online
Authors: George Norman Lippert
—Austramaddux, me has traído a un tiempo muerto —dijo Merlín, su voz baja llenaba el Santuario como un rugido. Dio la espalda a la patética forma de Madame Delacroix, volviendo su mirada hacia el fantasma acobardado—. Los árboles han despertado para mí, pero sus voces están casi mudas. Incluso la tierra duerme el sueño de los siglos. Me has retornado por tu conveniencia y solo por eso. Eras ya criado deficiente cuando accedí a enseñarte, y he vuelto solo para comprender la profundidad de ese error. Te descargo de mi servicio. Fuera.
Merlín alzó la mano libre y la sostuvo en alto, con la palma hacia fuera, hacia el fantasma de Austramaddux. El fantasma palideció más aún y se echó atrás, alzando las manos como para desviar el golpe.
¡No! ¡No, te fui fiel! ¡Por favor! ¡No me liberes! ¡Completé mi tarea! ¡Fui fiel! ¡No!
La última palabra se alargó y aumentó de tono, subiendo la escala mientras el fantasma parecía gritar. Por un momento, asumió la forma de la dríada azul, encogiéndose de miedo, desesperada, después empezó a perder completamente la forma. Menguó, y James vio que se contraía en la misma proporción en que Merlín cerraba la mano, como si el mago estuviera estrujando a Austramaddux en su puño extendido. La última palabra del fantasma surgió en un gemido de horror, apagándose mientras el fantasma de colapsaba en un brillante punto de luz titilante. Merlín apretó el puño, y después abrió la mano. El fantasma estalló, se desvaneció, dejando solo el eco de su grito final.
Finalmente, como si se fijara en ellos por primera vez, Merlín volvió su atención a James, Ralph y Zane.
James se adelantó, sin saber qué hacer, pero sabiendo de corazón que tenía que hacer algo. Merlín alzó de nuevo la mano, esta vez hacia James. James sintió como el mundo se suavizaba a su alrededor, oscureciéndose. Luchó, intentando resistirse al creciente olvido, pero no sirvió de nada. No podía luchar contra el poder de Merlín como no podía luchar un mosquito contra un vendaval. El mundo se esfumó, vertiéndose por un embudo hasta un punto, y en el centro del punto estaba la mano alzada de Merlín, empujándole hacia adentro. Había un ojo en el centro de la mano, de un azul helado. El ojo se cerró, y la voz de Merlín pronunció una palabra, una palabra que pareció llenar el vacío donde el mundo había estado una vez, y la palabra fue "Duerme".
El alba era una débil línea rosa en el borde del horizonte cuando James abrió los ojos. Estaba incómodamente tendido sobre la hierba en el del Santuario Oculto, y helado hasta los huesos. Gimiendo, rodó hasta sentarse y examinó su entorno. Lo primero que advirtió fue que el trono de Merlín había desaparecido. No había más que un desnivel en la hierba donde antes había estado. La segunda cosa que notó cuando levantó la cabeza y miró alrededor fue que el Santuario Oculto ya no era un lugar mágico. En ausencia del trono de Merlín, la isla volvía rápidamente a su salvaje y arbitraria naturaleza. La sensación de obsesionante y gótica arquitectura se estaba disipando. Los pájaros cantaban en las ramas de los árboles en lo alto.
—Ah-hh —gimió una voz cercana—. ¿Dónde estoy? De algún modo, tengo la terrible sensación de que una taza del café y una chimenea no están a punto de aparecer ante mis ojos.
—Zane —dijo James, consiguiendo levantarse tambaleante—. ¿Estás bien? ¿Dónde está Ralph?
—Estoy aquí —refunfuñó Ralph—. Estoy haciendo inventario de todos mis huesos y funciones físicas básicas. Hasta ahora nada alarmante, pero necesito un cuarto de baño aún más que San Lokimagus.
James subió los escalones en la penumbra de las gradas superiores del Santuario. La luz de primera hora de de mañana era débil y gris, apenas penetraba a través de la maleza y los árboles de la isla. Zane y Ralph subían tras él con paso vacilante.
—Merlín se ha ido —dijo James, mirando alrededor—. Y no veo a Jackson ni a Delacroix tampoco. —Pisó los pedazos rotos de la varita de Jackson y se estremeció.
—Nos equivocamos con él, ¿verdad? —dijo Ralph.
—Nos equivocamos con un montón de cosas —estuvo de acuerdo James en voz baja.
Zane se frotó la parte baja de la espalda y gimió.
—¡Eh!, no lo hicimos tan mal, considerándolo todo. Casi detuvimos el regreso de Merlín, gracias a un práctico leño y a mis reflejos felinos. —Su voz parecía hueca en el eco plano del Santuario y se calló.
Los tres muchachos encontraron la apertura que conducía hacia el puente de la cabeza de dragón, cortaron algunos hierbajos que habían crecido taponando el espacio y salieron dando traspiés al alba. El puente se había derrumbado parcialmente y ya no tenía casi ninguna semejanza con la terrorífica cabeza de dragón. La orilla que lindaba con el bosque era fangosa y estaba mojada, cubierta del rocío de la mañana.
—¡Eh!, mirad —dijo Ralph, señalando. Había huellas en el fresco y resbaladizo barro.
—Parece que dos personas pasaron por aquí alejándose de la escuela —dijo Zane, inclinándose para estudiar las descuidadas marcas—. ¿Crees que uno de ellos era Merlín?
James negó con la cabeza.
—No. Merlín no llevaba zapatos. Me parecen de Delacroix y Jackson. Probablemente ella se marchó primero, y luego él la persiguió cuando se recuperó. Además, algo en Merlín me dice que no deja huellas a no ser que le convenga.
—Espero que Jackson la parta por la mitad cuando la coja —dijo Zane, pero sin mucha pasión.
—Espero que ella no lo parta a
él
—contestó Ralph con aire taciturno—. Ya viste lo que hizo con su varita.
—No me lo recuerdes —refunfuñó James—. No quiero pensar en ello.
Comenzó a avanzar dirigiéndose en principio hacia los bosques, donde habían dejado a Prechka, pero sin un verdadero destino en mente. Tenía una sospecha terrible sobre adónde había ido Merlín, y él, James, era responsable de ello.
Dos veces Delacroix le había llamado su ayudante. Ella le había influido, de algún modo, y él lo había permitido. Había participado directamente en su plan, trayéndole la capa. Ella tenía razón. No había tenido que levantar ni un dedo. Cierto, las cosas no habían parecido resolverse muy bien para Delacroix al final, pero eso no significaba mucho. Un Merlín solitario y granuja podría ser aún más peligroso que un Merlín aliado con gente como el Elemento Progresivo. Al menos ellos intentaban funcionar bajo un manto de respetabilidad. Merlín pertenecía a otra época; una época más directa y mortífera.
Una carga casi aplastante de culpa y desesperación aplastaba a James mientras avanzaba con paso lento. Zane y Ralph le seguían silenciosamente.
Prechka se había ido. James no se sorprendió en realidad. Sus huellas estaban impresas en la tierra húmeda, como las de un dinosaurio. Sin una palabra, los muchachos las siguieron, temblando y mojados por el rocío.
Una neblina llenaba los bosques, reduciendo el mundo a un puñado de árboles negros y empapados arbustos. Mientras caminaban, la niebla se volvió luminosa, absorbiendo el sol, y finalmente comenzó a disiparse. El bosque se despertó con el canto de los pájaros, y el corretear de invisibles criaturas en la maleza. Y entonces, sorprendentemente, se oyeron voces distantes, llamándolos.
—¡Eh! —dijo Zane, deteniéndose y escuchando—. ¡Es Ted!
—¡Y Sabrina! —añadió Ralph—. ¿Qué hacen aquí? ¡Eh! ¡Aquí!
Los tres muchachos se detuvieron y llamaron a los dos Gremlins, que respondieron con silbidos y gritos. Una forma gigantesca surgió de la niebla, moviéndose casi con delicadeza entre los árboles.
—¡Grawp! —Zane se rió, corriendo al encuentro del gigante.
—Chicos, los tres parecéis sobras de inferis —gritó Ted desde los hombros de Grawp—. ¿Habéis pasado toda la noche aquí?
—Es una larga historia, pero sí —respondió Zane—. Versión abreviada: Merlín regresado, la reina vudú huída, y Jackson era un buen tipo después de todo. Va tras ella mientras hablamos, pronóstico desconocido.
—¿Hay espacio allí arriba para tres más, Grawp? —dijo Ralph, temblando—. Es que creo que si tengo que dar un paso más, me caeré muerto.
Grawp se arrodilló y los tres muchachos treparon a sus hombros, apiñándose con Sabrina y Ted. Antes de subir, James flexionó los dedos y la muñeca de su mano derecha. No sentía dolor, y los huesos de su brazo parecían sólidos y rectos. Se desató el entablillado y se lo metió descuidadamente en el bolsillo.
—¿Cómo escapasteis vosotros dos? —preguntó James a Ted cuando se embutió a su lado, aferrando puñados del pelo pajizo de Grawp en busca de apoyo—. Creía que todos estabais bajo arresto domiciliario.
—Eso fue anoche —dijo Ted simplemente—. Las cosas se han vuelto bastante disparatadas en la escuela desde entonces. Merlín apareció en medio de la noche, y déjame que te lo diga; ese sujeto sí que sabe hacer una entrada.
—Dirigió a Prechka derechita al patio y la hizo patear las puertas de entrada —explicó Sabrina.
—Obviamente habla el idioma gigante, y la puso realmente salvaje. Entonces, descendió y la durmió. Todavía está allí, roncando junto a la entrada principal como el montón de colada más grande del mundo.
—Todos nos despertamos cuando oímos el ruido de las puertas al romperse —continuó Ted—. Después de eso, se desató un pandemónium. Había estudiantes corriendo por todas partes en pijama intentando averiguar qué estaba pasando. La gente estaba ya bastante tensa, con el tal Prescott todavía en la zona y sin saber nadie qué estaba tramando. Y luego allí estaba ese sujeto musculoso y vestido como una mezcla de druida y Papá Noel, que acechaba por la escuela, durmiendo a la gente con apenas una mirada, golpeando ese enorme bastón contra el suelo al andar lo bastante ruidosamente como para que resonara por todo el lugar. ¡Entonces vio a Peeves y pasó la cosa más extraña!
—¿Qué? —preguntó Zane esperanzado—. ¿Peeves le hizo una pedorreta y consiguió que le convirtieran en una lámpara de pie o algo así?
—¡No —dijo Sabrina—, Peeves se le unió! No parecía desearlo, pero lo hizo de todos modos. Merlín se detuvo cuando vio a Peeves, y luego le habló. Ninguno de nosotros sabía lo que decía. Hablaba en una lengua realmente extraña y florida. Nos tenía preocupados que Peeves hiciera algo estúpido y consiguiera que nos liquidara a todos con aquel bastón espeluznante, pero entonces Peeves sonrió abiertamente, y no se parecía a ningunas de sus sonrisas normales. Fue la clase de sonrisa que ves en un elfo doméstico cuando el amo es propenso a zurrarle con una sartén cuando lo ve. Toda una muestra de dientes y no demasiado humor, ¿sabéis? Y entonces Peeves corrió junto al tipo. Hablaron durante pocos segundos en voz baja, y luego Peeves se marchó, lo bastante lentamente como para que Merlín le siguiera. Merlín tenía un lugar en mente al que quería ir, supongo, y Peeves lo llevó allí.
—¿Peeves? —dijo Ralph con incredulidad.
—Lo sé —contestó Ted—. No es normal. Fue cuando supimos que tratábamos con alguien realmente terrorífico. La mayor parte de nosotros, los Gremlins, ya habíamos adivinado que se trataba de Merlín, pero eso lo demostró.
—¿Adónde fueron? —preguntó James con voz tranquila.
—A la Torre Sylvven —contestó Sabrina—. Al menos así solía llamarse. Ya nadie la usa. Se corrió la voz de que esperaba un "parlamento con el Pendragón", signifique eso lo que signifique.
—No me gusta nada como suena —dijo Zane.
—A nadie le gusta —estuvo de acuerdo Ted—. Al parecer cree que ese "Pendragón" es el rey o el líder. Fue una especie de desafío medieval o algo parecido. Sea como sea McGonagall reunió a los profesores para acudir y tratar con él, y fue cuando se dio cuenta de que tanto el profesor Jackson como Delacroix se habían ido. Entonces, llegó la noticia de que habías desaparecido de la enfermería, James. Lo siguiente que supimos fue que McGonagall nos enviaba a buscaros a los tres. Estaba demasiado ocupada para venir ella misma, pero sabía que si alguien podía olisquearte, esos éramos nosotros. Parece sospechar que vosotros tres podríais saber algo sobre todo este "lío infernal", como lo llamó ella. Menuda vieja recelosa, ¿verdad?
Para cuando Ted terminó de hablar, Grawp finalmente los había sacado del límite del bosque. El castillo resplandecía en la brillante luz matinal, sus ventanas relucían alegremente a pesar de la confusión que reinaba en su interior. El garaje de Alma Aleron estaba tranquilo, sus puertas cerradas y aseguradas. James recordó la diferencia horaria entre Hogwarts y el lado de Filadelfia, y supo que los del otro lado todavía estarían profundamente dormidos. Cuando Grawp dobló la esquina del patio, Ted le pidió que los bajara al suelo.
—¡Buen trabajo, Grawp! —dijo Sabrina calurosamente, acariciando el enorme hombro del gigante—. Ve a descansar con Prechka, ¿te parece?
Grawp gruñó en conformidad y se movió pesadamente hacia la giganta, que efectivamente roncaba profundamente junto a los escalones del castillo. Las sólidas puertas de madera colgaban de un gozne cada una, forzadas hacia adentro y destrozadas. El vestíbulo estaba misteriosamente vacío y silencioso. Cuando entraron, Ralph jadeó y aferró el brazo de James, señalando. Allí, tendidos torpemente en el suelo cerca de la puerta, estaban el señor Recreant y la señorita Sacarhina. Ambos tenían los ojos abiertos y sonreían abiertamente hacia el techo de forma poco natural.
El brazo de Sacarhina estaba extendido, apuntando hacia arriba y se veía pálido a la luz del alba.
—¿Están mu… muertos? — tartamudeó Ralph.
Ted pateó ligeramente el pie de Recreant.