Read James Potter y la Encrucijada de los Mayores Online
Authors: George Norman Lippert
—Pierda cuidado, señora directora —respondió Jackson, conduciendo a James de vuelta al castillo.
Caminaron cinco minutos en silencio, entonces, cuando entraron en el patio y el ruido del campo se desvaneció, Jackson dijo:
—No te he calado aún, Potter.
El dolor del brazo de James había cedido hasta convertirse en un latido apagado, aunque todavía era bastante molesto.
—¿Perdone, señor?
—Quiero decir que no le he catalogado aún —dijo Jackson con un tono conversacional—. Obviamente sabe usted más de lo que un chico de su edad debería saber, y de algún modo no creo que sea simplemente porque sea el hijo del jefe de aurores del Ministerio. Primero intenta robar mi maletín, y después esta noche orquesta esta absurda charada para robar la escoba de la señorita Corsica. Y a pesar de lo que todos los demás puedan pensar, Potter —miró de reojo a James mientras entraban en el vestíbulo principal, alzando sus oscuras cejas castañas—, y
o
sé que no pretendía robarla para dar a Ravenclaw más probabilidades en el campeonato.
James se aclaró la garganta.
—No sé de que está usted hablando.
Jackson no le estaba prestando ninguna atención.
—No importa, Potter. Sea lo que sea lo que creas saber, sea lo que sea lo que estés tramando, después de esta noche, no importará ni un ápice.
El corazón de James se saltó un latido, y después comenzó a golpear duramente en su pecho.
—¿Por qué? —preguntó, con los labios extrañamente embotados—. ¿Qué pasa esta noche?
Jackson le ignoró. Abrió una de las puertas de cristal de la enfermería y la mantuvo abierta para James. La habitación era larga y alta, con una fila de camas pulcramente hechas. Madame Curio, que por razones obvias no era aficionada al Quidditch, estaba sentada a su escritorio en la esquina trasera, escuchando música clásica en su radio.
—Madame Curio, probablemente conozca al señor Potter —dijo Jackson, apremiando a James hacia ella—. De algún modo se las ha arreglado para romperse el brazo en el partido de Quiddtich, a pesar de que en realidad no es miembro de ninguno de los equipos.
Madame Curio se puso en pie y se aproximó a James, sacudiendo la cabeza.
—Hooligans. Nunca entenderé que tiene ese deporte que convierte a individuos normales en Neandertales. ¿Qué tenemos aquí? —Alzó el brazo de James cautelosamente, tanteando la rotura. Siseó a través de los dientes cuando la encontró. Chasqueó la lengua—. Una fractura fea, desde luego. Podría haber sido peor, sin embargo, estoy segura. Te lo arreglaremos en un momento.
—Además —dijo Jackson— la directora me ha pedido que le pida que mantenga al señor Potter aquí durante la noche, madame.
Curio no levantó la mirada de su inspección al brazo de James.
—El Crecehuesos tardará al menos hasta mañana por la mañana en completar su trabajo, de todos modos. Aún así, es una lesión menor. Podría haberle enviado a su habitación con un entablillado.
—La directora desea interrogar al señor Potter, madame. Quiere que se le mantenga bajo supervisión hasta entonces. Al parecer, me temo, el señor Potter es sospechoso de estar involucrado en un complot muy serio que podría poner en peligro a esta escuela. No debería decir más, pero yo en su lugar pondría centinelas en las puertas para mantener a las visitas fuera y al señor Potter dentro, al menos hasta mañana por la mañana, yo no lo consideraría una exageración.
—¡La directora no dijo eso! —exclamó James, pero sabía que su protesta no ayudaría. De hecho, cuando más protestara, probablemente peor parecería.
Curio jadeó y se enderezó.
—¿Esto tiene algo que ver con la intrusión de ese horrible hombre de ayer? He oído que es una especie de periodista muggle, ¡y que todavía está aquí! Es así, ¿no es cierto? —Se cubrió la boca con una mano y miró de Jackson a James.
—Una vez más, en realidad no debería decir nada más, madame —replicó Jackson—. Además, el señor Potter podría acabar siendo exonerado. Ya veremos. De todos modos —Jackson bajó la mirada hacia James y se distinguía la más débil sugerencia de una sonrisa en la comisura de su boca—, hasta mañana entonces, James.
Se giró y salió de la habitación, cerrando la puerta cuidadosamente tras él.
En favor de Madame Curio, hay que decir que no dejó que las acusaciones de profesor Jackson influenciaran su trato a James. Examinó la fractura durante varios minutos, tocando y pellizcando, y después la entablilló cuidadosamente. Cayó en una ruda pero pedante diatriba sobre las aflicciones de las lesiones de Quidditch, pero a James le sonó a algo que había dicho cientos de veces antes. Su mente estaba en otra cosa, y James no necesitaba especular sobre lo que la preocupaba. La invasión de Martin Prescott en la escuela había provocado una oleada de especulación y ansiedad. Su identidad como reportero de noticias muggle, y el hecho de que estuviera siendo retenido en las habitaciones de Alma Aleron había alimentado un montón de rumores. Una nube de intranquilidad se cernía sobre la escuela entera, y no se había aliviado con el anuncio de la directora de que estaban de camino oficiales del Ministerio para tratar con el señor Prescott. Mientras Madame Curio medía la dosis de Crecehuesos, James la pilló mirándole suspicazmente, de arriba a abajo.
Alguien
tenía que haber dejado entrar al intruso, después de todo. ¿Por qué no este novato de primero, hijo del Jefe de Aurores? James sabía que alguna gente... los que creían las mentiras del Elemento Progresivo... esperarían de él tal hazaña. Antes, ese mismo día, había oído una voz entre un grupo de estudiantes diciendo "Tiene sentido, ¿no? Toda la línea de los aurores se basa en que la ley de secretismo es nuestra única protección frente a los supuestos cazadores de brujas muggles. ¿Entonces qué hacen? Dejan que este tipo se cuele aquí y nos asuste a todos haciéndonos pensar que hay muggles ocultos en el bosque, detrás de cada arbusto, con una antorcha y una pira, listos para quemarnos a todos en la hoguera".
—Ya está —dijo Madame Curio, enderezándose—. Terminado. Sentirás algún hormigueo y picazón durante la noche mientras el hueso crece. Es perfectamente normal. No juguetees con la tablilla. Lo último que quiero es que los huesos crezcan torcidos. La solución a eso sería volver a romper el hueso y comenzar desde el principio, e indudablemente no queremos eso. Ahora, —gesticuló hacia la fila de camas—. Escoge la que más te guste. Me ocuparé de que te traigan el desayuno por la mañana. Puedes ponerte cómodo.
James lanzó su mochila sobre una de las mesitas de noche y se subió a la cama inusualmente alta. Era una cama muy confortable, y por una buena razón, todos los colchones de la enfermería habían sido imbuidos con hechizos de relajación. Los hechizos, sin embargo, no habían afectado a los pensamientos de James, que eran oscuros por la frustración y la ansiedad. El profesor Jackson había admitido que esa noche era una noche de importancia suprema. Ya no era simple especulación. Y aquí estaba James, atascado en la enfermería, pulcramente atrapado por la astuta interpretación del profesor Jackson de las instrucciones de la directora McGonagall. Solo por primera vez desde que había empezado el asunto de la escoba, James sintió todo el impacto de lo que había ocurrido en el campo de Quidditch. Había parecido un plan alocado desde el principio, pero no más que el plan para hacerse con el maletín del profesor Jackson, y
ese
había funcionado, ¿no? Todo había salido bien, hasta ahora.
Era como si una pared de ladrillos invisible los hubiera bloqueado de repente, deteniendo su progreso en el último momento. Indiscutiblemente, el báculo de Merlín era la más poderosa de las tres reliquias. Ahora mismo, Corsica, Jackson y Delacroix probablemente estuvieran preparándose para reunir las reliquias, sin saber que habían perdido la túnica, pero con las dos reliquias más importantes en su poder.
A pesar de su ansiedad, James había empezado a vagar hacia la somnolencia bajo la influencia del colchón embrujado. Ahora, se sentó erguido, con el corazón latiendo con fuerza en el pecho. ¿Qué pasaría cuando Jackson abriera su maletín y encontrara la capa de vestir de Ralph en vez la de túnica de Merlín? La reconocería, y recordaría ese día en la clase de Tecnomancia, cuando James, Ralph y Zane habían utilizado el falso maletín para engañarle. Él había creído que habían fallado, incluso se había referido a ello mientras llevaba a James a la enfermería. Seguramente comprendería que
no
habían fallado. Jackson era astuto. Sabría cual de los chicos tenía la auténtica túnica. Ni Zane, ni Ralph, sino James. El chico al que no había "calado" aún. ¿Vendría Jackson a la enfermería a exigir la túnica? No, incluso mientras lo pensaba, supo que Jackson no iría. Se dirigiría directamente al baúl de James en el dormitorio de los chicos en la torre Gryffindor. Probablemente reclamaría estar buscando pistas sobre la implicación de James en el innombrable y peligroso complot contra Hogwarts. Jackson seguramente conseguiría abrir el baúl de James, y entonces recuperaría la túnica. Todo lo que James, Ralph y Zane, e incluso los Gremlins habían arriesgado habría sido en vano. Ciertamente se acabaría todo, y no había nada que James pudiera hacer al respecto.
James golpeó la mesilla con el puño, lleno de frustración. Madame Curio, que estaba sentada en su escritorio en la esquina, jadeó y se llevó una mano al pecho. Miró a James pero no dijo nada. James fingió no verla.
Su mochila había resbalado de lado cuando había golpeado la mesa con el puño. Resueltamente, la cogió y la abrió. Sacó su pergamino, su tinta y una pluma. Sabía que, en circunstancias normales, Madame Curio nunca permitiría a un paciente tener un bote de tinta abierto sobre sus inmaculadas sábanas blancas, pero por el momento estaba preocupada, ya que abrigaba a un individuo potencialmente peligroso. Mejor no provocarle. James se inclinó sobre el pergamino y escribió rápida y torpemente, con el brazo entablillado, sin notar siquiera el modo en que su mano emborronaba las letras húmedas.
Querido papá,
Siento haber cogido el Mapa M y la Capa I. Sabía que no debía, pero los necesitaba, y creo que tú en mi lugar hubieras hecho lo mismo, así que espero que no estés muy enfadado. Sé que no tengo la más mínima posibilidad con mamá, pero intercede un poco, ¿vale?
La razón por la que los cogí fue porque descubrí algo realmente preocupante y espeluznante que está pasando aquí, en la escuela. Algunos de los profesores americanos están metidos en ello, aunque no Franklyn. Él es genial. También el E.P. está involucrado. No quiero hablarte de ello por carta, pero incluso si me he metido en un buen lío con mamá, necesito que vengas. ¿Puedes estar aquí mañana? La señorita Sacarhina dice que estás en una misión importante y que no se te puede molestar, así que quizás no puedas, pero inténtalo, ¿vale? Es realmente importante y necesito tu ayuda.
Con cariño, James
James dobló el pergamino y lo ató con un trozo de cordel. No sabía cómo lo enviaría, pero se sentía mejor habiéndolo escrito. Recordó como había tenido intención de escribir a su padre hablándole del complot de Merlín cuando se habían hecho con la túnica, y se recriminó a sí mismo no haberlo hecho entonces. Había pensado, en ese momento, que sus razones para no contárselo a su padre eran buenas, pero ahora, atrapado en la enfermería la misma noche del complot Merlín, y sabiendo que, a pesar de todo, Jackson posiblemente recuperara la túnica, parecía estúpido y arrogante que no hubiera escrito a su padre antes.
Una idea le golpeó y rebuscó en su mochila otra vez. Un momento después, sostenía el pato de goma Weasley en sus manos. Todavía tenía el mensaje de Zane escrito en la parte de abajo:
¡Lavandería!
James hundió la pluma y lo tachó con una línea. Debajo, escribió:
Enfermería: enviad a Nobby a la ventana oeste.
Cuando terminó, dio al pato un fuerte apretón
. ¡Asqueroso bastardo!
, graznó.
En la esquina, Madame Curio se sobresaltó una vez más y miró acusadora a James. Criminal potencial o no, claramente pensaba que su comportamiento era inconcebiblemente grosero.
—Lo siento, Madame —dijo James, alzando el pato de goma—. No fui yo. Fue mi pato.
—Ya veo —dijo ella con obvia desaprobación—. Quizás este sea un buen momento para que me retire por esta noche. No, er, necesitarás nada, ¿verdad?
James negó con la cabeza.
—No, madame. Gracias. Siento el brazo mucho mejor de todos modos.
—No juguetees con él, como ya he dicho estarás recuperado por la mañana, espero.
Se puso en pie y pasó apresuradamente junto a James hacia las puertas de cristal. Se podían ver dos figuras a través del cristal ahumado, y James supo que eran Philia Goyle y Kevin Murdock, ambos amablemente enviados por el profesor Jackson para vigilar las puertas.
Madame Curio abrió las puertas y salió, deseando buenas noches a los centinelas. La puerta se cerró tras ella y James oyó el cerrojo caer en su lugar. Suspiró con frustración, y luego saltó cuando su pato de goma graznó un insulto junto a él. Lo alzó y miró la parte de abajo. Bajo su mensaje había una nueva línea de letras negras:
Abre la ventana: diez minutos.
James se sintió un poco mejor. No había estado seguro de que Ralph o Zane estuvieran en posición de oír o responder a sus patos. De hecho, no sabía nada de lo que había ocurrido con el resto de los Gremlins. Se sentía cautelosamente confiado en que ninguno habría sido capturado, a pesar de que el apuro de Ralph, abandonado en medio del vestuario Slytherin, probablemente fuera peor que el de ningún otro. Aún así, se imaginó que incluso Ralph había salido con bien de esta. Una vez todos habían visto a James salir en estampida del vestuario montando la escoba de Tabitha, probablemente la atención se hubiera enfocado en su descabellada cabalgada, y después en Tabitha convocando a su escoba, trayéndolos a los dos de regreso al campo. Más que probablemente, Ralph había salido en ese punto y había vuelto al cobertizo, junto con los Gremlins.