James Potter y la Encrucijada de los Mayores (31 page)

BOOK: James Potter y la Encrucijada de los Mayores
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Ambos chicos corrieron rápidamente tras el gigante, gateando sobre los enormes árboles caídos y deslizándose por las rocas cubiertas de verdor. Rodearon la roca del tamaño de una casa junto a la que habían visto pasar a Grawp. Grawp estaba ahora incluso más lejos, agachándose bajo un árbol muerto.

—¿Adónde va? —gritó Zane exasperado.

—¡Grawp! —chilló James, dudando si gritar más alto por miedo a atraer a alguna otra criatura horrible y furtiva. La noche se había vuelto oscura. Pesadas nubes oscurecían la luna, reduciendo los bosques a una maraña de sombras grises—. ¡Grawp, vuelve! ¿Qué haces?

Pasados varios minutos, Zane y James siguieron el rastro de Grawp, luchando por abrirse paso a través de lechos de arroyos y sobre troncos de árboles que el gigante había atravesado de un solo paso. Finalmente, le alcanzaron cerca del lago, donde un grupo de pequeñas islas boscosas oscurecían la visión a través del agua. El aire olía a húmedo y mohoso y estaba denso por los insectos que zumbaban en él. Grawp estaba de pie bajo un árbol nudoso, extrayendo metódicamente nueces de las ramas y dejándolas caer en su boca, con cáscara y todo. Las trituraba audiblemente cuando los chicos se aproximaron, jadeando.

—¡Grawp! —gritó Zane, luchando por recobrar el aliento—. ¿Qué haces?

Grawp bajó la mirada ante el sonido de la voz de Zane, con expresión interrogativa.

—Grawp hambriento —respondió—. Grawp huele comida. Grawp come y espera. Hombrecillo vuelve.

—¡Grawp, ahora nos hemos perdido! ¡Titus ni siquiera sabe donde estamos! —dijo James, intentando controlar su furia. Grawp le miró fijamente, todavía triturando nueces, su expresión mostraba un humilde desconcierto.

—No importa —dijo Zane—. Dejémosle masticar algunas nueces, después conseguiremos que nos lleve de vuelta por donde vinimos. —Se dejó caer sobre una roca cercana y examinó los arañazos y magulladuras que se había hecho durante la persecución. James hizo una mueca, molesto. Sabía que no tenía sentido discutir con el gigante.

—Vale —dijo tensamente—. Grawp, solo llévanos de vuelta cuando termines. ¿Vale?

Grawp gruñó mostrando su acuerdo, tirando de una de las ramas del gran árbol hacia abajo hasta que esta crujió amenazadoramente.

James vagó desconsolado hacia el borde del agua, empujando ramas y arbustos a un lado. El lago parecía aquí más bien un riachuelo, con solo un estrecho hilo de agua enfangada entre la costa y una de las pantanosas islas. La isla era agreste, cubierta de arbustos densos y árboles. Tenía el aspecto de un lugar que estuviera bajo el agua al menos parte del año. A siete metros de distancia, un grupo de árboles había caído de la isla. James asumió que habían sido arrancados de sus acuosas raíces por una tormenta reciente. La escena era notablemente fea y apocalíptica en medio de la noche oscura.

Justo acababa de decidir volver, preocupado porque Hardcastle les estuviera ya buscando, cuando salió la luna. A la luz plateada esparcida sobre los bosques, James se detuvo, un lento y excitado estremecimiento le sacudió de la cabeza a los pies. Los insectos habían callado de repente y todo estaba completamente en silencio. James se sentía enraizado en el sitio, congelado del todo excepto por los ojos, que recorrían los bosques circundantes. El silencio de los grillos no era el único cambio. La perpetua miríada de destellos de las luciérnagas también había cesado. El bosque se había quedado completa y repentinamente inmóvil a la luz de la luna.

—¿James? —llegó la voz de Zane, tentativa en el repentino y opresivo silencio—. ¿Esto es... ya sabes... normal? —Se unió a James a la orilla del lago—. ¿Y qué es lo que pasa con
ese
lugar?

—¿Qué lugar? —siguió los ojos de Zane, y entonces jadeó.

La isla que estaba justo en la orilla había cambiado. James no podía precisar con exactitud qué parte era diferente. Era solo que lo que minutos antes habían parecido árboles y arbustos colocados al azar, ahora, a la luz plateada de la luna, parecía más bien una antigua estructura oculta. Se notaba la incuestionable sugerencia de pilares y puertas, contrafuertes y gárgolas, todo cubierto por la vegetación natural de la isla como si fuera una especie de complicada ilusión óptica.

—No me gusta el aspecto de eso —dijo Zane enfáticamente, en voz baja.

James miró más allá. El grupo de árboles que había caído sobre el agua, conectando la isla con la costa, había cambiado también. Podía ver que había un orden en ellos. Dos habían caído juntos haciendo que formaran lo que obviamente era un puente. El puente resultaba incluso estilizado, modelado para parecer la cabeza de un gigantesco dragón. Una roca marrón que se destacaban entre las raíces arrancadas servía como ojo. Dos árboles más, solo medio caídos, formaban la mandíbula superior, proyectándose sobre el puente como para comerse a cualquiera que intentara cruzar.

James se acercó cuidadosamente al puente.

—Eh, ¿no irás a ir allí, verdad? —dijo Zane—. A mí no me parece una idea muy saludable.

—Vamos —dijo James, sin mirar atrás—. Dijiste que querías aventuras y experiencias realmente salvajes.

—Bueno, en realidad creo que solo deseaba esas cosas en muy pequeñas dosis. Ya he tenido suficiente con ese monstruo que hemos visto, si no te importa.

James esquivó un afloramiento de arbustos y árboles delgados y se encontró de pie ante la boca del puente. De cerca, era incluso más perfecto. Había un pasamanos formado por abedules caídos, lisos y fáciles de agarrar, y los dos árboles que formaban el suelo del puente estaban tan cerca, que enredaderas y hojas se apiñaban entre ellos, lo que daba lugar a una superficie sobre la que resultaba fácil caminar.

—Bien, quédate aquí —dijo James, sin culpar a Zane por su renuencia. Sin embargo el misterio de esto le resultaba extrañamente atractivo. Pisó el puente.

—Ahhh, Jesús —gimió Zane, siguiéndole.

En el lado de la isla, un complicado crecimiento de enredaderas y arbolillos habían formado un juego de altas y ornamentadas verjas. Más allá de ellas solo había una sombra impenetrable. James se acercó más, podía ver que las enredaderas formaban un patrón reconocible a lo largo de las verjas.

—Creo que dice algo —dijo, su voz fue casi un susurro—. Mira. Es un poema, o una runa o algo.

Tan pronto como fue capaz de descifrar la primera palabra, el resto apareció claro a la vista, como si hubiera entrenado sus ojos para verlo. Se detuvo y leyó en voz alta:

Con la luz majestuosa de la hermosa Sulva

Encontré el Santuario Oculto

Antes de que la noche de los tiempos retorne

Despierta de su lánguido sueño.

Una vez haya vuelto el agitado amanecer

Sin una reliquia perdida
;

Ha pasado toda una vida, un nuevo eón
,

La Senda a la Encrucijada de los Mayores.

Algo en el poema hizo estremecer a James.

—¿Qué significa? —preguntó Zane cuando lo hubo leído por segunda vez.

James se encogió de hombros.

—Sulva es una palabra antigua para la Luna. Eso lo sé. Creo que la primera parte significa que solo puedes encontrar este lugar cuando la luna brilla sobre él. Eso debe ser cierto, porque cuando lo vi por primera vez en la oscuridad, solo parecía una isla fea. Así que esto debe ser el Santuario Oculto, sea eso lo que sea.

Zane se inclinó hacia adelante.

—¿Y qué hay de esta parte? "
Una vez haya vuelto el agitado amanecer
". Suena como si debiéramos volver cuando salga el sol, ¿no? A mí me parece bien.

Ignorando a Zane, James cerró las manos alrededor de la verja y les dio un fuerte tirón. Traquetearon pero no se movieron. La acción pareció disparar una respuesta en la isla. Un súbito sonido furtivo surgió bajo los pies de los chicos. James miró abajo, y entonces saltó hacia atrás cuando zarcillos de enredaderas espinosas crecieron de la parte baja del puente. Las enredaderas se entretejieron alrededor de la verja, cubriéndola con un sonido como de periódico al quemarse. Las espinas eran de un feo color púrpura, como si pudieran contener algún tipo de veneno. Se hicieron más grandes mientras James observaba. Después de un minuto, las verjas estaban completamente cubiertas por ellas, oscureciendo las palabras del poema. El ruido de crecimiento murió.

—Bueno, eso resuelve el asunto —dijo Zane con voz aguda y estrangulada. Estaba de pie detrás de James, retrocediendo lentamente—. Creo que este lugar quiere que lo dejemos en paz, ¿no?

—Quiero intentar algo más —dijo James, sacando la varita de debajo de la capa. Sin pensar en realidad en ello, apuntó la varita hacia la puerta—.
Alohomora.

Hubo un destello de luz dorada, y esta vez, el resultado fue inmediato y poderoso. Las verjas repelieron el hechizo, devolviendo una ráfaga de chispas, y la isla entera pareció temblar, tensarse amenazadoramente. Se produjo un sonido, como de miles de personas inhalando, y entonces una voz, una voz completamente inhumana y pantanosa, habló:

—¡Fuera... de... aquí!

James retrocedió tambaleante ante la vehemencia de la respuesta, tropezó con Zane y cayeron ambos al suelo del puente. El puente se estremeció bajo ellos, y entonces James vio que las puertas se estaban combando, inclinándose sobre ellos. Los árboles de arriba, los que parecían formar la mandíbula superior de la cabeza de dragón del puente, estaban bajando, amenazadores, sus ramas rotas se parecían cada vez a más dientes.

—¡Fuera... de... aquí! —dijo otra vez la isla. La voz sonaba como formada por millones de diminutas voces, susurrando y cuchicheando al unísono.

El suelo del puente se arqueó, separándose de la costa. Las mandíbulas superiores crujieron y empezaron a cerrarse, listas para devorar a los dos chicos. Ellos gatearon hacia atrás, tropezando a lo loco uno con otro, y cayendo a la orilla cubierta de malas hierbas justo cuando el puente se soltaba. Las gigantescas mandíbulas chasquearon y rechinaron ferozmente. Ramas rotas y pedazos de corteza salieron despedidas de la figura que se contorsionaba, acribillando a James y Zane mientras escapaban a la carrera, con las manos resbalando sobre las hojas muertas y las agujas de pino.

La tierra retumbó bajo ellos. Empezaron a brotar raíces de la tierra, desgarrando el suelo. James sintió como la orilla se desintegraba bajo él. Sus piernas cayeron en un súbito agujero y las subió de un tirón, evitando por poco una sucia raíz que se contorsionó hacia afuera para cogerle. Luchó por ganar la orilla que se derrumbaba, pero ésta se hundía bajo él, arrastrándole de vuelta al borde del agua. La superficie del lago se enturbió, girando hasta formar un sumidero. Los pies de los chicos salpicaban en el cieno, y éste los succionaba, tirando de ellos. Zane trataba de asir la orilla mientras el agua espumosa tiraba lentamente de él. James buscaba a tientas, pero nada parecía sólido. Incluso las raíces de árbol reveladas por la tierra que se derrumbaba se soltaban y resbalaban bajo sus manos, cubiertas por un horrible limo que se desprendía en costras.

Entonces, de repente apareció Grawp. Se dejó caer de rodillas, aferrando el tronco de un árbol cercano con una mano y extendiendo la otra hacia Zane, que era el que estaba más cerca. Sacó al chico del barro y lo dejó caer sobre su hombro. Zane se aferró a la camisa de Grawp mientras el gigante se agachaba para recuperar a James, que estaba ya casi sumergido entre las sucias aguas. Una horrible y peluda raíz culebreó por el agua y se enroscó alrededor del tobillo de James, tirando de él. Se quedó allí colgado, atrapado entre la garra de Grawp y la horrible raíz, y estaba seguro de que se partiría por la mitad de lo fuerte que tiraban. La raíz se resbaló sobre la pernera de su pantalón y le arrancó el zapato. James vio como se retorcía ávidamente alrededor de su zapato y lo hundía bajo la superficie.

Grawp le puso sobre su hombro libre e intentó levantarse, pero más raíces habían brotando a su alrededor. Enormes tentáculos de madera le envolvían las piernas. Enredaderas verdes crecían con la velocidad de un rayo sobre los tentáculos más gruesos, afianzándose en la tela de sus pantalones con diminutas raíces. Grawp rugió y tiró, desgarrando los pantalones y arrancando las raíces más aún de la tierra, pero su fuerza combinada era demasiado. Tiraron de él hasta hacer que volviera a arrodillarse, y después se abalanzaron hacia arriba, rodeándole la cintura, subiendo por su espalda y hombros. Las enredaderas se abatían sobre James y Zane, amenazando con tirarles de los hombros de Grawp. Grawp rugió de nuevo cuando una de las enredaderas verdes se le enroscó alrededor del cuello, obligándole a bajar aún más, tirando de él hacia el sumidero.

Justo cuando James empezaba a resbalar del hombro de Grawp, empujado de vuelta hacia el suelo por una docena de musculosas enredaderas, de repente, una luz cegadora llenó el aire. Era de un vibrante verde dorado, y llegó acompañada por un zumbido bajo. Las enredaderas y raíces retrocedieron frente a la luz. Se soltaron, repelidas por ella, pero renuentes a abandonar su presa. Oleadas de luz los bañaban, y cada onda liberaba más la enredada masa hasta que las enredaderas más pequeñas cayeron como muertas y las raíces más grandes se retiraron, succionadas otra vez de vuelta a la tierra con un asqueroso burbujeo.

Grawp, James y Zane medio cayeron, medio gatearon por la orilla hasta que encontraron tierra firme. Allí se derrumbaron, jadeando e intentando levantarse, en medio de hojas muertas y ramas quebradas.

Cuando James rodó y se arrodilló, vio que había una figura cerca, brillando débilmente con la misma luz verde dorada que había repelido a las enredaderas. James podía ver a través de la luz, aunque lo que vio estaba a la vez sobre iluminado y refractado, visto como se veían las cosas a través de una gota de lluvia. La figura parecía una mujer, muy alta y muy delgada, con un vestido verde oscuro que caía directamente desde sus caderas y, aparentemente, atravesaba el suelo. Su pelo verde blanquecino se extendía y florecía alrededor de su cabeza como una corona. Era hermosa, pero su cara estaba seria.

—James Potter, Zane Walker, Grawp, hijo de la tierra, estáis en peligro aquí. Debéis abandonar este bosque. Ningún humano está ahora a salvo bajo esta canopia.

James luchó por ponerse en pie.

—¿Quién eres? ¿Qué eres?

—Soy una dríada, un espíritu del bosque. Me las he arreglado para silenciar la Voz de la Isla, pero no seré capaz de contenerla mucho más. Se inquieta más y más a cada día que pasa.

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