James Potter y la Encrucijada de los Mayores (26 page)

BOOK: James Potter y la Encrucijada de los Mayores
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—Ninguna en absoluto, pequeño. Ninguna en absoluto —dijo Harry adormilado. James lo oyó darse la vuelta. Unos minutos después, ambos dormían.

Cuando James y Harry Potter entraron en el Gran salón a la mañana siguiente, James sintió el cambio de humor en la habitación. Estaba acostumbrado a la reacción de la comunidad mágica donde fuera que saliera con su padre, pero esto fue diferente. En vez de girarse hacia ellos, James tuvo la sensación de que la gente miraba intencionadamente en otra dirección. Las conversaciones callaron. Había una extraña sensación de gente mirándoles de reojo, o girándose para mirarles una vez pasaban junto a ellos. James sintió una oleada de rabia. ¿Quién se creía esta gente? La mayoría de ellos eran buenas brujas y magos, de padres trabajadores que siempre habían apoyado a Harry Potter, primero como El Chico Que Vivió, después como el joven que ayudó a la caída de Voldemort, y finalmente como el hombre que era Jefe de Auroras. Ahora, solo porque algunos agitadores había pintado unas pocas pancartas y extendido unos estúpidos rumores, tenían miedo de mirarle directamente.

Incluso mientras lo pensaba, sin embargo, vio que estaba equivocado. Cuando Harry y James se sentaron al final de la mesa Gryffindor (James había suplicado a su padre que no le hiciera sentarse en la mesa de los profesores sobre el estrado) hubo unas pocas sonrisas y saludos de corazón. Ted vio a Harry, gritó de alegría, y corrió a lo largo de la mesa, dando a Harry un complicado apretón de manos que involucraba un montón de choque de puños, sacudidas de mano y finalmente, un saludo que era en parte abrazo y en parte sacudida.

Harry se derrumbó sobre el banco, riendo.

—Ted, una de estas veces te vas a tumbar tú mismo.

—Eh todo el mundo, este es mi padrino —dijo Ted, como presentando a Harry a toda la habitación—. ¿Aún no conoces a Noah, Harry? Es un Kremlin, como Petra y yo.

Harry estrechó la mano de Noah.

—Creo que nos conocimos el año pasado en el Campeonato de Quidditch, ¿no?

—Claro —dijo Noah—. Fue el partido en el que Ted marcó el tanto ganador para el equipo contrario. ¿Cómo podría olvidarlo?

—Técnicamente, fue una asistencia —dijo Ted remilgadamente—. Ocurre que golpeé la quaffle de su equipo a través de la meta por accidente. Estaba apuntando a la tribuna de prensa.

—Odio interrumpir, chicos, ¿pero os importa si James desayuna un poco? —Harry gesticuló hacia la mesa.

—Adelante —replicó Ted magnánimamente—. Y si alguno de estos descontentos te da algún problema, házmelo saber. Hay Quidditch esta tarde, y guardamos rencores. —Recorrió la habitación con la mirada sombríamente, después sonrió y se alejó paseando.

—Le diría que no se haga mala sangre, pero eso acabaría con su diversión, ¿verdad? —dijo Harry, observando la partida de Ted. James sonrió. Ambos empezaron a llenar sus platos de las humeantes fuentes a lo largo de la mesa.

Cuando empezaron a comer, James se alegró de ver entrar a Ralph y Zane. Les saludo entusiastamente.

—Eh, papá, estos son mis amigos, Zane y Ralph —dijo James cuando se colocaron en el banco, uno a cada lado—. Zane es el rubio, Ralph es la pared de ladrillos.

—Encantado de conoceros, Zane, Ralph —dijo Harry—. James habla muy bien de vosotros.

—He leído sobre usted —dijo Ralph, mirando fijamente a Harry—. ¿Realmente hizo todas esas cosas?

Harry rió.

—Directamente al grano, ¿eh? —dijo, alzando una ceja hacia James—. La mayor parte sí, probablemente sean verdad. Aunque si hubieras estado allí, te habría parecido menos heroico en ese momento. Principalmente, mis amigos y yo solo intentábamos evitar que nos hechizaran, comieran o maldijeran.

Zane parecía inusualmente callado.

—Eh, ¿qué pasa? —dijo James, codeándole—. Es un poco nuevo en ti tener complejo de ídolo con el gran Harry Potter.

Zane hizo una mueca, y sacó una copia de
El Profeta
de su mochila.

—Esto apesta —dijo, suspirando y dejando el periódico desplegado sobre la mesa—. Pero ibais a verlo tarde o temprano.

James se inclinó y lo miró "
Demostración anti-auror en Hogwarts ensombrece Conferencia Internacional
" rezaba el titular principal. Abajo en letra más pequeña "
La visita de Potter provoca una amplia protesta escolar para que la comunidad mágica reevalúe las políticas de los aurores
". James sintió que sus mejillas enrojecían de furia. Antes de que pudiera responder, sin embargo, su padre le colocó una mano en el hombro.

—Hmmm —dijo Harry suavemente—. Esto suena a Rita Skeeter por todas partes.

Zane frunció el ceño hacia Harry, después volvió a mirar el periódico.

—¿Puede decir quién lo ha escrito por el titular?

—No —rió Harry, descartando el periódico y lanzándose sobre un trozo de tostada francesa—. Su nombre está junto al titular. Aún así, sí, es su típica línea de bobadas. Apenas tiene importancia. El mundo lo habrá olvidado la semana que viene.

James estaba leyendo el primer párrafo, con el ceño fruncido furiosamente.

—Dice que la mayor parte del colegio estaba allí, protestando y gritando. ¡Es una completa basura! ¡Yo lo vi, y si había más de cien personas allí, besaré un escreguto de cola explosiva! ¡Además, casi todos estaban allí solo para ver qué pasaba! ¡Había solo quince o veinte personas con las pancartas y los slogans!

Harry suspiró.

—Es solo una historia, James. No se supone que tenga que ser precisa, se supone que tiene que vender periódicos.

—¿Pero cómo puedes dejar que digan estas cosas? ¡Es peligroso! El profesor Franklyn...

La mira que Harry le dirigió le impidió decir más. Después de un segundo, la expresión de Harry se suavizó.

—Sé lo que te preocupa, James, y no te culpo. Pero hay formas de tratar con estas cosas, y una de ellas es
no
discutir con gente como Rita Skeeter.

—Suenas como McGonagall —dijo James, dejando caer los ojos y atacando un trozo de embutido.

—Debería —replicó Harry rápidamente—. Ella me enseñó. Y creo que es directora McGonagall para ti.

James se dedicó a su plato malhumoradamente durante un rato. Entonces, no queriendo mirarlo más, dobló el periódico rudamente y lo apartó de la vista.

—Primer partido de Quidditch de la temporada esta tarde entonces, ¿eh? —preguntó Harry, ondeando su tenedor hacia los tres chicos en general.

—¡Ravenclaw contra Gryffindor! —anunció Zane— ¡Mi primer partido! A penas puedo esperar.

James levantó la mirada y vio a su padre sonreír a Zane.

—¡Estás en el equipo Ravenclaw entonces! Eso está muy bien. Si puedo terminar lo bastante temprano, tengo planeado ir al partido. Ansío verte volar. ¿En qué posición juegas?

—Golpeador —dijo Zane, fingiendo golpear una bludger con su bate.

—Es bastante bueno, señor Potter —dijo Ralph ansiosamente—. Yo le vi volar su primera vez. Estuvo a punto de hacer un cráter en medio del campo, pero remontó en el último segundo.

—Eso requiere un serio control —reconoció Harry, estudiando a Zane—. ¿Has tomado lecciones de escoba?

—¡Ni una! —gritó Ralph, como si fuera el relaciones públicas de Zane—. Lo cual es bastante asombroso, ¿verdad?

James miró a Ralph, con la cara sombría, intentando captar su mirada y advertirle sobre el tema, pero ya era demasiado tarde.

—Probablemente no se hubiera figurado como hacerlo —dijo Ralph— si no hubiera ido detrás de James cuando lo de su ataque-cohete-fuera-de-control. —Ralph se retorció en el banco, simulando con gestos el vuelo inaugural de James en escoba.

—¡Pero usted apoyará a Gryffindor, por supuesto! —interrumpió Zane de repente, plantando la palma de la mano en la frente de Ralph y empujándole hacia atrás.

Harry miró alrededor de la mesa, masticando un trozo de tostada, con una mirada interrogativa en la cara.

—Er, bueno, sí. Por supuesto —admitió, todavía mirando de un chico a otro.

—Sí, bueno, está bien. Lo entiendo completamente —dijo Zane rápidamente, meneando las cejas hacia Ralph que estaba sentado algo desconcertado—. Ser leal a tu Casa y todo eso. Guau. Mira que hora es. Vamos, Ralphinator. Hora de ir a clase.

—Tengo libre la primera hora —protestó Ralph—. Y no he desayunado aún.

—¡Vamos, cabeza huevo! —insistió Zane, rodeando la mesa y enganchando el codo de Ralph. Zane difícilmente hubiera podido mover a Ralph, pero Ralph se permitió a sí mismo ser arrastrado.

—¿Qué? —dijo Ralph ruidosamente, frunciendo el ceño ante la mirada significativa que Zane le estaba dedicando—. ¿Qué he hecho? ¿He dicho algo que no debía...? —Se detuvo. Sus cejas se alzaron y se volvió hacia James, con aspecto mortificado—. Oh. Ah —dijo mientras Zane le empujaba hacia la puerta. Cuando doblaron la esquina, James oyó a Ralph decir—. Soy un completo idiota, ¿verdad?

—Vaya, sí, apesto en Quidditch. Lo lamento.

Harry estudió a su hijo.

—Es un asco, ¿no? —James asintió con la cabeza—. Lo sé —dijo—. No es para tanto. Es solo Quidditch. Siempre queda el próximo año. No tengo que hacerlo solo porque tú lo hiciste. Lo sé, lo sé. No tienes que decirlo.

Harry continuó mirando a James, su mandíbula se movía ligeramente, como si estuviera pensando. Finalmente se recostó hacia atrás y cogió su zumo de calabaza.

—Bueno, es una carga menos a mi espalda entonces. Parece como si ya hubieras hecho mi trabajo.

James levantó la mirada hacia su padre. Harry le devolvió la mirada mientras tomaba un sorbo muy largo y lento de su vaso. Parecía estar sonriendo, y ocultando su sonrisa tras el vaso. James intentó no reírse.
Esto es serio
, se dijo a sí mismo.
No es divertido. Esto es Quidditch.
Ante ese pensamiento, su compostura se agrietó ligeramente. Sonrió, y después intentó cubrir la sonrisa con una mano, lo cual solo lo empeoró.

Harry bajó su vaso y sonriendo, sacudió lentamente la cabeza.

—Realmente has estado preocupado por esto, ¿verdad, James?

La sonrisa de James palideció de nuevo. Tragó saliva.

—Sí, papá. Por supuesto. Quiero decir, es Quidditch. Es tu deporte y el del abuelo también. Yo soy James Potter. Se supone que tengo que ser excelente sobre una escoba. No un peligro para mí mismo y todos los que me rodean.

Harry se inclinó hacia adelante, bajando el vaso y mirando a James a los ojos.

—Y todavía podrías ser genial en la escoba, James. Por las barbas de Merlín, hijo, es tu primera semana y ni siquiera has dado aún tu primera lección de escoba, ¿verdad? En mis tiempos, ni siquiera se nos habría permitido practicar con la escoba sin lecciones, y mucho menos intentar entrar en los equipos de las Casas.

—Incluso así —interrumpió James—, tú habrías sido excelente en ello.

—Esa no es la cuestión, hijo. Estás tan preocupado por igualar al mito que se supone que fui yo que ni siquiera te estás dando a ti mismo una oportunidad para ser incluso mejor. Te derrotas a ti mismo antes siquiera de empezar. ¿No lo ves? Nadie puede competir con una leyenda. Incluso
yo
desearía ser la mitad de mago de lo que las historias han hecho de mí. Cada día me miro al espejo y me digo a mí mismo que no tengo que intentar tan duro ser el famoso Harry Potter, que solo tengo que relajarme y permitirme ser vuestro padre, el marido de tu madre, y el mejor auror que pueda ser, lo que algunas veces no parece ser tan genial, si te digo la verdad. Tienes que dejar de pensar en ti mismo como el hijo de Harry Potter... —Harry hizo una pausa, viendo que James realmente le estaba escuchando, quizás por primera vez. Sonrió un poco de nuevo—.... y darme la oportunidad de pensar en mí mismo simplemente como el padre de James Potter, en vez de eso. Porque de todas las cosas que he hecho en mi vida, tú, Albus y Lily sois las tres cosas de las que más orgulloso estoy. ¿Lo coges?

James sonrió de nuevo, una sonrisa ladeada. Él no lo sabía, pero era la misma sonrisa que con tanta frecuencia veía en la cara de su padre.

—Del todo, papá. Lo intentaré. Pero es difícil.

Harry asintió mostrando su comprensión y se recostó hacia atrás. Después de un momento dijo,

—¿Siempre he sido tan predecible?

Ahora fue el turno de James de sonreír sabedoramente.

—Claro, papá. Mamá y tú, los dos. ¿No vas a salir llevando eso, verdad?"—Harry rió ruidosamente ante la imitación de Ginny. James continuó—. ¡Ahí fuera hace frío, ponte un jersey! ¡No digas esa palabra delante de tu abuela! ¡Deja de jugar con los gnomos del jardín o se te pondrán los pulgares verdes!

Harry todavía estaba riendo y limpiándose los ojos cuando se despidió, prometiendo que se encontrarían esa tarde en el partido de Quidditch.

7. Lealtad rota

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