James Potter y la Encrucijada de los Mayores (21 page)

BOOK: James Potter y la Encrucijada de los Mayores
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Por el rabillo del ojo, James vio algo moverse. Una planta estaba extendiendo una rama a lo largo de la repisa de una ventana junto a una chica de primero, que garabateaba frenéticamente los nombres que Neville estaba enumerando. La rama se separó de la repisa, la golpeó ligeramente en la espalda y después se curvó alrededor de su pendiente. Los ojos de la chica se abrieron de par en par y dejó caer su pluma cuando la rama empezó a tirar.

—¡Uy! ¡Uy, uy, uy! —gritó, cayendo de lado de su silla y llevándose una mano a la oreja.

Neville miró alrededor, vio a la chica y se acercó de un salto hacia ella.

—¡Sí, sujete la rama, señorita Patonia! Así está bien —Extendió el brazo hacia ella y comenzó a extraer cuidadosamente la rama del pendiente. Esta se retorció lentamente cuando él la soltó.

—Ha descubierto usted nuestra
Larcenous Ligulous
, o más bien ella la ha descubierto a usted. Perdone por no advertirla antes de que se sentara debajo. Criada por piratas hace cientos de años a causa de su innata atracción por los objetos brillantes, los cuales utilizan para magnificar la luz solar para propósitos de fotosíntesis. Casi extinta, después de haber sido sistemáticamente cazada y quemada durante las Purgas—. Neville encontró la base de la planta y envolvió la rama metódicamente alrededor de la misma, pinchando su punta en la tierra con un aro de diamante encima. Patonia se frotó la oreja y fulminó a la rama con la mirada como si deseara hacer arder alguna ella misma.

Neville volvió a la mesa principal y empezó a hablar a la clase de la larga línea de plantas en macetas que había colocado allí. James bostezó. El calor del invernadero le estaba dando bastante sueño. En un intento por permanecer despierto, buscó pergamino y pluma en su mochila. Su mano tropezó con el libro que Zane le había dado. Lo sacó, junto con sus pergaminos, y lo acunó en su regazo. Cuando estuvo seguro de que Neville se había internado lo suficiente en la charla sobre su tema favorito como para notarlo, James abrió el libro por donde Zane lo había marcado. Su interés se avivó inmediatamente ante la cabecera de la página:
Feodre Austramaddux
. Se inclinó sobre el libro y leyó rápidamente.

Precursor de la Precognición Inversa, o el arte de recordar la historia a través de la adivinación contracronológica, el vaticinador e historiador Austramaddux es conocido por la hechicería moderna principalmente por sus fantásticos cuentos sobre los últimos días de Merlinus Ambrosius, legendario hechicero y fundador de la Orden de Merlín. Según Austramaddux, tal y como está recogido íntegramente en su famosa Historia Inversa del Mundo Mágico (ver capítulo doce) conoció personalmente a Merlinus al final de su carrera como regente especialista mágico de los Reyes de Europa. Habiendo quedado desencantado por la corrupción del mundo mágico cuando este comenzó a "infectarse" con influencias de los crecientes reinos no-mágicos, Merlinus anunció su plan de "abandonar el reino terrenal". Después, clamó que volvería a la sociedad de los hombres, siglos o incluso milenos después, cuando el equilibrio entre los mundos, mágico y no-mágico estuviera más, según palabras de Austramaddux: "maduro para sus manos". Tales predicciones han sido fuente de muchos planes y conspiraciones a lo largo de los siglos, normalmente perpetrados por una facción revolucionaria, que cree que el retorno de Merlinus facilitaría sus planes para controlar y subyugar el mundo no-mágico por medio de la política o la guerra categórica.

James dejó de leer. Miles de pensamientos invadían su mente mientras consideraba las implicaciones de lo que acababa de leer. Había oído hablar de Merlín toda su vida, como los niños muggles oyen hablar de San Nicolás; no como una figura histórica, sino como una especie de personaje mítico. A James nunca se le había ocurrido dudar de que Merlín hubiera sido una figura real, pero tampoco se le había ocurrido preguntarse qué clase de hombre podría haber sido. Sus únicas referencias eran los dichos tontos con los que había crecido, como "por las barbas de Merlín" o "en nombre de los pantalones de Merlín", ninguno de los cuales decía mucho del carácter del gran hechicero. De acuerdo con Austramaddux, Merlín había sido una especie de consejero mágico de reyes y líderes muggles.

¿Era posible que en tiempos de Merlín, brujas y magos vivieran abiertamente en el mundo muggle, sin leyes de secretismo, ni encantamientos de ocultamiento o desilusionadores? Y si así era, ¿qué había querido decir Merlín con que el mundo mágico había sido "infectado" por los muggles? Aún más, ¿qué había querido decir con la espeluznante predicción de que volvería cuando el mundo estuviera "maduro para sus manos"? No era de extrañar que magos oscuros a través de la historia hubieran intentado convertir en realidad la predicción de Merlín, traer al gran hechicero de vuelta al mundo de algún modo.

Los magos oscuros siempre buscaban controlar el mundo muggle, y aparentemente había alguna base para creer que Merlín, el más grande y poderoso mago de todos los tiempos, les ayudaría en esa empresa.

De repente a James se le ocurrió una idea, y sus ojos se abrieron de par en par. La primera vez que había oído el nombre de Austramaddux había sido en un perfil creado por un Slytherin. Slytherin siempre había sido la Casa de los magos oscuros con intención de dominar el mundo muggle. ¿Y si la enigmática mención a Austramaddux no era solo una coincidencia sin sentido? ¿Y si era una señal de un nuevo complot oscuro? ¿Y si el Slytherin que había hecho ese perfil era parte de un plan para facilitar el retorno de Merlinus Ambrosius, quien lideraría una guerra definitiva contra el mundo muggle?

James cerró el libro lentamente y apretó los dientes. De algún modo, en el momento en que lo pensó, pareció absolutamente cierto. Eso explicaba por qué un Slytherin utilizaría un nombre que incluso su Jefe de Casa consideraba un chiste. El Slytherin sabía que no lo era, y pronto se reivindicaría en un plan que lo probaría.

El corazón de James palpitaba mientras se quedaba sentado y pensaba furiosamente. ¿A quién contárselo? Zane y Ralph, por supuesto. A ellos se les podría haber ocurrido ya. ¿A su padre? James decidió que no podía. Aún no, al menos. James era lo bastante mayor como para saber que la mayoría de los adultos no creerían semejante historia de un crío, incluso si el crío proporcionaba fotos que lo probaran.

James no sabía exactamente qué podía hacer para detener un complot así, pero sabía lo que tenía que hacer a continuación. Tenía que averiguar quién era el Slytherin que había cogido el Game Deck de Ralph. Tenía que encontrar al Slytherin que había utilizado el nombre de Austramaddux.

Con eso en mente, James salió corriendo del invernadero tan pronto como la clase terminó, olvidándose por completo de que esa tarde era la tarde en que su padre, Harry Potter, llegaba para su reunión con los americanos.

Mientras corría por los terrenos, comenzó a ser consciente del ruido de una multitud. Desaceleró, escuchando. Gritos y cánticos mezclados con el balbuceo de voces roncas y excitadas. Cuando giró la esquina del patio, el ruido se hizo mucho más fuerte. Una multitud de estudiantes rondaban por el patio, reuniéndose llegados de todas direcciones, incluso mientras James observaba. La mayoría eran simplemente curiosos que venían a ver de qué iba la conmoción, pero había un grupo muy activo en el centro, marchando, cantando eslóganes, algunos sujetando grandes pancartas pintadas a mano y estandartes. James vio uno de los estandartes cuando se aproximaba al gentío, y su corazón se hundió
. "Fin al Fascismo de los Aurores del Ministerio".
Otra pancarta ondeaba y señalaba hacia el cielo:
¡Di la VERDAD Harry Potter!

James rodeó al grupo, intentando pasar inadvertido. Cerca de los escalones del vestíbulo principal, Tabitha Corsica estaba siendo entrevistada por una mujer con unas gafas púrpura en forma de ojos de gato y una expresión excesivamente atenta. Con creciente intranquilidad, James la reconoció como Rita Skeeter, reportera de
El Profeta
, y una de las personas menos favoritas de su padre.

Cuando pasó a su lado, Tabitha le miró de reojo e hizo un ligero encogimiento de hombros y le dirigió una sonrisa, como si dijera
lo siento, pero son tiempos difíciles y todos hacemos lo que tenemos que hacer.

Justo cuando James estaba a punto de subir los escalones, apareció la directora, avanzando resueltamente a la luz del día con una expresión muy severa en la cara. Apuntó la varita hacia su garganta y habló desde el escalón superior, su voz resonó por todo el patio, cortando a través del ruido de la multitud.

—No preguntaré que significa esto, ya que lo encuentro decepcionantemente obvio —dijo severamente, y James, que había conocido a Minerva McGonagall de forma periférica la mayor parte de su vida, pensó que nunca la había visto tan enfadada. Su cara estaba mortalmente pálida, con un rojo vivo en las mejillas. Su voz, todavía recorriendo el patio, era controlada pero acerada por la convicción—. Lejos de mi contradecir su derecho a mantener cualquiera que sean las absurdas y disparatadas nociones que muchos de ustedes pueden haber recogido pero permítanme asegurarles, que a pesar de lo que puedan haber escogido creer, no es política de esta escuela permitir que los estudiantes insulten a invitados estimados.

Las pancartas bajaron, pero no completamente. James vio que Rita Skeeter estaba observando a la directora con una mirada de hambrienta excitación en la cara, su
vuelapluma
garabateando salvajemente sobre un trozo de pergamino. McGonagall suspiró, recuperando la compostura.

—Hay formas apropiadas de expresión del desacuerdo, como todos sabrán. Este... despliegue... no es ni necesario ni apropiado. Espero que todos ustedes, por consiguiente, se dispersen inmediatamente con el conocimiento de que han dejado claro... —permitió que su mirada cayera sobre Rita Skeeter—... su punto de vista.

—¿Señora directora? —gritó una voz, y James no necesitó darse la vuelta para saber que era Tabitha Corsica. Se hizo un pesado silencio cuando el patio entero contuvo el aliento. James podía oír la pluma de Rita Skeeter rascando ávidamente.

McGonagall hizo una pausa, estudiando a Tabitha significativamente.

—¿Sí, señorita Corsica?

—No podría estar más de acuerdo con usted, señora —dijo Corsica llanamente, su voz hermosa resonando alrededor del patio—. Y por mi parte, espero que a todos se nos pueda permitir que estos asuntos sean tratados de un modo más razonable y relevante, como usted sugiere. ¿Podría ser demasiado pronto para proponer que hagamos de este tema el primero del Debate Escolar? Eso nos permitiría aproximarnos a un tema tan sensible respetuosa y concienzudamente como, estoy segura de que usted estará de acuerdo, se merece.

La mandíbula de McGonagall parecía de hierro cuando miró a Corsica. La pausa fue tan larga que Tabitha realmente apartó la mirada. Miró alrededor del patio, su compostura vacilando ligeramente. La
vuelapluma
se había puesto al corriente gracias a la pausa. Gravitaba sobre el pergamino, esperando.

—Aprecio su sugerencia, señorita Corsica —dijo McGonagal rotundamente— pero este no es ni el momento ni el lugar apropiado para discutir el calendario del equipo de debate, como seguramente puede imaginar. Y ahora —dejó que su mirada recorriera el patio críticamente—, considero la cuestión zanjada. Cualquiera que desee continuar esta discusión puede hacerlo mucho más confortablemente en la privacidad de sus habitaciones. Les aconsejaría que marcharan ahora, antes de que envíe al señor Filch a levantar censo.

La multitud comenzó a dispersarse. McGonagal vio a James, y su expresión cambió.

—Vamos, Potter —dijo, haciendo señas impacientemente. James subió los escalones y la siguió de vuelta a las sombras del vestíbulo. McGonagall estaba murmurando furiosamente, su túnica de tartán se balanceaba mientras caminaba por un pasillo lateral. Parecía esperar que James la siguiera, así que lo hizo.

—Ridículos agitadores propagandísticos —despotricaba, todavía conduciendo a James a lo que reconoció como la sala de profesores—. James, lamento que hayas presenciado eso. Pero lamento incluso más que tan asquerosos rumores hayan encontrado apoyo dentro de estas paredes.

McGonagall se giró y abrió una puerta sin interrumpir su zancada. James se encontró entrando en una habitación grande llena de sofás y sillas, mesitas y estantes de libros, todo organizado fortuitamente alrededor de una enorme chimenea de mármol. Y allí, levantándose para saludarle con una sonrisa ladeada estaba su padre. James sonrió y corrió pasando de largo a McGonagall.

—James —dijo Harry Potter con gran deleite, tirando del chico a un rudo abrazo y revolviéndole el pelo—. Mi muchacho. Me alegro de verte, hijo. ¿Qué tal la escuela?

James se encogió de hombros, sonriendo alegremente pero sintiéndose de repente tímido. Había varias personas más presentes a las que no reconoció, todas mirándole mientras estaba de pie con su padre.

—Todos conocéis a mi chico, James —dijo Harry, apretando el hombro de James—. James, hay algunos representantes del Ministerio que han venido conmigo. ¿Recuerdas a Titus Hardcastle, verdad? Y este es el señor Recreant y la señorita Sacarhina. Ambos trabajan para la Oficina de Relaciones Internacionales.

James estrechó manos cumplidoramente. Recordó a Titus Hardcastle cuando le miró, aunque no le había visto desde hacía mucho. Hardcastle, uno de los aurores de su padre, era compacto y grueso, con una cabeza cuadrada y rasgos muy rudos y marcados por el tiempo. El señor Recreant era alto y delgado, vestido bastante remilgadamente con túnica a raya diplomática y un bombín negro. Su apretón de manos fue rápido y flojo, algo así como sujetar un pez muerto. La señorita Sacarhina, sin embargo, no le estrechó la mano. Sonrió abiertamente hacia James y se agachó hasta quedar a su nivel, examinándole de arriba a abajo.

—Veo mucho de tus padres en ti, jovencito —dijo, inclinando la cabeza y de forma conspiradora—. Tal promesa y tal potencial. Espero que te unas a nosotros esta noche.

En respuesta, James miró a su padre. Harry sonrió y colocó ambas manos sobre los hombros de James.

—Cenamos esta noche con los visitantes de Alma Aleron. ¿Quieres venir? Al parecer disfrutaremos de una auténtica comida americana, lo cual quiere decir cualquier cosa desde hamburguesas a, bueno, hamburguesas con queso, es cuanto puedo suponer.

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