Read James Potter y la Encrucijada de los Mayores Online
Authors: George Norman Lippert
—Aquí está nuestro pequeño alien —dijo Zane alegremente—. Estábamos intentando implementar tus habilidades con la escoba en la rutina. ¿Qué te parece una especie de gag en plan accidente de Roswell? Ralph tiene la varita lista para atraparte.
Ralph meneó su varita y sonrió tímidamente. James puso los ojos en blanco y se unió a ellos.
James despertó tarde el lunes por la mañana. Entró corriendo al Gran Comedor esperando agarrar un trozo de tostada antes de la clase de Transformaciones y encontrarse con Ralph y Zane, que justamente salían.
—No hay tiempo, colega —dijo Ralph, enganchando el brazo de James y dándole la vuelta—. No puedes llegar tarde el primer día de clase con McGonagall, he oído cosas muy, muy malas sobre lo que les hace a los estudiantes retrasados.
James suspiró y trotó junto a ellos a través de los ruidosos y ajetreados pasillos.
—Espero que no haga cosas terribles a los estudiantes cuyos estómagos gruñan en clase también.
Zane ofreció algo a James mientras caminaban.
—Examínalo cuando tengas oportunidad. Ya se lo he mostrado a Ralphie y flipló, ¿verdad? Lo he marcado para ti. —Era un libro grueso y desvencijado. La portada estaba empastada con tela deshilachada que una vez probablemente hubiera sido roja. Las páginas estaban amarillentas, amenazando con caerse a trozos del encuadernado.
—¿Qué es? —dijo James, incapaz de leer el título grabado en relieve, que estaba apagado por la edad—. Entre Jackson y Flitwick, he tenido suficiente lectura como para que me dure hasta el año que viene.
—Este te interesará, créeme. Es el
Libro de las Historias Paralelas
, volumen siete —dijo Zane—. Lo cogí de la biblioteca de Ravenclaw. Lee sólo la sección que he marcado.
—¿Ravenclaw tiene una biblioteca privada? —preguntó Ralph, forcejeando para sacar su libro de texto de Transformaciones de la mochila atestada.
—¿Tenéis los Slytherins cabezas de dragones en las paredes? —Zane se encogió de hombros—. Claro. A cada cual lo suyo.
Mientras enfilaban hacia la clase de Transformaciones, pasaron a través de un grupo de estudiantes de pie junto a la puerta. Varios de ellos llevaban las insignias azules "
Cuestiona a los Victoriosos
". Más y más estudiantes parecían llevarlas estos días. Las firmas en alguno de los tablones de anuncios habían identificado las insignias como la marca de un club llamado "El Elemento Progresivo". James quedó consternado al ver que no todos los estudiantes que las llevaban eran Slytherins.
—Tu padre viene hoy, ¿eh, Potter? —gritó un chico mayor, sonriendo socarronamente—. ¿A tener una reunión con sus amiguitos de Estados Unidos?
James se detuvo y miró al que hablaba.
—Viene hoy, sí —dijo, sus mejillas empezaban a ponerse rojas—. Pero no sé qué quieres decir con su "amiguitos". No conoce aún a los americanos. Quizás deberías leer más antes de abrir la boca.
—Oh, hemos estado leyendo, créeme —replicó el chico, su sonrisa desapareció—. Más de lo que tú y tu padre desearíais, estoy seguro.
Tu
clase no puede ocultar la verdad para siempre.
—¿Ocultar la verdad? —dijo James, la furia se impuso a la precaución—. ¿Qué se supone que significa eso?
—Lee las insignias, Potter. Sabes exactamente de qué estoy hablando —dijo el chico colgándose al hombro su mochila y avanzando despreocupadamente pasillo abajo con sus amigos—. Y si no lo sabes, eres incluso más estúpido de lo que pareces. —Volvió la espalda a James.
James parpadeó con rabia y asombro.
—¿De qué está hablando?
Ralph suspiró.
—Vamos, cojamos un asiento. Te lo contaré, aunque yo mismo no entiendo mucho.
Pero no tuvieron tiempo de discutirlo antes de clase. La directora McGonagall, que había enseñado Transformaciones a la madre y al padre de James, la enseñaba aún, y aparentemente con el mismo grado de severo brío. Explicó los movimientos básicos de varita y las órdenes, ilustrándolo al transformar un libro en un emparedado de arenque. Incluso pidió a uno de los estudiantes, un chico llamado Carson, que comiera un trozo del emparedado.
Después, transformó el emparedado otra vez en el libro y mostró a la clase el libro con las marcas de mordiscos que Carson le había hecho. Hubo muestras de respeto y diversión. Carson miró el trozo mordido y se presionó la mano contra el estómago, con una mirada de pensativo desmayo en la cara. Casi al final de la clase, McGonagall indicó a los estudiantes que sacaran las varitas y practicaran los movimientos y órdenes con un plátano, que debían intentar transformar en un melocotón.
—
Persica Alteramus
, enfatizando sólo las primeras sílabas. No esperen hacer muchos progresos su primera vez —gritó por encima del ruido de los intentos de los estudiantes—. Si consiguen al menos un plátano con un indicio de piel de melocotón, lo consideraremos un éxito por hoy. ¡Tenga cuidado, señorita Majaris! ¡Sólo pequeños círculos, por favor!
Zane miró furiosamente a su plátano y ondeó su varita hacia él.
—¡
Persica Alteramus
! —No hubo cambio aparente. Apretó los labios—. Veamos tu intento, James.
Encogiéndose de hombros, James alzó su varita y la ondeó, pronunciando la orden. El plátano se movió, pero siguió siendo decididamente un plátano.
—Quizás se hayan transformado por dentro —dijo Zane esperanzado—. Tal vez deberíamos pelarlos y ver si hay algo de melocotón en ellos, ¿eh?
James pensó en ello, y luego negó con la cabeza. Ambos lo volvieron a intentar. Ralph observaba.
—Más movimiento de muñeca. Chicos, parece que estéis dirigiendo a un avión.
—Que fácil es criticar, que duro es crear —dijo Zane entre intentos—. Veamos que tal tú, Ralphinator.
Ralph parecía reacio a intentarlo. Manoseaba su varita, manteniéndola bajo el borde del escritorio.
—Vamos, Ralph —dijo James—. Te has mostrado excelente con la varita hasta ahora. ¿Qué te preocupa?
—Nada —dijo Ralph, un poco a la defensiva—. No sé.
—¡Cáscaras! —dijo Zane, dejando caer la mano de la varita y aferrando el plátano con la otra. Dejó caer la varita sobre la mesa y apuntó el plátano hacia ella—. Quizás tenga mejor suerte de este modo, ¿qué creéis?
James y Ralph le miraron fijamente. Él puso los ojos en blanco.
—Oh, Jesús, vamos Ralph. A por el melocotón. Sabes que puedes hacerlo. ¿A qué esperas?
Ralph hizo una mueca, después suspiró y alzó su gigantesca varita. La ondeó ligeramente hacia su plátano y pronunció la orden rotundamente, casi como si estuviera intentado que le saliera mal. Hubo un destello y un ruido como de una piña explotando al fuego. El resto de la clase lo oyó y miró hacia Ralph. Una columna de pesado humo se erguía sobre la mesa delante de Ralph, el cual había retrocedido alejándose de ella, con los ojos abiertos de par en par y preocupados. Cuando el humo se disipó, James se inclinó hacia adelante. El plátano de Ralph todavía yacía allí, completamente ileso.
—Bueno —dijo Zane en medio del atónito silencio—. Eso ha sido todo un...
Un pequeño ruido suave salió del plátano de Ralph. Este se peló lentamente y empezó a separarse, abriéndose como una pulposa flor amarilla. Se oyó un prolongado jadeo de los estudiantes cuando surgió un tallo verde del centro del plátano pelado. Este pareció olisquear el aire mientras creía, retorciéndose y alargándose como una enredadera. El tallo comenzó a enderezarse mientras se alzaba, reptando hacia arriba desde la mesa con un gracioso y sinuoso movimiento. Más tallos surgieron del plátano. Se extendieron por la superficie de la mesa en un patrón expansivo, encontrando los bordes y curvándose bajo ella, aferrándose firmemente. Empezaron a separarse ramas de la raíz principal mientras esta crecía y engrosaba, volviéndose más clara, hasta alcanzar un gris amarillento. Brotó follaje de las ramas en grandes y súbitas explosiones, pasando de brote a hoja en cuestión de segundos. Finalmente, cuando el árbol alcanzó la altura de alrededor de metro y medio, se produjeron una serie de suaves p
ops
. Media docena de melocotones brotaron del final de las ramas más bajas, combándolas con su peso. Cada uno era aterciopelado, regordete y prístino.
James arrancó la mirada del árbol y observó la habitación. Todos los ojos estaban fijos en el perfecto y pequeño melocotonero que Ralph había conjurado, las bocas abiertas de par en par, las manos con las varitas todavía congeladas en medio de un movimiento.
La directora McGonagall clavaba la mirada en el árbol, con la boca fruncida en una mueca de absoluta sorpresa. Entonces, el movimiento regresó a la habitación. Todo el mundo exhaló y espontáneamente, estalló un aplauso respetuoso.
—¡Es mío! —gritó Zane, poniéndose en pie y lanzando un brazo alrededor de los hombros de Ralph—. ¡Yo lo vi primero!
Los ojos de Ralph se separaron del árbol, miraron a Zane y sonrió más bien distraídamente. Pero James recordó el aspecto de la cara de Ralph cuando el árbol estaba creciendo. Entonces no había estado sonriendo.
Momentos después, fuera en el pasillo, Zane hablaba con la boca llena de melocotón.
—En serio, Ralph. Me estás asustando un poco, ¿sabes? La magia que estás haciendo es algo serio. ¿Cuál es el secreto?
Ralph sonrió inseguro, la sonrisa preocupada de nuevo.
—Bueno, en realidad...
James miró a Ralph.
—¿Qué? ¡Cuenta, Ralph!
—Vale —dijo él, deteniéndose y empujándolos al hueco de una ventana—. Pero sólo es una suposición, ¿vale?
James y Zane asintieron con entusiasmo, gesticulando para que Ralph siguiera.
—He estado practicando mucho con algunos otros Slytherins por la noche, ya sabéis —explicó Ralph—. Sólo lo básico. Me han estado enseñando algunas cosas. Hechizos de desarme y algunos trucos y bromas, cosas para usar con tus enemigos.
—¿Qué enemigos tienes ya, Ralph? —preguntó Zane incrédulamente, lamiéndose el zumo de melocotón de los dedos.
Ralph ondeó la mano impacientemente.
—Ya sabes, enemigos potenciales. Sólo es la forma de hablar de los tíos de mi Casa. De todas formas, dicen que soy mejor que la media. Creen que no soy simplemente un chico muggle que tuvo la suerte de tener genes mágicos. Creen que quizás uno de mis padres pertenece a una de las grandes familias mágicas y simplemente yo no lo sé.
—Parece algo importante como para que no lo supieras, ¿no? —dijo James dudosamente—. Quiero decir, dijiste que tu padre fabrica ordenadores muggles, ¿no?
—Bueno, sí —dijo Ralph despectivamente, y después bajó la voz—. Pero mi madre... No os dije que había muerto, ¿verdad? No —se respondió a sí mismo—. Por supuesto que no. Bueno, pues sí. Murió cuando yo era muy pequeño. Nunca la conocí. ¿Y si era una bruja? Quiero decir, ¿y si pertenecía a una de las grandes familias mágicas de sangre pura y mi padre nunca lo supo? Podría ser, ya sabéis. Los magos se enamoran de muggles y nunca les cuentan el secreto en toda la vida. A los sangrepura no les gusta, supongo, pero aún así... —se interrumpió y miró de Zane a James.
—Bueno —dijo James lentamente—. Claro. Supongo que es posible. Cosas más extrañas han pasado.
Zane alzó las cejas, considerándolo.
—Eso explicaría muchas cosas, ¿no? Quizás seas como un príncipe o algo. ¡Quizás seas el heredero de una fabulosa riqueza y poder y todo eso!
Ralph hizo una mueca y salió del hueco.
—No llevemos las cosas tan lejos. Como ya he dicho, sólo es una suposición.
James paseó con Zane y Ralph hasta que fue hora de su siguiente clase. Ninguno de los otros dos tenía Herbología con él, así que les dijo que los vería por la tarde y corrió a través de los terrenos hacia los invernaderos.
El profesor Longbotton saludó a James por su nombre cuando entró, sonriendo cálidamente. A James siempre le había gustado Neville, aunque era mucho más callado y pensativo que su padre o el tío Ron. James conocía las historias de como Neville había luchado durante su último año de escuela, cuando Voldemort había tomado el control del Ministerio y Hogwarts había estado bajo su control. Al final, Neville había sido el que cortara la cabeza a la gran serpiente, Nagini, el último vínculo de Voldemort con la inmortalidad. Aún así, era difícil imaginar al flaco y más bien torpe profesor haciendo semejantes cosas mientras arreglaba macetas y cuencos sobre la mesa al frente de la clase de Herbología.
—La Herbología es… —empezó Neville, gesticulando y golpeando uno de los cuencos más pequeños. Se interrumpió a sí mismo, enderezando el cuenco rápidamente y desparramando tierra sobre sus papeles. Levantó la mirada y sonrió de forma algo torpe—. La Herbología es el estudio de... bueno, de las hierbas, por supuesto. Como podéis ver—. Asintió hacia el invernadero que estaba lleno hasta arriba de cientos de plantas y árboles, todos creciendo en una desconcertante variedad de contenedores. James pensó que probablemente el profesor Longbotton estuviera bastante interesado en examinar el melocotonero que actualmente crecía sobre la mesa de Transformaciones.
—Las hierbas son la raíz, er, por así decirlo, de muchas de las prácticas más fundamentales de la magia. Pociones, medicina, construcción de varitas, incluso muchos encantamientos, todos relacionados en esencia con el cultivo y procesamiento de plantas mágicas. En esta clase, estudiaremos los múltiples usos de algunos de nuestros más importantes recursos vegetales, desde la corriente
Bubotuber
a la rara
Mimbulus Mimbletonia.