Komarr (11 page)

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Authors: Lois McMaster Bujold

Tags: #Novela, Ciencia ficción

BOOK: Komarr
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Hasta ese mismo día ella no sabía si él había interpretado su disgustada negativa a defenderse como una admisión de culpa. Curiosamente, después del estallido, el tema se enfrió; él no volvió a mencionarlo y ella tampoco. ¿Pensaba él que era inocente, o se consideraba a sí mismo insufriblemente noble por perdonarle sus crímenes inexistentes?

¿Por qué es tan imposible?

Ella no quería saber la respuesta, pero la encontró de todas formas.
Porque tiene miedo de perderte
. ¿Y por eso el pánico lo llevaba a destruir su amor, creando una profecía que se cumplía sola? Eso parecía.
No es que puedas fingir ya que sus temores no tienen fundamento
. El amor hacía tiempo que había desaparecido en ella. Iba aguantando con una dieta de lealtad.

Soy Vor. Juré acompañarle en la enfermedad. Está enfermo. No romperé mi juramento sólo porque las cosas se hayan vuelto difíciles. Para eso están los juramentos, después de todo. Algunas cosas, una vez rotas, no pueden repararse. Los Juramentos. La confianza

Ella no podía decir hasta qué grado la enfermedad estaba en la raíz de su errática conducta. Cuando regresaran del tratamiento galáctico, tal vez estuviera también mucho mejor emocionalmente. O al menos ella podría saber cuánto se debía a la Distrofia de Vorzohn, y cuánto era solamente… Tien.

Cambiaron de postura; las habilidosas manos de él empezaron a trabajar por su espalda, buscando su relajación y su respuesta. Y un pensamiento aún más triste se le ocurrió entonces. ¿Había retrasado Tien su tratamiento, consciente o inconscientemente, porque se daba cuenta, de alguna oscura forma, de que su enfermedad, su vulnerabilidad, era uno de los pocos lazos que aún la ataban a él?
¿Este retraso es culpa mía?
Le dolía la cabeza.

Tien, todavía frotándole la espalda, emitió un murmullo de protesta. Ella no se estaba relajando; esto no servía. Resuelta, volcó sus pensamientos hacia una fantasía erótica conocida, fea, pero que normalmente funcionaba. ¿Era alguna extraña forma invertida de frigidez, tener que bordear la autohipnosis para conseguir la liberación sexual a pesar de la demasiado cercana presencia de Tien? ¿Cómo podías notar la diferencia entre no gustarte el sexo y no gustarte la única persona con la que lo has practicado?

Sin embargo, ella estaba casi desesperada por una caricia, por el mero afecto desligado de las indignidades de lo erótico. Tien era muy bueno en eso, y la acariciaba durante un tiempo incalculable, aunque a veces suspiraba aburrido, cosa por la que apenas podía hacerlo responsable. La caricia, la suavidad, el puro placer gatuno tranquilizaron su cuerpo y luego su corazón, a pesar de todo. Podría absorber horas de todo esto: entreabrió un ojo para mirar la hora. Mejor no ser ansiosa. Era tan terrible que Tien demandara un espectáculo sexual de ella, por una parte, y la acusara de infidelidad por otra. ¿Quería que se fundiera, quería que se congelara?
Todo lo que decidas está mal
. No, esto no ayudaba. Ella estaba tardando demasiado tiempo en cultivar su excitación. De vuelta al trabajo. Trató de nuevo de iniciar su fantasía. Él podría tener derechos sobre su cuerpo, pero su mente era sólo suya, la única parte de ella en la que él no podía hurgar.

Salió según lo planeado y la práctica, después de todo. Misión cumplida. Tien la besó cuando terminaron.

—Muy bien —murmuró—. Lo estamos haciendo cada vez mejor, ¿verdad?

Ella murmuró las respuestas habituales, un guión estandarizado y ligero. Habría preferido un sincero silencio. Fingió dormitar, en lasitud poscoital, hasta que los ronquidos de él le aseguraron que dormía. Luego fue a llorar al cuarto de baño.

Un llanto estúpido, irracional. Lo ahogó en una toalla, no fuera que él, o Nikki, o sus invitados la oyeran e investigaran.
Lo odio. Me odio. Lo odio, por hacer que me odie a mí misma

Sobre todo, despreciaba en sí misma aquel agobiante deseo de atención física que se regeneraba como una mala hierba en su corazón, sin importar cuántas veces intentara arrancarla. Esa necesidad, esa dependencia, ese deseo de amor debía romperse primero. La había traicionado, peor que ninguna otra cosa. Si ella pudiera matar su necesidad de amor, entonces todos los otros lazos que la ataban, el deseo de honor, el cumplimiento del deber y sobre todo el miedo, podrían ser controlados. Austeramente mística, supuso.
Si puedo matar todas esas cosas en mí, podré librarme de él
.

Seré una muerta ambulante, pero seré libre
.

Terminó de llorar, se lavó la cara, y tomó tres analgésicos. Por fin podría dormir, pensó. Pero cuando regresó al dormitorio, encontró a Tien despierto, sus ojos un débil brillo en las sombras. Él encendió la lámpara al oír el susurro de sus pies descalzos sobre la alfombra. Ella trató de recordar si el insomnio se contaba entre los primeros síntomas de la enfermedad. Él alzó las sábanas para que ella se acostara.

—¿Qué estabas haciendo ahí dentro tanto tiempo sin mí?

Ella no estaba segura de si él esperaba una risa, en caso de ser una broma, o una negativa indignada. Intentó esquivar el problema.

—Oh, Tien —dijo—, casi me olvidaba. Llamaron del banco esta mañana. Muy extraño. Algo referido a que hacía falta mi contrafirma y la huella de mi palma para formalizar tu pensión. Les dije que creía que era un error, pero que hablaría contigo.

Él se quedó paralizado.

—¡No tienen por qué llamarte!

—Si se trata de algo que querías que hiciera, podrías haberlo mencionado antes. Dijeron que retrasarían el pago hasta que me pusiera en contacto con ellos.

—¡Retrasarlo, no! ¡Zorra idiota! —Su mano derecha se cerró en un gesto de frustración.

El odioso epíteto la hizo sentirse enferma. Tanto esfuerzo para apaciguarlo esta noche, y aquí estaba, al borde de un estallido.

—¿Cometí un error? —preguntó ansiosamente—. Tien, ¿qué ocurre? ¿Qué pasa?

Rezó para que no volviera a estampar el puño contra la pared. Ese ruido… Su tío lo oiría, o el tal Vorkosigan, y cómo podría explicar…

—No… no. Lo siento. —Él se frotó la frente, y ella dejó escapar un suspiro de alivio—. Me olvidé de las leyes de Komarr. En Barrayar, nunca tuve ningún problema para cobrar la acumulación de mi pensión cuando dejaba algún trabajo… en los trabajos que ofrecían pensión, claro. Aquí en Komarr creo que requieren también la firma del superviviente designado. No pasa nada. Los llamaré a primera hora de la mañana, y lo resolveré.

—No irás a dejar tu trabajo, ¿verdad? —Su pecho se tensó, llena de pánico. Cielos no, otra mudanza tan pronto…

—No, no. Demonios, no. Relájate. —Él sonrió con un lado de la boca.

—Oh. Bien —ella vaciló—. Tien… ¿tienes alguna pensión acumulada de tus antiguos empleos en Barrayar?

—No, siempre lo cobraba todo al final. ¿Por qué dejarles nuestro dinero, cuando lo podíamos usar nosotros? Nos ha ayudado más de una vez, ya sabes —sonrió amargamente—. Dadas las circunstancias, tienes que admitir que la idea de ahorrar para la vejez no tiene mucho sentido. Y querías esas vacaciones en el Continente Sur, ¿no?

—Creí que dijiste que era un finiquito.

—En cierto modo.

Entonces… si algo horrible le sucediera a Tien, Nikolai y ella no tendrían nada.
Si no recibe tratamiento pronto, algo horrible va a sucederle
.

—Sí, pero… —entonces se le ocurrió la idea. ¿Podría ser…?—. ¿Vas a cobrarlo para…? ¿Vamos a ir al tratamiento galáctico, sí? ¿Tú y yo y Nikolai? ¡Oh, Tien, qué bien! Por fin. Claro. Tendría que haberme dado cuenta.

Entonces para eso necesitaba el dinero, por fin. Se dio la vuelta y lo abrazó. ¿Pero sería suficiente? Si era menos de un año de trabajo…

—¿Será suficiente?

—Yo… no lo sé. Estoy comprobándolo.

—He ahorrado un poco de los gastos de la casa —ofreció ella—. Si nos hace falta…

Él se lamió los labios, y guardó silencio durante un momento.

—No estoy seguro. No me gusta que tú…

—Lo ahorré precisamente para eso. Quiero decir que sé que no lo he ganado yo, pero lo tengo… Puede ser mi contribución.

—¿Cuánto tienes?

—¡Casi cuatro mil marcos imperiales! —ella sonrió, orgullosa de su frugalidad.

—¡Oh! —él pareció hacer cálculos internos—. Sí, eso nos ayudaría bastante.

Le dio un beso en la frente, y ella se relajó aún más.

—No se me ocurrió recurrir a tu pensión para las pruebas médicas —dijo ella—. No sabía que podía hacerse. ¿Cuándo podremos ir?

—Eso… es lo siguiente que tendré que averiguar. Lo habría hecho esta semana, pero me interrumpió la plaga de Auditores Imperiales que ha sufrido mi departamento.

Ella sonrió, apreciando su ingenio. Antes la hacía reír más. Era comprensible que se hubiera vuelto más agrio con la edad, pero su humor negro había acabado por cansarla en vez de divertirla. El cinismo ya no parecía impresionarla tanto ahora como cuando tenía veinte años. Quizás esta decisión había aliviado también su corazón.

¿Crees de verdad que hará lo que dice esta vez? ¿O te dejará como una tonta? Otra vez
. No… si el recelo era el peor insulto posible, entonces la confianza era siempre correcta, aunque estuviera equivocada. Aliviada provisionalmente por esta nueva promesa, ella se acurrucó contra su cuerpo, y por una vez su pesado brazo pareció más un consuelo que una trampa. Quizás en esta ocasión podrían por fin situar sus vidas sobre una base racional.

—¿De compras? —coreó lord Vorkosigan durante el desayuno la mañana siguiente. Había sido el último de la casa en levantarse; el tío Vorthys estaba en la comuconsola del estudio de Tien, que ya se había marchado al trabajo, y Nikki estaba en el colegio. La boca de Vorkosigan permaneció recta, pero las arrugas en las comisuras de sus ojos aumentaron—. Es una oferta que rara vez se hace al hijo de mi madre… Me temo que no necesito… No, espere, sí que necesito algo. Un regalo de bodas.

—¿A quién conoce que vaya a casarse? —preguntó Ekaterin, satisfecha de que su sugerencia hubiera sido aceptada, sobre todo porque no tenía otra que ofrecer. Se dispuso a ser útil.

—A Gregor y Laisa.

Ella tardó un instante en advertir que se trataba del Emperador y su nueva prometida komarresa. El sorprendente compromiso había sido anunciado en la Feria de Invierno; la boda se celebraría en verano.

—¡Oh! Uh… no estoy segura de que pueda encontrar nada en la Cúpula Serifosa que sea adecuado… tal vez en Solsticio tengan ese tipo de tiendas… Oh, cielos.

—Tengo que encontrar algo. Se supone que soy el Padrino de Gregor y el Testigo en su círculo de boda. Tal vez pueda encontrar algo que recuerde a Laisa su hogar. Aunque posiblemente no sea buena idea… no estoy seguro. No quiero correr el riesgo de que sienta añoranza en su luna de miel. ¿Qué opina usted?

—Supongo que podríamos buscar…

Había tiendas exclusivas, en las que Ekaterin nunca se había atrevido a entrar, en algunas zonas de la Cúpula. Ésta podría ser una buena excusa para aventurarse por ellas.

—Y a Duv y a Delia también, ya que lo pienso. Sí, he descuidado mis deberes sociales.

—¿A quiénes?

—Delia Koudelka es una amiga de la infancia. Va a casarse con el comodoro Duv Galeni, que es el nuevo jefe de Asuntos Komarreses de Seguridad Imperial. Puede que no haya oído hablar aún de él, pero lo hará. Nació en Komarr.

—¿De padres barrayareses?

—No, de luchadores de la resistencia de Komarr. Lo sedujimos para que sirviera al Imperio. Estamos de acuerdo en que fueron las botas brillantes lo que le convenció.

Hablaba tan absolutamente en serio que tenía que estar bromeando. ¿No? Ella sonrió, insegura.

El tío Vorthys entró en ese momento en la cocina.

—¿Más café? —murmuró.

—Claro —ella se lo sirvió—. ¿Cómo va?

—Va tirando, va tirando —sorbió y le dirigió una sonrisa de agradecimiento.

—Supongo que ya ha llegado el correo de la mañana —dijo Vorkosigan— ¿Cómo fue la pesca de anoche? ¿Algo nuevo para mí?

—No, felizmente, si te refieres a partes de los cadáveres. Trajeron todo tipo de equipo.

—¿Algo importante para la investigación?

—No, pero sigo esperando que lo sea. No me gusta la forma que están adquiriendo los análisis de vectores.

Los ojos de Vorkosigan se volvieron perceptiblemente más agudos.

—¿No? ¿Por qué?

—Hum. Consideremos el Punto A como todas las cosas un momento antes del accidente: la nave intacta, por supuesto, el espejo solar pasivamente sujeto a su órbita. Consideremos el Punto B como poco después del accidente, partes de todas las masas dispersándose en todas las direcciones y velocidades. Según la física clásica, B debe ser igual a A más X, siendo X las fuerzas, o masas, que se añadieron durante el accidente.

»Conocemos A, bastante, y cuantos más datos de B recopilamos, más estrechamos las posibilidades de X. Aún nos faltan algunos sistemas de control, pero los chicos de arriba ya han recuperado la mayor parte de la masa inicial del sistema de la nave y del espejo. Por la suma parcial que hemos hecho hasta ahora, X es… muy grande y tiene una forma muy extraña.

—Dependiendo de cuándo y cómo volaron los motores, la explosión puede haber añadido una buena cantidad de fuerzas —dijo Vorkosigan.

—No es la magnitud de las fuerzas perdidas lo que resulta sorprendente, sino su dirección. Los fragmentos de cualquier cosa que recibe una patada en caída libre generalmente viajan en línea recta, teniendo en cuenta las gravedades locales, por supuesto.

—¿Y las piezas del carguero minero no lo hicieron? —Vorkosigan alzó las cejas—. ¿Entonces en qué está pensando como fuerza externa?

El tío Vorthys hizo una mueca.

—Voy a tener que reflexionar durante un tiempo. Jugar con los números y las proyecciones visuales. Creo que mi cerebro se está haciendo demasiado viejo.

—¿Cuál es la… la «forma» de la fuerza para que sea tan extraña? —preguntó Ekaterin, siguiendo todo esto con profundo interés.

El tío Vorthys dejó su taza sobre la mesa y se encogió de hombros.

—Es… una masa típica en el espacio crea un pozo gravitatorio, un embudo si quieres. Esto parece más una depresión.

—¿Y va desde la nave de carga hasta el espejo? —preguntó Ekaterin, tratando de imaginarlo.

—No —respondió el tío Vorthys—. Va desde ese punto de salto cercano hasta el espejo solar. O viceversa.

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