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Authors: China Miéville

Tags: #Ciencia Ficción, #Fantasía

La cicatriz (30 page)

BOOK: La cicatriz
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Un nombre les fue susurrado en una bocanada de sangre, una pista que han aceptado, seguido y encontrado.

Se alzan y contemplan el paisaje de tejados.

Él duerme allí, las patas plegadas debajo de sí, el torso suavemente balanceado por la corriente, los ojos cerrados: la jaiba-macho que han capturado. Los intrusos se ciernen sobre él. Lo acarician y lo tocan y emiten sonidos desde el interior de sus gargantas y los ojos de éste se abren y se debate convulsa, violentamente contra las cadenas con las que lo han maniatado
(tan silenciosa y gentilmente como niñeras, para despertarlo)
y su boca se pone tan tensa que parece que se va a partir y va a empezar a sangrar. Estaría chillando y chillando con la vibrante voz de las jaibas de no ser porque lo han apresado con un collar de hueso que le aprisiona determinados nervios en el cuello y la espalda y le impide articular sonido alguno.

Pequeñas gotas de agua flotan desde la garganta de la jaiba. Los intrusos lo observan con curiosidad. Cuando por fin su frenesí se agota, uno de los que lo tienen prisionero se mueve con elegancia alienígena y habla.

Sabes algo
, dice.
Nosotros también debemos saberlo
.

Comienzan su trabajo, susurrando preguntas mientras tocan y tocan al traductor jaiba con inimaginable pericia y la cabeza de éste salta como impulsada por un resorte hacia atrás y grita de nuevo.

De nuevo, sin un solo sonido.

Los intrusos continúan.

Y más tarde.

El blando lecho del océano desaparece de la vista y el agua se abre en un abismo interminable y las figuras oscuras (lejos de casa) permanecen inmóviles, suspendidas en la oscuridad, y reflexionan.

El rastro ha explotado.

Pequeñas filigranas de rumor se alejan retorciéndose de ellos, dan vueltas y vueltas y los llaman con voz burlona. El barco sureño ha desaparecido. Desde los rocosos extremos del continente, donde se alza la tierra para separar el agua dulce de la salada, lo han seguido hasta el Canal del Basilisco, hasta los dedos apuntados hacia el cielo de Ciudad Salkrikaltor, hasta ese navío que navega humeando entre el mar y el lugar montado a horcajadas sobre el río, Nueva Crobuzón. Pero ese barco ha desaparecido, dejando tras de sí un persistente rastro de mentiras e historias.

Bocas de las profundidades. Piratas fantasma. La Torsión. Tormentas ocultas. La ciudad flotante.

Una vez tras otra, la ciudad flotante.

Los cazadores investigan las plataformas de perforación que se yerguen en las aguas meridionales de Salkrikaltor: soportes como árboles de tamaño colosal, como patas de paquidermo, bloques de hormigón sobre el lecho del océano, el barro que rezuma a su alrededor como si fuesen dedos de un pie.

Los taladros perforan la blanda roca y le sorben los jugos. Las plataformas se alimentan en los bajíos como seres de las marismas.

Hombres vestidos con cáscaras de cuero descienden atados a cadenas para cuidar a los gigantes de voz morosa y los cazadores los abaten con la facilidad de los depredadores expertos. Les quitan las máscaras y los hombres se convulsionan fútilmente y emiten sus vidas en burbujeantes aullidos de aire. Los extraños los mantienen vivos con hechizos, con besos de oxígeno, con masajes que frenan su ritmo cardiaco y los conducen a cavernas bajo el agua y los hombres suplican por su vida y, ante la insistencia de sus captores, les cuentan toda clase de historias.

Historias, por encima de todo, sobre la ciudad flotante que robó el
Terpsícore
.

Cae la noche y las sombras vertidas por el día se extinguen. Las inciertas figuras tienen toda el agua del mundo para buscar. Los océanos: el Rime; el Boxash; el Vassilly y el Tarribor y el Teuchor; el Mudo y el Hinchado. Y el Mar de los Caballeros y el Mar Espiral y el Océano del Reloj y el Oculto y otros; y todos los estrechos, los golfos y los canales; y las bahías y las ensenadas.

¿Cómo pueden registrarlo todo? ¿Cómo podrían empezar?

Le preguntan al mar.

Parten mar adentro.

¿Dónde está la ciudad flotante?
, preguntan.

El rey de los tiburones trasgo no lo sabe o no le importa. Los corkanth no se lo dirán. Los cazadores preguntan por todas partes:
¿Dónde está la ciudad flotante?

Encuentran inteligencias monacales que se ocultan bajo la apariencia de bacalaos y congrios, que aducen ignorancia y se alejan nadando para reanudar su contemplación. Los cazadores preguntan a las salinas, los elementales de la salmuera, pero no logran comprender los chillidos líquidos de información que reciben como respuesta.

Tras alzarse con el sol y volver a emerger a la superficie, los cazadores se dejan mecer por las olas y vuelven a pensar.

Preguntan a las ballenas.

¿Dónde está la ciudad flotante?
, preguntan a las gigantescas y estúpidas devoradoras de krill, la gris, la jorobada y la azul. Se encaraman a ellas como alpinistas y manipulan los centros del placer de sus pesados cerebros. Las sobornan ahuyentando una riada de plancton de toneladas de peso hacia sus sonrientes fauces.

Los cazadores convierten la pregunta en una orden.

Encontrad la ciudad flotante
, dicen, utilizando conceptos lo bastante simples para que las ballenas los comprendan.

Y lo hacen. Los enormes animales reflexionan. Sus sinapsis operan con tal lentitud que los cazadores se impacientan (pero saben que deben esperar). Finalmente, después de varios minutos en los que el único sonido es el chapoteo de las ballenas al remontar el oleaje, con un estruendo de cánticos entonado al unísono, rompen el silencio.

Gimen a lo largo de miles de millas, sondeando, buscando con el eco, enviándose mensajes estúpidos y amistosos entre sí, haciendo lo que les han ordenado, buscar a Armada.

Tercera Parte
La fábrica de brújulas
15

—Van a despertar a un avanc.

El rostro de Silas era una mezcla confusa de perplejidad, de negación, toda una gama de incredulidades.

—Eso no es posible —dijo con voz queda mientras sacudía la cabeza.

Bellis torció la boca.

—¿Porque los avancs son criaturas de leyenda? —le espetó con dureza—. ¿Extintas? ¿Cuentos de niños? —frunció los labios y agitó el libro de Krüach Aum—. Quienquiera que guardó este libro hace veinte años, pensó que no era más que un cuento de niños, Silas. Yo sé leer el Kettai Alto —su voz estaba llena de urgencia—. Éste no es un libro para niños.

El día estaba terminando y el murmullo de la ciudad continuaba en el exterior. Bellis miró por la ventana y contempló cómo moría la luz formando películas de colores espectaculares. Le tendió a Silas el libro y volvió a hablar.

—No he hecho mucho más durante los dos últimos días. He estado vagando por la biblioteca como un maldito eidolón, leyendo el libro de Aum. —Silas estaba pasando las páginas una por una, cuidadosamente, escudriñando el texto como si fuera capaz de comprenderlo, aunque Bellis sabía que no era así.

—Está en Kettai Alto —le dijo—. Pero no proviene de Gnurr Kett ni es antiguo. Krüach Aum era un anophelii.

Silas levantó la mirada, horrorizado. Hubo un largo silencio.

—Créeme —dijo Bellis. Estaba exhausta y su tono de voz lo demostraba—. Sé cómo suena. He pasado dos días tratando de averiguar todo cuanto podía. Yo también creía que habían muerto, pero sólo están agonizando, Silas. Llevan más de dos mil años agonizando. Cuando el Reino Malarial se desplomó, fueron erradicados de Shoteka, Rohagi y de la mayor parte de los Fragmentos. Pero lograron sobrevivir… en un pequeño pedazo de roca situado al sur de Gnurr Kett. Y lo creas o no, incluso después de la caída del Reino, sigue habiendo gente que comercia con ellos —asintió con aire sombrío—. Han firmado un acuerdo con Dreer Samher o Gnurr Kett o los dos o algo parecido. Eso no he podido discernirlo. Y escriben libros, por lo que parece —señaló el volumen—. Sólo los dioses saben por qué en Kettai Alto, precisamente. Puede que sea la lengua que hablan ahora… Serían los únicos en el mundo. No lo sé. Maldita sea, Silas, puede que todo esto no sea más que una estupidez —soltó con repentina irritación—. Puede que todo el asunto sea una farsa o una mentira o, sí, un cuento para niños. Pero Tintinnabulum me ha pedido que buscara cualquier obra de Krüach Aum así que no creo que el tema de este libro sea una simple coincidencia.

—¿Qué dice? —preguntó él.

Bellis recuperó el libro y tradujo lentamente las primeras líneas.

—«Mentiría si dijera que escribo esto sin orgullo. Estoy ahíto de orgullo porque he… encontrado una historia que contar, una historia sobre lo que no había sido hecho desde los tiempos del Imperio de los Espectrocéfalos y fue logrado de nuevo, hace mil años. Uno de nuestros ancestros, después de que nuestras reinas murieran y viniéramos a este lugar a escondernos… usando… máquinas y taumaturgia… caminó sobre las aguas… hasta llegar a un lugar oscuro… y lanzó hechizos sobre la boca del agua y tras veintiún días de calor, sed y hambre… convocó una cosa grande y misteriosa» —levantó la mirada hacia Silas y concluyó—. «La montaña que nada, el dios ballena, la mayor bestia que jamás haya visitado nuestro mundo, el avanc».

Cerró el libro con suavidad.

—Convocó un avanc, Silas.

—¿Qué ocurrió? —dijo éste—. Tú lo has leído, ¿qué
ocurrió
?

Bellis suspiró.

—No dice cómo ni dónde, pero parece ser que Aum encontró un puñado de manuscritos antiguos, una vieja leyenda. Y los reunió y los comprendió y volvió a contar la historia. La historia de un anophelius cuyo nombre no menciona. Hace siglos. Hay diez páginas sobre sus preparativos. El hombre ayuna, investiga, mira el mar durante mucho tiempo, reúne las cosas que necesita: barriles, licor, máquinas antiguas que han estado reuniendo polvo sobre la playa. Sale al mar. Solo. Tratando de gobernar un barco demasiado grande para un solo tripulante pero nadie osaría acompañarlo. Está buscando un lugar en particular, una especie de… fosa muy, muy profunda, una sima en el lecho del océano. Allí es donde emprende su caza. Allí es donde lanza sus hechizos. Allí es donde quiere que… acuda el avanc desde el lugar en el que moran normalmente los de su raza. Luego siguen veinte páginas bastante aburridas sobre las privaciones del mar. Hambre, sed, calor, humedad… ese tipo de cosas. Sabe que está en el lugar correcto. Está seguro de que su anzuelo se está… internando en otro lugar. Atravesando la celosía del mundo. Pero no logra atraer al avanc. No existe un anzuelo tan largo. Entonces, al tercer día, cuando está totalmente exhausto y su barco está siendo arrastrado por extrañas corrientes, el cielo se oscurece. Se acerca una tormenta eléctrica. Y él decide que no basta con estar en el lugar correcto: necesita poder para atrapar a la cosa. La lluvia y el viento lo están zarandeando y el mar se está volviendo loco. El barco salta entre olas enormes y cruje como si estuviera a punto de hacerse añicos.

Silas la estaba escuchando con los ojos muy abiertos y Bellis tuvo de repente una imagen ridícula de sí misma como una profesora contándole un cuento a un niño.

—Conforme el epicentro de la tormenta se acerca más y más, coloca un rollo de alambre en lo alto del palo mayor, lo pasa alrededor de los aparejos y lo conecta a una especie de generador. Entonces… —suspiró—. La verdad es que no he logrado entender lo que pasó entonces. Utiliza alguna forma de taumaturgia. Creo que estaba tratando de invocar fulminis, elementales de electricidad, o sacrificarlos o algo así pero no está del todo claro. Bueno… —se encogió de hombros—, tuviera éxito o no, fuera porque un elemental respondiera o simplemente como resultado de un cable de cobre enroscado alrededor de treinta metros de mástil en medio de una tormenta eléctrica, el caso es que un rayo cayó sobre el conductor.

Abrió el libro para mostrarle la ilustración relevante: la silueta del barco, dibujada con trazos blancos, mientras un rayo bastante grueso y con un trazado geométrico se clavaba como una sierra en lo alto del mástil.

—Una masiva descarga de energía recorre los motores. Los controles taumatúrgicos que ha improvisado para tratar de atraer y controlar al avanc son sacudidos de repente por espasmos de potencia supercargada y al instante se consumen. Y su barco se estremece y las grúas y cabrestantes que sujetaban el anzuelo se doblan de repente y algo se alza desde las profundidades. Pescó un avanc, dice Aum. Y éste emergió,

Bellis se quedó callada. Pasó las páginas y leyó las palabras de Aum para sus adentros.

El océano vibró con un aullido, ocho kilómetros más abajo y las aguas se alzaron y se estremecieron y fueron desplazadas en grandes cantidades y las olas murieron mientras las mareas eran suplantadas por una gran acometida procedente de las profundidades y el agua arrojó al barco por los aires como si fuera una mota de polvo y el horizonte desapareció cuando el avanc emergió a la superficie.

Eso era todo. Ninguna descripción de la criatura. La página de la derecha, la que hubiera debido contener una ilustración, estaba en blanco.

—Lo ve —dijo en voz baja—. Cuando contempla su tamaño se da cuenta que con sus anzuelos y hechizos no ha conseguido más que atraerlo. Había creído que podría sacarlo a la superficie como un pescador… Algo imposible. El avanc rompe las cadenas sin esfuerzo. Y entonces vuelve a sumergirse y el mar queda vacío. Y él vuelve a estar solo y tiene que prepararse para regresar a casa.

Bellis se imaginaba la escena y la conmovía. Podía imaginarse a la figura quebrantada, empapada, en medio de una tormenta que aún seguía arreciendo, podía imaginar cómo se ponía en pie y se arrastraba por la cubierta de su barco mal preparado. Cómo volvía a poner en marcha los agonizantes motores, cómo regresaba a trancas y barrancas, hambriento y exhausto y, por encima de todo, solo.

—¿Tú crees que es cierto? —dijo Silas.

Bellis abrió el libro por su última sección y lo sostuvo frente a él para que pudiera verlo. Las páginas estaban abarrotadas de notaciones matemáticas de apariencia extraña.

—Las últimas veinte páginas están llenas de ecuaciones, notas taumatúrgicas y referencias para sus colegas. Aum las llama un apéndice de datos. Resulta casi imposible traducirlas. No las entiendo… es teoría avanzada, cripto-álgebra y cosas así. Pero está realizada con increíble cuidado. Si se trata de una falsificación, es innecesariamente compleja. Lo que ha hecho… Aum ha verificado los detalles, de las fechas, de las técnicas, la taumaturgia y la ciencia… ha descubierto cómo lo hizo el otro. Estas últimas páginas… son una exposición, un tratado científico, que explica cómo se debe proceder. Cómo puede convocarse a un avanc. Silas, este libro fue escrito e impreso en el último Año Vulfinch de Kettai. Eso fue hace veintitrés años. Lo que significa, entre otras cosas, que Tintinnabulum y sus seguidores están equivocados: él creía que Aum había vivido el siglo pasado. Fue impreso en Kohnid, Gnurr Kett, por la editorial Sabiduría Temblorosa. En esta biblioteca no hay demasiadas obras en Kettai, como era de esperar. Y de las que hay, la gran mayoría están escritas en Kettai Base. Pero hay también unas pocas en Kettai Alto y las he examinado todas. Temblorosa Sabiduría publica en Kettai Alto: filosofía, ciencia y textos antiguos, mecanomía gnóstica y cosas así. Obviamente, Temblorosa Sabiduría considera que este libro es merecedor de su atención, Silas. Si es un fraude, ha conseguido engañar a toda una editorial científica… así como, maldita sea, a las mejores mentes de la jodida Armada. ¿Qué más están leyendo los científicos de los Amantes, Silas? La
Teoría de la Megafauna
, de mi amigo Johannes. Otro suyo, sobre la vida trasplanar. Teorías radicales sobre la naturaleza del agua, libros sobre ecología marina. Y se están volviendo locos tratando de dar con este libro, probablemente porque Tintinnabulum y sus cazadores han encontrado algunas referencias a él y no logran hallarlo. Por el amor de Jabber, ¿qué crees que significa todo eso? Silas, he leído esta cosa —lo obligó a mirarla a los ojos—. Es real. Éste es un libro que enseña cómo convocar a un avanc. Y cómo controlarlo. El anophelius sobre el que Aum escribió… el avanc logró librarse de su influjo con facilidad. —Se inclinó hacia delante—. Pero él era sólo un hombre. Armada es una ciudad. Él tuvo que utilizar motores a vapor de desecho. Armada tiene
barrios
industriales enteros. Hay cadenas gigantes bajo la ciudad… ¿Lo sabías? ¿Qué crees que planean hacer con ellas? Y Armada cuenta además con la
Sorghum
—Dejó que sus palabras calaran hondo y vio que los ojos de su amigo cambiaban ligeramente—. Esta ciudad posee centenares de litros de jodida leche de roca, Silas, y pretende conseguir varios centenares más. Sólo Jabber sabe qué taumaturgia podrían alimentar con toda esa mierda. Los Amantes creen que pueden tener éxito donde el hombre de Aum falló —dijo simplemente—. Se dirigen a la fosa abisal para convocar a un avanc. Lo enjaezarán a la ciudad. Y lo controlarán.

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