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Authors: Nalini Singh

Tags: #Fantástico, infantil y juvenil, romántico

La dama del arcángel: El Gremio de los Cazadores 3 (38 page)

BOOK: La dama del arcángel: El Gremio de los Cazadores 3
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Después hablaron de otras cosas. Cosas mucho más dolorosas.

—Echo de menos a Betsy —susurró Eve, que había apretado la mano hasta convertirla en un pequeño puño—. Era mi mejor amiga.

—Lo sé, pequeña.

Los ojos de Eve se llenaron de lágrimas mientras se arrojaba a los brazos de Elena. Parecía mucho más joven de la edad que tenía. Era el bebé de la familia.

—Mamá cree que no lo sé, pero sí que lo sé. Éramos iguales. Todo el mundo lo decía.

Elena no supo qué decir, cómo curar aquella herida, así que se limitó a abrazar con fuerza a Evelyn y a mecerla hasta que las lágrimas cesaron.

—Chist… Calla, cielo. No creo que a Betsy le gustara verte tan afectada.

—Era tan buena, Ellie… —Un sollozo—. La echo de menos todos los días.

Elena lo entendía en lo más profundo de su alma. Ella echaba de menos a Ari, a Belle y a Marguerite cada segundo de cada día.

—¿Por qué no me hablas sobre ella?

Evelyn tardó un buen rato en tranquilizarse un poco y poder hablar, pero cuando lo consiguió, fue como si se hubiera roto una presa. Le habló no solo de Betsy, sino también de Celia, la chica que «tocaba el clarinete mejor que nadie» y que no se reía cuando ella cometía un error durante la clase.

Elena permaneció sentada, escuchando. Llegó a la conclusión de que Eve no le había hablado a nadie más sobre aquello, de que había reprimido su dolor. Podía entenderlo en lo que se refería a Jeffrey, pero el amor que Gwendolyn sentía por sus hijas era palpable.

—¿Por qué no le has hablado a tu madre sobre Betsy y Celia?

—Ella está triste todo el tiempo. —Palabras sabias de una niña con unos ojos grises muy serios—. ¿A ti no te importa que te lo cuente?

—No, por supuesto que no.

Una mirada directa, ya sin lágrimas.

—Antes creía que eras mala, y que por eso padre nunca te invitaba a quedarte con nosotros.

Elena sintió una punzada de dolor en el corazón.

—¿En serio?

—Sí. Pero no eres mala. Eres buena. —Un abrazo de oso de unos bracitos sólidos—. Puedes quedarte en mi casa cuando tenga una —le susurró al oído.

Elena aún albergaba aquel regalo emocional en su corazón unos minutos después, cuando empujó la puerta del estudio de su padre sin molestarse en llamar primero. Lo encontró de pie junto a las puertas correderas de la terraza, contemplando la lluvia. Sin saber muy bien por qué no se daba la vuelta y se largaba de allí, cerró la puerta al entrar y se adentró en la habitación para apoyarse en la jamba opuesta. Había alrededor de un metro de distancia entre ellos.

Fuera, la lluvia caía como una cortina plateada que empapaba el mundo. No sabía si se debía a la conversación que había mantenido con Gwendolyn o a alguna otra cosa, pero al final fue la primera en hablar.

—A mamá le encantaba la lluvia.

»—Ven,
chérie
, baila con tu mamá.

»Sentía la hierba húmeda y esponjosa bajo los pies. Su pecho se sacudía de tanto reír mientras corría hacia fuera con Beth a su lado.

—¡Mamá!

Risas, ternura y despreocupación mientras Marguerite giraba bajo la lluvia, con las faldas volando a su alrededor como un remolino de colores.

—Mamá. Bonita. —La voz suave de Beth, que apretaba la mano de Elena mientras ambas saltaban en los charcos alrededor de la figura danzante de su madre.»

—Sí. —Una palabra seca—. Le gustaba la lluvia, pero no pudo sobrevivir a la tormenta.

Desconcertada por el hecho de que Jeffrey hubiera respondido, Elena no supo qué hacer ni qué decir. Se frotó el puño contra el pecho, como si con aquello pudiera eliminar años de dolor.

—No era fuerte. No era como tú. —Marguerite había sido la luz y las risas, el fuego de sus vidas.

Una risa amarga.

—No habría necesitado serlo si ese día yo hubiera estado allí.

Aquella conversación no era la que ella había previsto, y se sentía asustada, perdida, una niña de nuevo. Se aferró al marco de la puerta y pensó en aquel fatídico día en el que todo se había derrumbado. Recordó que su padre no estaba.

—Fuiste a recoger a Beth a casa de su amiga, donde había pasado la noche. —Siempre se sentiría agradecida por aquella pequeña concesión del destino que había evitado que su hermana pequeña sufriera las atenciones del asesino.

Una mirada gris y fría tras los cristales de las gafas.

—Me peleé con Marguerite y salí a despejarme la cabeza. Recogí a tu hermana mucho más tarde de lo que debía.

El universo de Elena comenzó a dar vueltas.

—Nos peleamos porque a mí me parecía que era demasiado frívola. Quería que fuera la esposa de un hombre de negocios…

—… y ella era una mariposa —susurró Elena. Sabía que, pese a la dureza de sus palabras, su padre había amado de verdad a su primera esposa. La había amado como no había vuelto a amar a nadie nunca más.

«—Cielo, este pastel tiene un aspecto delicioso.

Marguerite riendo y tirando de la corbata de seda de Jeffrey para que se agachara un poco y ella pudiera darle un apasionado beso.

—El pastel tiene un aspecto horrible y tú lo sabes,
mon mari
.

Una sonrisa que convertía a su padre en el hombre más apuesto del mundo.

—Ya, pero la cocinera es sin duda deliciosa.»

Mientras aquel fragmento de recuerdo se proyectaba en su mente desde algún rincón secreto, Jeffrey se enderezó y se metió las manos en los bolsillos de los pantalones. Elena supo que aquel extraño instante había pasado antes incluso de que hablara.

—¿Estás aquí para decirme que vendrán algunos de tus nuevos amigos a hacerles daño a tus hermanas?

Elena dio un respingo.

—Están bajo vigilancia constante.

Jeffrey ni siquiera la miró.

—Me aseguraré de que se sepa que no eres un miembro bien recibido en esta familia.

Era una estupenda medida de precaución, pero le dolía como si fuera un atizador al rojo vivo clavado en su corazón.

—De acuerdo. —Se quedó sin voz, pero no dejó que se notara. Se negaba a desmoronarse delante de aquel hombre; un hombre que no podía ser el mismo que le había sujetado la mano en el depósito de cadáveres de aquel hospital hacía veinte años—. De ahora en adelante, cada vez que quiera reunirme con Eve, lo haré en el Gremio. No hay razón para que nadie se cuestione mi presencia aquí.

Jeffrey no dijo nada.

Elena se dio la vuelta para marcharse.

—Elieanora.

Se quedó paralizada con la mano en el picaporte.

—¿Sí?

—De todas mis hijas, tú siempre has sido la que más se parece a mí.

Tras negar aquella posibilidad con todas las fibras de su ser, salió de la casa sin mirar atrás. Rafael ya estaba allí, y la elevó hacia los cielos hasta que se encontró a la altura suficiente para volar sin ayuda. Y volaron… mientras ella intentaba enterrar las palabras de su padre bajo una montaña de verdades.

Elena

¡
No soy como él! Yo jamás le haría a mi hija lo que él le hizo a la suya
.

Rafael no se mostró de acuerdo de inmediato, y cuando habló, sus palabras no fueron las que ella deseaba oír.

Ambos sois supervivientes, Elena. Tú elegiste métodos distintos para conseguirlo, pero ambos lo sois
.

Le temblaba el labio inferior, y le frustraba tanto aquel signo de debilidad que se lo mordió con fuerza hasta que sangró.

Él sobrevivió destruyendo todos los recuerdos de nuestra familia. Yo los guardo aquí
. Se dio un puñetazo en el pecho mientras parpadeaba para sacudirse la lluvia de los ojos.

Yo no soy el defensor de tu padre. Lo mataría si después no me odiaras por ello, pero la existencia de su amante contradice lo que piensas
.

Tras librarse de nuevo de las gotas de lluvia —y darse cuenta de que aquellas gotas saladas no caían del cielo después de todo—, Elena recordó a la pobre mujer a quien Uram había destrozado en plena orgía de violencia por Nueva York. Aquel cabello rubio pálido y aquella piel dorada habían sido una pobre imitación de la belleza de mariposa de su madre… pero una imitación al fin y al cabo.

No puedo
, dijo. Sentía un doloroso nudo en el centro del pecho.
No puedo verlo de esa manera
.

Llegaron a la Torre y Rafael esperó a que aterrizaran para empezar a hablar. La estrechó entre sus brazos y alzó las alas para protegerla de la lluvia que caía una vez más.

—Tal vez seas la hija de Jeffrey —le susurró al oído—, pero también eres la hija de Marguerite.

La cazadora se aferró a su espalda y hundió los dedos en sus músculos mientras enterraba la cara en su cuello.

—Esa es la cuestión —murmuró. Casi deseaba que él no pudiera oír sus palabras bajo el estruendo de la tormenta—. Detesto a ese hombre por lo que es… pero al menos él sigue aquí.

Un solitario zapato de tacón rojo sobre el frío suelo de baldosas blancas y negras. Una delgada sombra que se balanceaba sobre la pared del Caserón. Aquellos eran los últimos recuerdos que tenía de su madre.

—Al menos, él no se rindió cuando todo se fue a la puta mierda. ¡Fue muy duro para todos nosotros! Pero ella se marchó. ¡Decidió abandonarnos!

Su arcángel no dijo nada. Se limitó a cobijarla entre sus brazos y bajo la protección de sus alas mientras la tormenta desataba una implacable furia a su alrededor.

Rafael sabía que su cazadora necesitaba tiempo, pero no podía concedérselo. Aquel día no.

Debemos irnos, Elena
, le dijo demasiado pronto.
El cielo comienza a despejarse
.

Un gesto de asentimiento contra su pecho.

—No te preocupes, arcángel. Estoy bien.

No, pensó él, no lo estaba. Pero sobreviviría, igual que había sobrevivido a las pérdidas de su infancia, a la maldad de Uram y a la asombrosa transformación de mortal a inmortal.

Vamos
.

El vuelo sobre el Hudson fue relativamente rápido, puesto que ya no tenían el viento en contra. Una vez en casa y con ropas secas, Elena dijo:

—Voy a averiguar si mis compañeros han sido capaces de conseguir algo más de información desde Japón.

Mientras Elena indagaba, Rafael habló con el líder de sus Siete en la biblioteca.

—¿Crees que habrá algún problema en mi ausencia? —Lijuan no era la única que se había percatado de que era más vulnerable a las heridas, y eso podía animar a otro ángel necesitado de conquistas.

Dmitri negó con la cabeza.

—El hecho de que yo permanezca aquí desanimará a cualquiera que albergue ideas extrañas. Saben que no soy un vampiro recién Convertido.

—Si se produce algún ataque, mata sin miramientos. —Solo los más despiadados podrían mantener la ciudad a salvo—. Voy a dejar a Veneno contigo, y a Jason preparado para volar hasta aquí si resulta necesario. Galen cuidará de la zona del Refugio. Illium vendrá conmigo, y Naasir ya está en Tokio. —El vampiro se reuniría con ellos en Kagoshima.

—¿Qué pasa con Aodhan?

—Voy a enviarlo de vuelta al Refugio. —El ángel ya había indicado la posible localización de Caliane en el mapa del satélite—. No quiero dejar a Galen solo. —Era posible que algún miembro del Grupo intentara asestarle un golpe eliminando a uno de sus Siete.

—Yo también habría optado por Aodhan —dijo Dmitri—. Si no tenemos en cuenta a Galen, es él quien más veces se ha encargado de tus asuntos en el Refugio. —El vampiro se volvió un poco cuando Elena entró en la estancia, y Rafael tuvo la certeza de que le había enviado una descarga de su esencia para fastidiarla. Estaba a punto de decirle a Dmitri que aquel día no estaba para bromas cuando vio que Elena sonreía.

—¿Te resulta difícil conseguir una cita, querido Dmitri? —susurró—. Tengo un número al que puedes llamar.

Dmitri entrecerró los ojos, y en aquel instante desapareció todo rastro del hombre sofisticado que había llegado a ser el segundo al mando de Rafael. De pronto volvió a ser un guerrero forjado a fuego.

—Pareces débil. —Una crítica—. No estás en forma para entrar en batalla junto a Rafael.

Ten cuidado, Dmitri
. Una advertencia suave… Rafael permitía que Dmitri presionara a Elena porque lo cierto era que ella necesitaba aprender a contenerse frente a los vampiros y los ángeles. Dmitri era un terreno de pruebas perfecto. Con todo, había algunos límites que no permitiría que el vampiro cruzara.
Estás hablando con mi consorte
.

Dmitri apretó la mandíbula y separó los labios para replicar, pero Elena arremetió contra él.

—Puede que esté hecha un asco, pero te aseguro que estoy sedienta de sangre. —Su voz era como una hoja de afeitar—. Y si sales un momento fuera, me encantaría demostrártelo.

—Nunca le haría daño a la consorte de mi sire. —Modales glaciales.

Con las mejillas ruborizadas, Elena apoyó los puños en sus caderas.

—Rafael, dile que no le harás nada si salgo «herida».

La sonrisa de Dmitri era pura provocación.

—Eso sería mentir, Elena. Le rebanaría la garganta.

—Supongo que es una lástima, pero tendrás que esperar a otro día para que te toque —señaló el vampiro.

Elena los fulminó a ambos con la mirada.

—No es de extrañar que os llevéis tan bien. Iré a finalizar las llamadas… Solo quería que supieras que un cazador que se encontraba en esa parte de Kagoshima hace una semana me ha dicho que la situación le puso los pelos de punta en todo momento mientras estuvo allí. Como si algo le dijera que se marchara… Algo o «alguien».

Rafael miró al líder de sus Siete a los ojos en cuanto Elena se marchó.

—Algún día llegarás demasiado lejos.

Dmitri había demostrado su lealtad, pero Elena era su corazón. No había comparación posible.

El vampiro encogió los hombros.

—Lucha mejor cuando está furiosa que cuando está herida.

¿
Y el hecho de que disfrutes provocándola no ha tenido nada que ver
?

—Beneficios colaterales. —La sonrisa de Dmitri se desvaneció al instante—. Sire, ¿qué quieres que haga si tu madre despierta?

Rafael comprendió qué era lo que le preguntaba en realidad su segundo al mando.

—Si despierta y es como antes, nadie podrá hacer nada.

30

L
a última vez que Elena pisó Japón, seguía el rastro de un inversor ejecutivo, un vampiro que había decidido que, después de servir diez años de los cien que había firmado en su contrato, se dedicaría a vivir la buena vida utilizando el dinero que había extraído de las cuentas de sus clientes vampíricos más confiados.

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