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Authors: Isaac Asimov

Tags: #Historia

La formación de América del Norte (17 page)

BOOK: La formación de América del Norte
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Pero el fracaso del Acta de Navegación en las colonias fue atribuido por los ingleses a sus excesivas omisiones. Por esta razón el Acta fue continuamente reforzada, aun después de la época de Cromwell. En 1660 se decretó que los barcos que comerciasen con Inglaterra fuesen construidos en Inglaterra o en las colonias. En 1663 se ordenó que todo barco de cualquier otra nación que llevase artículos de esta nación a las colonias debía primero detenerse en Inglaterra (permitiendo así que Inglaterra obtuviese los beneficios del intermediario, a expensas de elevar los precios para los colonos). Además, se aumentó continuamente el número de productos específicamente sometidos al Acta de Navegación, y las colonias tuvieron que vender mercancías tales como azúcar, tabaco, arroz, melaza, pieles, etcétera, sólo a Inglaterra (y por ende al precio que quisieran pagar los comerciantes ingleses).

Y cuanto más se apretaba el tornillo, tanto más apelaban los colonos al contrabando. Inglaterra nunca aprendió que el intento de exprimir a los colonos a cinco mil kilómetros de distancia no podía tener éxito y que habría sido más provechoso dejar que las colonias se desarrollasen libremente. El fracaso en aprender esta lección, con el tiempo, costaría caro a Inglaterra.

Pero si los colonos no podían hacer más que desobedecer, los neerlandeses, que eran los otros afectados por el Acta de Navegación, podían emprender una acción directa. En 1652 estalló una guerra naval entre los Países Bajos e Inglaterra. Durante dos años arreció la guerra, con doce batallas navales en total. La guerra no fue decisiva, pero terminó en 1654; los neerlandeses llevaron en general la peor parte.

El aspecto importante de esa guerra fue que puso fin a la amistad entre las dos naciones, amistad que se había mantenido durante toda la larga revuelta neerlandesa, cuando ambas naciones estaban unidas por su temor a la gran potencia católica, España. La nueva enemistad se extendió a América, desde luego, y aumentó aun más la hostilidad entre Nueva Holanda y las colonias inglesas del Norte y el Sur.

En 1658 murió Cromwell, y con su muerte brillaron las perspectivas de una restauración de la monarquía. En 1660 el hijo exiliado de Carlos I fue llamado de vuelta a Gran Bretaña y empezó a gobernar como Carlos II.

Con Carlos II volvieron muchos exiliados realistas cuyas propiedades habían sido confiscadas por el régimen de Cromwell. Naturalmente, deseaban que les devolviesen sus propiedades, y con beneficios adicionales como recompensa de su lealtad.

Pero Carlos II no pudo hacer eso. Era un hombre muy sensato y sabía que si trataba de arrancar las tierras a gente que las poseía desde hacía una década o más, sencillamente provocaría una nueva guerra civil y se vería obligado a exiliarse una vez más. De modo que asignó tierras a sus adeptos en América, cosa que podía hacer sin problemas.

Carlos II no sentía afecto alguno por los neerlandeses, quienes lo trataron de manera poco amable durante los años de su exilio, y se estaba acercando una nueva guerra. Por consiguiente, una de sus primeras medidas fue otorgar el territorio de Nueva Holanda (que no era suyo, por supuesto) a alguien a quien consideraba digno: su hermano menor Jacobo, Duque de York y de Albany.

Parecía un buen golpe político. Si los ingleses podían tomar Nueva Holanda, toda la costa, desde Massachussets hasta Virginia, sería ininterrumpidamente inglesa. Más aun, los ingleses podían adueñarse de los beneficios que los neerlandeses obtenían del comercio de pieles y, quizá, si los neerlandeses desaparecían del escenario americano, sería más fácil aplicar el Acta de Navegación.

Fue así como el duque de York equipó una flota de cuatro barcos. Bajo el mando de uno de sus subordinados, Richard Nicolls, los barcos cruzaron el Atlántico y el 29 de agosto de 1664 entraron en el puerto de Nueva Amsterdam y exigieron su rendición.

El viejo Peter Stuyvesant fue cogido por sorpresa. Se le había hecho creer que los barcos se dirigían a Nueva Inglaterra, donde los colonos puritanos mostraban una terca renuncia a aceptar el gobierno de Carlos II.

Enfrentado con los ingleses sin preparativos para la defensa, Stuyvesant, que ya tenía más de setenta años, llamó enérgicamente a la resistencia. Pero llamó en vano. En total vivían en Nueva Amsterdam 1.600 personas y quizá 8.000 en toda Nueva Holanda. En un combate seguramente serían aplastados por la población, mucho más numerosa, de Nueva Inglaterra. Además muchos, si no la mayoría, de los habitantes de Nueva Amsterdam no eran neerlandeses y no sentían mucho fervor patriótico. Sencillamente, se negaron a resistir.

Nueva Amsterdam se rindió sin disparar un tiro el 7 de septiembre de 1664. El 20 de septiembre también se rindió Fort Orange, sobre el Hudson superior, y el 10 de octubre se rindieron los holandeses que estaban a lo largo del río Delaware.

Toda Nueva Holanda se convirtió en colonia inglesa y el nombre de la parte de ella que está sobre el río Hudson fue cambiado por el de Nueva York, en honor de Jacobo. Nueva Amsterdam se convirtió en New York City y Fort Orange en Albany, en homenaje al otro título de Jacobo.

Pero la verdadera guerra con los Países Bajos se produjo al año siguiente. Según los términos de la paz, firmada en Breda, en los Países Bajos, el 21 de julio de 1667, los Países Bajos renunciaban formalmente a toda pretensión sobre lo que era ahora Nueva York. A cambio, Inglaterra reconoció los derechos neerlandeses a lo que es ahora la Guayana Neerlandesa (hoy Surinam), en la costa del Caribe de América del Sur. Fue un intercambio notablemente pobre para los Países Bajos, como podemos comprobar hoy, pero en la época no parecía tan malo.

Los ingleses, con su habitual sensatez, no hicieron ningún intento de despojar a los neerlandeses o de cambiar su modo de vida. Dejaron que practicasen libremente su religión y usasen su lengua. Hasta conservaron el sistema
patroon
. Solamente introdujeron también costumbres inglesas y estimularon la afluencia de colonos ingleses.

Peter Stuyvesant al retornar a los Países Bajos, fue culpado de la pérdida de la colonia. Encolerizado, retornó a Nueva York y pasó sus últimos años en paz bajo la bandera inglesa. Vivió en su granja de New York City, Bouwerie, que dio su nombre a la parte hoy llamada el Bowery.

Stuyvesant murió en 1672; no vivió lo suficiente para ver a los neerlandeses retornar a Nueva York, cuando estalló una nueva guerra con Inglaterra. El 30 de julio de 1673 una flota neerlandesa tomó la ciudad de Nueva York por sorpresa; pero poco más de un año después la guerra terminó y los neerlandeses devolvieron la ciudad a Inglaterra el 10 de noviembre de 1674. Pero no toda Nueva Holanda se convirtió en Nueva York. La parte meridional de las posesiones neerlandesas, entre el río Delaware y el mar, fue cedida por Jacobo de York a dos de sus amigos el 24 de junio de 1664, antes de ser tomada Nueva Holanda.

Uno de ellos era George Cartaret. Había nacido en la isla anglonormanda de Jersey y, después de ser decapitado Carlos I, retuvo Jersey por dos años contra Cromwell, antes de verse obligado a exilarse en Francia. Mientras aún conservaba Jersey, había sido visitado por el hijo de Carlos, el futuro Carlos II, quien le prometió tierras en América como recompensa, tierras que recibirían el nombre de Nueva Jersey. Ahora, quince años después, se cumplió la promesa. Con Cartaret estaba asociado Juan, Lord Berkeley, quien también había luchado por Carlos I.

Las donaciones de Carlos II

Así, cuando Carlos II empezó su reinado, la costa oriental de Norteamérica era sólidamente inglesa, desde Maine hasta Virginia.

Al sur de Virginia había aún un vacío no colonizado de unos 800 kilómetros. Se había evitado cuando España todavía era fuerte, pero España se hacía cada vez más débil. El 24 de marzo de 1663, cuando aún no se había conquistado Nueva Holanda, Carlos II otorgó esa extensión de tierras a ocho de sus leales cortesanos (incluidos Cartaret y Berkeley, que recibirían Nueva Jersey el año siguiente).

Toda la región fue llamada Carolina en honor al rey, de la forma latina de Carlos («Carolus»). Fue en esa región donde se había fundado la primera colonia hugonota, un siglo antes, y los franceses la habían llamado «Carolana» —casi el mismo nombre— en homenaje a su rey, Carlos IX.

En 1670 un grupo de colonos patrocinados por los ocho propietarios llegó a Carolina, estableciendo sus granjas a lo largo de una profunda cala que fue llamada Albemarle Sound, por el nombre del General Monk, uno de los propietarios. Había sido el principal agente en la restauración de Carlos II, y fue nombrado duque de Albemarle como recompensa.

La región estaba a sólo 130 kilómetros al sur de Jamestown, y los virginianos habían estado colonizando la zona desde hacía quince años. Por ello hubo muchas fricciones entre Virginia y Carolina durante algunas décadas, como antes entre Virginia y Maryland. (En ambos casos, Virginia finalmente perdió y sus límites fueron fijados en el río Potomac, al Norte, y a 31° de latitud Norte, en el Sur).

Por la misma época, otro grupo de colonos desembarcó en la parte meridional de la colonia de Carolina. En verdad, desembarcaron tan cerca como se atrevieron de los dominios españoles, a unos 530 kilómetros al sudoeste de Albemarle Sound y a sólo 400 kilómetros al norte de San Agustín. Allí, en abril de 1670, fundaron Charles Town (Ciudad de Carlos), que luego se transformaría en Charleston, así llamada también en honor a Carlos II.

Sólo en 1683 los colonos osaron fundar Port Royal, sesenta y cinco kilómetros más al sur (donde antaño los hugonotes habían tratado vanamente de establecerse), y aun en esa fecha tardía España halló fuerzas para expulsarlos, el 17 de agosto de 1686.

Durante un cuarto de siglo, las colonias de Carolina se fortalecieron, unas en el Norte, otras en el Sur, y con escasas colonias entre unas y otras. Tan dispares eran los grupos —cultivo del tabaco y pequeños granjeros en el Norte, cultivo de arroz y propietarios de plantaciones en el Sur— y tan grande el vacío entre ellos que pronto se vio la inutilidad de tratar de gobernar a toda la región como una unidad. El gobernador permaneció en Charleston, y se estableció a un vicegobernador en la región de Albemarle.

Otra colonia fundada bajo los auspicios de Carlos II tuvo su origen como Maryland y Nueva Inglaterra, en la huida de la persecución religiosa. Involucraba a una secta que se remontaba a los tiempos de Cronwell.

En aquellos días un predicador puritano llamado George Fox había reunido a su alrededor discípulos tan plenamente convencidos de la cercanía entre Dios y el hombre que no veían necesidad alguna de iglesias o sacerdotes.

Fox y sus discípulos eran pacifistas y no aceptaban más autoridad que la de Dios. No se quitaban el sombrero como gesto de respeto hacia ninguna autoridad terrenal y usaban solamente el singular de la segunda persona («thee» y «thou»), porque el uso del plural «you» era en su origen un signo de respeto. Sólo llamaban a toda persona por el nombre de «amigo». Por esa razón se llamaban a sí mismos Sociedad de Amigos. Pero, como Fox solía instar a la gente a «temblar ante el poder de Dios» (en inglés:
quake at the power of God
), sus discípulos fueron llamados burlonamente
quakers,
cuáqueros en español. El nombre fue aceptado y ahora se usa comúnmente para designarlos.

Hoy, para nosotros, los cuáqueros parecen un grupo particularmente inofensivo, pero en el Siglo XVII parecían peligrosos radicales y, por su rechazo del ritual y de la organización eclesiástica, hasta ateos. Se los persiguió mucho y muy duramente, y tres mil de ellos fueron llevados a prisión cuando Carlos II recuperó su trono.

Poco después de aparecer el cuaquerismo, los cuáqueros empezaron a abandonar Inglaterra para marcharse a las colonias americanas, en parte con la esperanza de eludir la persecución y en parte para convertir a otros a sus doctrinas. Pero también allí hallaron una dura oposición y, entre 1659 y 1661, cuatro cuáqueros fueron ahorcados en Boston por quienes pensaban que sólo ellos gozaban de la atención de Dios.

Sin embargo, el cuaquerismo se difundió en las colonias y hasta halló cierto refugio en Nueva Jersey. Berkeley y Cartaret se habían dividido la colonia; el primero tomó la mitad occidental, y el segundo la oriental. El 18 de marzo de 1674, Berkeley vendió su parte de la colonia a dos cuáqueros por mil libras, y, en 1675, se estableció allí la primera colonia cuáquera. El 1 de julio de 1676 la colonia fue dividida oficialmente en dos; la mitad cuáquera fue llamada Jersey Occidental, y a la otra mitad, que aún era de Cartaret, Jersey Oriental. Las dos mitades fueron administradas separadamente.

Entre tanto, el cuaquerismo había logrado un notable converso, en 1666, con William Penn. Era hijo de sir William Penn, almirante británico y hombre de fortuna, que había luchado contra Carlos I y, bajo Cromwell, contra los neerlandeses.

Pero el viejo Penn empezó a simpatizar con la causa realista en el decenio de 1650-1659, y fue uno de los más activos en la restauración de Carlos II en el trono. Más importante aun fue que adelantó 16.000 libras a Carlos. Éste no lo olvidó y se mostró agradecido, no sólo con el padre, sino también con el hijo, aunque el hijo hizo algo tan socialmente torpe como convertirse en cuáquero.

El joven Penn se comprometió a fondo con los intentos hechos por los cuáqueros para convertir a Nueva Jersey en un refugio. Después de la muerte de Cartaret, en 1680, Penn negoció la compra de los derechos sobre Jersey Oriental a sus herederos, el 1 de febrero de 1681. Pero el problema de Nueva Jersey era que se hallaba demasiado cerca de Nueva York, la cual trataba de dominarla como había hecho Nueva Holanda en tiempo de los neerlandeses. Esto originó complicaciones, y Penn consideró que las cosas irían mejor si lograba hallar un territorio virgen, que sólo los cuáqueros colonizasen y dominasen.

Ya había solicitado a Carlos, en 1680, el derecho a colonizar la tierra no ocupada que se halla al oeste del río Delaware. Carlos estaba dispuesto a hacer la concesión a cambio de la cancelación de su deuda con la familia Penn y, el 4 de marzo de 1681, la cuestión quedó arreglada.

Penn propuso llamar a la nueva colonia Sylvania, por la voz latina que significa «región boscosa». Carlos II, que tenía un malicioso sentido del humor
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cambió el nombre por el de Pennsylvania. Penn, como cuáquero se horrorizo de que le hiciese parecer tan arrogante como para dar su nombre a la colonia y se negó a aceptarlo. Carlos, sonriendo, insistió aduciendo que el nombre estaba destinado a honrar a su amigo sir William Penn, que no era cuáquero. Penn ya no pudo negarse.

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