La formación de Inglaterra

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Authors: Isaac Asimov

Tags: #Historia

BOOK: La formación de Inglaterra
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La serie informalmente titulada
Historia Universal Asimov
que reúne las obras dedicadas por el gran novelista y divulgador científico a la evolución política, cultural y material de la especie humana.

La Formación de Inglaterra
abarca el periodo que va de finales del Neolítico y comienzos de la Edad del Bronce —cuya principal manifestación es Stonehenge—, a la aceptación de la Carta Magna por el rey Juan sin Tierra (1215), comprendiendo, por lo tanto, la hegemonía romana de la isla, su cristianización, el periodo anglosajón —caracterizado por la existencia de los siete reinos— y la unificación bajo los normandos y la dinastía Plantagenet.

Isaac Asimov

La formación de Inglaterra

ePUB v1.0

Dermus
10.06.12

Título original:
The Shaping of England

©1969 by Isaac Asimov.

Traducción: Néstor A. Míguez

Editor original: Dermus (v1.0)

ePub base v2.0

A mis padres,

en el año de sus Bodas de Oro.

1. Antes de los romanos

Las Islas Británicas

En el año 1900, el reino insular de Gran Bretaña era la mayor potencia de la Tierra. Regiones de todos los continentes, que constituían un cuarto de la superficie terrestre y de su población, estaban bajo la dominación de la Reina Victoria de Gran Bretaña. Su armada podía derrotar a cualquier enemigo o suma de enemigos. Su lengua estaba difundida por el mundo y tenía mayor número de hablantes que cualquier otra lengua existente.

En las décadas que siguieron a 1900, cuando el poder de Gran Bretaña declinó y dejó de ser la principal nación del planeta, su lugar fue ocupado por los Estados Unidos de América, tierra colonizada originalmente por Gran Bretaña, que hablaba la lengua de Gran Bretaña y vivía bajo un sistema de leyes y gobierno heredado de Gran Bretaña.

¿Cómo llegó Gran Bretaña al pináculo del éxito y el poder? Después de todo, durante miles de años, mientras otras partes del mundo eran ricas y civilizadas, las Islas Británicas estaban escasamente pobladas, eran pobres y bárbaras y nada -nada en absoluto- parecía brindar alguna promesa de una grandeza futura.

La historia de cómo se produjo el éxito británico es larga y no puede ser contada toda en este libro. Pero podemos relatar los comienzos y ver cómo la isla y su población fueron moldeadas bajo los golpes de olas sucesivas de invasores hasta llegar a su estado actual, hace casi mil años, para nunca ser conquistada de nuevo posteriormente.

El principal escenario de este relato lo constituyen las «Islas Británicas», un grupo de islas que se extiende al noroeste de la costa de Europa, con una superficie total de 320.000 kilómetros cuadrados, o sea, aproximadamente el tamaño del estado de Nuevo México de los Estados Unidos.

Las tres cuartas partes del total forman la isla de Gran Bretaña, con una superficie de 230.000 kilómetros cuadrados (aproximadamente el tamaño de Utah). En tiempos antiguos, los romanos la llamaron «Britannia», que en inglés se convirtió en «Britain» (Bretaña en castellano).

¿Por qué es ahora «Gran» Bretaña, pues? La razón de ello es que hace unos quince siglos algunos de los insulares huyeron a través de la franja de agua que la separa de Europa, buscando refugio ante invasores bárbaros. Se establecieron en la región noroccidental de la nación que ahora llamamos Francia, y el lugar en que se refugiaron se convirtió en una especie de Bretaña menor.

Este hecho se ha reflejado en el nombre actual de esa región. Es «Bretagne» en francés y «Brittany» en inglés. En latín es «Britannia Minor», que significa «pequeña Bretaña». Después de esto, la isla de la que provenían los refugiados tuvo que ser llamada «Gran Bretañas», para distinguirla de la pequeña Bretaña del Continente.

Hay algunos aspectos en que la isla es, en verdad, «grande», aun en tamaño. Es la mayor de las islas situadas frente a las costas europeas y la octava en dimensiones del mundo. A través de gran parte de su historia, estuvo ante una Europa en la que las grandes naciones no podían mantenerse unidas y que, por lo tanto, quedó dividida en pequeñas naciones. En tales condiciones, la isla de Gran Bretaña era una nación de respetable tamaño. En verdad, la nación que se destacó a comienzos de los tiempos modernos no ocupaba la isla en su totalidad, sino sólo los tres quintos meridionales de ella.

Al oeste de Gran Bretaña hay una segunda isla importante, de sólo la tercera parte en tamaño. Las romanos la llamaron «Hibernia», y nosotros «Irlanda». Estuvo siempre condenada a permanecer a la sombra de la isla mayor.

Hace unos doce mil años, la región acababa de emerger del más reciente «Período Glaciar». Toda la Europa Septentrional, incluidas las tierras que fueron luego las Islas Británicas, estaba por entonces cubierta por una espesa capa de hielo. Lentamente, los glaciares se retiraron a medida que el clima se hizo más cálido, y por el 10.000 antes de Cristo aparecieron las tierras, frías y húmedas, y nada atractivas para establecerse en ellas.

La Isla aún estaba unida al Continente Europeo en aquellos remotos tiempos, y, atractiva o no, los hombres entraron en ella. Los cazadores cubiertos con pieles de la Edad de Piedra siguieron a los rebaños de animales hacia el Norte, a medida que se retiraban los hielos.

La región británica siguió formando parte del Continente durante varios miles de años. En el Este, muy lejos, se estaban formando pequeñas comunidades agrícolas en Canaán y las tierras altas situadas al norte del río Tigris, en Asia Occidental, y aparecieron en la Tierra los primeros centros diversos de civilización
[1]
; pero en la nueva tierra del Noroeste no había más que grupos dispersos de cazadores errantes.

Lentamente, el clima mejoró, a medida que los oscuros bosques de pinos se extendieron hacia el Norte y los veranos se hicieron más suaves. Y los glaciares que aún había en el Norte siguieron fundiéndose. El nivel del mar aumentó, la superficie terrestre disminuyó y por el 6000 antes de Cristo las aguas en ascenso separaron a Gran Bretaña de Europa y a Irlanda de Gran Bretaña.

Ahora las aguas del Canal de la Mancha corrieron hasta el sur de Gran Bretaña, las del mar de Irlanda al oeste y las del mar del Norte al este.

Quedaron en las islas los primitivos habitantes de la Edad de Piedra, cuyos restos aún se encuentran hoy en la forma de herramientas de piedra pulida y piezas de alfarería. Parecen haber tenido animales domésticos y explotado minas de sílex.

Su situación mejoró en el sentido de que ahora las islas sólo podían ser invadidas por mar, tarea más difícil que una mera migración terrestre. Esto iba a salvar a los habitantes en muchas ocasiones hasta la actualidad, y les dio un sentimiento de seguridad del que los pueblos del Continente raramente pudieron gozar.

Pero no siempre podía confiarse en eso. Las islas iban a experimentar muchas invasiones por mar, algunas de ellas con éxito.

El pueblo del Vaso Campaniforme

Sólo oscuramente podemos entrever la más antigua de esas invasiones. No mucho después del 2000 a. C., el «Pueblo del Vaso Campaniforme» invadió Gran Bretaña. Es así llamado porque dejó características copas para beber, o vasos. También llevó consigo a la Isla el arte de tejer y el de la metalurgia. Este último fue importante, pues el pueblo del vaso campaniforme usaba armas de bronce, mientras que los anteriores habitantes no tenían nada mejor que la piedra. Con armas superiores, los invasores lograron imponer su dominación.

El pueblo del vaso campaniforme debe de haber sido mucho más que un mero grupo de bárbaros que sustituye a otro grupo más primitivo de bárbaros. Han dejado tras de sí reliquias infinitamente más impresionantes que los vasos. Ellas consisten en círculos de grandes piedras planas toscamente talladas y colocadas de pie.

El más famoso de esos círculos es llamado Stonehenge y está situado cerca de la ciudad de Amesbury, a unos ciento diez kilómetros al oeste de Londres. Está formado por dos círculos concéntricos de enormes piedras, de los que el círculo externo tiene 35 metros de diámetro. Las piedras tienen más de cinco metros de alto y dos o dos y medio de ancho. Treinta de ellas, que están de pie, constituyen el círculo externo, con otras treinta que están colocadas encima de ellas. Sólo treinta y dos de las sesenta piedras originales del anillo exterior están todavía allí, y sólo la mitad de ellas están aún erectas. Las piedras que faltan probablemente fueron rotas y usadas para la construcción por los habitantes del lugar de siglos posteriores. El círculo interior estaba formado por piedras menores, de las cuales sólo once están aún de pie. Pero hasta lo que queda constituye un espectáculo impresionante.

El análisis, por medios de datación modernos, de un trozo de carbón hallado en el lugar nos lleva a suponer que Stonehenge fue erigido alrededor de 1750 a. C. Sin embargo, extrañamente, el primer registro de una mención de Stonehenge por gente de la Isla se remonta a sólo once siglos atrás.

A la sazón, los insulares no tenían la menor idea de la gran antigüedad del monumento (que contaba ya con más de dos mil años). Tampoco sabían por qué había sido hecho ni cómo. Pensaban que debía de haber sido levantado por medios mágicos, mediante la hechicería del legendario Merlín.

De hecho, no estamos en mejor situación que los isleños de hace once siglos. Nadie sabe todavía a ciencia cierta cómo el pueblo del vaso campaniforme logró trabajar esas enormes piedras, considerando las herramientas de que disponían. Tampoco estamos seguros de la finalidad de los círculos. Ha estado de moda suponer que Stonehenge y otros círculos de piedra dispersos por las Islas Británicas eran utilizados en ceremonias de religiones primitivas, pero no tenemos ninguna prueba de ello. En general, esta idea surge porque no podemos imaginar ninguna otra cosa para la que pueden haber sido usados.

Pero en 1963, el astrónomo anglo-americano Gerald Hawkins, de la Universidad de Boston, expuso la audaz idea de que los círculos de piedra como Stonehenge eran, en realidad, primitivos observatorios astronómicos. Haciendo uso de lo que quedaba de la construcción (que no sólo incluía las grandes piedras, sino también diversos pozos llenos de piedras), Hawkins demostró que era posible ubicar el sol en ascenso del solsticio de verano y predecir eclipses lunares.

Es difícil creer que un pueblo primitivo pudiese tener un saber astronómico tan complejo, pero es aún más difícil creer que todo lo que Hawkins puede demostrar surja de una mera coincidencia. Al parecer, el círculo tuvo que ser planeado con una intención astronómica. Sin duda, el motivo para seguir los movimientos del Sol y la Luna tan exactamente estaría, con gran probabilidad, vinculado con ritos religiosos, y, si fue así, Stonehenge está indirectamente relacionado con la religión, a fin de cuentas.

El pueblo del vaso campaniforme tampoco estaba completamente aislado de Europa, pese al agua salada que ahora rodea a la Isla. Sus gentes comerciaron con las ricas civilizaciones del Mediterráneo Oriental. Podemos preguntarnos qué. podía ofrecer un pueblo relativamente poco avanzado como el del vaso campaniforme a los ya fastuosos centros de población del Este. La respuesta es: metal.

Durante mil años y más aún, el bronce fue el elemento principal para la guerra. Es mucho más resistente y fuerte que el cuero, y mucho menos quebradizo que la piedra. Era mejor que cualquier otro metal que pudiera hallarse en cantidad. Un ejército equipado con armas de bronce comúnmente podía derrotar a otro que careciese de ellas, y sin muchos inconvenientes. El mismo pueblo del vaso campaniforme lo había demostrado cuando entró en Gran Bretaña desde el Continente Europeo. Para todo grupo guerrero, pues, un problema fundamental era el de asegurarse un adecuado suministro de bronce.

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