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Authors: Isaac Asimov

Tags: #Historia

La formación de Inglaterra (5 page)

BOOK: La formación de Inglaterra
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Por la época del nombramiento de Constancio para el cargo de César, en 293, estaba casado con una mujer llamada Helena, a quien había conocido cuando era sirvienta en Asia Menor. Tuvo de ella un hijo, llamado Constantino. Pero una de las condiciones para la designación de Constancio era que se divorciase de Helena y se casase con la hijastra del emperador occidental, lo cual hizo.

Bajo su benigno gobierno, Britania fue feliz y se ahorró una prueba dura. En 303, Diocleciano fue inducido a lanzar la última y más penosa de las persecuciones que los cristianos sufrieron bajo los romanos. Por entonces los cristianos habían llegado a constituir casi la mitad de la población de las partes orientales del Imperio, y los paganos deben de haber pensado que era menester barrerlos ahora o de lo contrario se harían con el poder.

Pero en el Oeste los cristianos eran muchos menos, y en Britania no eran más de uno de cada diez de la población. Constancio Cloro, aunque no era cristiano, era un hombre tolerante e hizo que el edicto de Diocleciano contra los cristianos sencillamente fuese ignorado. No hubo persecución en Britania.

En parte por esto, Constancio fue recordado con simpatía por los posteriores habitantes de la Isla. Su primera mujer, Helena, posteriormente fue santificada y en su vejez (dice la leyenda) visitó Jerusalén y allí encontró la verdadera cruz en la que Jesús había sido crucificado. En Britania surgió la leyenda adicional de que había sido una princesa britana e hija nada menos que del mismo Viejo Rey Cole, una curiosa promoción para una sirvienta de Asia Menor.

Pese a la suavidad de Constancio Cloro, en su época se ubica el primer relato de martirios en Britania. Se refiere a un converso cristiano llamado Alban, nacido en Verulamium ciudad situada a unos treinta kilómetros al norte de Londres. Había sido un antiguo centro importante del poder romano y fue' una de las ciudades incendiadas en la revuelta de Boudica. Se supone que Alban fue martirizado durante la persecución de Diocleciano. Cerca de su tumba, en Verulamium, se construyó primero una iglesia y luego un monasterio, y alrededor de éstos se formó el núcleo de la moderna ciudad de Saint-Albans.

El cuento de Alban también es muy dudoso, pero pronto la cristiandad britana iba a aparecer a la luz indudable del día. En 314, se reunió un concilio de obispos en Arles, en el sur de la Galia, para dirimir una de las disputas doctrinales que por entonces excitaban a los Padres de la Iglesia. Los testimonios muestran claramente que Britania, a la sazón, estaba organizada en obispados, pues asistieron a la reunión no menos de tres obispos britanos, uno de Londres, otro de Lincoln y otro de York.

Los romanos se marchan

En 305, Diocleciano y su co-emperador abdicaron. En la larga lucha por la sucesión, Constancio Cloro trató de intervenir, pero estaba mortalmente enfermo y, en 306, murió en York, como Septimio Severo casi un siglo antes.

El hijo de Constancio, Constantino, estaba en la corte imperial, donde se lo retenía cortésmente como rehén para asegurar la buena conducta de su padre. Pero logró escapar y llegar a Britania poco antes de la muerte de su padre. Las tropas romanas inmediatamente lo proclamaron emperador.

Volvió al Continente con un ejército, ganó victoria trae victoria y en 324 era el único emperador de todos los dominios romanos unidos. Por entonces había hecho del cristianismo la religión oficial del Imperio, y en 330 fundó una nueva capital, Constantinopla.

A lo largo del siglo IV, Roma declinó constantemente pero logró mantenerse gracias a un esfuerzo cada vez mayor contra los bárbaros germanos que, desde su base al este del Danubio, constantemente amenazaban al Imperio. Hasta Britania, relativamente segura ante invasiones continentales, estuvo expuesta a correrías de los pictos y los escotos, quienes se infiltraron a través de la Muralla de Adriano y, además, asolaron las costas por mar.

Roma despertó e hizo un último esfuerzo para estabilizar la situación en Britania. En 367, el emperador Valentiniano envió a su más capaz general, Teodosio, a Britania. Allí derrotó a los pictos, reorganizó a las fuerzas romanas y marchó triunfalmente a Londres. Durante su breve estancia en la Isla, Teodosio saneó la administración romana una vez más y luego se marchó para prestar servicio en otras partes. Fue ejecutado en África como resultado de una mezquina intriga, pero su hijo, otro Teodosio, se convirtió en emperador en 379. Fue el último gran emperador que gobernó sobre un Imperio Romano unido.

Después de la muerte del emperador Teodosio en 395, la parte occidental del Imperio inició su derrumbe final. Este empezó con una invasión de Italia por una banda guerrera germánica
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Los desesperados jefes romanos lograron derrotar a los primeros ejércitos que invadieron Italia, pera sólo a costa de llamar a legiones de las provincias, dejándolas inermes e indefensas ante otros invasores.

En 407, las legiones romanas de Britania (las últimas romanas organizadas que quedaban en Occidente fuera de Italia) embarcaron hacia la Galia. No obedeció esto tanto a un intento de salvar al Imperio como a un complot del general de esas legiones que quería aprovechar el caos para proclamarse emperador.

Fracasó en su intento, pero que tuviese éxito o fracaso era algo que para Britania importaba poco. Lo importante para la Isla fue que las tropas romanas abandonaron Britania y nunca retornarían. Cuatro siglos y medio después de que los primeros soldados romanos desembarcaran tempestuosamente en Kent bajo las banderas de Julio César, los últimos soldados romanos abandonaron Britania para siempre y por una innoble empresa.

Los britanos quedaron librados a sus propios recursos, rechazando a los pictos y los escotos lo mejor que podían. Región tras región fue devastada y el barniz romano fue borrado. Cuando los salvajes celtas se lanzaron sobre Britania, las viejas costumbres, nunca enteramente olvidadas, reaparecieron.

La lengua latina fue reemplazada nuevamente por el britónico. La civilización retrocedió y hasta el cristianismo se esfumó; Britania se convirtió otra vez en Britania, casi como si el largo episodio romano nunca hubiese existido.

3. La llegada de los sajones

La retirada celta

Los detalles de la vuelta a la barbarie los hemos perdido. Con la desaparición de los romanos y la destrucción del barniz romano, no quedó ningún contemporáneo fiable que escribiese historia, nadie que pudiese aportar testimonios.

Pero debemos suponer que los pictos y los escotos no avanzaron hacia el Sur sin hallar oposición. Los britanos del Sur pueden haber vuelto a su herencia céltica, pero aun así lucharían por sus vidas y sus posesiones materiales, por su superior nivel de cultura y su mejor nivel de vida, contra los bárbaros del Norte.

No sabemos con certeza qué batallas se libraron, qué hechos se produjeron ni qué desastres se sufrieron. El mejor testimonio que tenemos es el material de un libro llamado «Excidio Britanniae» («La Ruina de Britania»), escrito alrededor de 550 por un sacerdote historiador llamado Gildas.

La exactitud de esa historia es bastante dudosa, pues parece haber sido escrita con fines moralizantes, es decir, demostrar que los malos son justamente castigados por sus pecados. (Esto tiene también su valor, pero no es el modo de escribir historia objetiva, pues se hace muy tentador deformar los hechos para destacar mejor la moraleja.) Además, algunas referencias históricas san claramente erróneas, por ejemplo, cuando Gildas afirma que tanto la Muralla de Adriano como la de Antonino fueron construidas alrededor del 400.

De todos modos, por si el relato sirve de algo, digamos que, según Gildas, alrededor del 450, los jefes britanos desesperaron de poder rechazar a los bárbaros del Norte. Pidieron ayuda al general romano Aecio, señalando que estaban atrapados entre los bárbaros pictos y el inhóspito océano, de modo que o los mataban los primeros o se ahogaban en el segundo. (Un caso antiguo de estar entre la espada y la pared.) Aecio no pudo enviar ninguna ayuda lo que no es de sorprender, pues aunque era casi el Último general competente que, los romanos tenían en Occidente, estaba muy ocupado, y más que ocupado, con los godos y los hunos.

Se supone que entonces un jefe britano llamado Vortigern se vio obligado a buscar en otra parte por pura desesperación. Puesto que en el Sur había fracasado, se volvió al Este.

Al este de Britania se abre el mar del Norte, de seiscientos cuarenta kilómetros de ancho. Del otro lado hay costas hoy ocupadas por las naciones de Dinamarca y Alemania Occidental. En el siglo V, había una tribu germánica que habitaba en la costa danesa y cuyos miembros se llamaban a sí mismo «jutos». La península que habitaban, que se extiende al Norte hacia las modernas Noruega y Suecia y constituye los principales territorios de Dinamarca, es aún hoy llamada Jutlandia. («Jylland» en danés.)

AL sur de los jutos, en la parte de la Alemania moderna que está inmediatamente al sur de Dinamarca (Schleswig), vivían los anglos, y al oeste de éstos, a lo largo de la actual línea costera de Alemania Occidental, vivían los sajones.

Fue a estas tribus germánicas a las que se supone que Vortigern pidió ayuda. En particular, apeló a los hermanos Hengist y Horsa, que gobernaban a los jutos. (Algunos piensan que, puesto que Hengist y Horsa significan «semental» y «caballo», respectivamente, puede considerarse como legendaria toda la historia, pero quizá no sea así. A menudo los nombres personales son extraños.)

Los jutos respondieron prontamente al llamado y en 456 desembarcaron en Kent. (El historiador Beda, un poco posterior, ubica este suceso decisivo en 449.) Había transcurrido exactamente medio siglo desde que los antiguos amos romanos abandonaran el país; ahora llegaron los nuevos amos germánicos, pues lo que siguió seguramente era lo que cabía esperar. Los extranjeros llamados en ayuda de una de las partes en una lucha interna invariablemente destruyen a ambos bandos y se hacen dueños de la situación. Esta es, quizá, la lección más clara que enseña la historia, la que se repite con mayor frecuencia y tal vez la que menos se aprende.

Lo que ocurrió, según la leyenda, fue que Vortigern convino en casarse con la hija de Hengist, Rowena, y se realizó una gran fiesta matrimonial para celebrarla amistad y la alianza de los dos pueblos. En la fiesta, se incitó a beber sin medida a los britanos y luego fueron muertos por los jutos, quienes se apoderaron de Kent.

No tardaron en seguirlos otras tribus germánicas. Een 477, una banda de sajones cruzó el Paso de Calais, dejó atrás el territorio de Kent de los jutos y desembarró en la costa meridional de Inglaterra. Allí crearon lo que sería el más meridional de tres reinos sajones, Sussex («sajones del sur»). Poco después, desembarcó otra banda aún más al oeste y fundaron Wessex («sajones del oeste»). Al norte de Kent se fundó Essex («sajones del este»). (Essex y Sussex aún subsisten como nombres de condados ingleses.)

Bastante más tarde, alrededor de 540, los anglos fundaron una serie de reinos al norte del Támesis. Desembarcaron primero en la tierra de los icen¡, donde antaño Boudica había levantado la bandera de la rebelión, cuatro siglos antes. Allí fundaron el reino que sería llamado Anglia Oriental. Al oeste, se fundó luego Mercia, palabra relacionada con «marca», que significa «tierra fronteriza». Mercia fue durante largo tiempo la frontera con los britanos del oeste.

El límite septentrional de Mercia era el río Humber, un estuario que penetra profundamente en la costa oriental de Britania. AL norte del Humber estaba Deira, que constituye la parte oriental de lo que es ahora Yorkshire. Al norte de Deira estaba Bernicia, que se extendía hasta el Estuario de Firth, que penetra profundamente en la Escocia moderna.

De los tres grupos, los jutos, aunque fueron los primeros en llegar, eran aparentemente los más débiles. Su período de poder terminó poco después del 600, y Kent donde se habían establecido, conservó su viejo nombre, de modo que los jutos casi han sido olvidados.

Los anglos y los sajones conservaron la primacía y, en verdad, estaban estrechamente emparentados en lengua y costumbres, por lo que pueden ser considerados como un solo pueblo. Por esta razón, en tiempos modernos se inventó el término «anglosajón» para referirse a ellos. Pero ningún término compuesto semejante se usó en su época.

Los cuatro reinos anglos eran mayores que los restantes y al principio los dominaron. Por la época en que los nuevos amos de la Isla se hicieron conocidos en las tierras continentales, se destacaban esos reinos anglos, por lo que en los escritos continentales se hace referencia a «la tierra de los anglos» (
the land of the angles
, en inglés). Esto se convirtió en «Ingla-terra» (
Angle-land
, en inglés, o, en su forma moderna,
England
).

Este fue el nombre aplicado a la tierra de los anglos y los sajones, y éstos se llamaban a sí mismos «ingleses». Pero no usaré la voz «inglés» para referirme a los nuevos amos germánicos de la Isla, pues tiene estrechas asociaciones con una época posterior, cuando una nueva invasión alteró aún más la cultura de la Isla.

Para mantener el aroma particular de este período particular de la historia de la Isla, llamaré a los pueblos germánicos «sajones», y aplicaré el término también a los anglos y los jutos.

Esto es justificable, primero, porque antes de que se produjese la siguiente invasión, uno de los reinos sajones iba a dominar la Isla. Segundo, porque los britanos del oeste usaban la palabra «sajón» para aludir a sus enemigos germánicos, quizá porque libraron sus principales batallas contra los hombres de Wessex. Encontramos el término en las leyendas célticas, todavía populares, que contienen relatos sobre este período de la historia.

El nombre de «Inglaterra», claro está, sólo es aplicable a aquellas partes de la Isla que fueron dominadas por los anglos, los sajones y los jutos. Los dos quintos septentrionales de la Isla siguieron siendo en gran medida célticos (si bien con una considerable infiltración desde el sur) hasta tiempos modernos y formaron el Reino de Escocia. Hasta el día de hoy, a los escoceses los enfurece que se llame «Inglaterra» a toda la Isla. La Isla es Gran Bretaña, y sólo la parte meridional es Inglaterra. (La palabra escocesa para designar a los hombres del reino meridional es «Sassenachs», que es una variante de la vos «sajón».)

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