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Authors: Isaac Asimov

Tags: #Historia

La formación de Inglaterra (14 page)

BOOK: La formación de Inglaterra
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Los funcionarios que gobernaban los shires, así como los diversos obispos y terratenientes, no podían ser totalmente ignorados por el rey. Las cosas eran más fáciles si estaban de su lado, y era costumbre que el rey, para tomar decisiones, consultase a un consejo compuesto por algunos de ellos a quienes el rey había elegido para tal fin. Ese consejo era el «witenagemot» (que significa «asamblea de consejeros»). Ellos ayudaban a elegir el nuevo rey después de la muerte del viejo, asesoraban en la elaboración de leyes, establecían impuestos, efectuaban las negociaciones extranjeras, atendían a la defensa nacional, llevaban a juicio a los nobles traidores, etc.

El witenagemot fue una fuente de fortaleza para un rey fuerte que lo dominase y utilizase su aquiescencia para demostrar que la nación estaba con él. Pero fue una fuente de debilidad para los reyes débiles, dominados por el consejo y convertidos en juguetes de intereses en Conflicto.

6. El fracaso sajón

Dunstan y la conciliación

Athelstan murió en 939, después de quince años de reinado de un éxito uniforme, y fue sucedido por su medio hermano Edmundo I, que había luchado lealmente al lado de Athelstan en Brunanburh. (Inglaterra se habla vuelto suficientemente próspera como para permitir un modo lujoso de vida a su monarca, y el nuevo rey fue llamado «Edmundo el Magnífico».)

El momento en que un rey fuerte muere y su sucesor lo reemplaza siempre es decisivo. Los enemigos derrotados por el viejo rey (o quizá quienes ni siquiera osaron enfrentarse con él en batalla) se sienten tentados por la confusión inherente al cambio de reinado y por la posibilidad de que el nuevo rey sea una criatura débil. Entonces hacen un nuevo intento. En este caso, el que lo hizo fue Olaf Guthfrithson, que aún gobernaba en Dublín.

Nuevamente desembarcó en Northumbria, y esta vez. con mejor suerte, pues Edmundo necesitó tres o cuatro años para expulsar de la isla a él y a su pariente Olaf Sitricson.

La experiencia, aparentemente, desilusionó a Edmundo de la política de expansión militar seguida en los dos reinados anteriores. El tiempo y la sangre necesarios para someter a los escotos, por ejemplo, no merecían la pena, sobre todo considerando que los escotos siempre podían apelar a la ayuda de los vikingos.

Tal vez fuera mejor intentar la conciliación o, para usar un término más moderno, la coexistencia.

En 945, Edmundo dio un osado paso en esa dirección. Conquistó Strathclyde y ofreció cederlo a Malcolm I, rey de Escocia (Constantino II había muerto en 940). La condición era sencillamente una alianza amistosa por tierra y por mar. Malcolm aceptó. Se había dado el primer paso hacia la amistad de las dos naciones británicas, y aunque habría muchas, muchas guerras en los seis siglos y medio siguientes, la coexistencia finalmente prevalecería.

La política de conciliación quizá fue inspirada por un eclesiástico, el hombre más importante del Reino después del rey, en tiempos de Edmundo y durante los reinados siguientes. Ese hombre era Dunstan.

Dunstan había nacido en el seno de una buena familia alrededor del 909, cerca de Glastonbury, en Somerset, no lejos del lugar donde Alfredo habla ofrecido su desesperada resistencia. Dunstan había sido bien educado en la Abadía de Glastonbury, la más antigua y más rica de Inglaterra, y de joven estuvo en la corte de Athelstan.

En la corte, su amor al saber y sus vastos conocimientos despertaron el antagonismo de los cortesanos. (Es probable que, muy consciente de su superioridad, la haya desplegado con poco tacto.) Siempre hay recursos que pueden usarse contra quienes parecen demasiado inteligentes, y en tiempos medievales una acusación que daba buen resultado era la de practicar magia negra. Dunstan fue acusado de mago y se vio obligado a abandonar la corte. Se hizo monje y vivió como un ermitaño.

La muerte de Athelstan modificó esa situación. Edmundo estaba ahora en el trono y había quedado impresionado por el joven Dunstan. Sentía afinidad de pensamiento con él y decidió tenerlo como consejero. En 943, Edmundo hizo a Dunstan Abad de Glastonbury y durante el siguiente cuarto de siglo Dunstan iba a ser un rey sin corona, y a veces más poderoso que el mismo rey.

Dunstan reformó y revitalizó la vida monástica en Inglaterra, siguiendo las prácticas benedictinas, más severas, que prevalecían por entonces en el continente. Exigió el celibato de los sacerdotes, por ejemplo. Estimuló a Edmundo a seguir la política de la conciliación con la parte danesa de la población, asociándola a los sajones en el gobierno. Un danés de pura sangre, Odón, había llegado a ser el vigésimo segundo arzobispo de Canterbury. E indudablemente la influencia de Dunstan estaba detrás del acuerdo con Escocia.

Edmundo halló la muerte inesperada y violentamente en 946. Estaba celebrando la fiesta de San Agustín cuando un conocido proscrito entró en la sala. El monarca, indignado, se abalanzó sobre él para ordenarle que se marchase y recibió una mortal puñalada. El proscrito fue inmediatamente despedazado, pero el rey también había muerto y fue enterrado en Glastonbury.

El hijo mayor de Edmundo sólo tenía cinco años en ese momento, y no se juzgó aconsejable que reinase un niño. Por ello, le sucedió en el trono Edred, hermano menor de Edmundo y último nieto sobreviviente de Alfredo el Grande.

Era un hombre enfermo, que dejó a cargo de Dunstan todas las cosas que no se relacionasen con la guerra. Fue durante el reinado de nueve años de Edred cuando Dunstan tuvo la oportunidad de llevar a cabo las reformas que prácticamente parecieron borrar las diferencias entre sajones y daneses en Inglaterra.

Pero, una vez más, un nuevo reinado fue la señal para que se desencadenasen conmociones, siempre las mismas. Eric Hacha Sangrienta, que había sido rey de Noruega por un tiempo, pero luego fue expulsado del trono por su hermano Haakon, vivió desde entonces como pirata. Puesto que Haakon había recibido ayuda de Athelstan de Inglaterra, Eric sentía poco afecto por esta nación. Por ello, cuando Edred subió al trono, trató de apoderara de Northumbria.

Edred, como Edmundo antes que él y como Athelstan antes de Edmundo, tuvo que iniciar su reinado reafirmando el dominio sajón sobre esa región. Terminó esta tarea en 954, pero Edred, vencido por su enfermedad, finalmente murió, en 955. No estaba casado y no dejó sucesor directo.

Edwy, el hijo mayor del rey anterior, Edmundo I, era ahora un bello joven de quince años; tan bello era, que es comúnmente llamado «Edwy el Hermoso».

Esta vez subió al trono, pero su reinado fue breve y trágico. En la fiesta de la coronación, el joven rey se cansó de las celebraciones, que incluían mucha comida, mucha bebida y juegos rudos. Había en palacio una joven llamada Elfgifu, cuya compañía prefería a la de la nobleza ebria, de modo que se retiró discretamente.

Su ausencia fue notada y el mismo Dunstan, un poco bebido, fue en su busca. Halló al nuevo rey con Elfgifu. No parece que estuviese pasando nada terriblemente malo, pues la madre de Elfgifu estaba también allí y las intenciones de Edwy eran honestas. (Más tarde se casó con la muchacha.)

Pero Dunstan estaba furioso. Pensó que el hecho de que Edwy abandonase la mesa era un insulto a la nobleza y a él, y seguramente sintió que él era el rey de Inglaterra en mucho mayor medida que el joven. Reprendió al joven rey y a las mujeres y arrastró a Edwy sin ceremonias de vuelta al festín.

Edwy tenía que haber sido muy apocado, en verdad, pera no sentirse resentido. Tan pronto como ocupó el trono, acusó a Dunstan de irregularidades financieras durante su administración del tesoro bajo Edred. Exilió a Dunstan y combatió firmemente todas sus reformas, hasta el extremo de destituir a todos los eclesiásticos solteros para favorecer a los casados.

Desgraciadamente para Edwy, no era suficientemente fuerte como para llevar las cosas a ese extremo. Los daneses de Inglaterra eran todos partidarios de Dunstan, como es de suponer, y surgió un grande y vociferante partido contra el rey conducido por Odón, el arzobispo danés de Canterbury.

Edwy no tenía opción. Dunstan retornó triunfalmente del exilio después de menos de un año. La mitad norte (danesa) de Inglaterra rechazó de plano a Edwy y aceptó, en cambio, a Edgar, su hermano menor. Odón luego forzó a Edwy a divorciarse de su joven reina y la hizo raptar y llevar a Irlanda. Por la época en que Edwy murió, en 959, siendo todavía un adolescente, debe de haberse sentido harto de las alegrías de la realeza.

Pero su tragedia fue llevada más allá de la tumba, pues los monjes cronistas que escribieron la historia de Inglaterra se ocuparon de ennegrecer su figura y presentarlo como un monstruo.

Después de la muerte de Edwy, Edgar gobernó sobre toda Inglaterra. Era un joven, también, pero al parecer aprendió bien la lección que le brindaban la vida v la muerte de su hermano mayor. Se sometió totalmente a Dunstan. Hizo al poderoso abad obispo de Londres desde el comienza mismo de su reinado. En 961, lo nombró arzobispo de Canterbury (el vigésimo cuarto, pues hubo un arzobispo que ocupó brevemente la dignidad entre Odón y Dunstan). También apoyó en un todo las reformas de Dunstan.

Su reinado fue muy próspero y tan libre de guerras que es llamado comúnmente "Edgar el Pacífico. Los monjes cronistas atribuyeron esto a su apoyo a Dunstan, pero hubo también otras razones.

Entre otras, Edgar había pasado su juventud en las regiones danesas del Noreste y esto le dio popularidad entre los daneses, quienes por consiguiente fueron menos proclives a la revuelta. En segundo lugar, poseía una poderosa flota que mantuvo a raya a los perturbadores vikingos. Y finalmente, en honor a la verdad, Dunstan fue un gobernante capaz que administró bien los asuntos del Reino.

La confianza de Dunstan en la coexistencia con Escocia se demostró una vez más en 970, cuando Edgar cedió pacíficamente la parte septentrional de Northumbria (el viejo reino de Bernicia) a Kenneth II de Escocia, de modo que el límite entre las dos naciones adquirió sustancialmente su forma actual. Bajo la dominación escocesa, lo que antaño había sido Bernicia, fue llamado Lothian.

No tenemos ningún testimonio sobre las razones que dieron origen a esa medida. Pero la región nunca fue una firme dependencia de Inglaterra. Sus rebeliones y las frecuentes invasiones del territorio por los vikingos y loa escotos lo convertían en una sangría para el poder inglés, pues adhería firmemente al Norte.

Era una buena idea ceder lo que no se podía mantener y ganar con ello la amistad de Escocia.

En realidad, las consecuencias de largo alcance de la medida no podían entreverse en la época. El Reino de Escocia, originalmente fundado al norte del Estuario de Forth, era puramente céltico. Pero, con la adición de Lothian, se agregó una región que había estado bajo dominación sajona o danesa durante casi quinientos años. Luego, Escocia se dividió en las «Tierras Altas septentrionales (primitivas, tribales y célticas) y las »Tierras Bajas meridionales (relativamente avanzadas, urbanizadas y sajonas).

La ventaja estaba de parte de las Tierras Bajas, que tenían perspectivas agrícolas mucho mejores y podían sustentar a una población más densa. Gradualmente, llegaron a dominar a Escocia, con el resultado de que la lengua escocesa se convirtió en un dialecto del inglés y sus costumbres no fueron muy diferentes de las del norte de Inglaterra.

Las hostilidades entre las dos naciones continuaron, por supuesto, pero cuando llegó el tiempo y la oportunidad de que las dos formasen un reino unido, la lengua común facilitó la unión.

Ethelred y la confusión

Edgar no admitió ser coronado hasta la edad de treinta años, en 973. Quizá quiso tener edad suficiente para efectuar la coronación totalmente a su manera, recordando, como debe de haber recordado, la trágica farsa de la fiesta de su hermano mayor.

Edgar montó un magnífico espectáculo, que fue mejor que todo lo visto antes en la Inglaterra sajona, y lo hizo cinco años antes del centenario de la batalla de Edington. Durante siete reinados y todo un siglo, la Inglaterra sajona permaneció en la cúspide a que la habla elevado Alfredo, pero ahora todo empezó a derrumbarse.

Edgar murió en 795, dejando dos hijos pequeños. El mayor, Eduardo, sólo tenla doce años. El otro, Ethelred, sólo tenla seis. Tenían diferentes madres, y la del segundo, Elfrida, era aún reina cuando Edgar murió.

Elfrida, una mujer implacable y de arrolladora ambición, según las crónicas de la época, quería que su hijo fuese rey. Podía haberlo conseguido si éste hubiese sido un poco mayor. Pero con seis años era demasiado pequeño, y Eduardo subió al trono. Fue Eduardo II, en el linaje sajón de reyes.

La lucha entre los partidos de los dos hijos (que eran demasiado pequeños para tomar parte ellos mismos en la querella), aumentó hasta convertirse en una lucha alrededor de las reformas de Dunstan. Elfrida, buscando aliados que apoyasen la causa de su hijo, adoptó una violenta posición contraria a ellas. Esto le granjeó un considerable apoyo, pues Dunstan, después de veinticinco años de ilimitado poder (excepto durante un breve período bajo Edwy), se habla hecho de muchos enemigos.

Indudablemente, Elfrida ganó para su causa a los nobles sajones resentidos por la política de Dunstan con respecto a los daneses. Esto hizo que, para su propio provecho, ella levantase una vez más el espectro de la animosidad racial y reavivó las ascuas de los prejuicios antidaneses.

El partido de Eduardo y Dunstan se debilitó constantemente, mientras que el de Ethelred y Elfrida se fortaleció, hasta que en 987 Eduardo fue asesinado. Sin duda alguna, el asesinato fue perpetrado por el partido de Ethelred y probablemente a instigación de Elfrida.

No había más opción que hacer rey al hijo de Elfrida, quien reinó como Ethelred II.

Fue un comienzo de muy malos auspicios para lo que iba a ser un reinado desastroso. La simpatía popular hacia el difunto Eduardo era grande. Se le dio el nombre de «Eduardo el Mártir», por el que se lo conoce en la historia, y se atribuyeron milagros a su tumba. Aparecieron historias (probablemente falsas) que detallaban cómo Elfrida lo había apuñalado con su propia mano y cómo él había huido, sangrando hasta morir.

Como Arzobispo de Canterbury, Dunstan tenía que coronar a Ethelred, pero lo hizo de mala gana, y después se retiró a Canterbury para pasar los últimos diez años de su vida en la tranquila realización de sus deberes clericales. El partido contrario a Dunstan había ganado, y el poder de éste desapareció, pero hizo lo que pudo para enconar al pueblo contra el rey.

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