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Authors: Isaac Asimov

Tags: #Historia

La formación de Inglaterra (18 page)

BOOK: La formación de Inglaterra
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El implacable duque hizo polvo la oposición de los nobles, de un modo que no tenía precedentes en otras partes de Europa Occidental. Les hizo pagar hasta el fin todos los insultos y peligros que le habían hecho sufrir. Obligó a todos ellos a jurar fidelidad directamente a él, con desprecio de las reglas ordinarias del feudalismo. No les dejó construir castillos fortificados sin su permiso específico, que raramente otorgaba. Hizo generosas donaciones a los monasterios y mantuvo a la Iglesia de su lado como un aliado fuerte y útil contra los nobles.

En resumen, construyó un ducado centralizado y eficientemente organizado que tal vez fuera pequeño en cuanto a superficie, pero que hizo de su duque el gobernador más rico y fuerte de Occidente. Obligó a sus nobles a mantener la paz y, eliminado el despilfarro que implicaban las guerras internas, Guillermo dispuso de dinero para contratar mercenarios y proveerlos del más moderno y mejor equipo militar.

Formó un ejército permanente de mil caballeros armados, una fuerza enorme para la época. Ni siquiera el rey de Francia (el soberano de Guillermo, en teoría) podía hacer otro tanto. E Inglaterra ciertamente tampoco, pues allí, por entonces, todo era tan ineficiente e internamente desorganizado como Normandía era eficiente y bien organizada.

En 1051, cuando Eduardo el Confesor invitó al joven Guillermo a Inglaterra, el duque normando tenía veinticuatro años de edad y ya gozaba de fama por toda Europa. Estaba firmemente asentado en su trono, y los rudos y camorristas nobles normandos andaban de puntillas en su presencia.

Eduardo debe de haber visto en Guillermo todo lo que era deseable en un sucesor. Eduardo era tío segundo de Guillermo, pues el abuelo del primero, Ricardo I de Normandía, era el bisabuelo del segundo. Si Eduardo moría sin herederos, la opción estaba entre Guillermo, el triunfante, poderoso, enérgico e inteligente duque normando, o un período de anarquía en el que los nobles sajones lucharían por el trono, y existía la posibilidad de que ganase el odiado Godwin.

Seguramente, Eduardo debe de haber pensado que sus preferencias personales servirían al bien de Inglaterra también, y quizás insinuó a Guillermo que sería nombrado heredero al trono. Esto habría complacido al orgulloso duque, pues obtendría el título de rey, título que no podía conseguir con Normandía.

Pero, ¿hizo realmente Eduardo esa promesa? Si fue así, la hizo en el más estricto secreto, de modo que ¿cómo podía llegar a ser conocida? Existe al menos una buena posibilidad de que la historia de la promesa no sea verdadera. Puede haber sido inventada por el exiliado Godwin, aprovechando la ocasión de la visita de Guillermo a Inglaterra y, basándose en su conocimiento de Eduardo, conjeturando con perspicacia cuáles eran los sentimientos de Eduardo.

Para Godwin, era provechoso poner en circulación esa historia (fuese verdad o no), pues si bien Guillermo de Normandía estaba emparentado con Eduardo el Confesor, el parentesco era por la madre de Eduardo. Guillermo de Normandía no era miembro de la familia real de Wessex; no era un descendiente de Alfredo el Grande.

Esta obra de propaganda (como la anterior invitación a Alfredo) dio buen resultado a corto plazo. Hubo agitación en toda Inglaterra, y Eduardo nunca fue tan impopular. Aprovechando la oleada de resentimiento que siguió a la visita de Guillermo el Bastardo, Godwin retornó a Inglaterra en 1052, restableció su poder, el de sus hijos y el de su hija Edith, y pronto fue más fuerte que nunca.

Pudo dominar al ahora acobardado rey Eduardo hasta el punto de obligarlo a enviar al exilio a algunos de sus favoritos normandos. En particular, Godwin hizo deponer al arzobispo normando de Canterbury y designó en su lugar, como trigésimo tercer arzobispo de Canterbury, a uno de los más importantes partidarios clericales suyos, Stigand, un sajón que había sido capellán de Canuto y consejero de Ema. Difícilmente podía haber alguien menos aceptable para Eduardo, pero éste se vio forzado a dar su aquiescencia.

Pero esto tuvo un infortunado efecto colateral. Para reemplazar a un arzobispo de Canterbury era necesario, en teoría, buscar el acuerdo del papa. Durante casi dos siglos el papado había estado en las más débiles manos y no había sido necesario prestarle mucha atención. Cualquiera que fuese el títere que ostentase el título de papa aceptaría todo, debe de haber pensado Godwin.

Pero en 1051 cierto joven y recientemente nombrado cardenal llamado Hildebrando se estaba convirtiendo en un poder en Roma. Durante más de veinte años dominaría a los sucesivos papas, hasta ser nombrado papa él mismo, Durante todo ese tiempo, trabajó (y con éxito) para restaurar el prestigio y el poder del papado, y para ello tenía intención de mantener firmemente en las manos del papa la designación de los obispos. Godwin no podía saber que se estaba produciendo este cambio repentino en Roma, e Inglaterra sufrió las consecuencias de ello.

Puesto que Godwin no juzgó necesario la aprobación del papa, el papa León IX, a instancias de Hildebrando, se negó a reconocer el nombramiento de Stigand. Los papas siguientes mantuvieron la política de Hildebrando, lo cual tendría su importancia en el futuro desastre de Inglaterra.

De todos modos, Godwin tuvo poco tiempo para disfrutar de su retorno al poder. Murió al año siguiente, el 15 de abril de 1053, y su hijo mayor, Haroldo, heredó su título de Earl de Wessex y su poder real como rey no coronado de Inglaterra.

Macbeth el Usurpador

En el Norte, Siward, Earl de Northumbria (lo que quedaba del viejo Reino de Northumberland) llevó a cabo un hecho que no fue muy importante en sí mismo, pero que, gracias a los escritos de un gran dramaturgo de cinco siglos y medio más tarde, es bien conocido por todo inglés y norteamericano culto.

El suceso decisivo tuvo lugar en Escocia.

Escocia logró sobrevivir a los nuevos ataques vikingos contra la isla de Gran Bretaña. Pero la parte más septentrional fue temporalmente arrebatada por invasores vikingos y se convirtió en el Earldom [el dominio de un earl] de Orkney, prácticamente independiente. Un noruego, Thorfinn, fue el poseedor de este earldom durante los reinados de Canuto y de Eduardo el Confesor.

El resto de Escocia, sin embargo, permaneció bajo sus reyes nativos, Malcolm II fue rey de Escocia durante el reinado de Canuto. Mientras Inglaterra caía bajo los golpes daneses, Malcolm lograba estrechar el débil dominio escocés sobre lo que antaño había sido Bernicia y ahora era Lothian. Había sido cedido a Escocia en tiempos de Edgar, medio siglo antes, pero la nobleza inglesa del Norte había tratado en varias ocasiones de recuperarlo. Malcolm logró mantenerlo contra todos los atacantes. En 1031 tuvo que aceptar a Canuto como su soberano teórico, pero lo mismo retuvo Lothian.

Malcolm murió en 1034 y fue sucedido por su nieto Duncan. El nuevo rey sólo reinó seis años. Había una sangrienta enemistad hereditaria entre su familia y la de Gruoch, la esposa de su general Macbeth. El abuelo de Gruoch había muerto combatiendo contra Malcolm II, el abuelo de Duncan. En la primitiva sociedad tribal que era Escocia por entonces, había amplia justificación para que Gruoch (Lady Macbeth) tratase de matar a Duncan. Logró persuadir a su marido a que se rebelase. En 1040, éste se levantó contra el rey y lo mató en batalla.

En realidad, Macbeth también era de la familia real. El y Duncan eran miembros de ella por lado materno y estamos demasiado lejos de los sucesos para saber quién tenía el derecho legítimo al trono según patrones posteriores. Por los patrones de la Escocia de ese entonces, el trono pertenecía a quien podía apoderarse de él, y éste resultó ser Macbeth. Gobernó durante diecisiete años. de 1040 a 1057, y en general fue un rey capaz. No hay ningún signo de que fuese considerado por su pueblo como un usurpador.

El hijo de Duncan, Malcolm, huyó a Inglaterra y, como sucede habitualmente con los reyes exiliados, hizo todo lo posible por hallar amigos que lo ayudasen a recuperar el trono. Halló tal amigo en Siward, el Earl de Northumbria.

Siward ayudó a Malcolm porque esperaba beneficiarse con ello: esperaba obtener Lothian. Podía haberse justificado declarando que Macbeth era un usurpador, herir tal justificación habría sido muy poco convincente en su boca. Siward había llegado a ser Earl de Northumbria en 1041, un año después de que Macbeth llegase a ser rey, y había logrado la sucesión al título matando al earl anterior, que era el tío de su esposa.

Siward derrotó en batalla a Macbeth en 1054, pero no de modo decisivo. Más tarde, en 1057, en otra batalla, Macbeth fue muerto y el hijo de Duncan subió al trono con el nombre de Malcolm III. Siward murió poco después sin haber logrado apoderarse de Lothian. La región seguiría siendo escocesa permanentemente.

William Shakespeare tomó el material de esta historia, embellecido por leyendas posteriores, y lo convirtió en Macbeth, su gran tragedia sobre traiciones y crímenes que fue representada por primera vez en 1606, cinco siglos y medio después de los sucesos que describe.

Al crear esta obra maestra, Shakespeare deformó la historia totalmente. Duncan se convirtió en un canoso y viejo rey, renombrado por su suavidad y benevolencia, en vez del rey relativamente joven y sólo renombrado por su desidia e incompetencia de la realidad. Macbeth es pintado apuñalando traidoramente a Duncan cuando el rey está como huésped en el castillo del general, de modo que, al crimen y la traición, Macbeth añade el crimen aún mayor (para una sociedad primitiva) de violar las leyes de la hospitalidad. (En realidad, Shakespeare tomó esto de un relato concerniente a un anterior rey escocés.) Macbeth luego es mostrado como un cruel usurpador, atormentado por su injustificado y horrible crimen, y acosado hasta la muerte por un enfurecido grupo de enemigos virtuosos, entre los que se cuenta Siward, retratado como el guerrero inglés ideal y estoico.

Nada de eso fue así, pero la obra es maravillosa lo mismo, y mientras subsista (probablemente mientras subsista la civilización) el pobre Macbeth será considerado como uno de los grandes villanos de la historia.

Entre los personajes de Shakespeare también figuran Banquo y su hijo Fleance. Banquo es descrito como un general colega de Macbeth que es asesinado por el usurpador, cada vez más receloso. Fleance escapa y se supone que fue el antepasado de los reyes que posteriormente gobernaron Escocia y que, en tiempos de Shakespeare, llegaron también a gobernar Inglaterra.

Indudablemente, Shakespeare escribió la obra para agradar a Jacobo I, el rey escocés que subió al trono en 1603, no mucho antes de que apareciese la obra. Puesto que Banquo era antepasado de Jacobo (presuntamente) y Macbeth el asesino de Banquo, era natural que ennegreciese la figura de Macbeth por todos los medios posibles.

Desgraciadamente, no parece haber ninguna razón histórica para suponer que Banquo y Fleance existieron, ni que el linaje real escocés de tiempos posteriores podía hacerse remontar a tales individuos.

Eduardo el Confesor no aparece en la obra de Shakespeare Macbeth, pero se habla de él. Lo menciona, llamándolo «el muy piadoso Eduardo» un lord cuyo nombre no se da y que describe cómo el hijo de Duncan ha sido recibido en la corte inglesa.

Más adelante hay una escena delante del palacio de Macbeth en Inglaterra, donde el lord escocés Macduff trata de incitar a Malcolm a conducir un ejército a Escocia contra Macbeth.

En cierto momento, sale un médico del castillo y Malcolm le pregunta si el rey también va a salir. El médico responde:

«Sí, señor, hay una muchedumbre de almas desdichadas.
Que esperan su curación de él…
…por su toque.
Tal santidad ha dado el Cielo a su mano.
Pronto mejoran.»

Macduff escucha maravillado y luego pregunta a Malcolm de qué enfermedad habla el médico. Malcolm contesta:

Es llamada el mal.
Una obra milagrosa de este buen rey,
Que a menudo, desde que estoy en Inglaterra,
Le he visto hacer. Cómo instiga al Cielo,
Lo sabe él mejor; pero a gentes extrañamente afectadas,
Todas hinchadas y ulcerosas, lamentables de ver,
Desahuciadas por la cirugía, él las cura
Colgando una estampa dorada de sus cuellos,
Con el agregado de piadosas plegarias; y se dice
Que lega a los reyes posteriores
La bendición curativa. Además de esta extraña virtud,
Tiene el don celestial de la profecía,
Y diversos beneficios rodean su trono
Proclamando que está lleno de gracia.»

La enfermedad aquí llamada «el mal» o, a veces, más explícitamente, «el mal del rey», es la escrófula, una hinchazón tuberculosa de los ganglios linfáticos del cuello, con variados efectos colaterales de desagradable aspecto.

Por alguna razón se llegó a creer que el toque de un rey podía curar la enfermedad. La costumbre era común en Francia; en Inglaterra, el primero que la practicó fue Eduardo el Confesor, quien la llevó de Francia. Sólo era otra de sus costumbres normandas, pero su ostentosa piedad y santidad hacía deseable su toque. (Muchas leyendas de milagros crecieron alrededor de su recuerdo en tiempos posteriores, y fue santificado en 1161, un siglo después de su muerte).

La costumbre del toque para curar el mal se mantuvo, de tanto en tanto, en siglos posteriores, y llegó al pináculo de su popularidad con Jacobo I y sus sucesores. Tan complacido estaba Jacobo I de ser rey de Inglaterra que se entregó a la práctica del toque para curar el mal, pues esto demostraba que era un monarca inglés legítimo. Shakespeare la menciona trayéndola de los cabellos (pues no tiene nada que ver con la trama) y dice específicamente «se dice / que lega a los reyes posteriores / la bendición curativa» a fin de agradar a Jacobo.

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