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Authors: Agota Kristof

Tags: #Drama, #Belico

La prueba (4 page)

BOOK: La prueba
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»Una noche estaba acostado encima de mí y me puso el sexo entre los muslos, y me dijo: "Aprieta las piernas, aprieta bien fuerte, no me dejes entrar, no quiero hacerte daño".

»Durante años hicimos el amor así, pero llegó una noche en que no pude resistirme. Mi deseo de él era demasiado grande, así que separé las piernas, estaba completamente abierta, y entonces él entró en mí.

Ella se calla, mira a Lucas. Sus grandes ojos negros brillan, sus labios carnosos están entreabiertos. Se saca un pecho del camisón y pregunta:

—¿Quieres?

Lucas la coge por el cabello, la arrastra hacia la habitación, la echa en la cama de la abuela y la posee, mordiéndole la nuca.

Los días siguientes, Lucas vuelve a los bares. Vuelve a sus vagabundeos por las calles desiertas de la ciudad.

Al regresar a casa se va directamente a su habitación.

Sin embargo una noche, borracho, abre la puerta de la habitación de la abuela. La luz de la cocina ilumina la habitación. Yasmine duerme, el niño también.

Lucas se desnuda y se mete en la cama de Yasmine. El cuerpo de Yasmine arde, el de Lucas está helado. Ella se vuelve hacia la pared y él se aprieta contra su espalda, coloca su sexo entre los muslos de Yasmine.

Ella aprieta los muslos y gime:

—¡Padre, padre!

Lucas le dice al oído:

—Aprieta. Aprieta más fuerte.

Ella se debate, respira con dificultad. Él la penetra, ella grita.

Lucas pone la mano sobre la boca de Yasmine, le echa el edredón encima de la cabeza.

—Cállate. ¡Vamos a despertar al niño!

Ella le muerde los dedos, le chupa el pulgar.

Cuando acaban, se quedan acostados unos minutos, y después Lucas se levanta.

Yasmine llora.

Lucas se va a su habitación.

Es verano. El niño se mete por todas partes. En la habitación de la abuela, en la cocina, en el jardín. Se desplaza a gatas.

Es jorobado, contrahecho. Tiene las piernas demasiado delgadas y los brazos demasiado largos, y un cuerpo mal proporcionado.

Entra también en la habitación de Lucas. Aporrea la puerta con sus pequeños puñitos hasta que Lucas le abre. Trepa a la cama grande.

Lucas pone un disco en el gramófono y el niño se balancea en la cama.

Lucas pone otro disco y el niño se esconde debajo de las mantas.

Lucas coge una hoja de papel y dibuja un conejo, una gallina, un cerdo. El niño ríe y besa el papel.

Lucas dibuja una jirafa y un elefante, el niño menea la cabeza y rasga la hoja.

Lucas prepara un cajón con arena para el niño y le compra una pala, una regadera y una carretilla.

Le instala un columpio, le fabrica un coche con una caja y unas ruedas. Sienta al niño en la caja y lo pasea. Le enseña los peces, le hace entrar en la jaula de los conejos. El niño intenta acariciar a los conejos, pero los conejos salen corriendo, presas del pánico, en todas direcciones.

El niño llora.

Lucas va a la ciudad y le compra un oso de peluche.

El niño mira el oso, lo coge, le habla, lo sacude y lo arroja a los pies de Lucas.

Yasmine coge el oso, lo acaricia.

—Qué guapo es, el oso. Es un osito muy, muy guapo.

El niño mira a su madre y se golpea la cabeza contra el suelo de la cocina. Yasmine deja el oso y coge al niño entre sus brazos. El niño aúlla, golpea la cabeza de su madre y le da patadas en el vientre. Yasmine lo deja y el niño se esconde debajo de la mesa hasta la noche.

Por la noche, Lucas trae un gatito muy pequeño, salvado de la horca de Joseph. De pie en el suelo de la cocina, el animalito maúlla y le tiemblan todos los miembros.

Yasmine instala al gato dentro de la cuna del niño.

El niño trepa a su cuna, se acuesta junto al gatito y lo aprieta contra su cuerpo. El gato se debate y araña al niño en la cara y las manos.

Algunos días después, el gato se come todo lo que le dan y duerme en la cuna, a los pies del niño.

Lucas le pide a Joseph que le procure un perrito.

Un día, llega Joseph con un cachorro negro con el pelo largo y rizado. Yasmine está a punto de tender la colada en el jardín y el niño hace la siesta. Yasmine llama a la puerta de Lucas y grita:

—¡Hay alguien!

Se esconde en la habitación de la abuela.

Lucas sale a ver a Joseph. Joseph le dice:

—Éste es el perro que te había prometido. Es un perro pastor de la llanura. Será un buen guardián.

Lucas dice:

—Te doy las gracias, Joseph. Ven a tomar un vaso de vino.

Entran en la cocina y beben vino. Joseph le pregunta:

—¿No quieres presentarme a tu mujer?

Lucas dice:

—Yasmine no es mi mujer. No sabía adónde ir y yo la he recogido.

Joseph dice:

—Toda la ciudad conoce su historia. Es una chica muy guapa. El perrito es para su niño, supongo.

—Sí, para el niño de Yasmine.

Antes de irse, Joseph le dice:

—Lucas, eres muy joven para tener una mujer y un niño a tu cargo. Es una responsabilidad muy grande.

Lucas responde:

—Eso es asunto mío.

Cuando Joseph se ha ido, Yasmine sale de la casa. Lucas lleva el perrito en brazos.

—Mira lo que ha traído Joseph para Mathias.

Yasmine dice:

—Me ha visto. ¿No ha hecho ningún comentario?

—Sí. Te encuentra muy guapa. No tienes motivos para preocuparte de lo que pueda pensar la gente de nosotros, Yasmine. Tendrías que venir un día de éstos a la ciudad conmigo para comprarte ropa. Llevas el mismo vestido desde que llegaste aquí.

—Con este vestido me basta. No quiero ningún otro. No pienso ir a la ciudad.

Lucas dice:

—Vamos a enseñarle el perro a Mathias.

El niño está debajo de la mesa de la cocina con el gato.

Yasmine dice:

—Mathi, es para ti. Es un regalo.

Lucas se sienta en el banco de rincón con el perro, el niño trepa sobre sus rodillas. Mira al perro, separa los pelos que le cubren el hocico. El perro le lame la cara al niño. El gato bufa al perro y huye hacia el jardín.

Cada vez hace más frío. Lucas le dice a Yasmine:

—Mathias necesita ropa de abrigo, y tú también.

Yasmine dice:

—Sé hacer punto. Sólo necesitaría lana y agujas.

Lucas compra una cesta de ovillos de lana y varios pares de agujas de tejer de distintos tamaños. Yasmine hace jerséis, calcetines, bufandas, guantes, gorros. Con los restos de lana confecciona unas mantas de muchos colores. Lucas la felicita.

Yasmine dice:

—También sé coser. En casa tenía la máquina de coser antigua de mi madre.

—¿Quieres que vaya a buscarla?

—¿Tendrías el valor de ir a casa de mi tía?

Lucas sale con la carretilla. Llama a la puerta de la tía de Yasmine. Le abre una mujer todavía joven.

—¿Qué quieres?

—Vengo a buscar la máquina de coser de Yasmine.

Ella dice:

—Entra.

Lucas entra en una cocina muy limpia. La tía de Yasmine le mira con insistencia.

—Así que eres tú. Pobre chico. No eres más que un niño.

Lucas dice:

—Tengo diecisiete años.

—Y ella pronto tendrá diecinueve. ¿Qué tal está?

—Bien.

—¿Y el niño?

—Muy bien también.

Después de un silencio, dice:

—He oído decir que el niño nació con malformaciones. Es un castigo de Dios.

Lucas pregunta:

—¿Dónde está la máquina de coser?

La tía abre una puerta que da a un espacio reducido y sin ventanas:

—Todo lo que le pertenecía está ahí. Cógelo.

Hay una máquina de coser y un baúl de mimbre. Lucas pregunta:

—¿Y no había nada más aquí?

—La cama. La he quemado.

Lucas transporta la máquina de coser y el baúl en la carretilla. Dice:

—Gracias, señora.

—No hay de qué. Que os aproveche.

Llueve a menudo. Yasmine cose y hace punto. El niño ya no puede jugar fuera. Pasa todo el día debajo de la mesa de la cocina con el perro y el gato.

El niño ya dice algunas palabras, pero todavía no habla. Cuando Lucas intenta ponerlo de pie, se resiste, sale corriendo a gatas y se refugia debajo de la mesa.

Lucas va a la librería. Elige unas hojas grandes y blancas, lápices de colores y libros de cuentos.

Victor pregunta:

—¿Tienes un niño en casa?

—Sí. Pero no es mío.

Victor dice:

—Hay tantos huérfanos... Peter me ha pedido noticias tuyas. Deberías ir a verle.

Lucas responde:

—Estoy demasiado ocupado.

—Ya lo comprendo. Con un niño. A tu edad.

Lucas vuelve. El niño duerme en una alfombra debajo de la mesa de la cocina. En la habitación de la abuela, Yasmine cose. Lucas deja el paquete al lado del niño. Entra en la habitación, besa a Yasmine en el cuello y Yasmine deja de coser.

El niño dibuja. Dibuja al perro y al gato. Dibuja también otros animales. Dibuja árboles, flores, la casa. Dibuja también a su madre.

Lucas le pregunta:

—¿Por qué a mí no me dibujas nunca?

El niño dice que no con la cabeza y se esconde debajo de la mesa con sus cuentos.

La víspera de Navidad, Lucas corta un abeto en el bosque. Compra unas bolas de vidrio coloreadas y unas velas. En la habitación de la abuela, decora el árbol con la ayuda de Yasmine. Los regalos están colocados debajo del árbol: telas y un par de botas abrigadas para Yasmine, un chándal para Lucas, libros y un caballito de balancín para Mathias.

Yasmine asa un pato al horno. Cuece también unas patatas, coles, judías secas. Las galletas están ya preparadas desde hace varios días.

Cuando la primera estrella aparece en el cielo, Lucas enciende las velas en el árbol. Yasmine entra en la habitación con Mathias en brazos.

Lucas dice:

—Ven a buscar tus regalos, Mathias. Los libros y el caballo son para ti.

El niño dice:

—Quiero el caballo. Qué bonito el caballo.

Intenta trepar al lomo del caballo sin resultado. Grita:

—¡El caballo es demasiado grande! Lo ha hecho Lucas. Lucas es malo. Hace un caballo demasiado grande para Mathi.

El niño llora y se golpea la cabeza contra el suelo de la habitación. Lucas lo levanta y lo sacude.

—El caballo no es demasiado grande. Es Mathias el que es demasiado pequeño, porque no quiere ponerse de pie. ¡Siempre a cuatro patas, como los animales! ¡Tú no eres un animal!

Sujeta la barbilla del niño para obligarle a mirarle a los ojos. Le dice, con dureza:

—Si no quieres andar, no andarás nunca. Nunca, ¿lo entiendes?

El niño llora, Yasmine se lo arranca a Lucas.

—¡Déjalo en paz! Pronto andará.

Ella sienta al niño en el lomo del caballo, lo balancea, y Lucas dice:

—Debo irme. Acuesta al niño y espérame. No estaré ausente mucho tiempo.

Va a la cocina, corta en dos el pato asado, lo coloca en un plato caliente, lo rodea de verduras y de patatas y envuelve todo el plato en una tela. La cena todavía está caliente cuando llega a casa del cura.

Cuando han comido ya, Lucas dice:

—Lo siento muchísimo, padre, pero debo irme, me están esperando.

—Ya lo sé, hijo mío. En realidad, me extraña que hayas venido esta noche. Sé que vives en pecado con una mujer pecadora, y con el fruto de sus amores culpables. Ese niño no ha sido bautizado siquiera, aunque lleva el nombre de uno de nuestros santos.

Lucas calla, el cura dice:

—Venid los dos a la misa de medianoche, al menos hoy.

—No podemos dejar al niño solo y sin vigilancia.

—¡Entonces, ven solo!

Lucas dice:

—Me riñe usted, padre.

—Perdóname, Lucas. Me he dejado llevar por la cólera. Pero eso es porque te considero como mi propio hijo, y sufro por tu alma.

—No, no me importa. Pero ya sabe usted bien que yo no voy jamás a la iglesia.

Lucas vuelve. En la casa de la abuela todas las luces están apagadas. El gato y el perro duermen en la cocina, y la mitad del pato asado está encima de la mesa, intacto.

Lucas quiere entrar en la habitación. La puerta está cerrada con llave. Llama. Yasmine no responde.

Lucas se va a la ciudad. Detrás de las ventanas arden las velas. Los bares están cerrados. Lucas vagabundea largo tiempo por las calles, pero al final entra en la iglesia. La gran iglesia está fría, casi vacía. Lucas se apoya en el muro, junto a la puerta. Lejos de allí, en el otro extremo, el señor cura oficia ante el altar.

Una mano toca el hombro de Lucas. Peter dice:

—Ven, Lucas. Salgamos.

Fuera, le pregunta:

—¿Qué hacías allí?

—¿Y tú, Peter?

—Te he seguido. Salía de casa de Victor cuando te he visto.

Lucas dice:

—Me siento perdido en esta ciudad cuando los bares están cerrados.

—Yo me siento perdido siempre. Ven a mi casa para calentarte un poco antes de volver.

Peter vive en una casa muy bonita, en la plaza principal. En su casa hay sillones mullidos, estanterías llenas de libros cubren las paredes, y hace calor. Peter huele a aguardiente.

—No tengo ningún amigo en esta ciudad aparte de Victor, que es un hombre amable y cultivado, pero bastante fastidioso. No para de quejarse.

Lucas se duerme. Al amanecer, cuando se despierta, Peter sigue mirándole sentado frente a él.

Al verano siguiente, el niño se pone de pie. Agarrado al lomo del perro, grita:

—¡Lucas! ¡Mira! ¡Mira!

Lucas va corriendo. El niño dice:

—Mathi es más grande que el perro. Mathi está de pie.

El perro se aparta y el niño cae. Lucas lo coge en brazos, lo levanta por encima de su cabeza y dice:

—¡Mathias es más grande que Lucas!

El niño se ríe. Al día siguiente, Lucas le compra un triciclo.

Yasmine le dice a Lucas:

—Te gastas demasiado dinero en juguetes.

Lucas dice:

—El triciclo ayudará a que se le desarrollen las piernas.

En otoño, el niño camina con bastante seguridad, pero con una cojera muy marcada.

Una mañana, Lucas le dice a Yasmine:

—Después de desayunar, baña al niño y vístelo con ropa limpia. Voy a llevarlo al médico.

—¿Al médico? ¿Por qué?

—¿No ves que cojea?

Yasmine responde:

—Ya es un milagro que ande...

Lucas dice:

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