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Authors: Fernando Vallejo

La puta de Babilonia (11 page)

BOOK: La puta de Babilonia
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Basílides decía que Cristo era el Nous, la primera emanación del Padre increado, que después produjo el Lagos, que produjo a Fronesis, que produjo a Sofia y a Dínamis, que produjeron a los ángeles, y todo esto en el pleroma o reino de la luz; y que Cristo no murió sino que engañó a los romanos haciendo que crucificaran a Simón de Cirene en su lugar mientras él, tomando la forma de éste, se burlaba de ellos. Los ebionitas veían a Cristo como un Mesías simplemente humano, lo retrataban como vegetariano y contaban que rechazó la carne que le ofrecían en la última cena. Marción decía que el Dios de los judíos era el creador y legislador del mundo, un Dios maligno, contradictorio, inconstante, belicoso, iracundo, vengativo, autor de todos los males físicos y morales, y que por contraposición a él un segundo Dios que está por sobre el otro era el Dios del amor, cuyo hijo Jesús vino al mundo en Judea en tiempos de Poncio Pilatos a abolir la Ley y los Profetas o Biblia judía, pero sin nacer de la Virgen María sino apareciendo de repente en la sinagoga de Cafarnaún con apariencia humana, la cual mantuvo hasta su muerte en la cruz. Marción condenaba el sexo porque conduce a producir más gente y a perpetuar el horror del mundo. Ese Cristo vegetariano de los ebionitas y ese Marción fantástico que se opone a la reproducción me reconcilian con el cristianismo primitivo. ¡Pero ay, la Puta que se quedó con todo nos resultó iracundamente carnívora y paridora!

Tan pronto se montó la Puta al carro del poder de Constantino empezó a quemar papiros y pergaminos tratando de destruir todo vestigio de esos Cristos que no coincidían con el suyo, la quimera que malparió juntando los de los cuatro evangelios. Si algo sabemos de los otros Cristos, tan absurdos como el de la Puta pero que por lo menos no alcanzaron a hacer daño, es por los refutadores de "herejías" o "heresiólogos", que aparecieron a mediados del siglo II yde quienes nos queda como muestra el tratado de Ireneo de Lyon (San Ireneo) Adversus haereses, que la Puta sólo conservó en su traducción latina pues por andar en sus persecuciones y concubinajes dejó perder el original griego. Ya un poco antes de la plaga de los heresiólogos había aparecido otra, la de los "apologistas", cuyo más necio exponente fue Justino Mártir, que les atribuía un cuerpo a los ángeles y que sostenía que el pecado de los ángeles caídos fue su cópula con mujeres: "Los ángeles transgredieron la orden y cautivados por el amor de las mujeres engendraron con ellas hijos, que son los que llamamos demonios" (Apología, 2,5). Sostenía que los demonios enceguecieron a los judíos y los instigaron a infligirle al Logos, manifestado en Jesús, todos sus sufrimientos. Del ayuntamiento de los apologistas con los heresiólogos nació la Puta. Ese Logos de Justino, que se traduce al latín como el Verbo, es la misma emanación del pleroma de los gnósticos con que comienza el Evangelio de Juan: In principio erat Verbum et Verbum erat apud Deum et Deus erat Verbum. Y en español: "En el principio era el Verbo y el Verbo estaba con Dios y Dios era el Verbo". ¡Hermoso! Lástima que Juan no se vuelva a ocupar del Verbo o Logos en lo que resta de su evangelio. ¡Le hubiera pedido que cantara! En fin, si de veras Juan fue el autor de su evangelio, y por añadidura del Apocalipsis y las tres epístolas del Nuevo Testamento que llevan su nombre, ¡era un genio! Un Rimbaud marihuano. Murió viejo. De cien años. En la isla de Patmos.

A Justino Mártir le preguntaron que por qué los cristianos que él defendía tanto no se suicidaban para llegar lo más pronto posible a Dios. A lo cual contestó: "Si lo hiciéramos estaríamos actuando contra la voluntad del Señor". Pues lo que no supo contestar este hipócrita es lo que les quiero volver a preguntar ahora a los dos mil millones de cristianos que hoy contaminan la tierra: ¿Por qué si quieren tanto a Cristo no se suicidan para que se vayan a reunir de inmediato con él en su gloria? Teólogo y mártir, Justino vivió del año 100 al 163 según dicen. Si así fuera, y si los evangelios fueran de cerca al año 80 como pretende la Puta, ¿por qué entonces Justino no sabe de ellos ni de lo que cuentan? Lo más que sabe de Cristo es que fue crucificado bajo Poncio Pilatos, según afirma en su Apología; y que el arcángel Gabriel le anunció a la Virgen María que el espíritu del Señor la iba "a cubrir" con su sombra, según cuenta en su Diálogo con Trifón usando el mismo verbo que usa Lucas para contar lo mismo. ¡Como si los espíritus tuvieran sombra! ¡O como si las sombras pudieran cubrir a las vírgenes como cubren los caballos a las yeguas! ¿Quién tomó de quién ese cuento estúpido? ¿Justino de Lucas? ¿O Lucas de Justino? Si Justino lo hubiera tomado de Lucas, sabría más de Cristo. Y sin embargo el Diatessaron, que junta los cuatro evangelios en uno solo tratando de armonizar sus contradicciones, se debe a un discípulo de Justino, Tatiano, de quien se dice que murió en el año 180. ¿No habrán sido escritos los evangelios hacia el 163 que se da como año de la muerte de Justino? Tatiano, que era sirio, regresó en el 172 al oriente donde fundó la religión de los encartitas o abstinentes que rechazaban el matrimonio y condenaban el consumo de carne. Del Diatessaron quedan copias antiguas en latín y siriaco, pero se cree que fue compuesto originalmente en griego. La del latín fue la primera traducción de los evangelios a esta lengua. Antes de su regreso al oriente Tatiano había compuesto el tratado Sobre los Animales ¡Qué cerca del corazón siento a este hereje! Tan lejos como siento a Cristo.

La fecha de composición de los evangelios es decisiva para resolver el asunto de si de veras existió Cristo o si sólo es un invento de la Puta. Es entendible que ésta pretenda que los evangelios fueron escritos antes del año 100, pues mientras más lejos estén del año 33 en torno al cual fechan la muerte de Cristo menos confiables son como testimonio de su existencia. La verdad es que no sabemos quiénes escribieron los evangelios, ni cuándo, ni dónde. Para empezar, los cuatro evangelios canónicos (y todos los apócrifos y todos los demás textos del Nuevo Testamento) son pseudoepigráficos, palabra con que designamos los escritos anónimos que se atribuyen a alguien. No sabemos quiénes son Mateo, Marcos, Lucas ni Juan. A lo mejor estos nombres designan grupos o escuelas cristianas y no individuos. Así el Juan del evangelio, el Apocalipsis y las tres epístolas del Nuevo Testamento a él atribuidas pudo ser una escuela cristiana que hubiera existido en Éfeso, que es donde se pretende que Juan escribió su evangelio. Además, como no nos ha quedado el original de ningún evangelio ni ninguna de sus primeras copias, no podemos afirmar que tal evangelio fue escrito por un solo autor y no por una serie de autores que sucesivamente lo fueron modificando y aumentando, como se cree que ocurrió con todos los libros de la Biblia hebrea o Antiguo Testamento, que se consideran la obra de varias generaciones. Ya aludimos al papiro p77, que consiste en sólo nueve versículos de una copia del Evangelio de Mateo de cerca al año 200, la más antigua conservada. ¿Y cómo sabemos que es un pedazo de una copia y no del original? E igual respecto al pergamino 0189, la copia más antigua conservada de los Hechos de los Apóstoles, fechada hacia el año 200. Los escritores cristianos del siglo II no conocen esta obra. Por lo tanto ese pergamino bien podría ser el mismísimo original de este libro que empieza su relato donde terminan los evangelios y que la Puta considera la historia de sus primeros años dictada por Dios al evangelista Lucas. Si fuera el original, ¿no podrían rastrear en él los científicos de hoy la huella genética del Señor mezclada en ese pergamino con el genoma de una vaca? La Fundación Rockefeller podría financiar el proyecto.

Los evangelios están llenos de interpolaciones. El examen filológico del texto desenmascara muchas de ellas. Pero hay algo más incontrovertible que el análisis textual: el cotejo de las copias más antiguas. Por ejemplo el episodio con que empieza el capítulo octavo del Evangelio de Juan (Juan 8:11), en que Cristo defiende a la mujer adúltera y les dice a los que la quieren lapidar "El que esté libre de pecado que tire la primera piedra", falta en dos de los más antiguos papiros de cerca al año 200, el p66 y el p75, y en los cuatro códices más antiguos: el Sinaiticus y el Vaticanus del siglo IV y el Alexandrinus y el Ephraemi del siglo V; ninguno de los Padres de la Iglesia griegos lo menciona en sus comentarios, ni parecen conocerlo los latinos Tertuliano, Cipriano e Hilario; y aparece por primera vez en el códice Bezae Cantabrigiensis del siglo V, desde el que se ha retenido hasta nuestros días. Entonces yo pregunto: ¿ese pasaje se lo dictó Dios al evangelista Juan, o no? ¿A cuál de las copias antiguas le creemos? ¿A las que no lo tienen, o a las que lo tienen? Si les creemos a las que no lo tienen por ser las más antiguas, entonces suprimámoslo del evangelio. El capítulo 21 y último de este mismo Evangelio de Juan en su totalidad es un agregado, como se ha venido señalando desde el siglo XIX y como lo indican los dos últimos versículos del capítulo que lo precede, el 20, que son condusivos: "Muchos otros milagros hizo también Jesús en presencia de sus discípulos que no han sido contados en este libro. Éstos han sido escritos para que creáis que Jesús es Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre" (Juan 20:30, 31). y quitando los primeros ocho versículos, asimismo es un agregado el capítulo 16 y último del Evangelio de Marcos, del versículo 9 hasta el 20, que faltan en las copias más antiguas de este evangelio completo (el códice Sinaiticus y el Vaticanus), y cuyo vocabulario y estilo no son los del resto de este evangelio. El agregado a Marcos sin embargo es muy entendible pues en estos versículos se les aparece Cristo resucitado a los once apóstoles y los convierte en taumaturgos como él: "Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que crea y se bautice se salvará, pero el que se niegue a creer se condenará. Y estas señales acompañarán a los que crean: en mi nombre expulsarán demonios, hablarán en lenguas nuevas, cogerán serpientes, y si bebieran algún veneno, no les hará daño; impondrán las manos sobre los enfermos y quedarán curados".

¡Pero qué pleonasmo hablar de agregados tratándose de un texto bíblico! Eso es lo que son todos, agregados, interpolaciones, tanto los del Antiguo Testamento como los del Nuevo: la obra de muchos manipuladores malintencionados y de copistas descuidados que los han ido aumentando y cambiando en el curso de las generaciones. Dios hizo muy mal en dejarnos su palabra sujeta a las incertidumbres humanas. Es más, no tiene por qué haber ninguna palabra de Dios pues está en la esencia de la palabra el hecho de que es humana, y todo lo humano es pasajero y defectuoso. Dios no. Dios es eterno y perfecto.

La Puta habrá decidido el canon por un acto de arbitrariedad en el Tercer Concilio de Cartago ratificado en el Concilio de Trento, pero no tiene forma de fijar los textos. Acabó adoptando la Vulgata o traducción al latín del Antiguo Testamento hebreo y del Nuevo Testamento griego que emprendió Jerónimo (alias San Jerónimo) en el año 382 y que terminó en el 405. En tiempos de Jerónimo el latín era una lengua viva. Para el siglo XVI de la Reforma protestante ya era una lengua muerta. Una de las causas de la Reforma fue justamente que Lutero tradujera la Vulgata al alemán, desafiando la prohibición de la Puta de traducirla a las lenguas vivas de la época. Pensaría la Puta que con eso protegería de los cambios la palabra de Dios, como cuando un río se congela. Sólo que un río congelado es un río muerto. Por lo demás hacía bien la Puta en limitar la lectura de las Sagradas Escrituras a sus lacayos o clérigos: la Biblia es un libro tan imbécil e inmoral que mientras más oculto lo tenga la Puta que se lucra de él mejor le va. No bien lo pudieron leer libremente los protestantes en los idiomas vernáculos y de inmediato empezaron a cuestionar sus contradicciones, sus estupideces y bajezas. Del cuestionamiento pasaron a la burla. Hoy los protestantes son los grandes especialistas en tomarle el pelo a la Biblia. Nosotros los católicos no, la respetamos mucho. Tanto que no sólo no la leemos sino que ¡ni la tocamos! Cuando mi papá y mi mamá viajaron de Colombia a México, in illo tempore, al regresar en uno de esos avioncitos tetramotores que tenían que ir haciendo escalas como saltamontes por todos los paisitos de Centro América tuvieron que pernoctar en Panamá, y en la mesita de noche del cuarto del hotel había un libro. Mi mamá lo tomó desprevenida a ver qué era, y cuando se dio cuenta de que era una Biblia lo soltó como si hubiera agarrado una culebra y se desmayó: del golpe que se dio contra el borde de la cama quedó medio loca. ¡Las cosas de Dios! "Niños –nos dijo mi papá cuando regresó con la enfermita—, por poco se les muere la mamá. En Panamá casi la pica una Biblia protestante". ¡Como si entonces hubiera Biblias católicas! Eso es un invento de los tiempos recientes, posterior al viaje a la luna.

Una vez que la Puta decidió el canon bien que mal congeló sus textos y aquí los tenemos, con sus incontables variantes que se arrastran desde su más lejano pasado, para que tratemos de descubrir qué fue en últimas lo que nos quiso decir Dios. El que quiera acceder al agua límpida de la palabra divina que aprenda primero hebreo bíblico y griego de la koiné, y una vez dominadas estas lenguas que pase a establecer el texto auténtico cotejando, de aperitivo, los más viejos papiros y pergaminos que con tanto amor he enumerado arriba, y de plato fuerte el medio millar de copias antiguas que les siguen. Dios no tiene por qué estar al alcance de la chusma paridora. En esto sí coincido con la Puta.

Establecido que no sabemos quiénes escribieron los evangelios, pasemos a considerar el asunto de dónde fueron escritos. ¿En Roma? ¿En Alejandría? ¿En Antioquía? Lo único seguro es que no fueron escritos en Palestina, donde nació y por donde anduvo Cristo, pues sus autores no conocen su geografía. No son de ahí, jamás pusieron un pie en Tierra Santa. Escribe Marcos (7:31): "De nuevo, saliendo de la región de Tiro vino a través de Sidón hacia el mar de Galilea que está en medio de la Decápolis". El mar de Galilea no está en medio de la Decápolis sino a un lado: al este de Galilea y el Jordán. Del norte hacia el sur tenemos: Sidón, Tiro y mar de Galilea. Si Cristo salió de Tiro hacia el mar de Galilea, que queda al sur, no pudo pasar por Sidón que queda al norte. Tal vez el Altísimo no estaba lo suficientemente alto para dominar el panorama y por eso estas chambonadas de sus evangelistas. ¡Le hubiera pedido a Satanás que lo subiera a lo más alto del pináculo!

Y dice Juan (12:21): "se acercaron a Felipe, el de Betsaida de Galilea". Pero Betsaida no está en Galilea sino en Gaulanítida: al este del mar de Galilea, no al oeste. Juan es de Galilea. ¿Cómo es posible que no conozca su propia región? y dice Mateo (19:1-3) ''Y sucedió que cuando terminó Jesús estos discursos partió de Galilea y se fue a la región de Judea, al otro lado del Jordán, adonde le siguieron grandes multitudes, y allí los curaba". Pero resulta que tanto Galilea como Judea están del lado oeste del Jordán, y Judea no se prolonga al otro lado del río: al otro lado está Perea.

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