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Authors: Chris Kuzneski

Tags: #Intriga, #Policíaco

La señal de la cruz (50 page)

BOOK: La señal de la cruz
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Mientras caminaban en esa dirección, Payne consideró seriamente la posibilidad de quitarle el arma a uno de los soldados, pero decidió no hacer nada porque la cuerda seguía atada a la cintura de todos. Cualquier movimiento en falso daría lugar a un nudo que ni siquiera un boy scout podría deshacer.

Además, Payne tenía el presentimiento de que no tardarían en tener una oportunidad mejor de atacar.

Los soldados se bajaron los visores de los cascos al meterse bajo el toldo. Una vez allí, obligaron a todos a ponerse de rodillas y después encendieron los focos. Fuera estaba tan negro como boca de lobo, de no haber sido por los esporádicos relámpagos y truenos, de manera que, por contraste, la luz de los focos se volvió casi insoportable.

Payne se protegió los ojos unos segundos, parpadeando hasta que pudo distinguir algunas formas y sombras primero y, después, un número suficiente de detalles. Aun así, pese a que estaba muy cerca del suelo, no fue capaz de ver lo que había dentro del foso, aunque sospechaba que tenía unos cuantos metros de profundidad.

—Debo admitir que estoy sorprendido de que hayan llegado tan lejos —dijo Dante—. Mi familia tiene el orgullo de proteger nuestra tierra y el secreto que oculta. De hecho, yo mismo no he sido informado de la existencia de ese secreto hasta hace muy poco. Y eso probablemente no hubiera pasado sin la ayuda del señor Payne.

Jones lo miró con una cara que decía: «¿De qué puñetas habla». Payne se encogió de hombros.

—Si no hubieras asesinado a Roberto, mi padre nunca me habría dicho nada. Así es como funciona, ¿saben? El hijo mayor guarda el secreto.

¿El secreto? ¿Qué secreto? Ellos habían acabado allí por una combinación de buena suerte y mal tiempo, nada más. Pese a todo, Dante asumió que ellos lo habían averiguado todo, y Payne no tenía ninguna intención de destruir su ilusión, no mientras tuviera tantas preguntas aún sin respuesta. De manera que dijo:

—Tío, a tu hermano le encantaba hablar, sobre todo cuando se le torturaba. El tipo iba de un secreto a otro, que si mi padre esto, que si Orvieto lo otro… ¿No es así, María?

—Sí, no se callaba. Era realmente embarazoso.

Dante estudió su rostro para saber si estaba mintiendo.

—¿Quieres decir que tú viste cómo torturaban a Roberto y no hiciste nada para impedirlo? ¿Cómo pudiste? Era tu hermano.

—¿Mi hermano? Dejó de ser mi hermano en el momento mismo en que trató de matarme… Y después de esto, tú tampoco serás ya mi hermano.

El comentario hirió a Dante, Payne pudo verlo en sus ojos. Una mezcla de conmoción, desengaño y sensación de haber sido traicionado. Payne quería decirle que se retractara, que había dicho las palabras equivocadas, pero ya era demasiado tarde. Cualquier posibilidad de jugar la carta de la familia había sido eliminada.

—Cortad la cuerda y metedla en el helicóptero.

Dante prácticamente escupió las palabras mientras las pronunciaba.

—Haced lo mismo con el profesor. Necesito interrogarlos antes de llevarlos ante mi padre.

Uno de los guardias cortó la cuerda por dos sitios, mientras los otros no le quitaban los ojos de encima a Payne. El extremo cortado de la cuerda cayó contra la pierna de Payne justo cuando el guardia levantó a Boyd del suelo. Lo mismo sucedió con Jones cuando cogieron a María. Un motor rugía fuera del toldo, y Payne vio cómo sacaron a Boyd y a María y se los llevaban bajo la tormenta hacia el helicóptero que los esperaba.

Mientras tanto, Dante permanecía tranquilo, mirando fijamente la fosa, pensando en lo que haría después.

—Esperad a que la tempestad amaine y cargadlo en el siguiente helicóptero. No podemos dejar que se moje.

Payne se movió unos centímetros hacia adelante e intentó ver lo que había abajo, pero uno de los guardias levantó el rifle y lo apuntó hacia su cabeza.

—Lo siento. Tenía un calambre —dijo Payne.

Dante sonrió, sabía que Payne estaba mintiendo.

—Es extraordinario que todo esto permanezca intacto después de todos estos años, sobre todo si tenemos en cuenta la cantidad de excavaciones que se han hecho por los alrededores. Considero que es muy parecido a las Catacumbas. Algunos dicen que la intervención divina lo protegió, pero yo sé la verdad. Es mi familia la que lo ha guardado, y la que ha hecho todo lo posible para proteger el secreto; y eso incluía darnos la espalda a mí y a María…, pero todo está a punto de terminar. Es el momento de decirle a todo mundo la verdad sobre Cristo, estén preparados o no.

Payne esperaba que eso significara que estaba a punto de enseñarles lo que había en la fosa. En cambio, cogió un lona negra y cubrió el hoyo como un padre que arropase a su recién nacido.

—Mantenedlo seco y seguro —les dijo a los guardias; después, como si acabase de tener una idea, caminó hacia Payne y Jones—. Ya sabéis qué tenéis que hacer con ellos.

Sus hombres asintieron mientras Dante abandonaba el toldo y subía al helicóptero. Segundos después, el sonido se incrementó un trescientos por ciento debido a que el piloto aceleraba preparándose para un despegue difícil. Payne sabía que la lluvia, los relámpagos y el viento iban a ponérselo difícil, no sólo al helicóptero sino también a los soldados que estaban en tierra. El aire empezaba a vapulearlos, el agua no tardaría en llegarles y todos los hombres que quedaran en la montaña iban a tener que protegerse la cabeza y los ojos del estruendo.

¿Y cómo es que Payne sabía todo eso? Pues porque ya lo había presenciado varias veces. Aunque lleves casco, visor y tapones en los oídos, es natural querer protegerse el rostro en condiciones tan severas. La naturaleza humana es así. Y la naturaleza humana es algo de lo que es posible aprovecharse.

—¡Jon! —gritó Jones, aunque se lo oía como un susurro, comparado con el ruido del motor—. ¿A la de tres?

Payne escondió la mano detrás de la cadera y la mantuvo allí esperando que el viento y el ruido se incrementasen al máximo. Después, cuando llegó el momento adecuado, contó con los dedos hasta tres para que Jones supiera cuándo era el momento.

—Uno… dos… tres… ¡ahora!

Al unísono se pusieron de pie y corrieron fuera del toldo. Jones iba medio paso más rápido y avanzó a Payne. Una vez fuera, éste le perdió la pista. Sus ojos se habían acostumbrado a las luces brillantes, y ahora que habían vuelto a la oscuridad, no podía ver nada. Si a eso se le añadía el viento, la lluvia y el rugir del helicóptero no es de extrañar que Payne se sintiera como Dorothy dentro del tornado de
El Mago de Oz
.

El destello de un rayo le confirmó que iba en la dirección correcta y que Jones todavía iba por delante. Él llevaba a los guardias la misma ventaja, de manera que se movió en seguida unos cuantos centímetros hacia la izquierda por si acaso abrían fuego. El helicóptero estaba encima de sus cabezas, impidiendo que pudiera oír disparos, a Jones o cualquier otra cosa. La oscuridad les quitó la visibilidad, mientras que la lluvia y el fango desequilibraban sus otros sentidos. Sólo podía confiar en su instinto y éste le decía que siguiese recto.

Un rayo de luz cegador apareció en el cielo y, a diferencia del anterior, no fue un parpadeo. Esta vez era el foco del helicóptero lo que le permitió a Payne ver una parte del terreno. Un pedrusco a la izquierda, una grieta a la derecha y Jones justo delante. Por un instante, temió que los rastrearan con la luz, como hacen los polis urbanos en Los Ángeles, pero no fue así; habían empleado el haz de luz para superar las montañas circundantes y atravesar ilesos la tormenta.

Cuando el ruido disminuyó, Payne oyó pasos detrás de él. Y muchos gritos. Los hombres iban apareciendo de la nada. Se habían mantenido casi invisibles gracias a su equipo de camuflaje y ahora se abalanzaban sobre Payne, que se quitó al primero de encima, luego al segundo y finalmente dejó inconsciente al tercero con un soberbio golpe de antebrazo en su cara. Payne esperaba que le dispararan en cualquier momento, esperaba sentir de repente el ardor de una bala destrozando su carne, pero la oscuridad fue su salvación. No podían arriesgarse disparando a un blanco que no podían ver, no con todos aquellos soldados de su propio bando correteando por todos lados.

—Por aquí —le gritó Jones, que iba tres metros por delante y que después, como por arte de magia, se esfumó. Primero fueron sus piernas, luego su pecho y finalmente su cabeza. Un segundo estaba allí y al siguiente ya había desaparecido, escondido en el borde de la meseta. Payne quería seguirlo pero fue embestido por un guardia con un rifle. Apuntó a Payne y gritó algo en un idioma extranjero que él no entendía. Eso le dejó a Payne dos opciones: pedirle una explicación rápida o empujarlo con el hombro. La segunda opción era más sabia, de manera que colocó la cabeza en el pecho del guardia y lo arrojó colina abajo. Pero el tipo logró rodear a Payne con los brazos y no lo soltó sino que lo sujetó bien fuerte.

Un relámpago le permitió a Payne ver su cara mientras surfeaba cuesta abajo con la espalda del tipo. El guardia era joven y estaba asustado, Payne lo percibió con tan sólo una mirada, pero eso no le molestaba. Era el enemigo, y Payne tenía que deshacerse de él lo antes posible.

Tuvo su oportunidad mientras se acercaban a la primera curva de la rampa, una curva que el guardia no pudo ver. Payne sabía lo que venía con antelación y se lanzó hacia atrás justo antes de que se golpeasen contra la pared de piedra. El guardia dio en ella con la cabeza, amortiguando así el golpe de Payne. Cinco segundos después, Payne tenía su casco y su rifle y estaba deslizándose cuesta abajo por la pendiente, tratando de alcanzar a Jones antes de que alguien volviera a atraparlo por detrás.

Los ojos de Payne se habían adaptado a la falta de luz, pero la lluvia, el viento y el fango lo cegaban. Rápidamente, se ajustó a la longitud de las bajadas y poco después ya se anticipaba a las vueltas tan bien que prácticamente jugaba con ellas. Se sentía como un nadador en una piscina oscura que efectuara las volteretas en el momento perfecto, aunque no pudiera ver las paredes. Eso continuó todo el camino hasta abajo, donde encontró a Jones esperándole en el Mercedes, con el motor en marcha.

—¿Necesitas que te acerque a algún sitio? —preguntó mientras abría la puerta del pasajero—. Por favor, mantenga los pies en la alfombrillas. No quiero que el interior se ensucie.

Payne subió, estaba empapado de sangre y de lodo, pero se sentía lleno de vigor. Escapar de la muerte te hace sentir así.

—¿Adonde vamos ahora?

—A Italia —dijo Jones, dándole gas—. Tenemos que alcanzar a un helicóptero.

70
Sábado, 15 de julio
Aeropuerto Leonardo da Vinci
(
treinta kilómetros al sudoeste de Roma, Italia
)

N
ick Dial fue recibido por el director de seguridad del aeropuerto, quien caminó con él hasta la aduana, donde se montaron en un pequeño coche parecido a los de golf. Frenaron delante de la oficina de seguridad, por la que Dial pudo dar una vuelta rápida. El primer cuarto estaba equipado con docenas de pantallas, todas mostraban el aeropuerto desde diferentes perspectivas, desde las cintas de equipaje hasta las zonas de aparcamiento.

Marco Rambaldi, el jefe de seguridad, colocó su tarjeta de identificación frente a un ojo electrónico y esperó a que la puerta se abriera. Era un hombre guapo de cabello negro azabache que no hacía juego con sus cejas grises. Dial pensaba que tal vez tendría cincuenta y tantos años, probablemente se trataba de un antiguo policía con experiencia en asuntos de terrorismo. Alguien lo había destinado allí para impedir un once de septiembre en Italia.

—No hablamos mucho de este cuarto —dijo Rambaldi mientras abría la puerta—. Cuantos menos criminales conozcan su existencia, mejor.

Dial entró y vio una serie de ordenadores conectados en red, muy parecidos a los del sistema de seguridad que había visto en Las Vegas. Una combinación de pantallas de vídeo que transmitían en directo, un corredor de información entre la tierra y un satélite de comunicaciones y lo último en tecnología de identificación. En cuanto una persona entra en el aeropuerto, se le toma una fotografía, se digitaliza su imagen y luego se compara con las bases de datos de terroristas de todo el mundo.

Rambaldi se sentó delante de uno de los ordenadores:

—Podemos enfocar nuestra atención hacia las salidas, las llegadas o hacia donde queramos. Tu ayudante, el agente Chang, les comunicó a mis hombres que los asesinos de la cruz llegarían hoy a Roma. ¿Es así?

—Eso sospechamos.

—Pero todavía no sabéis sus nombres, cómo son ni cuándo van a venir, ¿no es así?

Dial hizo una mueca. Sabía que visto así su caso no parecía muy consistente:

—Tendrás que confiar en mí. No soy el tipo de poli que exagera para…

Rambaldi le hizo una seña para que no siguiera:

—¿Quién soy yo para discutir tus métodos? Eres el jefe de división de la Interpol. Algo debes de estar haciendo bien… Dime, ¿qué necesitas que haga yo?

Dial se relajó y apreció el respeto que parecía tenerle.

—Estamos buscando mercenarios, soldados de alquiler. Gente con mucha experiencia militar.

—¿Por qué? —Rambaldi preguntó mientras cambiaba unas configuraciones. En vez de concentrarse en los terroristas, el sistema estaba ahora buscando mercenarios—. ¿Cuál es la conexión?

—Los asesinatos fueron realizados con mucha precisión y en el extranjero. Sospechamos que se trata de asesinos con experiencia militar, gente que sabe cómo arreglárselas para cruzar fronteras, gente que cuenta con contactos locales. —Dial esperó a que Rambaldi terminara de teclear—. Y como todas las víctimas eran jóvenes y fuertes, diría que se trata de hombres que, probablemente, estén entre los veinticinco y los cuarenta.

—Perfecto. Eso nos será de mucha ayuda. Cuanto más puedas especificar más fácil será la búsqueda. Si se te ocurre alguna otra cosa, házmelo saber. Podemos actualizar los criterios de búsqueda en cualquier momento.

Dial asintió:

—Dime, ¿tienen un sistema similar en el otro aeropuerto?

Roma Ciampino era el aeropuerto más importante de la otra parte de Roma.

—Sí, muy similar. Podemos mandarles estos parámetros de búsqueda si lo deseas.

—Eso estaría muy bien. Se lo haré saber a mis agentes en Ciampino ahora mismo.

—¿Y qué me dices de las pistas de aterrizaje más pequeñas? Tenemos varias dispersas por toda la región.

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