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Authors: Kathy Tyers

Tags: #Ciencia ficción

La tregua de Bakura (16 page)

BOOK: La tregua de Bakura
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—Ha sido un placer hablar tanto rato con ustedes, pero creo que nos costará más convencer a los militares imperiales de que hemos venido a trabajar, y luego volveremos a casa.

—Alteza. —El tono del primer ministro indicaba un suave reproche—. No han venido por ese motivo, ¿verdad? —Captison levantó una mano—. Da igual. Nuestro pueblo necesita una distracción. Desde hace una semana, lo único que ocupa sus mentes son los ssi-ruuk.

—Lo comprendo —murmuró Leia—. ¿Qué puedo hacer por usted, señor primer ministro?

—Usted, y su grupo, podrían reunirse conmigo en mi casa esta noche. La cena será servida a las diecinueve cero cero.

Leia ardía en deseos de acostarse y dormir, pero…

—Será un placer —contestó. También podía ser una maravillosa distracción, una auténtica ruptura—. Acepto, en nombre del general Solo y el comandante Skywalker.

¿Y Chewie?, pensó de repente. No encajaría, teniendo en cuenta lo que esta gente sentía hacia los alienígenas. Bien, esperaba que lograría explicárselo. Quizá podría dormir.

—Muchas gracias.

—Les enviaré una escolta poco después de las dieciocho treinta. Oh —añadió—, también he invitado al gobernador Nereus. Es una oportunidad de establecer contacto fuera de los márgenes oficiales.

Eso la mantendría despierta. Garantizado.

—Un gran detalle, señor primer ministro. Gracias.

Leia cortó la comunicación. Era la oportunidad perfecta. Había llegado el momento de interrogar a los imperiales sobre lo que opinaban acerca de las intenciones del emperador Palpatine, cuando había llamado a los ssi-ruuk.

Esperaba que Luke volviera del espaciopuerto a tiempo de acicalarse.

Esperaba que Luke volviera, punto.

Capítulo 9

C
uando Dev terminó de raspar repugnantes coágulos de comida mezclada, había transcurrido una hora. Debía presentarse ante el Anciano Sh'tk'ith (Escama Azul) antes de su baño de mediociclo. No era que deseara una renovación, pero si Escama Azul pensaba que Dev le rehuía, investigaría a fondo. Escama Azul era increíblemente sensible a los cambios en el olor de Dev. Además, el anciano tenía talento para el control hipnótico, aunque era tan ciego a la Fuerza como los demás. Dev debería ser capaz de oponerle resistencia, porque la hipnosis no era nada comparada con el poder de la Fuerza.

Pero no podía controlarla bien, y no tenía a nadie que le enseñara.

Dev había sentido la presencia de alguien de su propia especie. ¿Y si era un auténtico Jedi? Los ssi-ruuk estarían muy interesados, pero Dev no quería que Escama Azul lo supiera todavía.

Por otra parte, quizá no sería tan malo. Buscarían al otro, y Dev tendría un amigo humano…

No, el Extraño poseía una Fuerza superior, un concepto que su madre le había inculcado mucho antes del fatídico día de la invasión. Dev evadiría la atención de su amo. No obstante, al final le tecnificarían. Avanzó por el amplio pasillo a paso ligero. Se cruzó con muchos ssi-ruuk que caminaban en ambas direcciones, con sus enormes cabezas colgando.

Por otra parte (caminó más despacio), quizá intentaran tecnificar al Extraño. Los humanos chillaban en la silla de tecnificación. Alguien tan poderoso en la Fuerza tal vez mataría a Dev en su agonía.

No, no. Sólo el cuerpo experimentaba dolor.

Pero ¿y si era un Jedi bien adiestrado?

Dev se zambulló en un turboascensor y corrió hacia el puesto de trabajo de Escama Azul, en la cubierta de los androides de combate. No estaba allí. Varios trabajadores p'w'eck, pequeños y morenos, estaban inclinados sobre pirámides erizadas de antenas, recuperadas por los haces de arrastre. El grupo estaba compuesto por jóvenes, de cola corta y ágiles movimientos. En cuanto terminaran de reparar aquellos androides, éstos estarían preparados para el próximo contingente de prisioneros que serían tecnificados.

Dev les observó unos instantes. Todos los p'w'ecks trabajaban sin expresar la menor satisfacción. Aquella raza de criados cortos de entendederas sólo se parecían superficialmente a sus brillantes y musculosos amos. Los ojos embotados y la piel fláccida demostraban que incluso los p'w'ecks jóvenes no se molestaban en comer bien. En comparación, los androides de combate relucían.

Subió al puente y envió a uno de los androides de seguridad cilíndricos último modelo en busca de Escama Azul. Esperó fuera. Una red conductora rodeaba el puente, lo bastante fuerte para estabilizar la gravedad y repeler oleadas de energía durante la batalla. Podía recargarse, como un reactor, y un impacto directo lanzado por una nave grande sobrecargaría la red y convertiría el puente en una trampa mortal. El almirante Ivpikkis se encargaba de que ninguna nave hostil se acercara al
Shriwirr
.

El androide no encontró a Escama Azul. Dev, cada vez más ansioso, fue a buscarle en la sala de tecnificación del maestro Firwirrung.

Escama Azul se encontraba en el pasillo, dando órdenes a un grupo de p'w'ecks. Dev se mantuvo a una distancia respetuosa. En cuanto los p'w'ecks se dispersaron, se acercó.

—Me ordenaste presentarme ante ti, Anciano.

Escama Azul abrió una escotilla.

—Entra.

Una vez en el interior, Dev paseó la vista a su alrededor. No era el centro de trabajo habitual de Escama Azul En un rincón, barandillas altas hasta la rodilla y la cintura rodeaban una zona hundida de un metro cuadrado. Un portal estaba abierto. Cuando Escama Azul la cerró, quedó convertida en un recinto. Casi parecía una jaula construida para albergar a un p'w'eck. A veces, les aislaban como medida de disciplina. Nunca lo había visto. Le invadió el pánico.

—¿Ahí?

—Sí.

Escama Azul se deslizó hasta una mesa pequeña. Incapaz de hacer otra cosa, Dev entró en el recinto.

Por lo general, las renovaciones a que le sometía Escama Azul empezaban con una invitación a tenderse sobre la cubierta. Al menos, no parecía que fuera a ser disciplinado…, de momento.

—¿Qué deseas? —silbó inquieto Dev—. ¿Qué puedo hacer para complacerte?

—Hablar conmigo. —Escama Azul depositó su masa reluciente junto a Dev—. ¿Cómo va tu proyecto?

Dev, complacido por la atención que le prestaba el anciano, descargó su peso sobre la barandilla superior.

—Va muy bien. Mi último esfuerzo es la traducción del anuncio que transmitimos a Bakura, hace unas semanas…

—Basta.

Escama Azul acercó su enorme cabeza a Dev y le escrutó con un ojo.

Dev le dedicó una sonrisa afectuosa.

—Eres humano —dijo Escama Azul—. Piensa por un momento en lo que eso significa.

Dev se subió una manga y contempló su brazo suave y cubierto de vello.

—Significa… inferior.

—¿Estás seguro?

Dev, confuso, cerró los ojos. Desde las profundidades de su ser, liberó algo controlado, reprimido, apestoso, detestable y…

El inmenso lagarto se acercó más. Dev aulló y golpeó su extremidad delantera.

—Más fuerte —dijo el alienígena—. Puedes hacerlo mejor, canijo.

Dev apretó los dientes y hundió los puños en la extremidad.

—Vosotros matasteis mi planeta. A mis padres, a mi pueblo. Todos desaparecidos, absorbidos, asesinados, mutilados…

Enmudeció, sollozante.

—¿Ningún motivo nuevo de irritación?

Dev levantó los puños a la altura de su pecho. ¿Qué estaba haciendo aquel lagarto, extrayéndole información? Esta vez, no la obtendría.

El Anciano se acercó aún más. Un hedor a lagarto inundó las fosas nasales de Dev.

—Sé que te gustaría vaciarme este ojo.

Dev contempló el ojo. Dio la impresión de que aumentaba de tamaño y le rodeaba de negrura. Le absorbió. Se precipitó en sus profundidades, aferró los bordes resbaladizos de la libertad.

Se tambaleó.

Horrorizado, cayó aovillado sobre las frías losas grises de la cubierta. Había ofendido a Escama Azul. Su suerte estaba echada.

—Dev —dijo en voz baja Escama Azul—, no deberías decir esas cosas.

—Lo sé —dijo, afligido.

Escama Azul emitió un suave ronroneo gutural.

—Nos debes todo.

¿Cómo había podido pensar lo contrario?

—Dev —silbó Escama Azul.

El joven levantó la vista.

—Te perdonamos.

Exhaló un profundo suspiro y se puso de rodillas, sin soltar la barandilla inferior del recinto.

—Toma, Dev.

Escama Azul sostenía un hipovaporizador. Dev, agradecido, hundió su hombro en otro aguijón. Su vergüenza se disipó como por arte de magia.

—Te irrité a propósito, Dev. Para demostrarte lo cerca que está de la superficie tu mal carácter. Jamás debes demostrar irritación.

—No lo haré más. Gracias. Lo siento.

—¿Qué te ha perturbado tanto esta tarde, Dev?

Recordaba vagamente que había confiado en no revelarlo, pero no recordaba por qué. Los ssi-ruuk le protegían y atendían a todas sus necesidades. Le proporcionaban placer, incluso cuando no lo merecía.

—Fue extraordinario —empezó—. La sensación de otro usuario de la Fuerza, muy cercana.

—¿Usuario de la Fuerza? —repitió Escama Azul.

—Alguien como yo. No es que me sienta solitario, pero los iguales se buscan. Ojalá pudiera localizarle, pero sospecho que es un enemigo de la flota, porque llegó con los nuevos. Me entristeció.

—¿Un enemigo? ¿Es macho?

Dev alzó la
cabeza
, con un esfuerzo y sonrió a Escama Azul. Hubiera lo que hubiese en el hipo vaporizador, le estaba dando tanto sueño que apenas podía moverse.

—Quizá soñaré con él —murmuró, y se soltó de la barandilla.

Gaeriel descansaba en el aire, sobre una cama repulsora circular. Una colcha de piel trenzada la envolvía de los hombros a las rodillas. La cama flotaba sobre una alfombra algo desteñida. La casa de Yeorg y Tiree Captison era una de las mejores de Bakura, según le habían contado, pero a medida que aumentaban los impuestos imperiales, hasta el primer ministro se veía obligado a aplazar reparaciones y sustituciones. El nuevo sueldo de Gaeri ayudaba a pagar el mantenimiento. No le importaba «lo más elegante», pero sí le importaban tío Yeorg y tía Tiree.

Hacía meses que no necesitaba descansar después de la sobremesa, y la siesta había sido inútil. Había despertado sobresaltada, y la cama repulsora había contribuido a acentuar su terror. El Jedi Luke Skywalker había aparecido en un sueño inquietante, flotando sobre su cabeza en un campo repulsor generado por sus poderes Jedi. Antes de que pudiera despertarse, la piel y el cabello de Skywalker se habían ennegrecido, para transformarse en el enviado de los ssi-ruuvi, Dev Sibwarra. Este descendió hacia el campo repulsor, atravesó la colcha, succionó vida de su ser…

Frustrada, se desembarazó de la colcha y pulsó un control mural. La Orquesta Sinfónica Imperial interpretó una melodía relajante alrededor y dentro de sus oídos. Había regresado de Centro fascinada por la última tecnología sonora imperial, un sistema de música hidrodinámico. Como regalo de graduación, tío Yeorg había encargado un sistema empotrado en las paredes de su habitación. Cada superficie, incluida la larga ventana, funcionaba como un enorme altavoz. Un fluido que circulaba lentamente entre los paneles transportaba y amplificaba el sonido. Los obreros habían transformado su habitación larga y rectangular en un óvalo, con el fin de obtener una acústica mejor.

Sin embargo, Wilek Nereus poseía los únicos catálogos en disco duro adecuados al sistema. Grabaciones de datos, literarias y musicales tenían que pasar por su despacho. Hasta el momento, todos los tratos con ella podían justificarse como «patrocinio», pero Wilek Nereus no hacía nada gratis.

Las armonías adoptaron un ritmo más lento y metales apagados iniciaron una melodía. Quizá Bakura tendría posibilidades mejores de repeler la invasión con los refuerzos rebeldes. De pronto, recordó la forma en que se había sentido atraída hacia el Jedi Skywalker antes de saber quién era. De haber sido diez años más joven, reflexionó mientras se daba la vuelta en el campo repulsor, habría deseado que fuera otra cosa, y que se quedara una temporada…, o poder retroceder en el tiempo y olvidar lo que sabía.

Pero la Rueda Cósmica sólo rodaba hacia adelante, creaba tensión y la equilibraba, creaba y equilibraba.

Sonó un timbre. Gaeriel se incorporó cuando la puerta se deslizó un lado. Tía Tiree entró, muy elegante con su túnica azul de ejecutivo y un collar de torc dorado.

—¿Te encuentras mejor, Gaeriel? ¿Se te ha pasado el dolor de cabeza?

Se sintió obligada a decir la verdad.

—Sí, gracias.

—Estupendo. Tenemos invitados a cenar. Es muy importante. Ponte guapa.

—¿Quién viene?

Gaeriel cerró el sistema sonoro. Aquél no era el estilo de tía Tiree. Por lo general, utilizaba el interfono o enviaba un criado.

Tiree estaba tan inmóvil como un maniquí. Al igual que tío Yeorg, había servido a Bakura durante treinta años normales. Su aplomo se había convertido en una marca de fábrica.

—La Alianza Rebelde y el gobernador Nereus necesitan hablar en terreno neutral. Nuestro deber es proporcionarles la oportunidad.

—Oh.

Maldición. ¿Los rebeldes y Nereus? Por segunda vez en diez minutos, Gaeriel deseó tener diez años menos. Habría sido capaz de suplicarlo.

—Contamos contigo para que nos ayudes a evitar las discusiones, querida.

Había venido a darle la noticia en persona para que Gaeri comprendiera su importancia. Bakura necesitaba la ayuda rebelde para rechazar a los ssi-ruuk, pero desairar al gobernador Nereus podría provocar nuevas purgas.

—Comprendo. —Pasó las piernas por encima de la cama. ¿Cuánto tiempo había pasado desde su último paseo descalza por el Parque de las Estatuas?—. Bajaré. Vestida.

Ante su sorpresa, tía Tiree se sentó a su lado, sobre la cama repulsora.

—La atención que te presta Nereus nos tiene preocupados, querida —dijo, en tono sereno y confidencial—. Aún no ha hecho gran cosa, que nosotros sepamos, pero éste es el momento de pararle los pies.

—Estoy de acuerdo —contestó Gaeri, aliviada al oír las palabras de su tía.

—Te sentaré con la princesa Leia Organa, a menos que algo estropee mis planes.

En otras palabras, a menos que tío Yeorg tuviera otra idea.

—Tal vez podrías invitar al senador Belden.

Una cara amiga más, y una voz más serena, facilitarían el trabajo.

Gaeri bostezó y se tendió en la cama, pero sólo un momento. Bakura la necesitaba. Era una hija de la sociedad, vinculada al Imperio, a Bakura y a la familia Captison por sus obligaciones.

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