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Authors: Kathy Tyers

Tags: #Ciencia ficción

La tregua de Bakura (18 page)

BOOK: La tregua de Bakura
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—El senador Belden me gusta. ¿Es amigo de su familia?

—Sí. Desde hace años, a pesar de sus extravagancias.

Un amigo íntimo, evidentemente. De pronto, el tenso labio superior de Gaeriel se relajó. Cogió una botella erguida junto al centro de mesa y vertió unas gotas naranja pálido en el diminuto vaso que Luke tenía delante.

—Pruebe esto.

Una respuesta, por fin. Picado por la curiosidad, dio vueltas al vaso. El líquido se pegaba al cristal como jarabe.

—Adelante. —La joven enarcó una ceja—. No es venenoso. Nuestro mejor producto local. Si lo rechaza, insultará a Bakura.

Se sirvió una cantidad igual y la bebió.

Luke la imitó. El líquido se transformó en fuego, que abrasó su boca y garganta. Después percibió su sabor, como flores selváticas embriagadoras mezcladas con la fruta más dulce que había probado en su vida.

Sus ojos destellaron. Era obvio que Gaeriel no se había perdido ni una pizca de su reacción.

—¿Qué es? —susurró.

Alivió su boca con un sorbo de agua.

—Néctar de namana. Una de nuestras principales exportaciones.

—No me extraña.

—¿Más?

La joven extendió el brazo hacia la botella.

—Gracias —sonrió—, pero no. Es un poco fuerte para mi gusto.

Gaeriel rió y llenó su vaso, sin hacerle caso.

—Es probable que dentro de poco se proponga un brindis.

Si el gobernador Nereus no se oponía.

—Eso espero.

La senadora le pasó un plato transparente de bombones amarillo anaranjados.

—Quizá prefiera probar la namana de esta manera.

Luke dejó caer una en su lengua. Sin el fuego del néctar, su sabor exótico resbaló suavemente por su garganta. Flores tropicales… Una pizca de especias… Cerró los ojos y examinó las sensaciones que causaba…

Abrió los ojos de repente.

—Qué rápido —sonrió Gaeriel—. La namana, una vez engullida, produce una leve sensación de placer. La mayoría de la gente no se da cuenta de inmediato. Se siente bien, pero sin saber por qué.

—¿Provoca hábito?

La joven ocultó un mechón de pelo detrás de la oreja.

—Todos los mejores dulces de la galaxia provocan hábito. Vaya con cuidado.

Decidió dejar de lado los bombones, con la esperanza de que sus mejillas no se vieran tan ardientes como las sentía. De todos modos, daba la impresión de que Gaeriel se había abierto.

—Se supone que no debo hablarle acerca de… rumores —dijo en voz baja, y agachó la cabeza—, pero no hemos recibido respuesta de su Alteza Imperial desde que solicitamos su ayuda, y lo que dijo usted esta mañana se filtró a los medios de comunicación. ¿Está seguro de que ha muerto?

Una inopinada hostilidad arañó a Luke desde la derecha de Gaeriel. Luke vio que el gobernador Nereus le estaba mirando. «¿Celoso?»., se preguntó. ¿Habría forjado planes acerca de Gaeriel?

Habló en un murmullo.

—El Emperador era poderoso en la Fuerza. Al menos, percibí su muerte.

Lo cual era verdad, en cierto sentido.

Ante su sorpresa, la joven palideció.

—No sabía eso de… su Majestad.

El gobernador se volvió hacia Chewbacca. Luke bajó la guardia.

—¿No sólo a los Jedi? —murmuró a Gaeriel—. ¿Su religión condena a cualquiera que posea la Fuerza?

¿Qué diría ella si supiera que el emperador casi le había matado? «Más tarde —se dijo con firmeza—. A solas». Se imaginó defendiendo a los Jedi y apuntando un dedo acusador hacia su querido emperador.

—Bien, un momento de atención.

La voz de Han se alzó sobre el sosegado rumor de conversaciones.

El gobernador Nereus posó sus brazos sobre la mesa.

—No estoy acostumbrado a cenar con alienígenas, general —dijo—. Alteza, senadora Organa, cuestiono su buen gusto al sentar a un wookie a la mesa esta noche, cuando Bakura está luchando por su supervivencia contra alienígenas.

Luke se puso en tensión.

Leia enrojeció.

—Si usted… —empezó.

—¿Cree que sólo los humanos…?

Chewie interrumpió a Han con una serie de bramidos y aullidos. Luke se tranquilizó, al notar que Chewie había controlado su temperamento. El wookie habría podido volcar la mesa, sólo para entrar en calor.

—Perdónenme —dijo Han, sin que su tono delatara el menor arrepentimiento—. Mi copiloto no quiere que discuta en su nombre, pero ha dicho algo que todos ustedes deberían oír. Los ssi-ruuk van a la caza de los humanos, como ya saben. Si nos invaden, Chewie corre menos peligro que nosotros. —Han agitó la cuchara en el aire para abarcar a todos los reunidos. Chewie ladró cuando Han calló, y éste sonrió—. Sí. Lo peor que podrían hacer sería matarle, puesto que no quieren wookies para sus baterías androides.

Chewie aulló una vez más.

—Dice —tradujo Han— que si necesitaran a alguien para llevar un mensaje a sus naves, él se presentaría voluntario.

—Oh, sí —dijo Nereus en tono burlón—. Una idea excelente, general, pero el idioma ssi-ruuvi nunca ha sido traducido, y el Imperio no trata con… alienígenas.

Sólo como esclavos
, añadió en silencio Luke.

—¿Nunca ha sido traducido? —Han se inclinó sobre sus cubiertos—. Nunca es una palabra muy fuerte, gobernador.

Gaeriel habló desde la derecha de Luke.

—No que nosotros sepamos —explicó—, pero si ha sido traducido en otro lugar, de poco nos va a servir aquí.

—Y dudo que el wookie pueda aprenderlo —anunció triunfalmente Nereus—, puesto que los wookies nunca han sido capaces de dominar el lenguaje humano. Silbidos, gorjeos… Igual que una bandada de pájaros. Por eso les llamamos «Flautas».

—Gobernador —habló Leia desde su extremo de la mesa—, quizá podrá ofrecerle los servicios de mi androide de protocolo, Cetrespeó. Domina unos seis millones de idiomas.

Nereus lanzó una breve carcajada, muy similar a un gruñido.

—¿Enviar a un androide y un alienígena en representación del Imperio? Jamás.

Leia no contestó. Chewie cruzó sus grandes brazos y se reclinó en la silla. Su lenguaje corporal expresaba claramente «No iré a ninguna parte». Han sonrió al centro de mesa.

—Una cosa más —dijo Nereus—. Cualquier persona que anime a los bakuranos a la sedición, en público o en privado, será detenida y expulsada. ¿Me he expresado con claridad?

—Sí, gobernador —replicó Leia con frialdad—, pero quiero formularle una pregunta. Según la grabación que nos pasó en el senado, los ssi-ruuk han venido porque su emperador les invitó. ¿Puede explicárnoslo?

Nereus alzó la cabeza.

—No presumo de adivinar las intenciones del emperador, Alteza.

—Quizá pensó que podía conquistarlos —sugirió en voz alta Belden.

Han meció su silla adornada.

—Quizá le sobraban prisioneros y quería venderlos.

Luke tuvo una inspiración.

—En parte —dijo en voz alta. Todas las caras se volvieron hacia él, algunas con curiosidad, otras con reprobación—. ¿Qué hace cualquier granjero con su producto?

Gaeriel se encogió de hombros.

—Lo entrega a un procesador, a cambio de una parte de los alimentos procesados. —
Gracias, tío Owen
—. Palpatine quería androides de combate. Son más manejables que sus cazas TIE…, y están mucho mejor protegidos, teniendo en cuenta su tamaño.

—Es verdad —admitió Nereus—, según me han dicho.

—Bueno, nosotros los hemos visto. —Leia alzó la barbilla—. Muy de cerca.

Nadie habló durante varios segundos. Poco a poco, las conversaciones se reanudaron. Han se acercó a Leia. Luke apenas oyó:

—… pero esto no nos conduce a ningún sitio, Alteza. Vamos a dormir un poco.

Solo oyó unas pocas palabras de la respuesta.

—Debo pasar… Ministro Captison.

Un susurro en su oído derecho le sobresaltó.

—¿Ese hombre es el consorte de la princesa? —preguntó Gaeriel.

Se pelean como tal.

—Creo que sí. —Luke miró a Han—. Es un poco bruto, pero el mejor amigo que nadie pueda tener. ¿Alguna vez conoció a alguien semejante?

—Bueno… —La joven ajustó su chal, que había dejado al descubierto un hombro blanco—. Sí.

Estaban a mitad del postre, algo frío con seis capas que sabían a nuez, cuando un miliciano imperial irrumpió en la sala. El soldado tocó el hombro del gobernador Nereus y le condujo al exterior.

—¿Qué ocurre, en su opinión? —murmuró Luke a Gaeriel.

Ella les siguió con la mirada.

—Pronto lo sabremos.

El gobernador regresó al cabo de cinco minutos, exudando nerviosismo y temor. Gaeriel también lo notó.

—Ha ocurrido algo muy grave, Excelencia.

Luke habló con una voz que se oyó en todo el comedor. Las conversaciones enmudecieron.

Nereus respiró hondo. Después miró a Luke con expresión contrariada.

—Era un comunicado personal del almirante Prittick. Se lo voy a repetir. —Su voz estridente adquirió un timbre acerado—. Su mensaje confirma las afirmaciones de los rebeldes. La segunda Estrella de la Muerte ha sido destruida, y se da por muerto al emperador Palpatine…, y también a lord Vader. La flota se está reagrupando cerca de Annaj.

Leia asintió.

—¿Nos cree ahora? —preguntó—. El comandante Skywalker le vio morir.

Gaeriel se encogió.

—Yo no le maté —se apresuró a aclarar Luke, posando ambas manos sobre la mesa—. Lord Vader le mató…, y murió por ello. Yo estaba prisionero.

—¿Cómo escapó?

El senador Belden se inclinó hacia adelante, sonriendo como un viejo oso belicoso, ansioso de intercambiar relatos.

—Después de la muerte de Palpatine, el caos se apoderó de la Estrella de la Muerte. Sufría los efectos de un ataque. Llegué a una base de lanzaderas.

Miró de reojo a Gaeriel. Proyectaba asco, estupefacción y el esfuerzo por eliminarlos.

El primer ministro Captison volcó su silla cuando se levantó.

—¿Significa eso que no habrá ayuda del Imperio?

El gobernador Nereus fijó la vista en Luke. Por una vez, no percibió doblez. Pese a su serenidad externa, el hombre estaba muerto de miedo.

—Creo que la flota imperial está demasiado ocupada reuniendo naves para enviar tropas a los planetas del Límite —dijo.

—Uno de los motivos que nos impulsaron a venir —añadió Leia.

—Les dimos una buena paliza —remató Han.

La hostilidad se percibió a lo largo y ancho de la mesa. Hasta Leia se encogió. Un criado levantó la silla de Captison, que volvió a sentarse.

El gobernador Nereus meneó la cabeza.

—Princesa Leia —dijo, mientras se incorporaba—, si sus tropas desean colaborar con las mías, bajo una tregua, necesitamos su ayuda.

Leia cuadró los hombros.

—¿Una tregua oficial, Excelencia?

—Tan oficial como esté en mi mano.

A Luke se le antojó una evasiva, pero bastó para satisfacer a Leia, que se levantó y extendió la mano. La pulsera maciza brilló en su muñeca; dio la impresión de añadir el peso de muchos sistemas estelares a su apretón. Era un esfuerzo demasiado grande para ambos bandos, literal y figuradamente. Por primera vez, rebeldes e imperiales se unían para combatir a un enemigo común.

Nereus rodeó la pequeña mano de Leia con la suya, enguantada y enorme. Después alzó su vaso.

—Por las alianzas extravagantes.

Leia levantó su vaso. Belden y Captison la imitaron. Luke se armó de valor y aferró con fuerza su vaso.

—Rechazar a los ssi-ruuk no será fácil —dijo. Ni volver a beber aquel brebaje—. Será necesaria la colaboración total de nuestras fuerzas.

—En efecto —corroboró Han—. De lo contrarío, acabaremos impulsando androides ssi-ruuvi. Todos juntos.

Gaeriel se estremeció y acercó su vaso al de Luke. El mililitro que éste engulló abrasó sus intestinos.

Los comensales empezaron a despedirse de sus compañeros de cena. Luke, sin ganas de marcharse, aspiró una profunda bocanada de la presencia de Gaeriel.
¿Preocupada
?

—¿Qué ocurre? —preguntó.

Ella no debía querer que prolongara su estancia. Era pedir demasiado.

—Si el gobernador Nereus ya no puede contar con una Estrella de la Muerte —susurró la joven, con la vista clavada en el centro de mesa—, tendrá que confiar en amenazas más vulgares.

Una probabilidad muy realista. Luke se acarició el mentón.

—Si no fuera por los ssi-ruuk, ¿se producirían purgas?

Las mejillas de Gaeriel palidecieron.

—¿Cómo sabe…?

No terminó la frase.

Tampoco era necesario.

—El procedimiento imperial habitual. Lo hemos visto en otros planetas.

Dio la impresión de que Gaeriel se replegaba unos momentos. Al otro lado de la mesa, Han y Leia se levantaron y caminaron en direcciones opuestas. Ninguno parecía muy feliz.

Una pelea más.

—¿Está segura de que cree en el Imperio? —murmuró Luke.

Gaeriel frunció el ceño. Sus ojos disímiles parpadearon. Engulló un último sorbo de néctar de namana y se levantó.

—Se trata de un equilibrio. Todas las cosas contienen la luz y la oscuridad. Hasta los Jedi, supongo.

—Sí —susurró Luke. Si la velada pudiera prolongarse una semana…
¡Dile que quieres volver a verla
! ¿Era una sugerencia de Ben, o su propia impetuosidad?—. ¿Podríamos terminar esta conversación mañana?

—Dudo que tengamos tiempo.

Gaeriel le ofreció la mano, con un ademán elegante, pero sincero.

¿No había visto a aquel oficial imperial besar la mano de Leia? ¿No era el gesto apropiado en aquel momento?

Apostó fuerte y se llevó aquella mano hacia los labios. Ella no la apartó. Olía a bombones de namana. A toda prisa, antes de que sus nervios le traicionaran, Luke aplastó sus labios contra sus nudillos. Se sintió como un patán, pero no volvió a intentarlo.

Ella apretó los dedos sobre su mano, se soltó y caminó hacia el senador Belden. Luke se quedó petrificado. Se frotó la mano e intentó imaginar a Gaeri como una parte de su futuro.

Por la Fuerza, encontraría tiempo para terminar aquella conversación al día siguiente.

Capítulo 10

D
ev se puso en pie, tambaleante. Había despertado sobre la cubierta de un camarote redondo, incómodo y caluroso, lleno de luces y ruidos mecánicos. Las mamparas se curvaban hasta tocar el techo, sobre paneles de instrumentos.

Tenía que ser el puente. Raras veces le permitían subir a él. La seguridad del puente era la prioridad suprema. El capitán del
Shriwirr
y el almirante Ivpikkis se encontraban junto a Escama Azul. Los tres le miraron.

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