Las ranas también se enamoran (46 page)

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Authors: Megan Maxwell

Tags: #Romántico

BOOK: Las ranas también se enamoran
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Con una maravillosa sonrisa en la boca Marta, emocionada, susurró.

—Caray... Philip con lo que has dicho has superado al Mulroney.

Esta vez fue Philip quien la besó. Le devoró la boca con ardor y pasión. Por fin su agonía había acabado y tenía junto a él a la mujer que deseaba y más quería en el mundo. Entonces sintió que las manos de ella bajaban por su cintura y se paraban en el cinturón de su pantalón. Divertido se separó de ella y susurró excitado.

—¿Qué haces,
honey
?

Con una sonrisa que dejaba entrever todo lo que sentía por él y un gesto pícaro, Marta le miró y susurró con voz sensual:

—Cerrar el trato.

Dicho eso Philip y Marta hicieron el amor con pasión, ternura y sobre todo mucho... mucho amor.

Epílogo

Dos años después...

—¡Mamá, han llegado Patricia y el alcalde!— gritó Vanesa desde la planta baja de la casa de Lola en Boadilla del Monte. Ella y Antonio eran los encargados de recibir a los invitados.

Con una cariñosa sonrisa, Lola y Marta se miraron. Sus vidas aquellos dos años habían estado plagadas de dichas y alegrías. Philip y Marta se casaron tras nacer Noa en una bonita e íntima boda y pocos meses después Karen y Marc. La tienda de Lola Herrera en Londres despegó con una fuerza increíble y todo parecía ir sobre ruedas.

La puerta de la habitación de Lola se abrió. Entró Patricia como un vendaval, y preguntó:

—A ver... ¿Dónde está mi pollo preferido?

—Estoy aquí con la Avelina —se escuchó la vocecilla de Adrian.

Patricia, mirándole, se emocionó. Y tras darle un beso a la madre de su amigo, le cogió de la mano y dijo:

—Estás que crujes de guapo. Pero déjame decirte que te noto más rígido que el bigote de Charles Bronson.

—Estoy como adobado —suspiró aquel.

—Vamos a ver,
miarma
—intervino Lola—. Es normal que estés así. No todos los días se casa uno.

—Joder, tío. ¡Te vas a casar con el Timoteo! —aplaudió Patricia.

—Ay, Virgen de la Candelaria. Qué nervioso estoy —susurró Adrian mientras Marta se acercaba y le arreglaba la corbata.

—Venga... venga qué vas a ser muy feliz con él. Ya lo verás —dijo su amiga.

—Ay, Marta. ¡Dios te oiga! —gimoteó el novio.

Al escuchar aquello la Avelina comenzó de nuevo a lloriquear y Adrian que era de lágrima fácil la acompañó. Marta, al ver aquello preguntó:

—Vamos a ver almas de cántaro ¿por qué lloráis en un momento tan feliz?

La Avelina, tras secarse con su pañuelo los ojos, miró a su hijo y dijo con el morrillo encogido:


Ainsss
, mi niño está tan guapo que...

—¡¿Guapo?! —se entrometió Patricia—. Lo que está es macizón. Y déjame decirte Avelina, que acabo de ver al Timoteo y además de guapo, está más contento que MacGyver de invitado en Bricomanía. Ay, Adrian... cuando te vea el Timoteo seguro que te encierra en el cuarto de la plancha y que Dios te pille confesado.

Avelina, escandalizada por aquello, se llevó la mano a la cara y susurró:

—Por el amor de Dios, Patricia. No se te ocurra decir ninguna de tus lindezas delante de mi hermana Paca o le da un tabardillo y acabamos todos en urgencias.

En ese momento la puerta se abrió y aparecieron Philip y Carlos, el antidisturbios, con la pequeña Noa. Una preciosa muñeca rubia con los mismos ojos azules de su padre y el fuerte carácter de su madre.


Honey
...

—Sí, cariño —sonrió Marta al verle.

Desde el día en que fue a su casa y le declaró su amor, su vida con él había sido felicidad, pasión y bueno, para que negarlo, alguna que otra peleílla.

—Siento aparecer en este momento tan especial y emotivo para ti, pero creo que mi preciosa muñeca se hizo cacotas.

—Y cacotas consistentes —se mofó Carlos tras guiñarle el ojo a Patricia.

Marta, al escuchar a su marido, le sonrió. La noche anterior habían estado hasta las tantas celebrando la despedida de soltero de Adrian y se lo habían pasado muy bien. Especialmente cuando solos se metieron en su habitación. Amaba con toda su alma a su alto y rubio hombretón y con gesto divertido preguntó:

—¿Y para qué me necesitas, precioso?

Philip le recorrió con lujuria el cuerpo. Aún tenía muy presente lo que habían hecho horas antes y acercándose a ella le susurró al oído:

—No sé dónde has puesto la bolsa de los pañales, preciosa. Pero si sé con lo que te voy a castigar como no me lo traigas a la orden de ¡ya!

Marta sonrió con picardía, sabía a lo que se refería. Pero cuando iba a hablar, Lola se adelantó y, tras quitarle a la pequeña Noa de los brazos a su padre, dijo dándole a la niña un cariñoso beso en su redonda mejilla:

—Yo cambiaré a esta preciosidad. La bolsa con sus cositas está en la habitación verde —y mirando a Avelina dijo—: ¿Te vienes conmigo mientras los muchachos terminan?

La mujer encantada, pues le gustaban los bebés, asintió y dijo a su hijo:

—Termina de una vez, mi vida. En menos de media hora tenemos una boda.

La pequeña, que adoraba a Carlos, le echó los bracitos para que este la cogiera. Algo que, rápidamente, aquel hizo.

—Ay... mi princesa. ¡Que me la como! ¡Que me la como toda... toda... toda! ¡Que me la zampo toda entera! —dijo el antidisturbios entre balbuceos mientras la niña se mondaba de risa.

—¡¿Princesa?! —arrugó Patricia la nariz—. Querrás decir bomba fétida.

Lola con una sonrisa de felicidad por verse rodeada de tanta juventud, dicha y felicidad les miró y dijo:

—Venga, vayamos a cambiarle el pañal a esta muñequita, antes de que nos intoxique a todos.

Carlos no paraba de hacer monerías a la niña.

—Bolita... ¿Te importa si las escolto? Estas dos preciosas mujeres se llevan a la princesita que me ha robado el corazón.

Su novia con derecho a roce le miró y tras poner los ojos en blanco con una sonrisa asintió. Una vez se cerró la puerta miró a sus amigos con gesto depredador y dijo:

—Ni una palabra sobre lo que ha dicho mi
calvo
.

—¿Bolita? —se mofó Marta—. A tu
calvo
cada día le gustan más los niños.

—Mejor para él —rió esta.


Uis
, nena... no es por darte al tabarra, pero ese hombre necesita ser padre y con urgencia —dijo Adrian.

—Totalmente de acuerdo contigo —rió Philip al ver como aquella les miraba.

—Iros a tomar viento fresco —respondió Patricia divertida mientras ayudaba al novio a ponerse la chaqueta que le habían confeccionado en color blanco roto. Pero al ver que Marta y Philip se besaban con pasión dijo—: Ven conmigo, Adrian. Dejemos a los tortolitos un ratito a solas para que se desfoguen, o nos carbonizarán en la ceremonia a todos con su irrefrenable pasión.

Con una sonrisa, Adrian y Patricia salieron de la habitación dejando solos a aquellos dos que se miraban con dulzura. Philip, sin perder un segundo, la tomó en brazos y la volvió a besar hasta que de pronto se escuchó ¡click!

—No, Philip. No es sitio ni lugar —rió ella al ver que este había cerrado con pestillo la puerta de la habitación de Lola.

Pero él con una sonrisa lobuna suspiró y tras pasear su cálida lengua por el escote del sensual vestido violeta de su mujer murmuró:

—Esta habitación me gusta y me trae muchos recuerdos —ella sonrió—. Aquí te di nuestro primer beso y te aseguro que no será el último.

—Pero, cielo —protestó sin mucha convicción—. Esto no entra en el plan de hoy.

Tras soltar una sonora y masculina carcajada Philip miró a su mujercita y en tono ronco le susurró al oído:


Honey
, tú me enseñaste que los planes están para romperlos.

Excitada como siempre que él la miraba así, suspiró, e incapaz de renunciar a los placeres que la vida le daba cada día junto a su rubio, trajeado y
guiri
marido, echó la cabeza hacia atrás, le miró y dijo mimosa.

—Tienes razón, cielo. No perdamos el tiempo y hagamos el amor.

FIN

Nota de la autora

Día a día mantengo contacto con muchos de vosotros a través de facebook, twitter o e-mail y quiero que sepáis que para mí sois una parte fundamental en cualquiera de mis novelas. Sin vosotros, sin vuestro apoyo, vuestras risas, vuestro cariño y en especial vuestro ánimo yo no conseguiría ni la mitad de lo que estoy consiguiendo.

Por todo ello chicas/chicos: ¡Muchas gracias! Tengo una familia maravillosa, una madre de lujo, un marido que es el mejor y unos hijos que son increíbles, a todos ellos, mil gracias por aguantar mis silencios, mis horas ante el ordenador y los momentos en los que me hablan y yo estoy en mi particular mundo. A la editorial Versátil, a todos ellos, muchas gracias por volver a confiar en mí, en lo que escribo y en esta novela.

Un besazo para todos.

Megan Maxwell

www.megan-maxwell.com

Sobre la autora

Megan Maxwell
(1965 – Nüremberg, Alemania) es el seudónimo bajo el que escribe Carmen, una romántica empedernida nacida en Alemania, pero criada por su madre y su familia en Madrid.

Durante años trabajó como secretaria, hasta que por causas del destino, un buen día decidió escribir novelas románticas, siendo "Te lo dije" su primera publicación. En la actualidad, a pesar de haber vivido en distintas zonas geográficas de España, vive a las afueras de Madrid, con su marido, sus dos hijos y su perro.

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