Durante aquellos meses, Sergio apenas había abandonado su casa. No había respondido a ninguna llamada de teléfono ni había abierto la escasa correspondencia que recibía. De la mañana a la noche, su única compañía fueron Watson y Holmes, y el recuerdo de Marcos y José Guazo, que se colaban noche tras noche en sus sueños.
Mientras Sergio Olmos concluía su novela sobre Holmes en la misma calle en la que en otros tiempos vivió Watson, el narrador de casi todas las aventuras del detective, el mundo seguía girando.
Tomás Bullón seguía manteniendo un idilio con el alcohol, pero eso no le había impedido entregar a tiempo a la editorial que le había pagado un jugoso adelanto un libro en el que narraba los crímenes de Marcos Olmos y José Guazo. Al mismo tiempo, supervisaba el guión de una película sobre aquellos terribles acontecimientos.
Víctor Trejo había tomado la decisión de desmantelar la sede del Círculo Sherlock. Su magnífica colección de objetos victorianos y holmesianos fue llevada a su casa en Andalucía, y las puertas del viejo local situado en un callejón del Madrid de los Austrias se cerraron para siempre.
Jaime Morante entregó su acta de concejal y regresó a su cátedra de matemáticas. Su inteligencia era muy superior a la de todos los que formaban la corporación municipal, según su criterio, y no estaba dispuesto a malgastar su tiempo entre tanta mediocridad. De todos modos, se había prometido a sí mismo regresar algún día a la escena política para ganar.
La relación entre Enrique Sigler y Clara Estévez se enfrió de un modo alarmante después de la muerte de Guazo y de Marcos Olmos. Ambos se esforzaban en avivar el fuego de su amor, pero Clara no podía evitar, de vez en cuando, mirar el papel que Sergio le había entregado durante el entierro de José Guazo en el que había anotado su dirección en Londres.
Los ojos de Clara no reían como era habitual. Sigler sorprendía en ocasiones alguna lágrima deslizándose por sus mejillas. Eso sucedía los días en los que ella recordaba una vez más las últimas frases de aquella carta que Irene Adler envió a Holmes tras haberlo burlado: «Dejo una fotografía que tal vez le interese poseer. Y quedo, querido señor Holmes, suya afectísima…».
Ella, Clara, también había dejado una fotografía como único recuerdo a Sergio cuando lo abandonó. Entonces, estaba convencida de que ambos se olvidarían. Pero de eso hacía mucho tiempo, pensaba Clara mientras una lágrima caía desde sus ojos hasta el papel en el que estaba anotado un número de Queen Ann Street. Debía tomar una decisión, se decía.
Diego Bedia y Marja habían fijado la fecha de su boda. Sería en verano. Marja había aceptado irse a vivir con el inspector. No podía seguir ni un minuto más en el piso donde Jasmina había sido asesinada.
Un día, María recibió una inesperada llamada. Era el inspector jefe Tomás Herrera. ¿Le haría el honor de cenar con él una noche?, había preguntado Herrera, quien en las últimas semanas se había dejado caer de forma aparentemente casual por la Oficina de Integración varias veces con la endeble excusa de cerrar algunos cabos sueltos de la investigación sobre los crímenes cometidos en el barrio.
María había dicho que sí, que aceptaría cenar con él.
—¿Te das cuenta como Graciela tenía razón? —le dijo a Cristina.
Cristina Pardo trataba de pasar el invierno abrigada por los recuerdos. Pero la mirada verde de Sergio se iba emborronando cada vez más, y ya no recordaba el sabor de sus besos.
A pesar de que María insistía, apenas salía de casa. Solía sentarse junto a una ventana y se concentraba con el corazón quebrado en las aventuras de Sherlock Holmes, que nunca antes había leído, solo para sentirse más cerca de Sergio. Para marcar las páginas, empleaba el papel en el que él había anotado su dirección en Londres. «Puede que un día te apetezca conocer Londres». Las palabras de Sergio sonaban aún nítidas en su cabeza.
Cristina se dijo que debía tomar una decisión.
Era la segunda mujer que había llegado a la misma conclusión viendo un papel en el que estaba escrito un número de Queen Ann Street.
El día 6 de enero, Sergio había caminado bajo una intensa lluvia hasta Baker Street. El viento hacía inservible el paraguas con el que pretendía refugiarse del aguacero, de modo que finalmente lo cerró y se dejó empapar mientras contemplaba desde la acera el supuesto hogar de su admirado detective. Un día como aquel, pero de 1957, Holmes había fallecido a la edad de ciento tres años
[122]
. Sin embargo, nunca se publicó su necrológica ni jamás se localizó su tumba, a pesar de que Víctor Trejo estuviera seguro de que la sepultura del más famoso detective de todos los tiempos está en el cementerio parisino de Père-Lachaise. De manera que, a falta de una tumba a la que peregrinar, Sergio se arrodilló frente a la entrada del 221B de Baker Street y dejó en el suelo una violeta seca, la misma que su hermano Marcos había cogido de la tumba de su madre.
Los copos de nieve de aquella tarde de febrero fueron el único testigo del punto y final de la novela que Sergio Olmos había dedicado al personaje literario (¿o era real?) de su vida.
La lectura de aquellas páginas había arrastrado al escritor por rincones ocultos de sus propios sentimientos. Atrás quedaban tantas cosas… Los jardines de Lauriston, el estremecedor aullido del sabueso de los Baskerville, el enigmático ritual de los Musgrave, el estrambótico Club Diógenes, la mirada de reptil de James Moriarty, el sangriento mensaje del Círculo Rojo, el sonido del violín en Baker Street, la compañía impagable de John Hamish Watson y la imborrable imagen de Irene Adler, «la cosa más linda que se haya visto bajo un sombrero en todo el planeta». Los recuerdos rompieron la presa que siempre impedía el llanto de Sergio, y las lágrimas que el escritor debía a la vida rodaron por sus mejillas. Mientras, un viento cruel se había adueñado de la calle.
La mujer se bajó del taxi y pagó la carrera con un puñado de libras. Al salir del vehículo sintió la caricia helada de aquel viento que zarandeaba a los viandantes. Queen Ann Street estaba cubierta por un manto blanco.
La mujer miró el número que había sobre la puerta. Subió los cuatro peldaños de las escaleras y suspiró profundamente. Ya era demasiado tarde para volverse atrás. Le había costado tomar una decisión, pero al fin lo había hecho. Era una de las dos mujeres que habían tenido en sus manos aquel papel en el que se leía un número de aquella calle de Londres.
Finalmente, pulsó el timbre.
Sergio tardó unos segundos en comprender que alguien llamaba a la puerta. Le costó salir del trance en el que había caído tras poner el punto y final a su novela. Secó sus lágrimas y miró por la ventana hacia la calle. Descubrió la figura de una mujer que se cubría con una capucha negra. No pudo ver su rostro. El viento arreciaba.
Antes de abrir la puerta, Sergio murmuró:
—«Es Dios quien envía el viento, y cuando amaine la tormenta, el sol brillará sobre una tierra más limpia, mejor y más fuerte. Arranque, Watson, que ya es hora de que nos pongamos en marcha»
[123]
.
Al abrir la puerta, los ojos de Sergio quedaron atrapados por los de una mujer.
En Amalur. Octubre de 2011
T
odos los hechos narrados en esta novela pertenecen a la ficción. Todos los personajes y situaciones son fruto de la imaginación del autor. La ciudad donde se desarrolla buena parte de la trama es una creación literaria, si bien los escenarios de los crímenes, así como las calles que se mencionan, existen en la ciudad que sirvió como fuente de inspiración para la novela: Torrelavega (Cantabria). La ciudad de ficción es, sin embargo, mucho más extensa y con mayor población.
Salvo el nombre de las calles, algunos escenarios y ciertos datos de su historia que se mencionan, no hay similitudes entre ambas ciudades.
Sí son reales, en cambio, todos los datos que se citan sobre los crímenes que se atribuyeron a Jack el Destripador en 1888. Las informaciones aportadas, las declaraciones de los testigos, los datos forenses y policiales, así como los artículos de la prensa de la época son verídicos.
Igualmente, existen las calles y escenarios de Londres que aparecen en la novela. Asimismo, las distintas citas y referencias que aparecen en la novela sobre las aventuras de Sherlock Holmes son reales y han sido tomadas de los sesenta relatos que componen el mítico
canon
.
Esta novela no hubiera sido posible sin el apoyo de Silvia Bastos Agencia Literaria. Debo agradecer a Silvia Bastos su confianza, y especialmente a Pau Centellas sus comentarios y aliento.
Gracias igualmente a mi editor Gonzalo Albert por creer en la novela, y a todo el equipo editorial de Suma de Letras, de Santillana Ediciones Generales (Prisa Ediciones), por sus sugerencias y correcciones para enriquecer el relato.
Esta novela hubiera sido imposible sin la extraordinaria aportación de los siguientes autores y de sus obras:
BARING-GOULD, W. S.,
Sherlock Holmes de Baker Street
, Ed. Valdemar, Madrid, 1999.
CONAN DOYLE, Arthur,
Todo Sherlock Holmes
(el canon holmesiano íntegro), Jesús Urcelay (ed.), Editorial Cátedra, Madrid, 2007.
CORNWELL, Patricia,
Retrato de un asesino. Jack el Destripador, caso cerrado
, Ediciones B, Barcelona, 2006.
COSTELLO, Peter,
Conan Doyle, detective
, Alba Editorial, Barcelona, 2008.
CULLEN, Tom,
Otoño de terror
, Círculo de Lectores, Barcelona, 1972.
EVANS, Stewart - SKINNER,
Keith, Jack el Destripador. Cartas desde el infierno
, Jaguar, Madrid, 2001.
GARRIDO, Vicente,
La mente criminal
, Ed. Temas de Hoy, Madrid, 2007.
KNIGHT, Stephen,
Jack the Ripper. The final solution
, Harrap, Londres, 1976.
RÁMILA, Iván,
La maldición de Whitechapel
, Ed. Espejo de Tinta, Madrid, 2007.
RUMBELOW, Donald,
The complet Jack the Ripper
, Penguin, Londres, 1988.
TERRISE, Javier - TORNÉ, Gonzalo,
Jack el Destripador. Obra selecta
, Elipsis Ediciones, Barcelona, 2008.
VIEJO, Paul M.,
Sherlock Holmes. Biografía
, Ed. Páginas de Espuma, Madrid, 2003.
Igualmente, fueron tremendamente valiosas la página web de Scotland Yard (www.met.police.uk) y la que, posiblemente, sea la página de Internet más completa sobre los acontecimientos de Whitechapel: www.casebook.org.
Por último, debo agradecer al eminente psiquiatra y doctor en medicina legal don José Cabrera Forneiro su paciencia y colaboración al responder a las preguntas que le formulé sobre asesinos en serie, psicópatas y otros detalles que fueron sumamente valiosos durante la redacción de esta novela. Asimismo, resultaron impagables las respuestas y el tiempo que me dedicó el jefe de comisaría don Francisco Antonio Mier Caras.
A todos ellos, mi más profundo agradecimiento.
MARIANO F. URRESTI, es licenciado en Historia. Nacido en Santander, vive en Santillana del Mar (Cantabria). Ha sido asesor del Consejo de RTVE en Cantabria. Es autor de casi una veintena de libros sobre enigmas históricos, entre los que destacan
Los Templarios y la palabra perdida
,
La vida secreta de Jesús de Nazaret
o
Felipe II y el secreto de El Escorial
. Es, además, coautor de libros como
Gótica
(Ed. Aguilar) o
Las claves del Código da Vinci
.
[1]
Fragmento de una de las cartas recibidas por Scotland Yard y atribuida a Jack el Destripador. 10 de octubre de 1888.
<<
[2]
Estudio en escarlata
fue la primera aventura publicada por Doyle. Apareció en 1887 en la revista
Beeton's Christmas Annual
. Posteriormente fue publicada como libro. No es la primera aventura en la que participa Holmes. En realidad, es el caso número dieciséis en la historia del detective, y la número tres que se relata en su integridad. Sin embargo, es la primera en la que actúa junto al doctor John Hamish Watson. Con el paso del tiempo, las sesenta aventuras se estructuraron en nueve tomos:
Estudio en escarlata
(novela, 1887);
El signo de los cuatro
(novela, 1890);
Las aventuras de Sherlock Holmes
(relatos, 1892);
Las memorias de Sherlock Holmes
(relatos, 1894);
El sabueso de los Baskerville
(novela, 1902);
El regreso de Sherlock Holmes
(relatos, 1905);
El valle del terror
(novela, 1915);
El último saludo de Sherlock Holmes
(relatos, 1917);
El archivo de Sherlock Holmes
(relatos, 1927).
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[3]
Aventura publicada en
The Strand Magazine
desde septiembre de 1914 hasta mayo de 1915. Los hechos tienen lugar entre el sábado 7 y el domingo 8 de enero de 1887.
<<
[4]
«El ritual de los Musgrave» se publicó en 1893 en
The Strand Magazine
. Los hechos tienen lugar el 2 de octubre de 1879.
<<
[5]
Publicado en abril de 1874 en
The Strand Magazine
. Los hechos suceden en el verano de 1874.
<<
[6]
Publicado en
The Strand Magazine
en 1908. La historia se desarrolla en noviembre de 1895.
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