Maestra del Alma (Spanish Edition) (31 page)

BOOK: Maestra del Alma (Spanish Edition)
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69. Alma, Poder, Energía

 

Alina se impulsó para correr detrás de Mayra pero fue detenida bruscamente por Dai.

—¿Estás loca? ¡Si la sigues morirás en la colisión entre ellas! –le gritó aferrando su brazo por miedo a que escapara.

—¡Creo que entiendo la conexión entre ambas, creo que las puedo ayudar! ¡Sácame las garras, Dai! –gritó Alina en respuesta sacudiéndose e intentando zafarse.

—¡Si no puedes no sobrevivirás! ¡Nadie lo ha hecho nunca! –continuó él desesperado intentando convencerla.

—Dai, créeme, puedo salvarlas, pero necesito ver a la sombra y confirmarlo.

Dai vaciló, aun aferrando el brazo de Alina, pero luego suspiró y la soltó resignado, sus manos temblando visiblemente.

—Realmente crees que puedes ayudarla –dijo una voz sofocada desde el suelo.

—Sí, hay una conexión entre ellas que creo entender. Creo que puedo hacer algo, no sé si será lo mejor, pero creo que hay una forma para que Mayra no se desvanezca –explicó pensando en el núcleo del alma de Mayra.

—Entonces vámonos ya –dijo Elio y sin decir una nueva palabra, salió corriendo detrás de Mayra.

—Son muchos “creo”, Alina. Suke está usando nuestro poder para ahuyentar a todos de las inmediaciones de la entrada, no es bonito de ver pero el resto de los pueblos está ayudando —dijo Dai volviéndose hacia la entrada de la caverna.

—Hikaru, quédate aquí, te vendremos a buscar cuando todo esto termine –dijo Alina apiadándose del niño y dándole un beso en la cabeza encapuchada.

Sin esperar respuesta, Dai y Alina salieron corriendo detrás de Elio con sus nervios de punta. En el camino cruzaron a varios demonios que huían de la batalla heridos o simplemente habiéndoles ganado la cobardía, pero no les ocasionaron problema alguno y los dejaron seguir en su camino. Alina se atrevió a pensar que la batalla estaba yendo a su favor.

Elio corría varios metros delante de ellos, pero ya no se distinguía ni a Mayra ni a la sombra. Apresuraron el paso cuando comenzaron a escuchar los gritos de la batalla retumbar por los pasillos. La luz del sol proveniente de la entrada encandiló los ojos de Alina, cegándola por un segundo, pero continuó corriendo a pesar de sus ojos llorosos.

La batalla continuaba, pero se había armado un claro frente a la entrada de varios metros de diámetro que se agrandaba a medida que los soldados y demonios corrían despavoridos por alguna ilusión cortesía de Dai y Suke. El césped se encontraba aplastado y con manchas de sangre, miembros, espadas y cadáveres esparcidos aquí y allá. El ambiente apestaba con olor rancio y putrefacto, pero Alina hizo caso omiso a todo excepto a dos figuras en el centro del claro.

De vez en cuando alguno de los demonios intentaba acercarse a ellas, desenfrenado a causa de alguna poderosa ilusión por parte de la sombra con el objetivo de defenderla, pero eran exterminados de a uno por los eleutherianos volando sobre los límites del círculo.

Elio se acercó corriendo, intentando por algún impulso irracional ponerse entre la iluminada y la sombra, pero Mayra lo envió volando hacia uno de los límites del círculo intentando protegerlo contra su propio corazón.

La sombra lanzó un grito de odio y a Alina le pareció que incluso lloraba de pavor. Sin perder el tiempo, intentó disuadir a Dai para que la dejase allí y fuese a buscar refugio con Suke. Intentó palabras de cariño, insultos, sarcasmo e incluso mentiras. Pero Dai se mantuvo a su lado ignorándola como si fuese un mosquito.

—¡Deja de chillar y haz lo tuyo! –respondió simplemente exasperado.

Alina llevó nuevamente su mirada al centro del claro, usando su poder para poder ver finalmente el alma de la sombra. A su lado, Hikaru apareció jadeando. Alina no podía dejar de concentrarse en las dos aglomeraciones de energía para llevar al niño a un lugar seguro, así que imploró a todos los dioses que salieran vivos de todo este embrollo.

El alma de la sombra era opresiva, el completo opuesto del alma de la iluminada, más densa y lenta en su movimiento pero familiar. Intentando no perder el tiempo buscó el núcleo del alma y su garganta lanzó un sonido de triunfo cuando encontró lo que esperaba. Estaba incompleto igual que el de la iluminada, y sentía que ambos núcleos se complementaban perfectamente, a diferencia del de Hikaru que seguía sin encajar.

Ahora estaba segura, la sombra y la iluminada tenían una misma alma pero dividida en dos cuerpos como cortada con cuchillo. Mayra tenía la mayor parte de energía positiva, y la sombra de negativa, pero no eran enteramente puras u oscuras; ambas tenían un poco de la otra. Eran dos anomalías en un mundo donde cada persona estaba creada por un balance de energías positivas y negativas provenientes del mundo de origen de Alina.

Pero entonces, ¿por qué colisionaban la iluminada y la sombra, cuando dentro de las otras personas estaban balanceadas y estables?

En ese momento, Mayra gritó con adrenalina pura y tomó el rostro de la sombra en su mano.

El mundo a su alrededor explotó.

Alina cayó de espaldas gritando de dolor, sintiendo como si miles de agujas se clavaran en su cuerpo. No había podido salvar a Mayra y había arrastrado a sus amigos al epicentro de una bomba. Se estaba muriendo y había matados a todos con ella. Sintió a Hikaru gritar desesperado a su lado, extrañamente no tanto por dolor como era su caso sino d desesperación.

Cuando pensó que no podría aguantarlo más, el dolor se desvaneció de golpe y Alina pudo abrir los ojos.

No estaba muerta después de todo, pero algo raro estaba sucediendo en el claro de césped.

Mayra y la sombra apenas si eran visibles dentro de una gran burbuja brillante, ambas energías destruyéndose la una a la otra en su categoría de opuestas, emitiendo calor y luz como resultado. Toda esa energía había sido contenida por una tercera aún más poderosa formando un domo frente a Alina.

A su izquierda, Dai comenzó a levantarse gimiendo, a su derecha, en el suelo, Hikaru se había desvanecido completamente. Sus capa y su tul destruidos y dejando ver parches de piel por todo su cuerpo.

—¡DAI, CIERRA LOS OJOS! ¡HIKARU TIENE SU PIEL AL AIRE! –gritó poniéndose entre Dai y el niño.

Dai hizo caso por una vez en su vida y Alina tembló de miedo, pero por alguna razón no murió.

¿Era la maldición una mentira?,
se preguntó entrando en pánico.

No estaba siendo racional, el terror estaba jugando con su mente. Respirando profundamente varias veces para calmarse, Alina pensó en lo que había visto. Tres energías.

La energía positiva provenía de Mayra, la negativa de la sombra, y la tercera de la maldición de Hikaru, más potente que las otras dos en todo sentido. Tanto que cualquiera que mirara un atisbo de piel de los logianos caía muerto al instante. Tanto que la energía necesitaba todo un pueblo para contener su exceso en lugar de una, como era el caso de la sombra y la iluminada. Tanto que podía contener la increíble energía de ambas.

Una energía que controlaba a la positiva y a la negativa, la pieza faltante que existía en el núcleo de cada persona.

¡LOS GRISES!,
pensó Alina eufórica.

Todo aquello que generaba confusión en su mundo, todo lo que no era estrictamente bueno o malo en el sentido moral, todo aquello que dependía de por qué lado se mirara. Aquellos temas que la gente pasa años discutiendo en polémicas, las preguntas éticas que uno se hace a lo largo de su vida y que no logra llegar a una respuesta. Todos aquellos matices de sentimientos que no son ni puramente blancos ni puramente negros, a los que superan ampliamente. El exceso de los grises se acumulaba dentro de los logianos de la misma forma que los blancos dentro de Mayra y los oscuros dentro de la sombra. Los logianos no compartían una misma alma como lo hacían dos chicas, Alina no sabía el por qué; alguien más tendría que descubrirlo en el futuro.

Lo que sí podía decir era que cada persona está formada por un balance de positivo y negativo, sostenidos por una cubierta de gris que impide que colisionen. Eso era el núcleo del alma, un corazón de energía en perfecto balance.

Energía, alma, poder, todo estaba interconectado. Todo era una parte de lo mismo… Y Alina creía poder controlarlo.

Con el corazón en la garganta, Alina se enfocó en los núcleos de la sombra y la iluminada, el origen de la energía que emanaba de ellas. Lo sentía levemente pero dentro de toda la energía de Mayra, había una leve capa de energía gris y un minúsculo punto de energía negativa. La iluminada y la sombra eran anomalías energéticas, una misma alma en dos cuerpos, pero tampoco eran puramente blancas o puramente negras.

Usando su poder, Alina controló las energías de ambos núcleos y comenzó a unir ambas piezas del puzle, controlándolas con la energía de Hikaru. Las piezas encajaban perfectamente, y Alina logró estabilizar el nuevo núcleo con un esfuerzo sobrehumano. El alma de la iluminada y la sombra unida por fin, Alina sintiendo el calor y la calma proviniendo de ella, en paz.

La luz frente a ella disminuyó, dejando a la vista un único cuerpo desnudo en la forma de Mayra. Alina sintió que se desvanecía, perdiendo todas sus fuerzas de golpe, pero fue atajada por los firmes brazos de Dai antes de caer al suelo.

Mientras perdía el conocimiento, Alina sintió el grito desgarrador proveniente de Mayra y las dudas la acosaron cuando pensó en las consecuencias de haber usado su poder.

¿Qué había hecho?

70. Consecuencias

 

En las películas, luego del triunfo de una batalla, las imágenes saltan directamente a los festejos obviando las partes realmente desagradables y que quitan parte del dulce sabor de la victoria. Primero que nada estaban los miles de cadáveres, sangre y desastre general que cubría el campo de batalla. La tarea de limpieza era una tediosa y extremadamente asquerosa. Los cuerpos no podían dejarse al sol durante horas tanto por el olor como por las pestes que podrían generar. El hedor ya de por si era insoportable, rancio y putrefacto, por lo que las cuadrillas para remover a los cadáveres y limpiar el alrededor no tardó en organizarse.

Gigantes piras de fuego habían sido creadas para quemar los cuerpos en masa, era más sencillo y rápido que enterrarlos a todos. El olor a podrido y suciedad se transformó en olor a carne quemada y humo que hicieron revolver el estómago de Alina, quién vació su estómago varias veces hasta que ya no tenía nada dentro de él. De todas formas, sus arcadas siguieron durante un largo rato. El festejo de los soldados era efusivo, pero ocultaba también el luto por los seres queridos que habían perecido en el enfrentamiento.

Emir fue velado por aquellos que lo querían, incluso cuando les dio la espalda, en una ceremonia privada sin la presencia de Mayra quien aún se encontraba recuperándose.

No pienses en ella
, se recordaba Alina cada tanto.

Algunos demonios huyeron por las cavernas o las montañas, pero otros se rindieron pidiendo clemencia y asegurando que al desaparecer la sombra su oscuridad se había disipado. Era extremadamente conveniente la existencia de una Maestra del alma para determinar la veracidad de las afirmaciones de los prisioneros, por lo que Alina tenía unos días agotadores ayudando al concejo de guerra a realizar justicia.

Aquellos cuyo vínculo había desaparecido, eran dejados en libertad, aunque vivirían una existencia miserable siendo marginados como traidores. Los que aún tenían un desbalance oscuro en su alma eran retenidos y tratados como prisioneros; Alina prefirió no saber cuál sería su pena.

Luego de despertar en una carpa con un montón de logianos revoloteando a su alrededor insistiendo que descansara, Alina había salido a buscar explicaciones por el campamento. Lo primero que había hecho era preguntar por Mayra, con un mal presentimiento retorciéndole las entrañas…

No, no pienses en Mayra
, repetía mentalmente Alina seguido.

No quería recordar lo que había provocado con el uso de su poder, ni la mirada de su amiga cuando la había ido a visitar por primera vez.

La siguiente noticia venía de la mano de Saladin, a quién se le hizo un hermoso servicio funeral con todos los pueblos alabando su coraje y compromiso en asombrosas muestras de respeto. Todos coincidían que si no hubiese sido por su entrega a la causa en la creación de los cetros, la batalla hubiese estado perdida y la sombra habría ganado.

El gran Maestro había balanceado y unido los cetros con el poder de las formas, pero también había vinculado su propia vida con ellos a través de los misteriosos saquitos que colgaban de cada uno. Cuando se rompieron, logró reformarlos a costa de su energía vital.

Misael parecía haber envejecido una década desde entonces. Caminaba encorvado y sin fuerzas, perdiendo el foco de la vista seguido y sin ánimos de darle sermones a nadie. Incluso parecía que su memoria había empezado a fallar, como si ya no le interesara lo que pasaba en el mundo.

Alina se había acercado al Maestro, intentando que volviese a su actitud energética anterior, pero ni siquiera usando su poder podía ayudarlo recobrar su ánimo; el anciano simplemente no quería. Sus únicas palabras ante el intento de Alina fueron:

—Ahora está acompañada donde quiera que esté, y yo he quedado aquí abandonado. Mi querida hermanita, quiero irme con ustedes.

Estaba hablándole a alguien que no estaba allí, Alina lloró de pena.

Rashieka también fue despedida con un gran despliegue de los pueblos, y un homenaje por parte de los battousanios a su valentía y fuerza. Cantaron canciones de guerra, recordaron batallas y luchas, y se emborracharon de forma empedernida turnándose el llanto con golpes en el pecho constantes. Por más bizarro que pareciera, las tres flores de Battousania habían sido elegidas como las nuevas líderes. Al parecer, no importaba que fueran tres.

Cuando Alina fue a visitarlas, se las encontró igual que como las había conocido; sentadas en almohadones, fumando y tomando vino.

—¿Por qué han aceptado si no quieren complicaciones? –les preguntó Alina comenzando a sentirse mareada por el vino.

—No hay nadie más fuerte que nuestra tríada… Antes estaba Rashieka, ahora no —dijo Sveta golpeándose el pecho con respeto.

—Está en nuestras manos que Battousania no se vuelva ni débil ni apacible, es nuestra responsabilidad ahora que somos las más fuertes –agregó Irina aspirando la pipa largamente, su mirada pensativa.

—Vámonos a casa ya, estoy cansada de dormir en una tienda –concluyó Masha estirándose como un gato en los almohadones.

El ejército comenzó su retirada varios días después, cada uno comenzando a separarse en el camino dirigiéndose a sus respectivos pueblos para hacer luto por quienes habían perdido y festejar la victoria.

Durante el viaje, Alina miraba seguido de reojo hacia el carruaje que transportaba a Mayra fuera de los ojos de los soldados. Quiso acercarse para asegurarse de que se encontraba bien, de mostrarle su apoyo y ayudarla en su recuperación, pero sabía que no sería bien recibida. Al menos Elio estaba con ella acompañándola. Alrededor del carruaje se había formado un pequeño vacío, nadie queriendo acercarse a la antigua iluminada en una ignorante muestra de superstición.

Otra de las personas afectadas, Hikaru, caminaba junto a ella sin querer despegarse siquiera un segundo. Aunque estaba cubierto con una capa con capucha, ya no necesitaba de su tul dado que su “maldición” había sido levantada en el momento que Alina había usado su exceso de energía para salvar a Mayra. Que un logiano pudiese caminar al descubierto generaba emociones encontradas en su pueblo, una mezcla de esperanza y resentimiento. Su investigación continuaría, buscando algún método que no involucrase salvar a un logiano cada ciclo de iluminada y sombra, y el poder de una Maestra del alma.

El momento en el que Hikaru despertó fue uno que quedaría grabado en la memoria de Alina de por vida. Dada la casualidad, ella se encontraba a su lado junto a Dai, habiendo escapado recientemente de un nuevo intento de acercamiento a Mayra. Cuando Hikaru abrió los ojos y notó su falta de tul frente a ellos, comenzó a gritar despavorido sacudiéndose en el catre buscando mantas para cubrirse.

—¡TAPENME! ¡TAPENME!

—Hikaru, estás bien, ya no tienes la maldición. ¡Estate quieto! –dijo Alina intentando sostener sus incansables sacudidas.

Fueron necesarios un par de minutos e insultos por parte de Dai para que Hikaru entendiera finalmente que no le estaba haciendo daño a nadie. Con sus mejillas mojadas por las lágrimas y el sudor del pánico en la frente, el niño la miró aterrado buscando explicación. En seguida se distrajo por absolutamente todo en la tienda, apreciando por primera vez un mundo nítido y lleno de colores con la boca semi-abierta.

Su piel era pálida y lustrosa, por lo que tendría que cuidarse del sol si no por varios años, entonces de por vida. Sus ojos también eran muy sensibles a la luz directa y tenían un brillante color violeta que llamaba la atención de cualquiera que lo mirara. El cabello también relucía en la luz con un deje violáceo brillante tornasolado en su negro azabache. Era un niño extremadamente hermoso y diferente, pero en este caso jugaba en su contra dado que era observado detenidamente por todos como si fuese un personaje inventado.

Entre el recelo y resentimiento de su propio pueblo y los ojos inquisitivos de los otros, Hikaru prefirió mantener su figura oculta en las sombras de su capucha, aferrándose a sus amigos como un ancla. Su actitud tímida había vuelto para con el resto, y cuando llegaron al Palacio de Gael se sonrojó expectante ante la bienvenida de Marina.

La niña, se dirigió hacia él sin siquiera saludar a su propio padre antes, quién la siguió con la mirada un poco desilusionado pero divertido a la vez. Marina, sin embargo, paró en seco cuando vio que el rostro de Hikaru estaba descubierto detrás de la capucha y se retiró corriendo como si fuese una ofensa personal que su amigo hubiese cambiado.

Hikaru pareció encogerse dentro de su capa y la ajustó aún más a su cuerpo. Los niños podían ser más crueles que los adultos a veces.

En el camino hacia Gael, una pequeña compañía se unió a ellos luego de que hubiesen sido despachados para buscar a Murdock y Joy varios días atrás. Luego de su formidable despliegue, Murdock había llevado a Joy a un refugio donde lo esperaban un par de logianos para ayudar a su pareja a recuperarse. Había insistido que, en caso de perder, no quería que la sombra pusiese manos sobre Joy y pretendía vivir encubierto si así ocurría. 

El alegre hombre de ojos azules se encontraba pálido y sus ojos libres de kohl lo hacían parecer incluso más enfermo. Apenas si podía caminar, y tenía que ser ayudado por Murdock en cualquiera de sus movimientos. Alina continuaba sin saber qué pensar sobre el hombre que le había dicho que no tenía suficiente poder como para mandarla de vuelta a su mundo, pero había hecho temblar el suelo con un portal gigante durante la batalla.

—¡No te he mentido! –fue lo primero que le dijo Joy leyendo su mente una vez que se encontraron en la comodidad de su tienda.

—Joy, me dijiste que no podías transportar seres vivos a través de los portales… —dijo ella sin mirarlo directamente a los ojos.

—No te he mentido, más de las tres cuartas partes de esos hombres no deben haber sobrevivido el transporte. Puedo hacerlo, pero no es seguro… —respondió él desenfocando su mirada y pensando en las miles personas a las que seguramente había matado en cuestión de segundos.

El recuerdo había generado una cicatriz en el alma de Joy que llevaría de forma permanente durante el resto de su vida. Su sonrisa había cambiado de jovial a vacía, su despreocupada actitud había desaparecido al estar perseguido por sus propios demonios.

—No puedo pedirte que uses el poder de esa forma si puede que te mate –dijo Alina resignada–, no quiero que pongas en riesgo tu vida por mí.

—Gracias, flor de loto. Incluso usando todo ese poder no he logrado transportar algo de este mundo al tuyo que haya sobrevivido —le explicó Joy forzando una sonrisa.

Alina se mordió el labio para no llorar, aunque no quería volver a vivir en su mundo, la idea de una visita la había entusiasmado sobremanera. A pesar de todas sus aventuras y sus nuevos amigos, seguía extrañando a su familia. Era una espina permanente en su corazón.

Joy intentó acercarse a ella con esfuerzo,  y tomó sus manos en las suyas.

—Mi pequeña flor, te prometo que haré lo posible para que puedas comunicarte con tu familia —dijo mirándola penetradoramente.

Alina lo abrazó.

—Tienes que hablar con Mayra –le dijo por último, haciendo que Alina huyera de la tienda como si estuviese ardiendo.

Había intentado, al principio, de acercarse a Mayra, pero la había echado como a una peste. Ahora, ya en el Palacio, no quería enfrentarla. No quería reconocer que quizás hubiese provocado con sus buenas intenciones que Mayra viviese una vida a medias. Una vida en constante conflicto consigo misma. Si no sucumbía a la locura, sería un milagro.

La nueva Mayra estaba completa, con un balance entre energía negativa, positiva y gris, pero eso significaba que ahora tenía que enfrentar sentimientos que nunca antes había sentido. También significaba que los recuerdos de ser la sombra y la iluminada se habían mezclado en una misma persona, haciendo que para Mayra fuese un suplicio entender quién era ella realmente.

Ya no era antinatural para ella ser egoísta, o sentir odio, o incluso amor. El lado que había sido la iluminada se sentía acosada por las nuevas oscuras emociones, mientras que el lado que había sido la sombra se sentía abrumada por el dolor de perder a Emir y su amor hacia otros. Mayra ya no brillaba como una aparición bíblica, ni oprimía el corazón al caminar con desesperanza como cuando era la sombra.

Se estaba volviendo loca, y culpaba Alina de su miserable existencia. Los logianos decían que no podían hacer nada más de lo que habían hecho, que el problema de Mayra estaba en su cabeza y no en su cuerpo. Al llegar al palacio, varios profesionales de la mente que no usaban el poder fueron llamados para ayudarla a superar su nueva identidad. Iba a ser un proceso largo y tedioso.

Cuando por fin llegó el día de enfrentar nuevamente a Mayra, Alina se sentía nerviosa, más que muchas veces durante su aventura. La culpa la carcomía por dentro, pero no quería perder a su amiga y, además, estaba segura que podría ayudarla con su poder si la chica la dejaba.

Dai prácticamente la tuvo que arrastrar a la habitación de Mayra, haciéndole frente cada vez que ella quería huir despavorida en la dirección opuesta. Cuando llegó a la puerta no se animó a tocar, sus manos sudaban y el corazón le palpitaba enloquecido. Dai fue a tocar la puerta por ella, pero lo detuvo cuando escuchó voces suaves provenientes del interior.

—Mayra, tienes que hablar con Alina, ella puede ayudarte –alentó Elio.

—No quiero verla, ella fue la que me hizo esto –respondió Mayra cortante haciendo que los ojos de Alina se humedecieran.

—Alina te salvó, sino estarías muerta en este momento y mi corazón contigo.

—¿Cómo puedes decir eso? Ya no soy la misma de antes, tengo todo esta oscuridad dentro de mí, todo este odio… —sintió que carraspeaba Mayra.

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