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Authors: Michael A. Stackpole

Tags: #Aventuras, #Ciencia ficción

Marea oscura I: Ofensiva (12 page)

BOOK: Marea oscura I: Ofensiva
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—Y tampoco significa que otros seres no sean capaces de atravesarla, cruzarla o rodearla. De hecho, eso ya ha ocurrido —Danni alzó la barbilla—. Son los yuuzhan vong, una raza humanoide capaz de imitar los rasgos humanos de forma tan perfecta que yo jamás fui capaz de advertir el disfraz de Yomin Carr, el agente yuuzhan vong infiltrado en nuestro equipo de Belkadan. Veo que algunos de ustedes se miran entre sí, preguntándose si habrá miembros de esa especie entre la audiencia. No lo creo. Espero que no, pero sé que los yuuzhan vong están en camino, y cuando lleguen, no les gustarán en absoluto.

Danni respiró hondo y soltó lentamente el aire.

—Yo fui prisionera de los yuuzhan vong y vi cómo torturaban a otro prisionero, un Caballero Jedi. Querían destrozar su espíritu y su mente. Sé que si me hubieran sometido a mí a las mismas torturas, yo... no habría aguantado.

Miko Reglia resistió y sacrificó su vida para que yo escapara.

Se tapó la boca con la mano un momento, parpadeó y prosiguió.

—Los yuuzhan vong son un pueblo cruel que emplea dispositivos biológicos como nosotros utilizamos máquinas. Los informes que se les ha entregado les darán más detalles. Quizás algunos parezcan un tanto ridículos, como que los cazas estén hechos de coral, pero el hecho es que esas naves tienen capacidades a las que no nos hemos enfrentado antes, y que no son fáciles de contrarrestar.

—Y lo que quizá sea peor, desconocemos el motivo de los yuuzhan vong para invadir nuestra galaxia. No sabemos si atenderán a razones o si negociarán algún tipo de paz. No dieron muestras de nada parecido cuando yo estaba en su poder. Me dijeron que no me sacrificarían, lo que indica que sí lo hicieron con otros y que lo harán si no los detenemos.

Danni miró a Leia y le hizo un gesto. La mujer se acercó a ella y le pasó la mano por la espalda. Miró a su hija, y Jaina se adelantó para acompañar a Danni de vuelta a su sitio, junto a ella. La salida de Danni estuvo acompañada de murmullos por parte de los miembros del Consejo, pero cuando Leia regresó al estrado, reinó de nuevo el silencio.

—Como ya saben, no estoy aquí en calidad de portavoz del Gobierno de la Nueva República. De hecho, estoy convencida de que todos recibirán mensajes del delegado republicano de turno advirtiéndoles de este hecho. No cuento con el respaldo oficial de la Nueva República. Fui a Coruscant para pedir ayuda para Dubrillion y otros planetas del Borde Exterior que podrían recibir el eco de este ataque. Me dijeron que me fuera, así que he venido aquí con mi hija y mis amigos para advertirles del riesgo y para pedir su ayuda.

Leia frunció el ceño.

—Como he dicho antes, soy muy consciente de lo que Agamar hizo en el pasado por causas en las que creo. Siempre han sido amigos de la Nueva República, y ahora me temo que es la Nueva República la que delegará sus responsabilidades en ustedes. Los planetas del Borde Exterior deberán buscar por sí mismos la respuesta a la amenaza. Ser rechazada en Coruscant me ha convertido en una ciudadana del Borde, como ustedes. Por favor, recuérdenlo cuando reflexionen sobre lo que voy a decirles.

—Los planetas del Borde Exterior necesitan aliarse y unir su potencial militar para enfrentarse a los yuuzhan vong. No sabemos dónde atacarán de nuevo, pero hemos de prepararnos para esa batalla. Todas las victorias que les concedamos les harán más fuertes. Sé que hacer lo que les pido les supondrá un coste enorme, tanto económico como en vidas de hombres y mujeres; pero no es un sacrificio que les pido que realicen a la ligera.

Mientras Leia contemplaba a la audiencia, comenzó a percibir una sensación de resistencia creciente ante sus palabras. No le sorprendió, pero le dolió en el alma. Ella confiaba en su capacidad para convencer a los agamarianos de que lideraran la ofensiva contra los yuuzhan vong, y así convencer a otros mundos para que siguieran su ejemplo.
Quizá Elegos tenga razón: han llevado su carga todo lo que han podido
.

Leia cambió de enfoque.

—Independientemente de su capacidad para contribuir con un esfuerzo militar, les insto, como vecina, a prepararse para una posible invasión yuuzhan vong. Es probable que hasta aquí lleguen refugiados, huyendo en naves grandes y pequeñas. Sé que el pueblo agamariano no les rechazará, pero el compromiso que supone cuidar de alguien que ha sido expulsado de su hogar no puede llevarse a cabo sin preparación. Reúnan recursos, diseñen planes y hagan lo que tengan que hacer para ayudar a quienes estén indefensos.

Leia dudó un momento y asintió lentamente.

—Sé que pido mucho, pero sé que harán lo que esté en su mano e incluso más. Les doy las gracias en nombre de todos aquellos que habitan en el Borde Exterior con ustedes. Nosotros nos introduciremos aún más en el Borde, de vuelta hacia Dubrillion, para enfrentarnos a los yuuzhan vong. Saber que ustedes, el pueblo de Agamar, está aquí apoyándonos, nos iluminará en los momentos más oscuros y aligerará nuestra pesada carga.

Leia dio un único paso atrás desde el podio, alzó la barbilla y enlazó las manos a su espalda. Aguardó unos instantes por si había alguna pregunta o comentario, y preparándose para la clase de viles acusaciones a las que se había enfrentado en Coruscant, pero no hubo ninguna. De repente, y comenzando por las filas traseras, los miembros del Consejo comenzaron a levantarse y a aplaudir. Corrientes de simpatía y orgullo fluían por la cámara, rodeándola, y llegando también a Danni.

La portavoz del Consejo se acercó a Leia y le dio la mano.

—Su exposición ha sido sincera y le daremos la consideración necesaria, más de la que le ofreció Coruscant. No sé predecir cuál será el resultado de nuestro debate. No sé lo que podemos ofrecerle, dado que hay algunos que desean la reconstrucción de Agamar, y son individuos que ostentan un poder considerable.

Leia asintió.

—Lo comprendo.

—Pues comprenda esto también. Nosotros, el pueblo de Agamar, hemos prosperado ayudándonos unos a otros. Los refugiados podrán pasar con total seguridad por nuestro sistema y contarán con nuestra ayuda. Más no puedo prometer, pero menos sería inconcebible.

Leia le dio la mano a la otra mujer solemnemente.

—En ese caso, la lucha contra los yuuzhan vong comienza aquí. Si hay otros planetas tan valientes como Agamar, puede que el enfrentamiento se detenga allí, más allá del Borde Exterior, y la paz que tenemos no vuelva a verse amenazada.

Capítulo 10

El carguero
Escarceador
salió suavemente del hiperespacio y comenzó a describir un arco en dirección a Bimmiel. A Corran Horn le gustaba el fácil manejo de aquella nave. No era tan sencillo como pilotar un Ala-X, pero tampoco como dirigir un planetoide.

—Tiempo estimado de llegada: treinta minutos.

Ganner gruñó para hacer saber a Corran que había escuchado el comentario.

Contemplaba fijamente tres ventanas holográficas de datos superpuestas. Una representaba Bimmiel como una bola verde caqui con dinámicas rayas azules que emanaban de un gran océano en el hemisferio sur. Había cascos de hielo en ambos polos, y el del sur se extendía hasta el océano. Las lecturas atmosféricas y otros datos llenaban el espacio alrededor del planeta. La segunda ventana mostraba un grupo de imágenes de la flora y la fauna originarias del planeta. Y la tercera y última, la que Ganner estudiaba con más interés, era la imagen de un satélite repetidor de comunicaciones que, en opinión de Corran, había perdido la antena.

—El satélite está dañado. Ese pulsar dificultaría las comunicaciones incluso en las mejores circunstancias, pero sin el satélite los mensajes no pueden emitirse.

Corran asintió.

— ¿Tenemos los códigos necesarios para extraer los datos almacenados en el satélite?

El otro Jedi pulsó un botón del panel de comunicaciones y negó con la cabeza.

—O los códigos no funcionan, o el satélite no nos recibe sin la antena.

Podríamos recuperarlo. Puedo emplear la Fuerza para llevarlo hasta uno de los hangares. Desde ahí podríamos utilizar un cable para establecer un contacto directo.

—De momento no es tan importante —Corran miró sus datos de navegación—. El satélite se ubicó en una órbita geosincrónica sobre el campamento base, ¿no?

—Así es. Están ahí abajo, en el continente norte.

— ¿Cómo es el clima en el planeta?

Ganner frunció el ceño.

—Tormentas de arena constantes. El aire estará lleno de polvo pero seguro que podremos respirarlo si utilizamos filtros.

— ¿No es como en Belkadan?

—No hay indicios de cambios atmosféricos fuera de lo normal. Bimmiel tiene una órbita elíptica, y ahora se encuentra en la zona más alejada del sol. El informe imperial se llevó a cabo en la más cercana, así que no estamos seguros de lo que nos espera. Los imperiales apenas localizaron formas de vida, pero yo puedo percibir muchas, ¿tú no?

—Sí, yo también.

—No hay pruebas de que los yuuzhan vong estén ahí —Ganner le miró fríamente a través de la imagen del satélite—. Y, antes de que lo preguntes, no hay pruebas de que el daño causado al satélite lo provocara el disparo de plasma de un coralita, o simplemente un micrometeorito al golpear la antena.

Corran comprendió lo que quería decir Ganner con su cauto comentario.

—Lo sé, no se puede atribuir todos los problemas a los yuuzhan vong. No sabemos si están aquí o no —
Pero claro, dado que no podemos percibirlos con la Fuerza, la única forma de saberlo es viéndolos. Y no tengo ganas de vivir semejante encuentro
—. Nuestra misión es encontrar a los universitarios y sacarlos de ahí.

—Qué fácil.

—A no ser que nosotros lo compliquemos —Corran contempló la pantalla de visualización—. Aterrizaré la nave e intentaré acercarme a una distancia prudencial del campamento.

El carguero, un corelliano YT-1210 modificado, tenía forma de disco plano, lo que permitió a Corran introducirlo en la atmósfera bimmieliana sin problemas.

La masa del carguero conseguía que las terribles tormentas no lo desequilibraran mucho. Corran puso el compensador de inercia al noventa por ciento, lo justo para poder percibir mejor el vuelo del
Escarceador
. La tormenta zarandeó un poco la nave, pero Corran no perdió el control.

La turbulencia dejó un poco pensativos a Ganner y a Corran. El viaje desde Yavin 4 había durado unos cuantos días, y su relación con Ganner se había vuelto más cordial a medida que las picaduras de garnant desparecían de su piel. Aun así, ya era evidente para Corran que Ganner no iba a echarse atrás en cuanto a sus ideas sobre el método correcto para proyectar una imagen imponente de los Jedi; y Corran, por su parte, nunca estaría de acuerdo en utilizar el miedo como herramienta para coaccionar a la gente.

A medida que se acercaba el momento del aterrizaje, Ganner se mostraba más tirante. Se puso sus vestiduras azules y negras, encendió su sable láser, peinó su cabellera y recortó su barba con pulcritud. Corran tuvo que admitir que Ganner era el sueño de un reclutador hecho realidad y que, físicamente, era un hombre impresionante.
Tiene exceso de confianza, va demasiado arreglado es bastante impertinente, pero en apariencia es el ejemplo perfecto de un Jedi
.

Corran activó un interruptor que hizo descender el tren de aterrizaje del carguero. Miró el indicador de altitud y apagó los propulsores para hacer descender la nave lentamente. Chocó con algo cuatro metros antes de donde pensaba que la nave tocaría tierra, pero siguió descendiendo hasta tocar el suelo.

Una siseante cortina de arena azotaba el cristal de la cabina. En un momento dado se despejó, dejando entrever un horizonte lejano, pero después otra capa cubrió el transpariacero. Había sombras oscuras en la zona, pero la arena no permitía a Corran distinguir dónde se encontraban.

—Creo que nos hemos hundido en la arena, así que no saldremos por la rampa de descenso —Corran señaló hacia arriba—. Lo haremos por la escotilla superior.

Ganner asintió y dio a Corran un par de gafas y un respirador que llevaba integrado un intercomunicador.

—El sensor da lecturas al oeste, a unos cien metros. Es probable que se trate del campamento.

— ¿No hay señales de vida?

—Sí, pero no humana —Ganner cerró los ojos un momento y asintió—. Formas de vida muy pequeñas. Nada preocupante.

—Gracias.

Corran puso los ojos en blanco mientras dejaba atrás a Ganner y se introducía en el túnel de la escotilla superior. Subió por la escalera, abrió los cierres y se sentó en el borde de la salida circular.

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