Marea oscura I: Ofensiva (16 page)

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Authors: Michael A. Stackpole

Tags: #Aventuras, #Ciencia ficción

BOOK: Marea oscura I: Ofensiva
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— ¿Te acuerdas del ejercicio de Taanab, el problema de la inundación que teníais que resolver como parte del entrenamiento?

Anakin asintió.

—Claro, saqué muy buena nota en esa simulación. Estudié los datos que nos proporcionaron y me di cuenta de que era posible provocar un alud de rocas que formaría un muro de toneladas de piedra. Así evité que la inundación devastara el poblado. Empleé la Fuerza para aflojar unas rocas de la base que provocaran la avalancha, y así se salvaron todos.

Mara tenía los ojos cerrados y el rostro inexpresivo. Abrió los brazos ante el sol como para recibir todo el calor posible.

—Pues dime, Anakin, en ese ejemplo, ¿estaba el poblado taanabiano en riesgo de inundación?

Él frunció el ceño.

—Bueno, estaba construido en una zona baja...

— ¿Había sufrido inundaciones antes?

—No lo sé.

— ¿No comprobaste el historial? —ella le miró—. Sé que la historia del poblado estaba en los archivos.

Anakin se encogió de hombros.

—Supongo que no le di importancia porque el problema principal era la inundación.

—Es ahí donde te equivocaste. El problema principal era que la gente construyera sus hogares en una zona con riesgo de inundaciones. Lo hacían porque unos especuladores de otro planeta les compraron sus tierras ancestrales con la esperanza de animar a los alderaanianos a establecer allí sus colonias. La codicia llevó a esa gente a construir en lugares inadecuados. Quizá detuviste aquella inundación, pero ¿qué pasaría con la siguiente, o con la que viniera después de ésa?

—No pensé que...

—No, no lo pensaste —Mara se giró hacia él y cruzó los brazos—. Y tu solución, la de dejar caer las rocas, funcionó, pero no ayudaste a ese poblado de verdad. Les salvaste, y ellos hubieran quedado agradecidos, pero sólo hasta que se volviera a producir el desastre. Entonces se preguntarían por qué no estabas ahí para salvarles de nuevo.

Anakin se puso en pie.

—Bien, entonces, ¿cuál es tu solución?

Mara soltó una carcajada.

—Mi solución no le parecería muy propia de un Jedi a tu tío, pero tras convencer a los especuladores de que iba a darles un buen margen de beneficios, hubiera ayudado a evacuar el poblado. Después me hubiera quedado allí para ayudar a aquellos que quisieran luchar contra la inundación, levantando muros de contención. No lo hubiera hecho por ellos, sino que les habría ayudado a que lo hicieran ellos mismos.

—Pero si tienes acceso a la Fuerza y puedes salvarles, ¿no es tu responsabilidad hacerlo?

—Buena pregunta. Pero sigue formulándola y obtendrás la conclusión lógica.

Son seres pensantes. Saben que han construido su hogar en una zona con peligro de inundaciones y que sus hogares pueden quedar devastados. ¿Eres responsable de protegerles de sus propias decisiones?

—Pero no puedo dejarlos morir.

—O sea, que sabes mejor que ellos lo que les conviene.

—En este caso, sí —se quedó contemplando el lejano océano. El sol que descendía lo teñía de rojo—. ¿O no?

—Si empiezas a pensar que sabes lo que le conviene a la gente y les niegas la posibilidad de cometer sus propios errores..

Anakin resopló.

—La utilización de la Fuerza es muy fácil, y si estás seguro y sabes lo que es correcto, te sitúas a ti mismo en el centro de la realidad. Pero eso no es más que egoísmo, y el egoísmo reside en el corazón del mal, en el Lado Oscuro.

Mara se acercó a él y le pasó el brazo por los hombros.

—Eso está bien, Anakin. Tenemos que ser responsables de nosotros mismos y de nuestras acciones ante la sociedad, pero usurpar la responsabilidad personal a alguien es negarle su propia conciencia. Es correcto y positivo ayudar a alguien que no puede ayudarse a sí mismo, pero protegerlos a la fuerza de las consecuencias de sus acciones, por muy estúpidas que sean, está mal.

—Pero si alguien está borracho y le da por coger una pistola láser. . —Anakin se detuvo—. No, no me lo digas. Da igual, seguirá siendo responsable quien lo haga, pero detenerlo ayudaría a los indefensos, en este caso, sus objetivos potenciales.

—Así lo interpretaría yo, sí.

Anakin suspiró.

—No es fácil distinguir esa delgada línea.

—No, no es fácil, pero el hecho de que la busques ya es buen síntoma —Mara señaló al norte—. Y ahora he decidido que estoy lo suficientemente fuerte como para ayudarte a recoger leña. Y vamos a llevarla nosotros, ¿vale?

—Vale —
si consideras que estás fuerte, Mara, iré contigo. Pero si quieres que te ayude...

Ella sonrió.

—Creo que la idea de venir a Dantooine es positiva para ambos. Yo aprenderé mis limitaciones, y tú las tuyas; y cuando acabemos, saldremos de aquí con más fuerza de la que nadie imagina.

Capítulo 13

Corran se levantó y se sacudió el polvo de las hombreras de su capa verde de Jedi.

—Mi nombre es Corran Horn. Éste es mi asistente, Ganner Rhysode. Hemos venido a...

La mujer le interrumpió. Los dos jóvenes les apuntaron con las carabinas láser.

—Sé por qué habéis venido y no dejaré que os salgáis con la vuestra.

Ganner se rió.

— ¿Crees que tus amigos podrían detenernos?

Para ilustrar su comentario, movió un dedo hacia arriba y, de repente, los dos jóvenes se encontraron con las pistolas láser apuntando hacia el cielo.

Intentaron volver a bajarlas, y se agarraron a ellas cuando Ganner los elevó del suelo y los dejó con los pies colgando.

Corran le miró con dureza.

—Bájalos, ahora y despacio —se volvió hacia la mujer, percibiendo que su expresión había pasado de dura a terrible—. Me disculpo por el entusiasmo de mi acompañante, pero he de decirle que no sé cómo puede usted saber por qué estamos aquí.

La mujer rió.

—Puede que lleve aquí tres meses con mis alumnos, pero no estoy totalmente desinformada. Oigo cosas —entrecerró los ojos, protegidos por las gafas—. Te llamas Horn, ¿no? ¿Formabas parte del Escuadrón Pícaro?

Corran asintió.

—Soy Caballero Jedi desde que se firmó la paz con el Imperio.

— ¿No estuviste en Mrlsst, no?

—Fue anterior a mi época, pero serví con muchos de los que estuvieron allí: Wedge Antilles, Hobbie Klivian, Wes Janson, Tycho Celchu... Todos están ya retirados —Corran percibió distintas sensaciones en la mujer al oír los nombres que recitaba. Era evidente que había reconocido varios, pero había mucha gente en la Nueva República que conocía algunos nombres de los miembros del Escuadrón Pícaro—. ¿Usted estaba allí, en la universidad?

—Sí, estaba haciendo el doctorado —la mujer esbozó una sonrisa—.

No conocí a los Pícaros, pero tenía amigas que sí. Una de ellas pasó a formar parte del escuadrón.

— ¿Koyi Komad? La conozco —Corran hablaba en voz baja. Ganner hervía de enfado y frustración, pero la mujer estaba controlando su rabia—. Se casó hace unos catorce o quince años. Con un quarren del escuadrón, de hecho.

—Lo sé, estuve en la boda.

Corran sonrió.

— ¿En serio? Yo fui testigo. En esa época no tenía barba.

—Recuerdo que había muchos hombres de uniforme —ella le tendió la mano—. Soy Anki Pace. Dirijo esta investigación arqueológica en Bimmiel para la Universidad de Agarrar.

Corran notó rigidez en el apretón de manos, y tensión en la voz de la mujer.

— ¿Para qué cree que estamos aquí, doctora Pace?

—Han sido saqueados varios yacimientos arqueológicos de relevancia. No dio tiempo a estudiar los objetos lo suficiente como para estar seguros, pero se cree que están relacionados con los Jedi antes de ser exterminados. Su valor es incalculable, por supuesto, dado que el Imperio ha intentado destruir todo el material posible. Y, lo que es más importante, pueden revelar mucha información sobre cómo eran los antiguos Jedi.

— ¿Y cree que los Caballeros Jedi se han llevado esos objetos? Uno de los jóvenes se rió con ironía.

—Tengo un amigo en una excavación. Por lo visto dejaron a una estudiante de guardia durante la noche para vigilar. Cuando volvieron, todo había desaparecido y ella no recordaba nada.

Corran alzó la mirada.

— ¿El ladrón le indujo amnesia para que la chica no recordara quién se había llevado los objetos?

—No —replicó el hombre—. Ella no recordaba nada. Todo lo que había aprendido ese año y el anterior desapareció. Fue como si hubiera perdido dos años de su vida. Los Jedi pueden hacer eso. Pueden borrarte la memoria o hacer que recuerdes cosas que no has visto.

Corran se estremeció. Carecía del talento de la telequinesia, pero era un experto a la hora de proyectar pensamientos o imágenes en las mentes de otras personas. Había llegado a utilizar esa habilidad para borrar, a corto plazo —los últimos diez segundos de su vida—, los recuerdos de la gente, con la intención de cegarles para que no pudieran encontrar salidas o entradas.
Y sé que Kyp utilizó esa habilidad para borrar la memoria de Qwi Xux, la arquitecto de la Estrella de la Muerte y del Triturador de Soles. Eso la destrozó y la dejó devastada. Pasaron años antes de que pudiera recuperarse y seguir con su vida tras aquella tragedia
.

Miró a Ganner.

— ¿Tú sabes algo de eso?

Ganner reaccionó como si Corran le hubiera escupido en la cara.

—Nada. No sé nada de robos, y yo no caería tan bajo.

—Sí, pero sabes que han aparecido varios artefactos en Yavin 4 que están siendo estudiados por su relevancia y en relación con la antigua Orden —

Corran se giró de nuevo hacia la doctora Pace—. Sé que algunos de esos objetos pertenecen a coleccionistas. Mi mujer ha ejercido de intermediaria en los tratos de muchos de ellos, y si la procedencia fuera sospechosa, yo me habría enterado.

Pace resopló.

—Qué vas a decir. Es justo lo que me haría creer un Jedi para que no sospechara que va a robar nuestros hallazgos.

—Eso es ridículo —Ganner cruzó los brazos ante el pecho—. ¿Cómo te atreves a acusarnos de ladrones?

El otro hombre soltó una risita.

—Mis padres proceden de Carida. Se me ocurren un par de calificativos para los Caballeros Jedi.

Corran alzó las manos.

—Basta. Esto no nos lleva a ninguna parte. Por mi parte, tengo mucho frío y me gustaría meterme en vuestra caverna, pero no nos vais a dejar entrar hasta que pueda convenceros de que no hemos venido para quitaros nada. Creo que sé cómo garantizároslo, si me respondéis a una cosa.

La doctora Pace ladeó la cabeza.

— ¿Cuál?

— ¿Habéis informado a alguien de los descubrimientos?

Ella frunció el ceño un momento y negó con la cabeza.

—No. Elaboramos los informes, pero no pudimos lanzar el satélite. No hay forma de que supierais lo que hemos hallado.

El primer joven negó con la cabeza.

—No, doctora Pace. Los Jedi tienen visiones. Pueden adivinar el futuro. Así supieron lo que habíamos encontrado.

Corran miró a Ganner.

— ¿Quieres responder tú?

—Si no hay más remedio —el Jedi se quitó el polvo de los hombros—. Esa habilidad es poco frecuente y apenas la controlamos. Y, por lógica, si pudiéramos adivinar el futuro, ¿no crees que hubiéramos venido antes que vosotros para encontrar lo que habéis hallado y llevárnoslo?

El joven frunció el ceño.

—Pues no lo sé.

Corran le guiñó un ojo al chico.

—No pienses demasiado en ello o empezarás a creer que te hemos implantado el recuerdo de esta conversación. Y lo pensarás tanto que acabará por sacarte de quicio.

La doctora Pace dio una palmadita al chico en el hombro.

—Vil, vuelve con Denna a vuestra posición. Creo que todos los slashrats están concentrados en la matanza, pero puede que vengan a por nosotros, y tendréis que rechazarlos.

—Sí, doctora Pace.

Pace miró a Corran.

—Y entonces ¿por qué estáis aquí?

—Nos han llegado informes de saqueos en el Borde Exterior. La universidad no sabía nada de vosotros y nos pidió que viniéramos a ver si estabais bien.

Temían que os hubieran atacado, así que decidimos acercarnos.

La doctora Pace frunció el ceño.

— ¿Quiénes son los atacantes? ¿Humanos?

Ganner se encogió de hombros.

—Creemos que no.

—Interesante —ella se dirigió hacia la caverna e indicó a Corran y Ganner que la siguieran—. Venid conmigo.

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