Read Marea oscura I: Ofensiva Online

Authors: Michael A. Stackpole

Tags: #Aventuras, #Ciencia ficción

Marea oscura I: Ofensiva (32 page)

BOOK: Marea oscura I: Ofensiva
11.67Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

—Si han llegado hasta Ithor, moriremos aquí porque no podremos recibir ayuda.

—No vamos a morir aquí.

— ¿Eso es una visión?

—Es más una esperanza —Luke suspiró—. Aquí tenemos un perímetro de defensa bastante decente y con armamento pesado bien ubicado. Podremos aguantar un tiempo.

Los ojos verdes de Mara estaban opacos.

— ¿Durante cuánto tiempo? Trajeron a los refugiados aquí porque las naves no tenían provisiones suficientes para el viaje desde Dantooine hasta otros planetas civilizados. ¿Aguantaremos hasta quedarnos sin alimentos? ¿Y si los yuuzhan vong atacan y matan a tanta gente que las provisiones dejan de ser un problema?

—No lo sé. Nadie ha pensado en eso de momento.

Mara arqueó una ceja.

— ¿Nadie o tú solo? ¿Crees que tu hermana no lo ha pensado?

—Quizá sí, pero yo tengo otras cosas... —sonrió y miró a su mujer—. Mara, tú eres mi principal preocupación. Te quiero, y no estás bien. Hablé con Anakin y me dijo que te habías debilitado.

Ella asintió.

—Así fue. Anakin sugirió que era probable que la enfermedad respondiera a algo relacionado con los yuuzhan vong.

—Dijiste que percibiste una conexión entre la enfermedad y los escarabajos de Belkadan.

—Sí, es cierto. Y aquí noto una conexión lejana, y sé que la he sentido antes —suspiró—. Pero no me estaba debilitando por eso.

— ¿Ah, no? —Luke frunció el ceño—. No lo entiendo.

—Yo tampoco lo entendía hasta que los yuuzhan vong nos encontraron y empezamos a huir —Mara acarició la mano de Luke—. Después de lo que pasó en Belkadan y Dubrillion, necesitaba recuperarme. Hiciste lo correcto al enviarme lejos para que pudiera relajarme, pero ambos nos equivocamos al pensar que eso me curaría. Es como si esta enfermedad me estuviera separando lentamente de la Fuerza. La única forma de combatirla es atraer la Fuerza hacia mí, y es ahí donde nos equivocamos.

—No sé si te entiendo bien.

—Es un poco complicado, pero lo entenderás, amor mío —sonrió y le besó la mano—. La Fuerza, según tu definición, es como un campo de energía que nos rodea, penetra en nosotros y nos une a todo.

—Excepto, por lo visto, a los yuuzhan vong.

—Aparte de esa excepción, cuando podemos acceder a la Fuerza nos fortalecemos y obtenemos energía de ella.

El Maestro Jedi asintió.

—En Belkadan apenas utilicé la Fuerza, sólo cuando tuve que salvar a Jacen.

Mara le sonrió con adoración.

—Estoy ansiosa por oír esa historia, Luke.

—Cuando hayas descansado.

Ella negó con la cabeza.

—No, ése es el problema. He descansado demasiado.

—Mara, te está costando hasta estar recostada. Tienes que descansar más.

—No, tengo que volver a ser quién soy y a mi forma de interactuar con la Fuerza —se rió—. ¿Te acuerdas de mí cuando nos conocimos? ¿Te acuerdas de cómo era?

—Estabas intentando matarme para cumplir la última orden del Emperador.

—Así es. Luke, soy una luchadora. Siempre he estado luchando. Las pocas veces que no luchaba me sentía desgraciada. Quiero retos, necesito retos. Todo era tan tranquilo y pacífico en el norte que me amuermaba, me aburría y me sacaba de quicio. Anakin se las arregló para cubrir mis necesidades; y Dantooine, antes de que llegaran los vong, no tenía más peligros que alguna espina demasiado grande. Me estaba echando a perder, intentando conservar las fuerzas y alejándome de los medios que había utilizado para invocar a la Fuerza.

Mara contempló a Luke fijamente y sintió cómo crecía su conexión personal.

Él miró más allá del cansancio y vio la imagen de Mara que residía en lo más profundo del alma de la mujer. Aquella Mara, fuerte y sagaz, llevaba armadura y armas láser, y daba la impresión de ser alguien capaz de destruir una Estrella de la Muerte con una mano atada a la espalda.

Así soy yo, Luke. Cuando Anakin y yo tuvimos que escaparnos me sentía exhausta físicamente, pero más presente en la Fuerza. Pude reparar algo del daño que me había hecho la enfermedad y me di cuenta de que ése es el peor rasgo que tiene. Muchas personas, al estar enfermas, recurren a su niñez, a cuando estaban indefensas. Dejan de ser lo que son y abandonan su lugar en la Fuerza, y entonces la enfermedad corta esas conexiones finales y mueren.

Luke esperó un momento y frunció el ceño.

—Me estás diciendo que por muy cansada que estés, luchar contra los yuuzhan vong te hará más fuerte.

—Mientras esté luchando, no estaré muerta.

Él se estremeció.

—No creo que me guste la cura, pero la enfermedad me gusta menos.

— ¿Me dejarás luchar?

—Puede que sea un Maestro Jedi, pero no me creo capaz de impedirte nada.

Mara rió, y el sonido de su voz fue como un bálsamo para Luke.

—Eso lo podrían haber dicho otros hombres, pero ninguno lo habría dicho en serio. Me alegro de haberte encontrado y no haberte matado.

—Sí, a mí me emocionan esas dos cosas también —Luke miró uno de los cronómetros de la pared—. No sé cuándo vendrán, pero quizá quieras dormir hasta entonces.

—Creo que prefiero pasar tiempo con mi marido —Mara alargó la mano y agarró al hombre de la túnica. Luego acercó la cara de Luke a la suya y le besó—. Quédate aquí conmigo. Cuéntame el cuento de Belkadan y el Maestro Jedi con dos sables. Pasar tiempo con mi marido es la mejor medicina de Dantooine, y me tomaré toda la que me ofrezcas.

Capítulo 26

A Corran no le importó que la arena le golpeara la cara mientras contemplaba el lugar en el que el viento había comenzado a desenterrar el
Escarceador
. Empleando la Fuerza pudo sentir a Ganner y a Trista dentro de la nave. Aunque la distancia atenuaba la sensación, el hecho de que únicamente percibiera su presencia significaba que probablemente estuvieran teniendo una conversación emotiva, lo que no era de extrañar, ya que todos estaban conmocionados por lo que les había pasado a los estudiantes desaparecidos.

Corran y Ganner habían ido hasta la estación y al llegar habían descubierto todo en un estado lamentable. Las provisiones estaban esparcidas por el suelo, y cuatro pares de huellas salían de la estación. Sólo había una explicación: Vil y Denna habían sido capturados por los yuuzhan vong. El sonido de unas botas sobre la roca llamó su atención.

— ¿Sí, doctora Pace?

—Odio que hagas eso. Al menos podrías mirarme. Corran se dio la vuelta.

—Disculpa, pero tu presencia es muy potente en la Fuerza. Además, tus botas de goma hacen un ruido muy peculiar. Tus alumnos llevan suelas sintéticas que son totalmente silenciosas.

La mujer apretó los labios y asintió.

—Un buen truco, pero creo que tu misión requerirá algo más que eso. ¿Estás seguro de que sabes lo que haces?

Corran se rió un momento y negó con la cabeza.

—Uno de tus alumnos, uno de los que se han llevado, acusó a los Jedi de poder ver el futuro. A veces tenemos visiones, pero yo no, no de momento. No sé si lo que vamos a hacer tendrá éxito, pero sé que no podemos hacer otra cosa.

Pace frunció el ceño.

—Todo esto sigue sin gustarme.

— ¿Todo esto? —Corran señaló unas cajas de plastifibra que contenían equipo y que estaban situadas a la entrada de la caverna—. Creo que guardasteis demasiado pronto los artefactos vong. Incluso os estáis dejando parte de vuestro equipo.

—De todas formas, estaba anticuado, y tengo presupuesto de sobra. O me lo gasto, o no me darán tanto el año que viene —cruzó los brazos—. Ya sabes lo que quiero decir.

—Eso creo —desde que capturaron a los dos estudiantes, Corran y Ganner habían ido todos los días al poblado alienígena en misión de reconocimiento.

Por lo que habían podido averiguar, los yuuzhan vong estaban tomando muestras de la flora y la fauna, y estaban buscando algo. Sacaron a los esclavos y los distribuyeron para la búsqueda. Pinchaban la arena y la revolvían. Corran estaba casi seguro de que lo que querían estaba en esas cajas.

Los estudiantes habían llegado a la conclusión de que el campo magnético de Bimmiel variaba de vez en cuando, lo que significaba que si los yuuzhan vong estaban empleando antiguas medidas para encontrar la caverna, tardarían un tiempo.
Pero claro, tienen a Vil y Denna, que son una conexión directa con nosotros
.

De hecho, a Corran le sorprendía que todavía no hubieran dado con ellos.

En sus misiones de reconocimiento, Corran y Ganner habían conseguido llegar a varias conclusiones. En primer lugar, que los estudiantes se encontraban en la concha grande. No estaban bien, pero su presencia en la Fuerza no había disminuido. Todos pensaron que eso era buena señal.

Los prisioneros, por otra parte, habían empeorado. Los Jedi no presenciaron más muertes, pero el número de esclavos disminuía igualmente. Las protuberancias habían crecido y el dolor que sentían era cada vez más patente.

No encontraban descanso por las noches.

Corran no había visto más que dos guerreros y comenzó a sospechar que estaban solos. Sabía que era una suposición peligrosa, pero se aferraba a ella porque la misión estaría condenada al fracaso de haber más. Pero en su interior intuía que iban a triunfar, al menos en parte, y dejó que su confianza en la Fuerza reforzara esa suposición sobre la cantidad de yuuzhan vong a la que se enfrentarían.

Ganner también se agarraba a esa suposición y la utilizaba para machacar a Corran. El Jedi más joven no dejaba de recordarle que si hubieran actuado aquella noche, ningún estudiante hubiera corrido peligro y podrían haber salido de Bimmiel mucho antes. Corran respondía que si los dos guerreros apostados en el planeta no hubieran informado de su presencia regularmente, habrían enviado refuerzos, empeorándolo todo, pero sabía que era un argumento pobre.
Si estuvieran informando a otros planetas, esto se hubiera llenado de vong al saber que había humanos en la zona
.

Miró a la doctora Pace y dejó caer los hombros.

—Creo que ya hemos hablado de esto y entiendo que una parte del plan no te guste. Ganner y yo nos introduciremos en el campamento y liberaremos a tus alumnos. Trista ha aprendido a pilotar el carguero lo suficiente como para llevarlo hasta allí. Es más grande que un bombardero, pero su experiencia con esas naves bastará. Ella rociará el poblado con la sustancia que habéis sintetizado, Ganner y yo saldremos de ahí, y nos iremos todos.

—Sí, nos iremos.. sin los esclavos —Pace entrecerró los ojos—. Cuando rociemos la zona con el virus que mutará las bacterias, también estaremos liberando una gran cantidad de olor de matanza. Por lo que sabemos, los slashrats tienen túneles bajo el asentamiento. Cuando la esencia de matanza se expanda, las bestias emergerán y estarán por todas partes. Los esclavos no tienen ninguna posibilidad.

Corran sintió un escalofrío.

—Lo sé, y por eso os pido que confiéis en Ganner y en mí cuando os decimos que los esclavos están más muertos que vivos. Nunca había percibido algo así con la Fuerza, pero sé que están muy enfermos y que no sobrevivirán.

Alzó la mirada.

—Y sabes que no podemos llevarlos con nosotros. No sabemos qué son esas protuberancias ni cómo se adquieren, pero sabemos que son contagiosas y que los yuuzhan vong han preparado el poblado para que el rescate sea sencillísimo. Quieren que nos llevemos los focos de infección. Pero si lo hacemos, el daño para la Nueva República será inconmensurable.

— ¿Y si Vil y Denna están infectados?

Corran suspiró.

—Ése es el meollo de la cuestión. Tengo un grave conflicto con ese tema.

— ¿Y cuál es tu decisión?

Miró a la nave en la distancia y a las dos figuras que se acercaban a la cueva.

—Si están enfermos tendremos que abandonarlos.

—Pero ¿y si podemos curarlos?

— ¿Quieres arriesgar un planeta entero por esa posibilidad? —Corran se palmeó el pecho—. Yo no. Me acuerdo del virus krytos. Sé lo devastador que puede llegar a ser. Si están infectados no saldrán de Bimmiel. Y, si no lo están, los sacaremos de ahí y les pondremos unos trajes aislantes en el carguero. Y para garantizar vuestra seguridad, deberéis hacer lo mismo con Ganner y conmigo en caso de que desarrollemos el problema.

— ¿Y dejaros allí en caso de que contraigáis la enfermedad? Corran se giró para mirarla.

—Doctora, algunas decisiones son muy difíciles de tomar. Dejar aquí a Ganner le partiría el corazón a Trista. Yo tengo mujer e hijos, y creo que no les gustaría nada que me muriera. Pero si tengo que elegir entre morir o convertirme en el emisario de la posible muerte de miles de millones de seres, sé cuál es la opción correcta. Yo sirvo a la Fuerza, y la Fuerza es la vida misma.

BOOK: Marea oscura I: Ofensiva
11.67Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Other books

El club erótico de los martes by Lisa Beth Kovetz
Sargasso Skies by Allan Jones
Bury Me With Barbie by Wyborn Senna
Capturing Savannah by Krajcirovic, J. L.
The Castle of Llyr by Lloyd Alexander
Timba Comes Home by Sheila Jeffries