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Authors: Michael A. Stackpole

Tags: #Aventuras, #Ciencia ficción

Marea oscura I: Ofensiva (36 page)

BOOK: Marea oscura I: Ofensiva
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Ganner se había detenido en la gran garganta que constituía la entrada a la concha. Las paredes, el suelo y toda la superficie eran suaves y variaban de un color marfil oscuro al rosa claro. En algunas zonas de la pared había puntos de color gris oscuro, pero Corran no sabía lo que eran. Las paredes también parecían algo fosforescentes, pero pensó que era la luz del sol filtrándose a través de la concha.

Ganner avanzó y bajó un par de escalones hacia la estancia principal. De ella partían unos túneles que Corran supuso conducían a otras salas. El hecho le hizo preguntarse por el tipo de criatura que había generado la concha. La superficie era muy pulida pero no estaba-resbaladiza. Lo único que se oía eran sus propias respiraciones y el roce de la arena acumulada en la suela de sus botas.

Cuando dieron la vuelta a un recodo de la escalera, la sala grande se abrió ante sus ojos. Ganner se quedó boquiabierto y dio un paso atrás. Corran entrecerró los ojos y cruzó por delante de su ayudante hacia el centro de la sala.

Contempló a los dos estudiantes y deseó de corazón que estuvieran muertos.

Habían sido colgados de unas estructuras por los tobillos, los muslos y las muñecas. Tenían los pies por encima de la cabeza y las extremidades completamente inmovilizadas. Ambos estaban desnudos. Unas pequeñas larvas blanquecinas del tamaño de una baraja de sabacc se afanaban en sus espaldas, clavándoles las garras e introduciéndoles apéndices como agujas en la carne.

Los dos muchachos tenían la piel cubierta de hilillos de sangre que goteaban en el suelo.

Bajo ellos, había una criatura que se parecía más a una lengua que a una babosa, y que se acercaba lentamente, limpiando la sangre.

Corran utilizó la Fuerza para comprobar cómo estaban los estudiantes.

Sufrían muchísimo dolor, pero su presencia en la Fuerza era potente y pura.

Habían sufrido golpes y torturas, pero seguían vivos.

Ganner dio un paso adelante y agitó una mano hacia Vil. Las criaturas blancas salieron volando y se golpearon contra la pared. Después cayeron formando un montoncito reluciente y baboso. Ganner encendió el sable láser y lo echó hacia atrás para cortar uno de los enganches y liberar parcialmente a Vil.

Corran percibió una punzada de dolor en Vil y alzó la mano.

—No, Ganner, espera.

—No hay tiempo para esperar, Corran.

—A Vil le ha dado la punzada cuando le has quitado los insectos. Hazlo también con Denna. A ver si pasa lo mismo.

Ganner asintió, y los insectos pinchadores del otro estudiante salieron disparados. Denna sintió una punzada de dolor y Corran captó tensión en las ataduras del brazo.

—Lo sabía. Esta estructura les mantiene estables y les provoca un nivel de dolor constante.

— ¿Por qué?

—No lo sé —Corran miró a Ganner incrédulo—. Es lógica vong. No sé qué les pasa por la cabeza o por qué hacen lo que hacen. Tenemos que encontrar la forma de sacarlos de aquí.

El intercomunicador de Corran sonó.

—Horn, adelante.

—Aquí Jens. Los yuuzhan vong están de vuelta. Han dejado de perseguir la sonda.

Eso no es bueno. Haz algo para atraer su atención. Necesitamos tiempo.

—No os queda mucho. Trista está a punto de llegar.

— ¡Engendro de Sith! —Corran se enfureció—. Ni tiempo de jugar, ni tiempo de pensar.

Ganner alzó el sable láser de nuevo.

—Vamos a cortar esto.

— ¿Y si no funciona? Imagínate que las correas se tensan y les amputan los brazos. No es un buen plan.

— ¿Y qué hacemos?

Corran se pasó los dedos por el pelo, se acercó a Denna y le clavó los dedos en el brazo. Percibió a través de la Fuerza una oleada de dolor que traspasaba al joven, pero también observó que las ataduras cedían levemente.

—Eso es. Les mantiene en un nivel de dolor constante. Si la estructura percibe demasiado dolor, afloja la presión. Tenemos que causarles dolor, mucho dolor, para que la estructura les suelte.

El joven Jedi asintió.

— ¿Cómo? ¿Les pegamos?, ¿les rompemos algún hueso?, ¿les damos toques con los sables?

—Podría funcionar, pero evidentemente les mataría —Corran esbozó una sonrisa macabra—. Tendré que hacerles creer que están sintiendo dolor. Ganner alzó la mirada y asintió respetuoso.

—Ah, sí. Adelante.

—No es tan fácil —Corran comenzó a remangarse la manga izquierda—. Me costará un poco.

— ¿De qué hablas?

— ¿Alguna vez te has roto algo?

Ganner asintió.

—Una pierna.

—Y te acuerdas de cómo duele, ¿verdad?

—Sí.

—Pero no recuerdas cuánto. La mente funciona así. Olvidas los dolores realmente agudos para poder seguir adelante. Las mujeres olvidan el dolor del parto, si no, seríamos todos hijos únicos —Corran suspiró—. Puedo proyectar dolor en sus mentes, pero tengo que sentirlo para hacerlo bien.

— ¿Cómo? —preguntó Ganner con cautela.

Corran se puso entre las dos estructuras, mirando a Vil y de espaldas a Denna.

—Tú ponte frente a Denna. Cuando las máquinas le suelten completamente, tienes que dar un corte a las ataduras. Tú a él, y yo a Vil.

—Vale.

—Y ahora la parte difícil —Corran extendió el antebrazo izquierdo hacia Ganner con la mano abierta y la palma hacia arriba—. Otra de las habilidades que tengo en la Fuerza es poco frecuente. En determinadas circunstancias puedo absorber cantidades de energía sin sufrir daños. Para apreciar el dolor que necesito, quiero que apoyes tu sable láser en mi antebrazo. No demasiado, me gusta como está. Lo mejor será que tú lo sujetes y que yo pegue el brazo.

Ganner se quedó boquiabierto.

—No hablas en serio.

— ¿Quieres salvarlos o no?

—Pero...

—Pero nada. ¿Listo?

Ganner asintió y alzó el sable láser.

Corran notó el zumbido cerca de su carne cuando elevó el brazo. El calor de la hoja le vaporizó los pelos, llenando la estancia del olor de la proteína cauterizada. Corran sabía que ese aroma no era nada comparado con lo que vendría después. Tragó saliva, estiró la mano y subió el brazo otro centímetro.

Una agonía cegadora le recorrió el brazo hasta el cerebro. Por reflejo, recurrió a una técnica Jedi para rechazar el dolor, pero se detuvo. Se concentró y absorbió la energía de la hoja. Miró con los ojos entrecerrados y vio la carne enrojecida que comenzaba a quemarse. Salía humo, y el dolor se consolidó.

Luego, cuando vio que empezaba a ser grave, recurrió a la Fuerza, extrajo el dolor y lo proyectó en los estudiantes.

Un segundo, dos y tres. Corran dejó que la agonía fluyera a través de él hacia Vil y Denna. Ambos se estremecieron, él temblaba. Los dos estudiantes gritaron cuando su carne crujió. Él tenía la mandíbula tan apretada que notó el sabor de la sangre.

Las ataduras se soltaron y dejaron caer a los estudiantes el medio metro que les separaba del suelo. Las correas se tensaron de nuevo, relucientes y negras, como el cuero húmedo. Corran encendió el sable láser y describió un círculo con la hoja, cortando todas las correas. Después cayó de rodillas, sobre el cuerpo postrado de Vil.

Jadeando, Corran intentó recurrir a una técnica Jedi para suprimir el dolor, pero no logró concentrarse lo suficiente. El mundo comenzó a ponerse borroso y oscuro a su alrededor. Consiguió desactivar el sable láser, y se debatió entre el desmayo y la imperiosa necesidad de levantarse y marcharse.

Alzó el torso. Habría seguido levantándose, pero Ganner le cogió del cuello de la túnica.

— ¿Corran, estás...?

— ¿Funcional? Sí —la preocupación de Ganner hirió un poco su vanidad.
No es bueno que me vea tan débil
. Intentó levantarse, y Ganner le fue a coger del brazo izquierdo para ayudarle, pero Corran silbó para impedírselo.

—No me toques el brazo.

— ¿Tan mal lo tienes?

—Está, digamos, crujiente —Corran agradecía el hecho de que la manga se hubiera bajado, tapándole la quemadura, pero los dedos ennegrecidos le decían más de lo que quería saber. Se tambaleó al ponerse en pie y se abrazó el brazo magullado—. ¿Cómo están?

—Han perdido el conocimiento. Tendremos que arrastrarlos. .

Un siseo agudo y el restallido de un látigo interrumpieron a Ganner. Corran se enderezó lentamente y miró hacia el corredor de salida. Los dos guerreros yuuzhan vong estaban ahí, altos y amenazadores, con las armaduras granates y las articulaciones verdosas que acentuaban su naturaleza alienígena. El guerrero principal ladró una orden a los dos Jedi y la acompañó con otro chasquido de su anfibastón.

Corran forzó una sonrisa.

—Parece que no les gusta la idea de que los saquemos arrastrándolos, Ganner. Parece que vamos a necesitar otro plan para salir de aquí.

Capítulo 30

La imagen de su marido le vino a la cabeza de repente, y Leia supo la respuesta a su pregunta. Con una media sonrisa, sacó la pistola láser y disparó dos veces al primero de los yuuzhan vong. Los rayos rojos le dieron en el hombro y en el pecho, y le hicieron girar. Una especie de pus espeso brotó del enmascarador ooglith y salpicó al segundo guerrero. El tercero saltó hacia Mara agitando las garras.

El segundo estiró la mano hacia Leia en el momento en que la mujer le apuntaba con la pistola láser. Algo fino y puntiagudo giró por el aire y le dio en el antebrazo. El dolor le subió hasta el hombro y obligó a Leia a soltar el arma.

La mujer se agachó para recogerla con la otra mano, pero, al alzar la cabeza, vio a su enemigo saltando sobre ella.

De rodillas, Leia levantó el brazo por reflejo para rechazar al yuuzhan vong, pero el guerrero nunca llegó hasta ella. Bolpuhr fue como un borrón de movimiento y lo detuvo en el aire. Los dos cayeron pesadamente y rodaron por el suelo, pero el yuuzhan vong logró soltarse del noghri. Bolpuhr salió despedido en la oscuridad y rebotó contra el suelo antes de enredarse entre los cadáveres y los jirones rojos de la tienda.

El yuuzhan vong que había sido detenido se levantó y se acercó a Leia tambaleándose. Cayó de rodillas y el enmascarador ooglith comenzó a desprenderse lentamente. Sobre el esternón del alienígena sobresalía la empuñadura de una daga noghri, y cuando el guerrero cayó de bruces, Leia vio la punta ennegrecida del arma asomando por su espalda.

Más allá del alienígena muerto, Mara se enfrentaba a su enemigo con gesto fiero. La mujer, que había colocado el sable paralelo a su antebrazo derecho, alargó la mano izquierda, se agachó y esperó, observando. El yuuzhan vong se agazapó también, con las manos flexionadas. Encogió los hombros y se apoyó sobre el otro pie.

Mara dio un paso adelante y se agachó. El guerrero se abalanzó hacia ella, pero la mujer ya había retrocedido. Las garras del yuuzhan vong pasaron por donde había estado la cabeza de Mara, que se apoyó en el pie derecho y dio una estocada circular que rasgó el vientre del yuuzhan vong. El enmascarador ooglith se derritió con el toque de la hoja, y la carne echó humo mientras el haz de energía cortaba al guerrero por la mitad.

Mara se alejó de él, pero el yuuzhan vong se las arregló para hacerle un rasguño en el muslo izquierdo al caer. Dando una vuelta completa, ella blandió el sable y le decapitó. El cuerpo se estremeció. En la cabeza, que salió despedida, los dientes rechinaron unos segundos antes de morir. Mara corrió hacia Leia.

— ¿Estás muy mal?

Leia negó con la cabeza y se sobresaltó cuando la cosa que tenía en el brazo sacó patitas e intentó despegarse de ella. Mara retrocedió y tocó el insecto con la punta de su sable láser para matarlo. Leia se sacudió la criatura con la mano y consiguió arrancársela de la carne.

—Qué asco.

Mara le desgarró la manga de la túnica y le envolvió el brazo.

—Será mejor que te miren esto.

—Luego. Podría haber más yuuzhan vong entre los refugiados. Tenemos que comprobar... —Leia alzó la vista—. ¿Dónde está Bolpuhr?

—No lo sé —Mara se levantó y ayudó a Leia a ponerse en pie—. Estaba por aquí detrás, cerca de la tienda, ¿no?

—Sí —Leia corrió hacia los restos de la tienda, se detuvo y cayó de rodillas—. Por los huesos negros del Emperador, no.

El noghri estaba tumbado bocarriba con los ojos sin vida hacia el firmamento.

Las garras del yuuzhan vong se le habían clavado profundamente en el cuello y en el pecho. Muerto, el noghri que había cumplido con su deber de forma valiente e incansable parecía más pequeño, más infantil y aterradoramente inocente.

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