Read Marea oscura I: Ofensiva Online
Authors: Michael A. Stackpole
Tags: #Aventuras, #Ciencia ficción
Corran se pasó la semana de las tormentas estudiando el cuerpo del yuuzhan vong y los artefactos que habían descubierto. A sugerencia suya, el equipo investigó y confirmó que la armadura y las armas eran, o habían sido, criaturas vivas.
El hecho de que los yuuzhan vong hubieran estado en Bimmiel antes, y lo que quizá fuera más importante, mientras el planeta orbitaba más alejado del sol, sugirió a Corran que, en caso de que volvieran, estarían muy preparados para las condiciones locales, ya que sabían lo que podían esperar. Él estaba seguro de que habían vuelto y de que seguían por la zona. Eran una raza que vivía para la guerra, y Corran podía imaginarlos fácilmente regresando para recuperar el cadáver de su camarada. Corran no tenía ni idea de por qué habían tardado cincuenta años en volver a por él. Quizás el cadáver era una avanzadilla, pero si su corazonada era cierta, todo el equipo universitario estaba en grave peligro.
Cuando las tormentas amainaron, Corran decidió que Ganner y él harían una misión de reconocimiento. Esperaron a que cayera la noche, se pusieron el calzado de arena y marcharon hacia el este, hacia la orilla de lo que había sido un lago en tiempos del equipo imperial. No avanzaban rápido, pero el calzado especial les permitía moverse sin hundirse en la arena.
Corran y Ganner se encontraron de frente con un descubrimiento. A dos dunas de distancia, teñida de plata y gris por la luz de la luna, había una maraña de slashrats destrozando a otra criatura. Los depredadores soltaban gruñidos furiosos mientras entraban y salían en la arena, se deslizaban de un lado a otro y sacudían las cabezas en su lucha por algo de carroña. Al verles alimentarse, Corran casi sintió lástima por el yuuzhan vong que habían atacado.
Más curioso que la batalla era el olor nauseabundo y profundo que traía el viento. Corran arrugó la nariz.
—Es peor que la Peste.
Ganner asintió.
—Es el aroma de la matanza. Trista me contó que los slashrats la exudan cuando asesinan. Es para que los demás sepan que tienen una presa. Así la manada se acerca y va acorralando a los shwpis hacia el foco de la matanza. Los experimentos han demostrado que los slashrats serían capaces de soportar la Peste si olieran una matanza. Los estudiantes podrían sintetizarla, pero les da miedo provocar un frenesí asesino.
—Entiendo —Corran se levantó y se giró hacia el sur—. Pasamos de la matanza y continuamos. Percibo algo débilmente, un poco más adelante.
—Yo también. Algo raro.
Los dos Jedi continuaron avanzando en silencio, al menos a nivel auditivo.
Cuando uno está conectado con la Fuerza, las emociones que se sienten a través de otro pueden ser dulces como una melodía o rechinar como el transpariacero al romperse. Corran percibió que Ganner sentía una mezcla de nerviosismo con resentimiento, así que decidió darle menos órdenes y tener más en cuenta su opinión en las decisiones menores, como la de sortear un muro de piedra que rodeaba las colinas sobre el lago. Ganner tomó la iniciativa de buena gana, y cuando se quitaron el calzado de arena, avanzaron rápidamente entre las rocas.
Se detuvieron en la cima y, escondiéndose entre las sombras, descendieron hacia el lecho arenoso del lago. Intentaron mantenerse a cubierto, suponiendo que si los yuuzhan vong estaban por allí tendrían el equivalente a monitores infrarrojos. Cuando llegaron a la falda de la colina se detuvieron y contemplaron la llanura que se extendía ante ellos.
Había una especie de asentamiento en la cuenca del lago, pero Corran no conseguía captar la lógica que había empleado el arquitecto de aquel lugar. En la zona más cercana a su posición había unas casitas circulares con forma de cuenco invertido y, si tenían aperturas, éstas estarían orientadas hacia el este, al otro lado de los Jedi. Corran contó dos docenas de chozas de piedra agrupadas en cuatro filas de seis chozas cada una. Más allá se levantaban tres construcciones de mayor tamaño y del mismo diseño y, del lado del sol naciente, había una única construcción lo suficientemente grande como para albergar un carguero y dejar espacio para almacenar suministros.
A Corran le llamaron la atención dos cosas de las construcciones. La primera fue que le recordaban a conchas de molusko. Sabía que había seres marinos que se apropiaban de las conchas vacías abandonadas por otras criaturas, e imaginaba que los yuuzhan vong habían llegado y habían "criado" sus propios hogares. No sabía lo que habrían hecho con los verdaderos dueños de las conchas, pero supuso que habían pasado a generar conchas más grandes o que servirían de fuente primaria de alimento.
Lo segundo en lo que se fijó fue que sólo percibía con la Fuerza a los habitantes de las conchas pequeñas. Miró a Ganner.
—Esa gente está mal.
El otro Jedi entrecerró los ojos.
—Es como si al percibirlos hubiera ruido de fondo. Su conexión con la Fuerza se está debilitando. Creo que se están muriendo.
—Buena información. ¿No percibes nada en las conchas grandes?
— ¿Conchas? Ah, claro, son conchas. No, nada.
—Si hay yuuzhan vong, es probable que estén en las grandes.
—Eso supongo —Ganner señaló el poblado y lo abarcó con un gesto—. ¿Te has dado cuenta de lo de los slashrats?
Corran hizo uso de la Fuerza y encontró sin problemas a las criaturas, que permanecían a veinte metros del poblado de los yuuzhan vong. Estaban activas y avanzaban hacia el asentamiento de forma directa o indirecta, pero cuando llegaban retrocedían. Algunos incluso se acercaban bajo tierra, pero no alcanzaban el núcleo.
— ¿Crees que han conseguido repeler a los slashrats?
—No sé —Ganner cogió el calzado especial para escalar que se había echado a la espalda y comenzó a ponérselo en las botas—. Un vistazo rápido nos permitirá averiguar algo.
El otro Jedi frunció el ceño.
—No tenemos mucha agilidad con esto puesto. Bajar sería un suicidio.
Ganner sonrió sombrío.
—Yo tengo una ayuda que me hace más ágil.
—No vas a ir solo.
—Tú irías muy despacio. En caso de que haya problemas, estarás...
—Estaré esperando a que utilices tu ayuda para sacarme de ahí —Corran se puso el calzado—. Seguro que Trista te ha enseñado todo lo que tienes que saber sobre este planeta, así que vigila por si ves algo inusual. Tomaremos muestras de la arena y averiguaremos qué aleja a los slashrats.
—No soy idiota, ¿sabes?
Corran arqueó una ceja.
—Sí, ya, pues has sido tú el que ha propuesto que bajemos ahí.
—Y tú vas a venir conmigo...
Corran puso los ojos en blanco.
—Vámonos.
Ganner avanzó el primero, pero los slashrats se mantuvieron apartados. Los dos Jedi se introdujeron en el asentamiento yuuzhan vong por el extremo occidental y se agazaparon a la sombra de una de las conchas-choza. Corran esperaba percibir el tranquilo flujo de la Fuerza que emanan los seres vivos al dormir, pero, en lugar de eso, le llegaban pausas rotas que interrumpían el patrón.
Avanzó unos pasos y descubrió la entrada en la pared oriental de la concha.
La criatura que había crecido originalmente allí debía de haber estado enrollada en un eje central mientras generaba su armazón. La concha estaba colocada en la arena de tal modo que la entrada quedaba ligeramente enterrada en el suelo.
A Corran le pareció que, si se ajustaba a su idea del habitante original, las personas entraban a gatas en la concha y se metían al fondo para dormir en la pequeña sección que había sobre la propia entrada.
Imitando a Ganner, se introdujo más en el poblado. Seguía percibiendo las cosas de la misma forma. Se detuvo, sacó de un bolsillo del cinturón un pequeño cilindro de plastiduro y lo enterró en el suelo para coger una muestra de la arena. Lo tapó, y entonces percibió movimiento de arena en el interior. Un escarabajo apareció en la muestra y comenzó a dar vueltas por las paredes transparentes del bote, intentando salir.
Corran se guardó el cilindro en el cinturón y sacó otro vacío. Lo volvió a hundir en la arena y vio que un escarabajo emergía e inspeccionaba el frasco. Lo metió en el cilindro y, por los cuernos del insecto, dedujo que era distinto del primero que había capturado. Excavó un poco más y encontró un tercer insecto, mucho más pequeño que los otros dos, y lo cogió. No estaba seguro de si era una cría o si se trataba de otra especie totalmente diferente.
Hizo más agujeros, pero no encontró nada, así que siguió avanzando. Ganner le había tomado delantera y estaba agazapado tras una de las conchas de la primera fila. Corran giró hacia la izquierda para ir directamente hacia Ganner.
No debería haber ido tan lejos. Corran comenzó a alarmarse cuando vio a Ganner llevándose la mano al sable láser y comenzó a percibir cierta ansiedad con la Fuerza.
De repente surgió un grito de una de las conchas. Una criatura desesperada salió de una de las chozas y corrió a gatas hasta los Jedi. Una vez allí se puso de pie con dificultad. Parecía vagamente humano, pero tenía las rodillas destrozadas, y protuberancias que parecían implantes de coral en los brazos, las piernas y la columna. Se agarró un gran clavo de coral que le salía de la mejilla derecha y gritó en un tono más animal que humano y que reflejaba más dolor que otra cosa.
La criatura echó a correr y pasó por delante de Ganner. Luego cayó al suelo e intentó levantarse. La arena comenzó a temblar bajo él y una neblina polvorienta se elevó como si fuera vapor de agua hirviendo. Corran no sabía qué estaba provocando el temblor de la arena, pero sintió una curiosa vibración procedente de su cinturón. Sacó los escarabajos que había capturado y uno de ellos, el de los cuernos, estaba batiendo las alas con furia.
Dos guerreros yuuzhan vong altos y atléticos salieron de una de las conchas medianas, que tenían aberturas lo suficientemente grandes como para que los alienígenas no tuvieran que agacharse al salir. Ninguno parecía sorprendido o preocupado por el esclavo. Con una elegancia fluida que hubiera resultado casi sensual si su apariencia no fuera tan macabra, los yuuzhan vong se separaron y se acercaron al esclavo por los lados. Primero uno y luego el otro le acosaron con violentos comentarios, por lo que la criatura se encogió un instante, alejándose de uno para acercarse al otro.
Y, mientras tanto, la arena a sus pies seguía danzando por el agitar de alas de los nerviosos escarabajos.
Corran sintió el pavor del esclavo a través de la Fuerza y después un estallido agudo de ruido de fondo. El miedo del esclavo fue sustituido por rabia.
Agarrándose con los dedos las prolongaciones coralinas y con un aullido salvaje saliendo de sus labios, la criatura se abalanzó de cabeza hacia uno de los yuuzhan vong.
El guerrero alienígena ladró en lo que Corran pensó que era una carcajada cruel. Luego se echó a la derecha y alzó el puño izquierdo, asestando un golpe en el corazón al esclavo. Éste se elevó en el aire y cayó al suelo un metro más atrás. Aterrizó sobre los talones y cayó de espaldas. Corran estaba seguro de haber oído ruido de costillas rotas, pero el esclavo se apoyó sobre un costado y, tras volver a levantarse, se abalanzó sobre el otro yuuzhan vong.
El segundo guerrero detuvo la embestida con un derechazo en la cara. El chasquido de huesos rotos resonó por encima del quejido sordo de la criatura.
El yuuzhan vong dio un paso atrás y le clavó otro derechazo en el mismo sitio.
Sus huesudos nudillos quedaron oscuros y brillantes. Luego alzó la pierna izquierda y dio una patada al esclavo en las costillas, lanzándolo hacia el otro yuuzhan vong.
El primer yuuzhan vong abrió los brazos en lo que casi parecía un gesto de bienvenida y dijo algo al abatido esclavo. Era como una pregunta, pero la reacción del esclavo fue de incredulidad. Escupió al suelo, abrazándose las costillas, sonrió y se lanzó hacia su interrogador.
El primer yuuzhan vong lanzó un gancho de izquierda al esclavo que le arrancó la protuberancia coralina de la mejilla derecha. El golpe le hizo dar vueltas. El yuuzhan vong le asestó entonces un derechazo en la espalda, justo encima de los riñones. Corran se estremeció al ver al cautivo cayendo de rodillas.
Un estallido de furia provocó un nuevo problema a Corran. Ganner tenía el sable láser en la mano, pero todavía no lo había activado. Seguro de lo que quería hacer Ganner, pero consciente también de que si lo hacía acabarían todos muertos, Corran actuó. Empleó la Fuerza para colarse en la rabia de Ganner y generó el horrible olor de la Peste en el cerebro del Jedi.
Ganner cayó al suelo de inmediato y se encogió. Luego se cubrió la boca con las enguantadas manos mientras su pecho daba sacudidas. Lo poco que le quedaba de la cena le salió por entre los dedos y cubrió la arena. Miró a Corran con odio y tuvo otra náusea.
Más allá, en el espacio que quedaba entre las chozas, los dos yuuzhan vong miraban a su esclavo. Ambos le ladraban preguntas. El cautivo se debatía entre la confusión y la ira. Tosió a duras penas un incoherente comentario e intentó poner gesto desafiante. Luego trató de levantarse apoyándose en una mano, pero sus captores no se lo permitieron.
Una patada en el estómago hizo fluir sangre por su boca. El oscuro líquido le bajó por las mejillas como lágrimas negras. Los yuuzhan vong daban vueltas a su alrededor, pasándoselo el uno al otro con patadas y puñetazos. Su ataque era tan violento que el esclavo no volvió a caer en la arena. Lo mantuvieron de pie a pesar de que sus golpes masacraban el esqueleto de la criatura y hacían imposible que se mantuviera erguido.
Al fin, el esclavo cayó a la arena. Estaba tan mal que Corran ya no sentía su dolor a través de la Fuerza. Los yuuzhan vong se miraron, intercambiaron comentarios y se rieron. Luego se pusieron a imitar los golpes que le habían dado y, utilizando las manos, se burlaron de cómo el esclavo había pasado de uno a otro. Después cogieron a la criatura de la muñeca y del tobillo y la llevaron al borde del poblado. La balancearon cuatro veces y la tiraron a la arena. Casi al instante, los slashrats iniciaron una matanza en el lugar donde aterrizó el cadáver.
Los yuuzhan vong utilizaron la arena para quitarse las manchas de sangre y volvieron a sus chozas, desapareciendo en su interior.
Corran proyectó la imagen de las colinas en la mente de Ganner y comenzó a retirarse del poblado. Lo hizo lentamente y controlando el avance de su compañero. Esperó hasta que el joven Jedi salió del poblado y llegó a la arena.