Read Marea oscura I: Ofensiva Online
Authors: Michael A. Stackpole
Tags: #Aventuras, #Ciencia ficción
Leia miró el resto de las torres del espaciopuerto.
—Todo parece vacío. ¿Están huyendo todos?
—Los que pueden ya lo han hecho —la voz de Lando sonaba llena de impotencia—. Coloqué a los guardias en la pasarela porque sabía que la llegada de vuestra nave atraería a mucha gente que quiere largarse.
— ¿Qué tal van las defensas? —Elegos estiró el cuello para mirar alrededor—. No veo nada parecido a baterías de turboláser o lanzamisiles de impacto.
A Lando se le iluminó la cara levemente.
—Ni lo verás. Lo primero que atacaron los yuuzhan vong fueron las estaciones de defensa. Todo lo demás son equipos móviles y están ocultos.
Cuando vienen intentamos acorralar a los cazas y conducirlos a las zonas de ataque del armamento móvil, pero están aprendiendo y cada vez nos lo ponen más difícil. Aun así, cuando no nos vigilan, todavía podemos tomar la iniciativa y tender nuevas emboscadas.
—De momento es una buena táctica, pero no ganará la guerra —Leia entrecerró los ojos—. Podemos hacer algo mejor.
— ¿Tú crees? ¿Quiere eso decir que tienes una Estrella de la Muerte de sobra escondida para pulverizar al cinturón de asteroides y a su nave nodriza?
— ¿Nave nodriza? —Elegos alzó la cabeza—. ¿Habéis avistado una nave grande?
—Sí, cerca del cinturón de asteroides —Lando les indicó que le siguieran—. Venid al cuartel central de defensa. Os puedo enseñar todos los hologramas de la nave que queráis. Intentamos derribarla, pero los cazas no consiguieron acercarse.
Leia caminó junto a Lando, dejando a Elegos tras ellos y a Bolpuhr en cabeza del grupo.
—Tiene que tener un punto débil. Lo encontraremos y la derribaremos.
—Eso espero.
—Lo conseguiremos, Lando. Hemos de conseguirlo —Leia suspiró—. Es la única posibilidad para Dubrillion.
Jaina cogió un intercomunicador del compartimento de recargas del
Dulce Recuerdo
y dio otro a Danni.
—Mi madre se ha ido con Lando. Si quieres podemos explorar un poco y estirar las piernas.
La chica cogió el dispositivo y se lo colocó en la solapa de la chaqueta azul que llevaba puesta.
—Siento haber tardado tanto en encontrar la chaqueta. Tendrías que haberte ido con ella.
—No pasa nada. Estar pegada a ella durante todo el viaje ha sido suficiente por ahora. No quiero estar presente cuando esté haciendo de "princesa Leia".
Danni parpadeó atónita.
—Pero tu madre...
Jaina asintió y comenzó a bajar por la rampa de descenso.
—Lo sé, derrotó al Imperio y salvó a la Nueva República. Ay, no me mires así. Sé lo que hizo, y la quiero con locura.
—Me da la impresión de que ahora viene el "pero".
Jaina suspiró mientras pasaban por delante de los guardias apostados en la pasarela y se dirigían hacia unas escaleras que conducían abajo, a la ciudad.
—¿Tú nunca quisiste alejarte de la sombra de tu madre?
—Creo que la sombra de mi madre era muy pequeña —los ojos verdes de Danni relucieron—. Ella es astrofísica, y fue la que me hizo empezar a contemplar el firmamento. Procuraba mantenerse al margen de todo y no llamar la atención de los gobiernos local del Imperio o de cualquier otro señor de la guerra que reclamara nuestro planeta aquella semana. De ella adquirí mi fascinación por los planetas y los sistemas lejanos. En gran parte es la razón por la que me uní a ExGal.
—Tu madre debe de estar orgullosa de ti.
—Sí. Creo que le gusta que yo haya optado por seguir sus pasos.
— ¿Y no te interesaba seguir los de tu padre?
—Se separaron cuando yo era pequeña. Él era un burócrata que se pasaba todo el día con leyes y normas que parecían absurdas —Danni se encogió de hombros—. En las ciencias, las reglas que hay que seguir suelen tener una razón que las respalda y dan resultado. A mí no me atrae la burocracia, y eso era otra buena razón para entrar en ExGal. Allí, el borde de la galaxia está unas veinte veces más cerca que el burócrata más próximo.
Jaina bajó por las escaleras y pasó por encima de un montón de escombros que habían caído a la calle desde un edificio cercano. Podía haberlos retirado con la Fuerza, pero no lo hizo. De hecho, se vio obligada a reprimir la Fuerza porque la miseria del pueblo de Dubrillion se le clavaba en el alma.
Comprendió el dolor y el miedo, pero la agudeza de los sentimientos era difícil de soportar.
—Al menos tú tuviste elección, Danni. Teniendo unos padres como los míos, yo podía haber sido o una contrabandista que salva la galaxia o una diplomática que salva la galaxia.
—Y optaste por ser Jedi.
Jaina se encogió de hombros incómoda.
—Fue una decisión que en gran medida ya estaba tomada. Mis hermanos y yo tenemos una gran percepción de la Fuerza.
Danni arqueó una ceja mientras caminaba junto a Jaina.
— ¿Te arrepientes de ser una Jedi?
—No, para nada —Jaina dudó y luego suspiró—. Mis padres no lo son, así que eso me permite tener algo para mí sola. También tiene que ver con el hecho de tener un hermano gemelo. Todo el mundo espera que seamos iguales, aunque sólo seamos hermanos, y no la misma persona.
—Creo que entiendo lo que quieres decir —Danni le tendió la mano—. Encantada de conocerla, Jaina Solo. Y, dígame, ¿quién es usted?
Jaina se echó a reír.
—No sé quién soy. Sólo tengo dieciséis años y sé algunas cosas. Sé que soy muy buena pilotando y que no lo hago mal como Jedi. Sé que me estoy hartando de ser la hija de mi padre y de mi madre. Y una parte de mí sabe que necesitaré tiempo para despegarme de su sombra. También sé que hay gente por ahí que piensa que soy la salvación de la galaxia porque soy Jedi, y que otros piensan que estoy maldita de pies a cabeza por la misma razón.
Danni enlazó su brazo con el de Jaina.
—Me acuerdo de cuando yo tenía dieciséis años. Estaba muy segura de mí misma y convencida de que todo lo que sabía era todo lo que merecía la pena saberse.
—Ya. Y ahora, en el ocaso de tu vida, a los, ¿cuántos tienes, veintiuno?, te das cuenta de lo tonta que eras.
—Sí, veintiuno. Y sí, creo que no era tan lista como ahora, Jaina. Recuerdo que no aceptaba consejos.
La chica sonrió.
—Así que me vas a dar uno de todas formas.
—Lo que quiero decir, Jaina, es que todo el mundo puede elegir cuando sabe quién es realmente. Algunos deciden que quieren ser como otros. Los toman como ejemplo, intentan imitar sus acciones y hacen lo posible por seguir sus pasos —Danni sonrió—. Yo era así con mi madre.
— ¿Y el resto de la gente intenta ser lo contrario a alguien?
—Eso es, y el problema de esa estrategia es muy sencillo. Hay millones de formas de no ser como alguien, y el potencial para el desastre es ilimitado porque, en lugar de optar por un camino y adaptarse a él para hacer lo mejor para uno y las circunstancias, te dejas llevar —Danni dio un apretón cariñoso a Jaina en el brazo —. Quizá no quieras ser tu madre y puede que estés deseando que llegue el día en el que no te vean como su hija, pero eso no significa que tu madre no tenga un montón de cualidades admirables que deberías adoptar.
Jaina asintió, dejando que las palabras de Danni resonaran en su mente un instante. Sabía que ella consideraba a la vez una decepción y un alivio que su madre no quisiera profundizar en su relación con la Fuerza. Al ser Jedi, había una parte de su identidad que no compartía con ella. Y, al ser piloto, era como si hubiera heredado una de las mejores cualidades de su padre.
Y el compromiso de mi madre con determinadas causas es realmente admirable. Aunque me molesten, su constancia y su fuerza de voluntad también son buenas cualidades
.
Jaina miró a Danni de reojo.
—Y esa sabiduría de la que hablas ¿cuándo aparece?, ¿a los diecisiete, a los dieciocho?
—Puede, si tienes un buen modelo a seguir.
—Vale. Creo que tengo de lo mejorcito —Jaina sonrió—. Quizá no sepa quién soy, pero creo que me has orientado hacia el camino correcto para averiguarlo.
—Es lo menos que puedo hacer por la mitad del equipo que me salvó de los yuuzhan vong.
Ambas se detuvieron al doblar una esquina y se encontraron con un grupo de personas reunido ante un almacén de alimentos del Gobierno. En la entrada había tropas de seguridad armadas. Un par de nerviosos alguaciles intentaban dispersar a la multitud. Anunciaban que estaban esperando un cargamento de provisiones y que establecerían puntos de reparto en cada distrito. Decían además que nadie iba a obtener nada indicaban directamente del almacén, pero los gritos del gentío indicaban que, a su parecer, las tropas y los burócratas querían quedarse con toda la comida.
Danni se estremeció.
—Esta gente... está tan necesitada...
Jaina se abrió a la Fuerza y sintió el deseo y la urgencia emanando de la multitud. Cogió a Danni bruscamente y se la llevó hacia el espaciopuerto.
—Sé que eres sensible a la Fuerza. Perdóname por haberte traído aquí.
— ¿Tú lo habías percibido, Jaina?
—Lo hice, una vez que me abrí a ello, pero reprimí en parte la percepción porque dolía demasiado. Por eso no me di cuenta de lo que pasaba.
— ¿Puedes hacer eso? ¿Puedes anular percepciones? —Danni frunció el ceño—. Yo creía que la Fuerza era vital para los Jedi.
—La Fuerza es vital para todos, pero las emociones negativas son fatales para los Jedi. En demasiada cantidad puede causarte frustración y llevarte a la desesperación y a los actos impetuosos propios del Lado Oscuro —Jaina expandió sus sentidos y localizó al punto brillante y lejano que era su madre—.
Puedo enseñarte a filtrar las emociones negativas y un par de cosas sobre los ejercicios simples de telequinesis, pero primero quiero encontrar a mi madre.
Ella sabrá hasta qué punto es desesperada la situación en Dubrillion.
—Tienes razón. Gracias por sacarme de allí.
—No hay de qué —Jaina le guiñó un ojo—. Eso por calibrar mi brújula. Ahora tengo una idea más clara de adónde voy, y a lo mejor hasta puedo llegar.
Corran se dio cuenta de que los estudiantes de la Universidad de Agamar habían sabido utilizar sus recursos para adaptarse a las condiciones climáticas que habían encontrado en Bimmiel. Cuando comenzaron las tormentas de arena, improvisaron un calzado plano y ancho que podía adaptarse a las botas y que ampliaba la pisada. Además, distribuía el peso del caminante para no hundirse en la arena. Otro modelo del mismo diseño incluía un compartimiento bajo el talón que podía rellenarse de esencia de slashrat muerto, denominada con toda precisión Peste, para que las bestias no siguieran a las expediciones.
Las tormentas volvieron a comenzar poco después de la llegada de los Jedi, lo que les dejo atrapados en la caverna con el equipo de investigación. Corran decidió enseguida que Ganner y él vigilarían la entrada por turnos, sobre todo de noche, cuando la Fuerza les pudiera ayudar más fácilmente a percibir la llegada de los slashrats. El frío que se pasaba durante las guardias ayudó a que los universitarios no lamentaran no tener que hacerlas. Los estudiantes tenían equipos de monitores de infrarrojos que les permitían localizar el rastro calórico de los slashrats y los hacían visibles de noche. Ese hecho generó todo tipo de comentarios sobre lo idiotas que eran los Jedi por fiarse de sus arcanas técnicas y de la Fuerza, cuando la tecnología funcionaba igual de bien y permitía una mejor división del trabajo.
Las críticas molestaron a Ganner, pero a Corran le dieron igual. Y así se lo explicó a Ganner en mitad de la noche.
—Si piensan que somos un poco lentos, creerán que son superiores. Eso nos hace menos amenazadores a sus ojos. Y dado que viviremos con ellos durante un tiempo, es mejor que piensen que somos más tontos que malos.
Ganner tenía una opinión propia sobre cómo mejorar las relaciones con los estudiantes, y como resultado Trista empezó a pasar parte de las guardias intercambiando con él comentarios en voz baja acompañados de demasiadas risitas. El hecho de que Ganner se llevara tan bien con Trista tuvo un curioso efecto en los demás. Los hombres a los que les gustaba la chica optaron por no acercarse mucho a los Jedi para no ofenderla. Las amigas de Trista tenían una relación neutral con los Jedi, o por lo menos con Corran. El resto, incluida la doctora Pace, parecía ver el incipiente romance como señal de que Ganner era humano, o al menos manipulable, y eso relajó algunas tensiones.