Medianoche (25 page)

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Authors: Claudia Gray

Tags: #Fantástico, Infantil y juvenil, Romántico

BOOK: Medianoche
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—Sí, tienes razón. —Lucas claudicó y se sentó con pesadez en un arcón que tenía cerca—. ¿Por dónde empezamos?

—No sé. —Me abracé para entrar en calor y vi abajo la gárgola del antepecho, la gemela de la que se veía por la ventana de mi habitación—. ¿Sigues teniéndome miedo?

—No, no te tengo miedo. En absoluto. —Lucas sacudió la cabeza lentamente, incrédulo—. Tendría que… Mierda, no sé cómo tendría que sentirme. No hago más que repetirme que debería mantenerme alejado y olvidarme de ti, porque todo ha cambiado. Pero no puedo.

—¿Qué?

Me había quedado tan muda de asombro que incluso olvidé mis esperanzas.

—Cuando vi por primera vez lo que eras, allí arriba, en el tejado… —dijo, con voz ronca—. Bianca, fue como si todo en lo que había creído hasta el momento fuera mentira.

—Supongo que no es fácil aceptar que los vampiros existen de verdad.

—En realidad, no fue eso lo que me molestó.

Entonces lo comprendí: por mucho que le hubiera perturbado lo que había descubierto acerca de los vampiros, mis mentiras habían sido mucho peores para él.

—¿Se lo has contado a tu madre? ¿Se lo has dicho a alguien?

Lucas se echó a reír.

—¿Cómo se lo voy a decir a nadie? —Lo miré extrañada—. ¿Se te ocurre un modo mejor de acabar en una unidad de psiquiatría para adolescentes?

—No —tuve que admitir —, lo más probable es que te llevaran directamente al loquero.

—Además, me pediste que no lo hiciera —añadió Lucas, con aspereza.

Lucas había leído esa larga carta llena de revelaciones y había descubierto que le había mentido, que yo era algo que seguramente consideraría un monstruo, y aun así había sido capaz de atender mi súplica de que lo mantuviera en secreto y había hecho lo que le había pedido.

—Gracias.

—No iba a volver. No iba a volver a verte nunca más. Estaba muy dolido y pensé que el único modo de superarlo era obligándome a olvidarte. —Se frotó los ojos con el dorso de la mano, como si le agotara aunque solo fuera recordar el dilema al que había tenido que enfrentarse—. Intenté olvidarte con todas mis fuerzas, Bianca, y no pude. Luego me convencí de que mi deber era volver a Medianoche.

—¿Deber? —pregunté, confusa.

Lucas se encogió de hombros, como si no supiera qué decir.

—¿Para averiguar la verdad ? ¿Para intentar entenderlo? No lo sé. —Su expresión cambio al levantar la vista hacia mí y mirarme, como lo hacía antes, con esa mirada que conseguía que me flaquearan las piernas, como cuando dijo que el hombre del cuadro de Klimt solo tenía una cosa preciada en el mundo—. Sin embargo, en cuanto te vi, supe que seguía necesitándote, que todavía confiaba en ti, aunque seas un vampiro o un casi vampiro o lo que quiera que seas. —Lucas seguía pronunciando la palabra «vampiro» como si no pudiera creerlo—. No importa; debería, pero no es así. Es inútil negar lo que siento por ti.

No pude soportarlo más. Me acerqué a Lucas y caí de rodillas delante de él. El me sujetó la cara entre sus manos y todo su cuerpo se estremeció.

—¿Todavía quieres estar conmigo? ¿Aunque te mintiera?

Lucas cerró los ojos con fuerza.

—Nunca te lo he tenido en cuenta.

—Entonces… entonces comprendes por qué tenía que mantenerlo en secreto. —Todos los miedos y el terror que albergaba en mi interior se desvanecieron y deseé poder rodear a Lucas con mis brazos y fundirme en él—. Lo entiendes de verdad. Jamás hubiera imaginado que pudieras hacerlo.

—No puedo creer que no me importe —susurro—. No puedo creer hasta qué punto te necesito.

Lucas rozó sus labios contra los míos, solo una vez. Tal vez él no tuviera intención de ir más lejos, pero yo sí. Lo rodeé con mis brazos y lo besé. Todo lo demás dejó de tener importancia; solo pensaba en Lucas y en lo cerca que lo tenía, en el aroma a cedro de su piel, en el modo en que respirábamos juntos cuando nos besábamos, como si fuéramos dos partes de una misma persona. Estremecida por la emoción, noté que me hormigueaban las puntas de los dedos, el abdomen, todo el cuerpo.

—Debería salir corriendo de aquí. —Su cálido aliento vatio contra mi oído. Sus dedos se deslizaron hasta la cinturilla de mi falda, que utilizó para arramblarme contra él—. ¿Qué me has hecho?

Decidí apartarme cuando me apretó contra su pecho. Llegados a ese punto, solía retirarme por miedo de lo que mi deseo por Lucas pudiera llevarme a hacer. Lo lógico habría sido que fuera él quien tuviera miedo, pero no era así. Confiaba lo suficiente en mí para besarme, para dejarse caer al suelo y acabar ambos arrodillados el uno frente al otro, para cerrar los ojos cuando le pasé las manos por el pelo.

—A partir de aquí me resulta muy difícil mantener el control —le susurré, avisándole.

—Averigüemos hasta dónde llega ese control.

Se estiró el cuello del jersey y expuso su garganta ante mí. Estaba poniéndome a prueba para demostrarme que podía contenerme. Le puse la mano sobre la piel desnuda y presioné los labios aún más abiertos sobre él. Lucas soltó un gemido gutural que tuvo un extraño efecto en todo mi cuerpo, como si me hubiera levantado demasiado deprisa y me hubiera mareado. Sus manos fueron acercándose lentamente hacia el borde del jersey de mí uniforme, atentas a mi reacción. Lo besé apasionadamente. Lucas me subió el jersey por la espalda y levanté los brazos para ayudarle a quitármelo. Solo llevaba una fina camiseta interior y el sujetador, negro azulado, que se transparentaba bajo la camiseta blanca sin mangas.

Lucas me miraba con intensidad y su respiración se volvía cada vez más rápida y superficial. Se quitó el jersey y lo extendió en el suelo, como una manta. Luego me tendió encima, para que quedara tumbada sobre el jersey, debajo de él. La respiración de Lucas seguía desbocada, pero luchaba por mantener el control.

—Aquí no, ni esta noche… Pero tal vez podríamos traer algo o encontrar otro lugar donde estar solos una noche…

Lo silencié con un beso, lo bastante efusivo y apasionado para hacerle entender que accedía. Lucas me devolvió el beso y me abrazó con fuerza… Aunque no con tanta como para no poder darme la vuelta y colocarme encima de él, de modo que ahora era Lucas quien tenía la espalda contra el suelo y quedaba tendido debajo de mí. Lo sentía todo multiplicado por cien: sus piernas alrededor de las mías, el cuadrado helado de su hebilla contra mi abdomen, sus dedos jugueteando con el tirante de mi sujetador, haciéndolo resbalar por mi hombro.

Por un instante, solo un instante, me pregunté cómo sería si Lucas y yo hubiéramos subido allí con mantas, almohadas, música y protección y hubiéramos tenido toda la noche para estar juntos.

—Ojalá pudiéramos —dije jadeante—, ojalá pudiéramos estar seguros de que puedo parar.

—Tal vez… Tal vez no hace falta.

—¿Qué?

A Lucas le brillaban los ojos y notaba su cálida y acelerada respiración contra mi mejilla.

—Me mordiste una vez y te detuviste a tiempo. No hizo falta que me mataras ni que me transformaras, solo que me mordieras. Si solo es eso… Entonces tal vez… Oh, Dios. Hazlo.

Lucas quería lo mismo que yo. El deseo ardía en mi interior y no tenía que detenerme. Empujé a Lucas contra el suelo y le mordí con fuerza.

—Bianca…

Lucas se revolvió solo un segundo cuando el éxtasis nos alcanzó a ambos: mi pulso se fundió con el suyo al tiempo que su sangre fluía en mi interior, más poderosa que el más apasionado de los besos, entrelazándonos. Conocía el sabor de su sangre, pero esta vez era incluso más irresistible. La tragué, saboreando el calor, la vida y la sal en mi lengua. Lucas se estremeció debajo de mí y comprendí que el mordisco tenía el mismo efecto en ambos.

Lucas empezó a boquear y me obligué a detenerme. Me separé de él poco a poco. Estaba mareado y débil, pero no había perdido el conocimiento. Me cogió la cara con ambas manos y volví a la realidad de golpe: tenía los labios manchados de sangre y los colmillos todavía no se habían retraído. ¿Cómo podía mirarme siendo vampiro sin sentir repulsión?

Sin embargo, a pesar de la sangre, me besó.

—Solo es esto, te lo prometo —le susurré, cuando nuestros labios se separaron—. ¿Te parece bien? ¿Podrás soportarlo?

—Quiero estar contigo, Bianca —contesto—. Seas lo que seas. Pase lo que pase.

Capítulo catorce

—¿P
uedes levantarte?

—Todavía no. —Lucas se llevó las manos a los ojos y luego dejó caer los brazos, inermes, al suelo—. Necesito un segundo más.

—He intentado no beber demasiada sangre. —Lo último que deseaba era tener que ir a pedirle ayuda de nuevo a la señora Bethany—. Me diste permiso, ¿verdad?

—Sí, no estoy seguro de que estuviera en mis cabales, pero eso es problema mío, no tuyo. —La tensión que hasta ese momento había sentido en mi interior desapareció por completo y pude volver a respirar tranquila. Mientras Lucas pensara de aquella manera, todo iría bien—. ¿Te dijeron tus padres o la señora Bethany que lo hicieras?

—¿Morderte?

—Eso ya sé que no. Me refiero a que me hablaras de la escuela.

—Todo lo contrario. Me pidieron que te mintiera, por eso lo hice. —Todo aquello seguía haciéndome sentir avergonzada—. Lo siento, Lucas. Pensé que seguirle la corriente a la señora Bethany y corroborar la historia que se inventó para rellenar las horas que habías olvidado sería lo mejor para ambos.

—Es raro. Recuerdo que acabas de morderme… pero está como borroso. Como a veces cuando no eres capaz de recordar a la perfección un sueño cinco minutos después de despertarte. Si no hubieras estado aquí conmigo y no me hubieras mantenido despierto, lo más probable es que hubiera vuelto a olvidarlo. Aunque lo lógico sería pensar que ser mordido por un vampiro es una de esas cosas que se te quedan grabadas en la memoria… No sé, porque se salen de lo normal, supongo.

—La amnesia forma parte del mordisco, pero no sé por qué. Tal vez nadie lo sepa. No es que existan demasiadas explicaciones científicas sobre los vampiros precisamente.

Lucas hizo una profunda inspiración y a continuación, poco a poco, se apuntaló sobre los codos hasta conseguir quedarse sentado. Lo cogí por el hombro con la mano libre, pero él sacudió la cabeza.

—Estoy bien, creo.

—Ahora ya sabes por qué hay veces que cuando nos besamos tengo que, bueno, tengo que reprimirme.

—Ahora lo entiendo. —Lucas sonrió como si algo le divirtiera—. En parte es un alivio. Estaba empezando a creer que debía cambiar de enjuague bucal o algo así.

Se me escapó una risita y lo besé en la mejilla.

—No te preocupes, no te he convertido en vampiro.

—Lo sé. Bueno, el corazón todavía me late, así que no soy un vampiro. —Lucas sacó el pañuelo del bolsillo y se lo llevó al cuello. Mientras se enjugaba la herida, hizo un gesto de dolor—. Todavía no puedo creer que nacieras siendo vampiro. Nunca había oído hablar de algo así.

—¿Cómo ibas a oír hablar de algo así si no sabías que los vampiros existían de verdad?

—Tienes razón.

—No volveré a morderte, a no ser que me lo pidas.

—Te creo. —Lucas se echó a reír, aunque de una manera extraña, como si le hubiera hecho gracia algo que yo ignoraba—. Te creo del todo. Incluso ahora.

Lo abracé con fuerza. Significaba mucho que Lucas dijera aquello después de saber que le había mentido… En fin, no podía pedir más.

Le hice un vendaje a Lucas con sumo cuidado para que nadie reparara en la herida mientras llevara la camisa del uniforme. Bajamos la escalera y conseguimos librarnos del hecho de saltarnos el toque de queda. Me besó con total naturalidad a la entrada de los dormitorios de los chicos y se alejó como si esa noche no se hubiera diferenciado en nada de las demás.

—Estás rara —me dijo Raquel poco después, mientras nos cepillábamos los dientes en el lavabo—. Sé que la cosa estaba un poco tirante entre Lucas y tú. ¿Va todo bien?

—Todo va fenomenal. Tuvimos una especie de malentendido durante las vacaciones, pero ahora ya está todo arreglado. —Con lo de «estar rara» se refería a que yo estaba intentando cubrirme el ángulo para que Raquel no pudiera ver que la pasta de dientes que estaba escupiendo era rosa por culpa de la sangre de Lucas—. ¿Qué tal tú?

—¿Yo? Genial —contestó con verdadero entusiasmo, lo que me llevó a mirarla fijamente, muy sorprendida. Raquel se echó a reír —Lo siento. Ahora que no está Erich, Medianoche casi me parece soportable.

—¿De verdad? Deberías escucharte. El año que viene serás la capitana de las animadoras de Medianoche.

—Primero: si vuelves a llamarme animadora, limpiaré el suelo contigo —dijo Raquel con el cepillo de dientes en la boca—. Y segundo: menudo rollo animar una escuela donde solo se practica equitación y esgrima. De verdad, es como estar anclados en la Edad Media.

—Yo diría que a principios del siglo
XVIII
. —Cerré el grifo del agua fría y la miré con una sonrisa de suficiencia—. Y no creas que no me he dado cuenta de que no has negado que fueras a volver el año que viene.

Eso me valió una toalla húmeda lanzada a la cabeza, pero conseguí esquivarla.

Esa noche, mientras estaba en la cama y Patrice se escabullía por la ventana en busca de un tentempié, intenté evaluar cómo me sentía. Volvía a sentir esa proximidad casi mística con Lucas, pero esta vez era incluso mejor. Ahora él lo sabía y lo comprendía todo. Ya no tenía que seguir mintiendo, y eso en sí ya era un notable y confortante alivio. En realidad todo lo demás daba igual.

O eso creía yo, hasta la mañana siguiente.

Me levanté con los sentidos agudizados, igual que la otra vez. Mis padres me habían dicho que me acostumbraría a esas sensaciones, pero era evidente que iba para largo. Hundí la cabeza en la almohada en un vano intento por amortiguar los madrigales que Genevieve cantaba en la ducha, los pájaros graznando en el exterior y el ruido que estaba haciendo alguien en el piso de abajo que ya estaba sacándole punta a los lápices. La trama de la funda de la almohada me rozaba la piel y me mareaba el olor de laca de uñas de Patrice.

—¿Tienes que hacerte la pedicura todos los días?

Retiré la colcha.

Patrice me miró los pies descalzos, los cuales era evidente que no habían recibido demasiada atención desde hacía un tiempo.

—Algunos ponen más empeño en el cuidado personal que otros. Es una cuestión de preferencias personales. No pretendo considerarlo como un reflejo del carácter de nadie.

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