Authors: Douglas Coupland
«Uno Punto Cero», he dicho.
«¿Qué?», ha preguntado.
«Ser Uno Punto Cero. Los primeros en hacer algo tope o nuevo.»
«¿Y para ser "Uno Punto Cero" vais a echar por la borda esta... —Abe busca la palabra justa y mueve los brazos para mostrar un mugriento salón cubierto de cajas de pizzas Domino, ofertas por correspondencia, sombreros Apple, tres gorras de béisbol de Federal Express y pistolas Nerf Gatling— seguridad? ¿Cómo sabéis que no vais a limitaros a cambiar de lugar... que no vais a seguir rascando código como condenados todo el maldito día con la única diferencia de que veréis por la ventana una palmera en lugar de un cedro?»
Karla le ha repetido lo que le había dicho a Todd acerca de los sueños de la humanidad, pero me parece que Abe está demasiado asustado para dar el salto. Está demasiado asentado. La repetición alimenta la inercia.
Los archivos del inconsciente de mi ordenador siguen sorprendiéndome. ¿Quién hubiera dicho que mi ordenador querría decir esas palabras? Bueno, en realidad, sé que soy yo quien está hablando a través del ordenador, como esos tipos que enloquecen cuando les das un muñeco de ventrílocuo y empiezan a dar gritos mostrando aspectos de su personalidad que hasta entonces ni siquiera habían sospechado.
En realidad, ha sido Abe quien ha hecho que Karla y yo nos decidamos, *sí*. Los dos hemos avisado a Shaw con dos semanas de antelación y nos ha dicho que podíamos irnos al final de esta semana puesto que no estamos en ningún proyecto.
Con las empresas nuevas: recibes una mierda en megaparticipación, pero lo cierto es que lo más importante es que te ofrecen la oportunidad de ser «Uno Punto Cero». De ser el primero en hacer la primera versión de algo.
Hemos tenido que preguntarnos: «¿Eres Uno Punto Cero?» La respuesta es lo que separa a los microsiervos de los ciberseñores.
Además, por encima de esto, está lo que ha dicho Karla acerca de ser humano y el sueño de la humanidad. Tengo la sensación de que todos juntos podemos acelerar el sueño, soñar en color, soñar en volumen y soñar juntos allá en el sur. Podemos fabricar, y fabricaremos, el sueño del despertar.
Al hacer los preparativos para vender este fin de semana todo lo que no queremos llevarnos, he encontrado en el garaje un cuarto de kilo de carne de hamburguesa que llevaba unos cuatro meses en un bote de Miracle Whip, un experimento del que me había olvidado. La carne todavía tenía un tono rosáceo, con una especie de capa cenicienta creciendo encima. «Era una prueba para ver si la industria cárnica atiborra las vacas de conservantes», le he dicho a Karla.
Ha mirado el bote. «Tu cerebro durante el último medio año en Microsoft», ha dicho despectivamente.
Mi madre ha telefoneado. Parece mucho mejor ahora que se ha quitado de encima la tensión de los problemas económicos y que hace ejercicio. Al cabo de un ratito, le he preguntado qué hace exactamente mi padre para Michael: «Oye, mamá, ¿y cuál es el trabajo de papá?»
«Bueno, no estoy segura. Nunca está aquí. Está todo el día en el coche con Michael; recorren la península de arriba abajo... recogiendo cosas. Arreglando el despacho, me parece.»
«¿Están de carpinteros?»
En un susurro: «Me deja en paz todo el santo día Parece feliz de que alguien lo necesite. —Luego, con un tono normal—: ¿Cuándo te veremos por aquí?»
«La semana que viene.»
Mi cuerpo: hoy he estado todo el día enfadado y tengo que sacármelo del pecho. He ido a Microsoft por última vez para vaciar mi despacho. Como acabamos de entregar, nuestra sección estaba inusualmente vacía. Creo que he estado completamente solo por primera vez.
Me he puesto a pensar en mi existencia en Microsoft, confinada, vacía de amor y de sensaciones, y me he cabreado. Ahora lo que quiero es olvidar todo el asunto y dedicarme a tener una vida propia, a estar vivo. Quiero olvidar el modo en que he hecho caso omiso de mi cuerpo, año tras año, a la búsqueda del programa, a la búsqueda de la abstracción ajena.
Hay algo en una cultura tecnológica monolítica como la de Microsoft que hace que los seres humanos se replanteen aspectos fundamentales de la relación entre el cerebro y el cuerpo, el alma y las ambiciones, las cosas y los pensamientos.
A lo mejor si todo esto con Karla no hubiera empezado, no lo habría notado nunca, habría aceptado sin pensarlo dos veces mi modo de vida de carencia sensorial. Karla me está ayudando a intentar conseguir una vida propia y a tener... una personalidad.
He borrado del despacho el mensaje del sistema de correo de voz que tan bien me ha servido durante los últimos seis meses:
«Gracias por telefonear al potente centro de mensajería personal Underwood.
»Pulse uno para muebles Broyhill.
»Pulse dos para el aditivo STP, la ventaja del piloto.
»Pulse tres para el espacioso y asequible Buick Skylab.
»Pulse cuatro para el arroz Rice-A-Roni, el festín de San Francisco.
»Pulse cinco para la cera de coches Turtle Wax.
»Pulse seis para Dan.
»Pulse # para repetir este menú.»
Ha entrado Shaw, tenía que ser él, y me ha soltado un extraño discursito sobre lo mucho que va a echarme de menos, pero yo no estaba de humor. Shaw, siempre haciéndose el joven, dice que nunca jugó con el Lego de pequeño. «Demasiado años cincuenta. Me gustaban los juegos de rascacielos modulares Kenner.
Si es de Kenner, es divertido... ¡GRITA!»
Shaw ha observado que, ahora que estamos fuera del sistema de correo electrónico de Microsoft, vamos a tener que inventar nuevas direcciones electrónicas. Creo que cuando las personas escogen los nombres de las direcciones en la Red dicen más sobre sí mismas que lo que revelan sus propios nombres. Voy a tener que elegir mi nuevo nombre con mucho cuidado.
Imagino que tiene que haber habido algún momento en el pasado, como en el año 1147 o algún año así, en que se haya producido un frenesí por poner apellidos —
Smith, Goodfellow, Green
, etcétera—, muy parecido al frenesí de autodenominación producido por la Red.
Abe dice que dentro de 100 años, mucha gente habrá abandonado sus nombres premilenarios y habrá optado por nombres más «redísticos». Dice que será sugerente ver que la gente utiliza en sus nombres otros caracteres del teclado, como %, &, ™ y ©.
Susan me ha preguntado más tarde cómo había ido a parar a Microsoft. Le he dicho: «Nada raro: tenía 22 años... en aquel momento parecía algo enrollado Microsoft tenía lo que yo quería y lo conseguí, de manera que fue un trato justo y no lo lamento.»
Le he preguntado a ella: ha dicho que había sido para perder de vista a sus padres y no tener que visitar a ninguno de los dos porque llevaban años peleándose y cada uno intentaba enemistarla con el otro.
«Quería irme a un lugar en que la lealtad no fuera un problema. Ja! Quería no tener que tener una vida propia, porque la vida en el Este me había chupado demasiado tiempo. Así que decidí venir aquí; todos hemos decidido venir aquí. A nadie le han puesto una escopeta en la sien. Así que la verdad es que no tenemos motivos para despotricar tanto de nuestro factor vida propia cero. El caso es que ¿recuerdas, Dan, recuerdas haber tenido alguna vez una vida propia? ¿Alguna vez? ¿Qué es tener una vida propia? Yo creo que una vez la tuve, o al menos soñé que era así, y ahora, con lo de
Oop!
, tengo la sensación de volver a albergar una esperanza.»
He contestado que recordaba haber tenido una vida propia, cuando era niño y estaba con Jed, y Susan ha dicho que ser niño no contaba del todo. «Es lo que haces una vez has crecido cuando la vida cuenta de verdad.»
He dicho: «Creo que tengo una vida ahora, con Karla.»
Ha dicho: «Estáis bien los dos, ¿no?»
Y yo he dicho —no, he susurrado—: «La quiero.»
Eso no se lo había dicho nunca a nadie, salvo a Karla. He sentido como si saltara desde lo alto de un acantilado y me sumergiera en un agua azul y profunda. Y he querido decírselo a todo el mundo.
Más charla sobre el cuerpo: Karla cree que los seres humanos lo recuerdan todo. «Todo estímulo genera recuerdo, y esos recuerdos tienen que ir a algún sitio. Nuestros cuerpos son esencialmente disquetes —dice—. Tenías razón.»
«Tengo suerte —he contestado—, mis recuerdos tienden a almacenarse en el cuello y los omóplatos. Mi cuerpo nunca se ha sentido tan... vivo; ni siquiera era consciente de tener un cuerpo hasta que me he levantado hoy. La vida es hermosa.»
A veces pienso que mi inconsciente tiene días malos y me cuesta creer lo trivial que es lo que escribo en el archivo. Pero ¿no es eso lo que ocurre con el inconsciente... que almacena todas las cosas que aparentemente no percibes?
SábadoVoy en coche por la Interestatal 5. Está lloviendo y me acuerdo de que tengo que comprar servilletas de papel y café descafeinado en Costco.
¿ Y qué es lo que has sentido?
Mamá...
Papá...
Estoy bien. No paso hambre, no me golpean ni paso miedo innecesariamente.
Letras sombreadas
Fondos de granito
Mano Abrazado
Juego
Es el final de la Era de la Autenticidad.
Oracle
Ampex
NeXT
Electronic Arts
Día de la venta de garaje.
Ha sido un auténtico maratón zen: hemos decidido que había llegado el momento de sacudirnos toda la basura terrenal, reuniría en el garaje, venderla y convertirnos en minimalistas; o, al menos, de intentar empezar otra vez desde cero. Más innovación psíquica.
«Es de lo más zen», ha dicho Bug alegremente a algún pobre cretino que le compraba su máquina de afeitar eléctrica usada (¡puaj!) y su colección de objetos Elle MacPherson.
También a la venta:
• 747 hinchable de Japan Airlines
• cámara oficial del Fondo Mundial para la Naturaleza auto-focus 110 con firma de Hulk Hogan
• viejos muñecos de goma de los Cazafantasmas
• juego profesional de juegos de mesa
• mesa de pimpón
• caja de zapatos llena de pistolas de agua
• batidoras (2)
• exprimidor eléctrico
• deshumidificador
• sprays de queso, por estrenar
• libros de figuras para armar de M. C. Escher
• demasiadas figuritas de
Dilopbosaurus• gran caja Sony llena de piezas y cacahuetes de embalar de poliestireno procedentes de un fabuloso surtido de artículos electrónicos
¿La gran sorpresa? Todo el mundo lo ha vendido todo —todo—, incluso la caja de poliestireno. Bug tiene razón. Somos una especie enferma. Y también he vendido el coche; en un momento, a la primera persona que ha venido a verlo. La película
Wayne's World
hizo maravillas por el mercado secundario de productos AMC.
En realidad, el Hornet estaba en tal estado que me ha sorprendido venderlo. Me preocupaba tener que llevarlo hacia el sur. O tener que abandonarlo en cualquier lugar.
Ahora no tengo prácticamente ninguna posesión. No tener nada es liberador.
DomingoNational Enquirer:
«El diario de Loni despelleja a Burt»
La amenazo con una pistola en un ataque de celos
Le cerró la puerta de la suite y la dejó en el pasillo del hotel durante la luna de miel
Rellenaba botellas de agua con vodka
MÁS: Burt: «Quise dejarla plantada ante el altar.»
Entrevista exclusiva en su libro con toda la verdad
No quiero ser eso.
Hoy hemos salido para California y, por primera vez, Karla se ha peleado de verdad conmigo. Supongo que yo he pecado de falta de sensibilidad, pero creo que ella ha reaccionado de modo muy exagerado. Al cargar su microbús, ha metido en el fondo de todo los casetes que pensábamos oír durante el viaje. Le he dicho: «Dios mío, ¿cómo puedes ser tan tonta?»
Entonces se ha puesto hecha una furia, me ha tirado un horno eléctrico y me ha dicho cosas del estilo: «No vuelvas a llamarme tonta en tu vida» y «No soy tonta», y luego se ha metido en la furgoneta y se ha ido. Todd estaba cerca, se ha limitado a encogerse de hombros y luego ha seguido colgándose de unos tensores amarrados en lo alto del Supra. Así que he tenido que meterme en el Acura y atraparla cerca del Safeway y entonces hemos hecho las paces.
Karla se ha despedido del gato de su anterior casa
geek
, Lenteja, bautizado así por el tamaño de su cerebro. Los
nerds
suelen tener gatos, no perros. Creo que se debe a que si tienes que ir a Boston, a un COMDEX o a alguna parte, los gatos pueden apañárselas solos unos cuantos días y, a la vuelta, es probable que te recuerden. Son de bajo mantenimiento.
Bug estaba excitado como un niño pequeño con nuestro «convoy» hacia California y ya estaba fantaseando sobre el viaje, antes incluso de que saliéramos. Lo peor ha sido que tenía su enorme radiocasete a todo volumen con una vieja canción de los setenta,
Convoy
, y la cancioncilla se nos ha quedado en la cabeza todo el día.
Coches para el viaje:
Yo: el Acura de Michael
Karla: su microbús
Todd: su Supra
Susan y Bug: sus Tauri con remolques
Todd ha dicho que la «arquitectura automovilística» del viaje es «escalable, integrada y completamente modular, como los productos Apple».
Cerca de Olympia, el coche de Bug ha tomado una curva y ha pasado algo de lo más extraño: la gravedad me ha empujado hacia un carril de salida. Y luego todos los demás me han seguido. Se lo merecía por meternos en la cabeza el virus de esa canción idiota. Ha sido como cuando estás en tercero y le das esquinazo a alguien. Son cosas que pasan. Los humanos somos horribles.
Entonces todos nos hemos sentido fatal por haberle dado esquinazo y nos hemos lanzado a correr para darle alcance, pero no hemos podido encontrarlo y a mí me han puesto una multa por exceso de velocidad. Karma.
La 1-5 es un infierno de radares.
Durante una parada le he preguntado a Karla por qué no quería ir a visitar a sus padres a McMinnville, Pero me ha dicho que porque eran unos psicóticos, así que no he insistido con el tema.
El microbús está completamente cubierto de parches grises y anaranjados. Lo llamamos la Carpa.
Encontramos a Bug al sur de Eugene. Ni siquiera se había enterado de lo del esquinazo, así que todos compartimos ahora un oscuro secreto.