Authors: Douglas Coupland
Karla y yo nos hemos echado sobre el cemento del borde de la piscina, sobre una raída toalla de propaganda de la revista
Road & Track
, cuyo delgado algodón nos aislaba de la ausencia de calor de la Tierra en esta época. Le he dicho que la quería. Mi padre me ha oído, así que supongo que mi madre también ha oído mis palabras.
Recuerdo que, una vez, un amigo de mi madre me dijo que cuando uno reza, y reza con sinceridad, envía a los cielos un rayo de luz tan claro y tan poderoso como los rayos de sol que atraviesan las nubes al final de un día de lluvia; como los focos que iluminan la acera el día de la entrega de los Oscar.
Y, mientras Karla y yo estábamos echados, los dos —todos nosotros—, con nuestras linternas y nuestros láseres, cortando el mal tiempo, extendiéndonos hasta el cielo, hasta el fin del universo con ayuda de una tecnología de precisión, he mirado a Karla y le he dicho en voz alta: «Sabes, es verdad.»
Y entonces he pensado en nosotros... en los niños que caen por los agujeros de los dibujos animados de la vida... niños sin sueños, con vida, pero sin vivirla: hemos salido por el otro lado de los agujeros totalmente despiertos y hemos descubierto que estábamos enteros.
Estoy preocupado por mi madre... y pienso en Jed y, de repente, miro a mi alrededor a Bug y a Susan y a Michael y a todos y me doy cuenta de que no nos falta lo que durante tanto tiempo nos ha faltado.
holajed
FIN