Microsiervos (39 page)

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Authors: Douglas Coupland

BOOK: Microsiervos
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De vuelta a la oficina, borracha, Susan nos ha hecho una demostración del saludo oficial de Chyx: todas las miembros de Chyx se saludan imitando el gesto, mundialmente famoso, que hacía Farrah Fawcett cuando apuntaba con la pistola y se apartaba al mismo tiempo el pelo de la cara, y, al final del gesto, simulaba con los dedos estar apuntando con una pistola. Dusty, Karla, Michael y Susan se han dedicado a practicarlo en el parque Lego y aquello parecía un campamento de instrucción militar:

«Venga, hacedlo con un gesto elástico: recordad que os estáis apartando de los ojos seis kilos de rústico cabello tejano y, casi al mismo tiempo, quitando el seguro a un Cok del 45. Hay que hacer un pequeño gesto con el cuello, y la mano izquierda, que también sostiene el arma, debe alcanzar la posición horizontal exactamente en el mismo momento en que el dedo que ha apartado el cabello está a punto de apretar el gatillo. Michael: un poco más de gracia. Dusty, ¿qué dirían Kelly, Jill y Sabrina de tanta torpeza cuando vas del cabello al gatillo? Apuntad, Chyx.
Sois el mundo. Liberad vuestras mentes. Cambiad de rollo. Participad.»

Pensamiento: todos los aparatos electrónicos tipo PC son del mismo color gris ostra que los Macintosh. El tío que fabrica ese pigmento gris debe de ser un rico fabricante de pigmentos. Y todas las cosas tipo TV son negras. ¿Cuál será el color que se use cuando las TV y los PC se fusionen?

Domingo

¡Abe ha desertado! ¡Susan ha salido en la CNN! ¡Qué día! ¡Signos de exclamación!

En primer lugar, Abe ha llegado con una camioneta de alquiler U-Haul llena de 10.000 pajitas de plástico, mantequilla de cacahuete Jif, una cama y, algo que nos llena de esperanza: un montón de dinero a lo tío Güito. Ha entrado en nuestra oficina de Hamilton Street hacia mediodía con su camiseta de la nave
Enterprise
puesta. Le he dicho: «Hola, Abe, bienvenido a casa», y él ha dicho: «Hola, Daniel. Un transportista me trae la cama elástica, aunque probablemente hubiera sido más barato comprar una aquí.»

Ha hecho una pausa y ha mirado el parque Lego. «Habría sido una pena no traer la cama elástica conmigo: es una metáfora tan buena del trabajo de los noventa.» Ha examinado la habitación con más detalle, aparentemente impasible ante su colorido, y ha cogido con la mano una bolsa de Costco de aspecto pesado que llevaba bajo el brazo. «Oh, hola, Michael... te he traído unas lonchas de queso para comer mientras trabajamos de noche. Ahora, dime, ¿dónde va a estar mi zona de trabajo?»

Abe ha mantenido una breve reunión con Michael, y Ethan ha salido corriendo y gritando: «¡Tenemos liquidez! ¡Tenemos liquidez! Somos los ingenieros de la liquidez. Daniel, ¿cómo se escribe alivio? Se escribe así: C-A-P-I-T-A-L.»

De modo que Abe pasa a ser uno de los socios. Va a ayudar a Michael en calidad de ingeniero jefe y va a terminar parte del código de bajo nivel en su lugar. No sólo eso, sino que, mientras busca un lugar donde vivir, se va con Ethan a la casa de Harry el Sucio, y Ethan está entusiasmado ante la idea de tener dinero contante y sonante. Ethan estaba como aquel perro de unos viejos dibujos animados que, cada vez que recibía un hueso, las orejas le daban vueltas como las aspas de un helicóptero, su cuerpo se elevaba hasta el cielo y después caía planeando hasta el suelo en un desmayado abandono.

Abe ha dicho: «A la gente que no tiene vida propia le gusta juntarse con otros que tampoco tienen vida propia. Así forman vidas.» Mejor aún, tienen compañía.

CNN: hemos pinchado el cable coaxial de la oficina contigua y hemos tenido la CNN atronando en la pantalla durante todo el día. Hemos visto a «nuestra Susan» hora tras hora hasta eso de las seis haciendo una demostración a 137 países de todo el mundo del saludo oficial de Chyx, hablando de la ceguera del mundo técnico ante las diferencias de género y, lo mejor de todo, dejando caer su dirección en la Red.

Ha quedado de lo más televisivo. Después de las 18.00, la noticia sobre Susan ha sido sustituida por otra sobre cómo enseñar a defecar al gato en el lugar adecuado.

Susan no nos había dicho nada de que la CNN la hubiera entrevistado. El caso es que lo ha hecho muy bien. ¡Es una estrella! Y su buzón de Chyx en el correo electrónico, en nuestro pequeño nodo
Oop!
, está repleto de respuestas. Susan, vestida con una camiseta con el retrato de Brenda Laurel, la investigadora de la relación entre género e inteligencia, que se había hecho hacer en Kinko's, estaba radiante de felicidad: no sólo por ver que su participación en
Oop!
se había salvado en el último momento con el cajón de dinero de Abe, sino también por ver cómo Chyx estallaba a nivel internacional. «Qué publicidad para Chyx —ha dicho con un entusiasmo evidente—. Y el saludo Chyx ha quedado fantástico en la tele. Es la mejor idea que he tenido en mi vida.»

Hemos celebrado las noticias del día con unas copas al atardecer en el Empire Tap Room, y la gente se acercaba a Susan y le decía: «¡Eres genial!»; y Susan ha admitido que, en realidad, ella se identificaba con Kate Jackson en
Los ángeles de Charlie
.

Michael ha mezclado el Robitussin con su agua Calistoga. Le hemos preguntado si la bebida tenía algún nombre y ha dicho: «Yo te bautizo con el nombre de "Justine Bateman" en honor del encantador e inteligente personaje de la hermana, Mallory, en nuestra querida teleserie de los ochenta,
Family Ties.»

Abe se ha sentido excluido y ha querido inventar también él una bebida, de modo que ha echado dos tabletas de vitaminas Redoxon en su coca-cola
light
con ron y lo ha bautizado «Tina Yothers», la lista y atrevida hermana menor de la mencionada comedia televisiva.

Entonces nos hemos dedicado a atosigar a los camareros pidiéndoles esos combinados europeos con licores de distinta densidad que se superponen en capas y se sirven en vasos largos. Dusty ha llamado a estas bebidas «metáforas del sistema de clases», y nos hemos quedado todos alucinados porque todavía recordamos lo politizada que estaba y ahora, cuando sale el tema, cambia de conversación.

Más tarde, como hay tanta gente con tatuajes en la zona de la Bahía, hemos pasado a hablar de ellos. Al final, hemos coincidido básicamente en: «Puaj», con excepción de Bug, que todavía está considerando la posibilidad de emprender una vida de mutilación corporal y tiene hora la semana que viene para colocarse unos aros. Bug ha estado un poco chafado: la ruptura, supongo.

En cualquier caso, hemos llegado a la conclusión de que si nos obligaran a punta de pistola a hacernos un tatuaje, el único que nos parecía aceptable sería un código de barras.

Entonces hemos intentado decidir qué códigos de barras molarían más y hemos llegado a la conclusión de que los mejores serían los de los productos de una marca muy conocida: Kraft, Kotex, Marlboro, coca-cola y otros por el estilo.

Y, entonces, se nos ha ocurrido que es posible que los códigos de barras queden pronto obsoletos y que tener uno en el hombro o en la frente sea como tenef un Betamax tatuado en el hombro o en la frente.

Así que no hemos podido decidirnos por un tatuaje.

Al final de la noche ha llegado uno de esos alucinantes momentos en que todo el mundo parecía estar borracho. Ethan, que llevaba dos Sambucas flameantes, ha tropezado con una fiambrera con una foto del
Planeta de los simios
que alguien había dejado en el suelo, junto a una mochila; las bebidas se han vertido sobre la espalda de Susan y las llamas han prendido en la camiseta, como si fuera la Antorcha Humana de Los 4 Fantásticos.

Emmett ha saltado sobre ella y ha apagado las llamas con su cuerpo y Susan, que estaba tan bebida que ni siquiera se ha dado cuenta de la historia de los Sambucas, ha dicho: «Te perdono, cariño», y Emmett le ha dado un beso en la nuca y nos ha susurrado a Karla y a mí: «Arde y ni se entera. Pobrecilla.»

Al salir del Tap Room, estábamos demasiado bebidos para conducir —incluso la embarazada Dusty, con lo que se preocupa por lo que ingiere—, así que hemos vuelto a la oficina tambaleándonos (todos completamente cocidos), y hemos reducido la intensidad de las luces, de modo que sólo brillaban las más suaves en nuestro parque Lego, como si fuera la puesta de sol. Nos hemos quedado meciéndonos en el suelo, sintiéndonos como niños porque, durante unas pocas horas, no estábamos programando. Dusty
y
Karla se han puesto a fabricar accesorios para el pelo con ladrillos de Lego («Ooh, es una coleta fantástica») y Ethan, Emmett y Michael han jugado medio sin ganas (que sea un cuarto) a las Guerras Nerf por el parque Lego. Todd estaba echado boca abajo mirando la barriga de Dusty (el bebé todavía no se nota), y Bug estaba en un rincón deshaciendo y volviendo a hacer una casita que había construido mi padre y parecía perdido en otro mundo.

Susan fabricaba una torre de radio a franjas y le na preguntado a Bug en qué estaba pensando, y Bug ha dicho: «En 1978.»

Susan ha dicho: «No fue el mejor año para la música.»

Bug ha dicho: «Ése fue el año en que me enamoré. El año en que se me rompió el corazón.»

Borrachos o no, todos los oídos se han orientado hacia Bug con mayor o menor discreción.

«Quién iba a pensar que iba a enamorarme. Ni siquiera sabía que aquello era amor. Ni siquiera sabía que el amor fuera una especie de opción. Lo único que sabía era que no podía apartar los ojos de él. Yo ni siquiera andaba buscando algo, pero aquel tipo atrajo mi atención de modo magnético y quedé hechizado.»

Una confesión espontánea: ¡Caray!

«Ese tío... trabajaba en una sucursal del SeaFirst de la avenida Sherman, en Coeur d'Alene. No voy a decir cómo se llamaba... Bueno, como si ahora importara. No. Quiero decir su nombre. Se llamaba Alian. Ya lo he dicho. No lo había hecho nunca. —Una pausa—. Allan.»

Bug ha quitado por completo el techo de la casa y ha desmontado su interior pieza a pieza.

«Un día entré en el banco justo antes de la comida y le pregunté si iba a comer algo por ahí cerca. Me dijo que sí. Fuimos a un Sizzler y fue un desastre de comida. Comida anónima, pero eso era lo de menos. La cuestión era que Alian se daba cuenta de que yo existía, y yo estaba medio loco por él. Qué demonios, estaba totalmente loco por él.»

Bug ha preguntado a Susan si le sobraban algunas piezas con seis botones y ella le ha dado unas cuantas.

«Le pregunté a Alian qué hacía los viernes por la noche. Me dijo que iba a un bar. Creo que no tenía ni nombre. Un tugurio. Un bar de camioneros con hamburguesas de grasa y cerveza de meado. Fui allí tres fines de semana seguidos y, el tercero, apareció él. Intenté que pareciera un encuentro casual. Y nos pusimos a hablar, y nos hicimos muy amigos muy deprisa, con esa intimidad que asusta y que sientes cuando alguien te tiene arrebatado.

»Y entonces me pidió que fuera a dar un paseo en coche con él. Venga, preguntad si fui o no fui.

«¿Fuiste?», ha preguntado Michael.

«Sí, claro. Estuvimos dando vueltas en su camioneta, hablamos y bebimos Bud Light; yo esperaba que aquello fuera a parar a alguna parte, pero mi problema era que no sabía qué era aquello ni adonde se suponía que tenía que ir a parar... ni dónde estaba.

»Bebió un trago, se pasó la mano por la boca y luego la restregó en la tapicería, y allí no parecía pasar nada. Al final volvimos al bar. Allí, en la barra, me dijo que tenía que irse y volver con su... novia. Pero antes de irse, me cogió la mano y me la apretó, y yo pensé que iba a morirme de gusto.»

Bug ha suspirado.

«¿Y qué pasó después?», ha preguntado Susan.

«¿A mí? Estuve persiguiéndolo. Joder, me porté como un pringado. Me dediqué a ingresar y retirar dinero del banco. 20, 50, 10 dólares. Al final, salió el director a verme y, con cierta sorna, me enseñó dónde estaba el cajero automático. Alian siempre se las apañaba para esquivarme, de modo que nunca volví a hablar con él.

»Más o menos por aquella época recibí una oferta de trabajo de Microsoft y la acepté: ¡fue como agarrarme a un salvavidas! Así que nunca rompí con Alian. Ahora estará casado y tendrá 44 hijos. Desde entonces, he estado evitando a la gente.

»Pero hubo un último incidente. El fin de semana anterior a mi marcha a Microsoft, volví al bar y allí estaba Alian. Sentí que algo se hinchaba en mi corazón: la idea de que, al final, tal vez tuviera una segunda oportunidad para averiguar qué era aquello que yo quería que sucediera; pedí dos cervezas y, cuando las estaba cogiendo, lo vi salir hacia el aparcamiento con otro tío, vi cómo se lo llevaba a dar una vuelta en coche, y mi corazón dio un vuelco, como una pecera estrellándose en el suelo de una catedral. Supongo que se entretenía de ese modo: dando paseos que no iban a ninguna parte con chicos solitarios. Qué mierda de tío.»

En nuestra oficina se ha hecho un silencio absoluto, roto tan sólo por el ronroneo de unos pocos ordenadores. Bug ha cogido la casa de Lego, la ha sostenido y la ha olido.

«Claro, ya sé que soy
un geek
, que eso me predispone a la introversión y que Microsoft me ha permitido fomentar esta tendencia; pero como estáis experimentando vosotros mismos, aquí en el Valle no puedes aislarte de esta manera. Ya no tengo más excusas para la introversión. Uno no puede utilizar la cultura tecnológica como una excusa para no hacer frente a cuestiones personales durante enormes períodos de tiempo. Es como el espacio exterior, donde el vacío hace que te explote el cuerpo si no encuentras un refugio.»

Ethan le ha preguntado: «¿Quieres decir que no has... hecho nada desde mediados de los ochenta?»

Susan le ha dicho: «¿A qué te refieres con eso de hacer, Ethan?»

«Lo sabes perfectamente: pasárselo bien.»

Bug ha dicho: «Sería más exacto decir que no lo he hecho nunca, Ethan... Una vez me cogieron la mano. Sí, sería un mal concursante para
The Newlywed Game
, ese concurso de preguntas a recién casados.»

Michael se ha ido al aseo en cuanto ha surgido este tema.

Susan ha preguntado: «Bueno, Bug, ¿y ahora qué?»

Bug ha dicho: «¿Ahora? No sé si es porque tenía miedo de ser homosexual o porque temía ser rechazado, pero lo único que sé es que me parece que ésta es la primera oportunidad que tengo de poder enamorarme de alguien. Antes estaba tan ocupado con mi vida de
geek
que nunca había tenido que examinar mis sentimientos sobre nada, pero me he metido de un salto en uno de los agujeros de aquellos viejos dibujos animados de las Melodías Animadas y he salido por el otro lado, y el otro lado es esto. ¿Os preguntasteis alguna vez dónde estaba el otro lado?»

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