Authors: Carmela Ribó
¿Es esto de nuestro amor una locura transitoria? A veces esa idea asalta al ser racionalista que me habita. Es el producto de mi opinión sobre el amor… cuando no estaba enamorada. Ahora solo lo veo como una locura infinita, placentera, un accidente de la vida que de pronto derrama felicidad sobre ti, así, inopinadamente, sin que hicieras nada o algo para merecerlo, como un mero capricho de los dioses que te escogen para recompensarte, no sabes por qué. Quizá hice algo bueno en otra vida (o en esta, no sé) y de pronto han querido premiarme. ¡No sé! El caso es que te tengo, esta chica morena, algo jipiosa (de
hippy),
guapa, que posa con un vestido estampado, recogida en sí misma, sentada en un humilde escalón, como sin querer posar, sorprendida en un gesto doméstico tan cotidiano, sin aparente coquetería y sin embargo tan coqueto. Y yo me he enamorado de esta amiguita y la recibo con la unción de la que recibe una comunión con el universo, un regalo de los dioses, con la necesaria unción, los ojos cerrados, aspirándola, anhelando entrar en ella y que ella entre en mí, fundirme en ella, aniquilarme en ella, ser ella y no ser yo, zambullirme de Laura, enlaurarme. Como el Calixto de
La Celestina
(Melibeo soy y a Melibea amo).
Te quiero y pienso en ti.
C.
Un día después:
Caracola querida:
Así que te gustó la foto bajo las parras. A mis amigas siempre les ha gustado esa foto, yo no sé. Estoy tan blanca que parezco albina y, además, el brazo quedó en un inaceptable primer plano. De todos modos me alegra mucho que te guste!
Te das cuenta, Conchita mía, de que la sed ha sido casi una constante en tu vida? Por la razón que fuera, mi adorada ha padecido sed, una sed devastadora. Sí, voy a darte de mi boca toda el agua que desees. Y espero que quieras muchos sorbos… y otras cosas.
Siempre te estoy pidiendo historias de tu vida! O te pensabas que, por estar enamorada de caracola, habría de querer solo palabritas de amor? Yo quiero todo. (Por las dudas te aclaro: también las palabritas de amor…). Me gusta mucho que me dejes entrar en tu universo, abriéndote a mis curiosidades y compartiéndome la vida que la otra Vida no nos dejó compartir antes. Qué haces con esas amigas siempre sumidas en el trajín social de fundaciones, mesas petitorias, organizaciones culturales, pías, compromisos? Todo eso me interesa. Quiero acompañarte en todos tus actos, ser como tu sombra, guardarte de esas harpías (estoy seguro de que lo son). No hay ninguna que te tire los tejos? (Me encanta esa expresión tuya). No puedo creer que no haya entre ellas enamoradas que te deseen como yo te deseo. Yo te iré contando también algunas cosas mías. Son (ya te habrás dado cuenta) cosas más bien sencillas, íntimas y cotidianas, que elijo medio como al azar para contarte a vos, mi sol. Algunas, solo a vos las he contado.
Y sí, también será el Día de mi Vida ese encuentro contigo! No tienen otros, otros aniversarios y fiestas de guardar y días rojos del calendario? Pues yo tendré un día memorable contigo. Uno que espero con creciente nerviosismo, confiando en que caracola no se arrepienta de haberlo aceptado. No estás arrepentida, no? Y no te asusta un poco? A mí, sí…
También abro el correo a todas horas! Y siento un estremecimiento de alegría y secreto placer cuando veo tu cartita en mi bandeja. Y cuántas ansias cuando mi Sofía se pone lenta y no descarga al instante tus misivas! Aunque me parece que soy yo la que no resiste dilación alguna. Mi amiga es muy moderna y nuevecita y anda como debiera.
Conchita, qué divina tu cartita! Hoy pensé que sos la única, mi único amor que me escribe poesía. Porque es prosa poética, sin dudas. Y es para mí, que de verdad no sé si me merezco tanto.
Te adoro, mi marquesa. Ya son casi las 10 p. m. Te encontraré despierta para que leas esta?
Te amo (hoy muy literariamente además). Y te beso con besos lentos, demorados, en la boca, en las manos, en los dedos uno a uno…
Laura.
Nueve horas después:
Amor, Concha:
Esta es también una cartita mientras disfruto un alto en la tarea. Con mi té de naranjas, claro. Y unas pasas de uva. Me han anunciado que dentro de unos meses daré un curso
on line
sobre el uso de Office en bibliotecas de barrio. Tendré que madrugar bastante. Solo pensar en levantarme tan temprano me da escalofríos de dormilona.
Regreso a mis sueños (que son los tuyos).
L.
Un día después:
Princesa adorada:
¿Nuestros sueños? El mío recurrente, despierta o dormida, es nuestro primer encuentro, y lo anticipo. Ese pensamiento me interrumpe en cualquier actividad cotidiana. Por eso las marquesonas mis enemigas me encuentran un poco ausente y entre ellas murmuran qué me pasará, si es alzheimer (al que todas temen, por las joyas y las pieles, claro) o si es que estoy enamorada.
Por cierto, recuerda que el encuentro primero será en la propicia tiniebla, piel con piel, morosamente, con lentitud vegetal, y solo después de la primera plenitud acertaremos a hablarnos. No sé lo que nos diremos. He calculado todo lo referente a la exploración de tus geografías, pero no he pensado cuáles serán las primeras palabras. Que sean espontáneas, una declaración de amor balbucida al oído, antes de hablar de cosas más ministeriales, cómo ha sido el viaje y todo eso.
Es temprano, todavía oscuro, y llueve. Toda la noche ha estado diluviando, lluvias de primavera dice la tele, y de vez en cuando se percibía un trueno lejano. No hace frío. Estoy sumida en una apacible quietud, aquí, contigo, en espera de que abran las banderas del día y empiece el tráfago.
Un beso lento, olfateador, en esas aréolas grandes cuidando de no despertar los pezoncitos de niña. Ya empiezo a soñar con tus lolas. Tendré que aliviarme con tu foto. Te quiero.
C.
Un día después:
Concha:
Ya son las tres de la mañana. He estado estudiando, a ratos hablando con tus fotos. Haciéndote preguntas y diciéndote cosas que nunca te digo a vos personalmente. Son palabras dulcísimas, estas conversaciones privadas con caracola. La mayoría son interjecciones!
Así que ni preguntes, Conchita. Son cosas de enamorada.
Hoy también estuve haciendo mis decretos: yo no dejo nada al azar, voy modelando mi vida y mis experiencias tal y como las deseo. Algunas veces me adelanto, convoco la energía de un instante y le doy forma, igual que un alfarero en el torno de cerámica. Antes de que acontezca, yo sé lo que vendrá (o casi), porque ha sido creado con la intención de mi deseo. Habrá algo más intenso y creador que la fuerza de un deseo expresado con claridad y enfoque?
Yo no sé qué opinará mi Conchita de ciertas profundidades de mis pensamientos, pero podría decirte que, en la medida en que mis audacias lo han permitido, tengo una límpida relación de eventos presumiblemente determinados por «el destino inevitable de los hombres» que, sin embargo, han devenido en ser como yo prefiero.
Cuando la vida se pone tormentosa y no obstante a mí me pasa por el costado, cuando es del todo lógico que algo suceda de algún modo nefasto, y aún así se convierte en otra cosa no solo amable sino hasta positiva, los amigos (esos que no saben de mis artes de hechicera) me dicen: Ay, Lauri, yo no sé cómo hacés, pero qué afortunada… Y yo me río fingiendo ignorancias. Cultivo la humildad con cierto orgullo.
Gallardía sonaría mejor… Ves cómo soy de niña? Pero ya habíamos convenido en ser sinceras. Y también me dijiste que mis cosas más nimias, todas te importaban. Ahora, nada de lamentos, amor mío.
Ya no te atormento más. Te he fastidiado más que suficiente por hoy (y también por unos cuantos días). En pos del equilibrio, seré coherente, normal y adocenada por un tiempo, caracola. Lamentablemente, un tiempo bien escaso…
Tengo en mi fondo de pantalla una foto de Lesbos con olivos. Mañana, cuando despierte, te contaré una historia de la casa de adobe. Mi casa donde tanto te espero cada día. Ya te adelanto algo: allí te prepararé una cena del todo comestible, una receta medieval que se hace con almendras. (Solo me faltan las almendras, que ya se me acabaron. Esta tarde voy a ir a comprarlas. No es cuestión de andar haciendo experimentos y arruinarte la cena de Lesbos).
Laura.
PD: Te he estado releyendo: me gustó mucho sentir tu amor, como un aura que me acaricia, que me rodea y que nadie ve. Así es como me siento a todas horas.
PD 2: Me habré expresado claramente? Me parece que no: te adoro, amiguita! Ah, llueve en tu cielo de Madrid. Cómo me gustaría estar ahí contigo… pero en la cama, que hoy hace mucho frío! Hoy no estoy excitada, cosa rara… Hoy tengo ganas (siempre) de estar con vos, pero en amores delicados. Gozando tus delicias sin intención de orgasmos ni de otra cosa más que mimarte un poco y dormirme de a ratos. Es también una forma de hacer el amor, no te parece?
L.
Un día después:
Lauri, mi bien:
Hoy tendríamos amores delicados, como quieres, calentitas en la cama mientras suena mansa la lluvia en la ventana y cae la tarde plomiza en las persianas oscureciendo lentamente hasta solo dejar la leve luz de una velita o, mejor aún, la de la puntita incandescente de la varita de incienso que arde en un palito y perfuma el ambiente mezclándose con el aroma de nuestros jugos. Hoy dedicaríamos la tarde solo a acariciarnos, a dedos exploradores hurgando rincones, colinas, valles, bosques, praderas, cordilleras.
Me gustaron tus filosofías, que yo comparto en buena medida. La vida nos determina en algunas cosas, pero nuestra voluntad puede cambiar muchas. Lo que pasa es que en la vida larga de una persona caben muchas vidas, y en algunas, las primeras, cuentas con más energías para enfrentarte a los condicionamientos y adversidades. Después vas dejándote vencer y anotando renuncias y acabas aceptando solo combates de segunda, aquellos en los que calculas ciertas posibilidades de ganar. Supongo que en eso reside el buen juicio que da la experiencia, en dejar menos cosas al azar, en prever, en discernir caminos, en tantear suertes y peligros.
¿Por qué estoy hablando de filosofías y de experiencias cuando solo quería decirte mi amor? Sueño con la serenidad de mirar algo juntas, de ensimismarnos lejos con el pensamiento, por el placer de volver a encontrarnos sin habernos separado, en una mirada o en una caricia. Sueño con sentir cerca de la mía tu respiración pausada mientras acaricio ese pelo rebelde y abundante (¿me permitirás que te acaricie suave el cuero cabelludo hundiendo mi mano en tu cabellera, como si la peinara con los dedos abiertos, rozándote apenas?).
Solamente temo, anticipándolo todo, la nostalgia de la despedida. ¿Por qué ese largo desplacer viene a turbarme el gozo del encuentro, de las ternuras compartidas y del amor? ¿Son límites para el amor las condiciones que él nos impone, las rendiciones y acatamientos a los que nos fuerza la vida, o podemos, a pesar de todo, sentirnos libres en esa locura dulce, atolondrada, adolescente, torpe, del encuentro?
En estas mis soledades, más hondas de lo que puedes imaginar, te lo aseguro, ¿qué siento? A menudo me refugio en las relaciones sociales para no sentir, para no padecer, para negar ausencias, y cuando regreso a mí, no puedo más que consolarme coronando de rosas la imagen del amor, contemplando tu foto recogida íntima, imaginando cuanto no veo, aspirando el aire que no respiro, lejanísimo, palpando lo que intuyo solamente, abarcándote en estremecidos abrazos, pensándote con minuciosidad cartográfica, inventariando cuanto me ocultas de palabras dulces, de amor tierno, de confidencias, de observaciones, de indagaciones, ¡tenerte y abarcarte!
¿Me estoy entristeciendo? Debe ser el tiempo y la espera. Seguiré haciendo horas hasta que esta noche, si tengo suerte, el correo me traiga tu carta, o tus cartas, sin las que no puedo vivir, ni quiero.
Si pudiera romper con todo esto, si pudiera iniciar una nueva vida en el nuevo mundo, como aquellos emigrantes que llegaban con una vieja maleta y una nueva ilusión a la isla de Elis…
Todo me lleva a ti, amorcito.
C.
Cinco horas después:
Concha:
Qué voy a hacer contigo…? Me muero con vos, me desarmo, me siento a todas horas húmeda, deseándote. Yo también quiero amarte con gestos de ternura, con palabritas azucaradas, con pequeños obsequios inusitados que ya me estoy pensando para llevarte. Pero mi deseo de vos, de tu propio deseo, de tu vida, me dispara en delirio, como decía Neruda. Es hambre, es sed. Me sonrío a mí misma, al techo, a mi pantalla, pensando en ese día. Esa noche interminable en Mitilene, donde voy a conocer qué secretos ardimientos ha planeado mi Conchita para las dos. Te quiero, amiga. Quizá parezca algo alocado. Lo es, no tengo dudas. Y sin embargo es cierto. Irrefutablemente. Tan dulcemente…
No iré a ninguna parte cuando esté allá contigo. No quiero. Aunque bien podríamos hacer una caminata alguna tarde. Muy lentas y abrazadas. No muy larga, tampoco. De todos modos, no he de ver otra cosa que tu cuerpo y el mío en la penumbra. Amándose en la lentitud de un reencuentro. Delicados, furiosos, como si hubiera forma de que se odiaran. Nuestros cuerpos que abrigan todo lo que somos, lo que hemos sido. También las almas, con tu voz y la mía de seguro más graves en esos momentos. Casi te oigo suspirar, respirar agitada y gemir tus deseos. Ya me enciendo de nuevo!
Hablemos de cosas más… no sé. Últimamente tengo un monotema. Por qué será? Ya sé; este tema es ingenuo y apropiado:
Cuántos hombres y cuántas mujeres has tenido en tus brazos? Quedamos en que pondríamos luz allí donde había sombras. Te acordás?