Mujer sobre mujer (36 page)

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Authors: Carmela Ribó

BOOK: Mujer sobre mujer
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Princesa bonita:

Ha sido un día ajetreado en la Fundación, atendiendo mil invitados y ejerciendo de esposa del presidente honorífico. ¡Cuánta vaciedad y cuánta tontería! Y cuántas pieles, aunque hacía calor, pero tienen que lucirlas las pobrecitas, como cuando vino vuestra Evita, en pleno caluroso verano, cargada de visones.

A esta hora (ya anochecido) ando algo cansada, tengo los pies hinchados y los ojos lacrimosos del maquillaje (en las ocasiones señaladas recurro a una maquilladora profesional que a menudo se excede con las cremas). No te cuento cómo iba ni cómo fueron las demás porque todo esto aparecerá en la edición digital de
¡Hola!
. Ahí puedes verla. Ahora necesitaría mimos y caricias de mi Lauri o simplemente dormitar en su regazo. Anoche tampoco dormí muy bien. Estuve a ratos desvelada, pero me esforzaba en no levantarme por no desvelarme del todo.

¿Por qué te cuento estas miserias? ¿Son estos modos de requebrar a una amada?

Tus cartas me hacen mucho bien. Las releo. Y contemplo tus fotos en cuanto tengo un minuto libre.

A estas horas estarás en la biblio, te imagino atendiendo a los molestos lectores y más de uno te mirará a hurtadillas pensando qué buena está y qué buena cogida tiene.

Creo que no estoy muy coherente. Será mejor que te envíe esta cartita y aguarde a despabilarme para escribirte más.

Solo quiero que sepas que te quiero, que pienso en ti, mi amor, y que si te tuviera aquí bucearía en la macetica de albahaca.

Un beso largo, largo.

C.

 

Nueve horas después:

 

Conchita:

Me decís que anoche estabas desvelada. Yo también, caracola. Tanto que a las tantas me levanté con hambre y preparé un café con leche, que tomé a medias mientras comía una manzana. Di un par de vueltas más y terminé como siempre, releyendo tus cartas. Soñándote. Todavía tendrás la osadía de decir que son puras bobadas eso de las energías que se reconocen y andan al unísono? Mujer de poca fe, te amo! Y te pido perdón, mi marquesa: no volveré a despertarte, ni a perturbar tu sueño con mis deseos de caracola. Prometo, en adelante, ser más considerada con mi dueña (y conmigo, que cada vez estoy más pálida de los insomnios!).

Ahora tocan los rezongos (ya vendrá el tiempo de los mimos):

Todavía insinuás que puedo ser una fanática con el cerebro lavado por alguna secta! Es que no me leés con atención? Yo dije y lo repito: que no hablo íntimamente con otras personas… O sea, soy una intelectual, mi único y obligado círculo son docentes, geólogos, poetas, historiadores (con los que tengo unos diálogos de lo más graciosos), profesores de Filosofía, arquitectos que dictan clases de Plástica… Cómo se te ocurre que yo puedo ser una idiota con el cerebro lavado? Mi cerebro es casi tan ilustre como mi corazón! Que no hablo íntimamente significa que no abro mi ser interior a otro que no esté preparado para entender mi idioma, el alcance perfecto de mis palabras, cuando son íntimas, místicas. No fanáticas.

Lo repito: no soy fanática. Habría estudiado Teología si no fuera por las circunstancias. He sido alguien que busca una verdad trascendente. Fui una expedicionaria. Y todavía busqué más, bastante más de lo que ya te puse! Hasta que, al fin, encontré en el doctor Marc Halpern, mi maestro ayurveda o D.C.,C.A.S.,P.K.S. (
ayurvedacharya
), lo que estaba buscando. La verdad espiritual (te aclaro) en donde mi alma resuena como en un sagrado cuerno de carnero.

No te he hablado de otras militancias y no lo haré. Yo, alejada de la realidad? Qué poco me conoce y qué mal me lee mi Conchita… cuán fácilmente ofende mi inteligencia y menosprecia mi virtuosa vida de asceta posmoderna. Bueno, virtuosa en casi todo, menos en ciertos humos azulados que me consuelan de las nostalgias y otras limitaciones que para qué contarte. Si todo lo que digo lo das vuelta y le ponés etiquetas. Te escribí una carta de amor. Me atreví a desnudarme sin pudores (que siempre me acompañan) y me llamás fanática.

Ves ahora por qué yo no solía hablar íntimamente con extraños?

Lo cierto es que me estoy quedando sin temas contigo: política, religión, mi desahuciado amor que no tiene esperanzas con vos, ni siquiera una voz en el teléfono para entibiar mis sueños… De qué hablaremos ahora? De modas? De mujeres? De hombres de la pantalla grande? Hablaremos del clima y del cambio planetario? Ah, no… esto último tiene un sospechoso tufillo a Nueva Era… En fin, siempre quedan los estudios de ornitología, tal vez resulte interesante departir acerca de la vida de las hormigas. De las abejas sé un poco más, porque hice un curso de apicultura y hasta tuve colmenas en el jardín. Te interesan las abejas, amor? Y las cosechas? Hablemos de Ovidio, entonces. Y espero una charla bien sensata y erudita, sin aristas urticantes y sin críticas desatentas. Hablaremos de literatura, si te parece. Y si estás dispuesta a tolerar interpretaciones (literarias) y puntos de vista que difieran del tuyo. Porque vos ya sabés que suelo tener unas opiniones de lo más escandalosas cuando no fanáticas. Mejor aún, ya no hablemos de nada. Cuando viaje a tu tierra, haremos el amor primitivamente, analfabetamente. A fin de cuentas parecería que es en el único idioma que nos entendemos. O también me privarás de eso?

Tal parece que estás haciendo méritos para decepcionarme. A veces pienso que tenés miedo de ser feliz conmigo.

O de ser feliz, sencillamente. Allá vos con tus pies sobre la Tierra…

Ya sé que he sido dura, pero me he desahogado. Eso es parte de lo que tienes que soportar de esta cautiva india que se ha rendido a ti y que no puede vivir sin tu presencia/ausencia.

Ahora las dulzuras. Ah, Conchita, cansada. Me gustaría estar ahí para cuidarte. No consentiría que ninguna de tus mucamas entrara en el santuario de tu dormitorio. Podría aprovechar tu inusitada quietud y leerte algún librito de esos insoportables (que hablan de la reencarnación y esas cosas). Total, qué podrías hacer para impedírmelo? Yo estaría allí, tan solícita, esponjando tus almohadas, pasándote las manos por la frente para refrescarla, dándote masajes con aceite de limón en el pecho y la espalda. Hasta podría arrimar un hornillo y poner nubecitas con vapor de eucaliptus. (Que son muy buenas para estos casos).

Lo ves? Nada de sexo. Malpensada. O casi nada… Quizá si estuvieras muy majadera, entonces me vería obligada a contentarte con otras golosinas que te administraría teniendo tu cabeza en mi regazo. Pero esto únicamente es para casos extremos. Y me parece que tus nanas no llegarán a tanto. O sí, mi sol? Ahora que te leo más atentamente, tengo la impresión muy vaga de que tus convalecencias no son obstáculo suficiente para que pienses en mis albahacas. Si serás terrible! Y esforzada. Que no te arredran cansancios, ni distancias, ni siquiera los desfallecimientos de esa vida social tan intensa (y tan absurda)!

Ordenando el desastre de los cajones de mi alcoba he encontrado unas fotos playeras con mar y gaviotas. Las tomé el verano pasado en Long Island un día de bochorno atemperado por el aire marino y un cielo gris, atravesado en partes por los rayos del sol, como en esas pinturas de los ángeles con trompetas. El mar estaba casi celeste y apenas si se distinguía la línea del horizonte contra el cielo. Yo llevé mi esterilla de juncos (
made in
Taiwán) y, después de embadurnarme debidamente de filtro solar (con aroma de cocos), me tiré bocarriba a disfrutar la vida. Aire salino, romper de olas, una luz cenital tamizada de grises. Ah…

No te sentís mejor ahora que estuviste un poquito en la playa y respiraste el aire limpio del océano? Descansa, amor. Me gustaría pensar que estás tendida en tu cama, muy cómoda y quizá mirando la cajita boba por distraerte un poco los malestares. Te amo, Concha! Me harías un lugarcito a tu lado? Solo para mimarte un poco y ver si, de algún modo, ligo unos besos fatigados, una mano atrevida y vagarosa. Eso te haría sentir mejor (y a mí me gustaría!). Solo eso, que a fin de cuentas hoy estaré allí para avivar tus fuerzas, no para que dilapides.

Ya tengo que irme a trabajar. Porque pirada y todo, alejada irremediablemente de la realidad, tengo obligaciones que cumplir, facturas muy prosaicas y otras deudas pendientes como cualquier cristiano. A todas hago frente. Y lo hago sola, porque yo puedo. Y porque quiero. El día que no quiera, me iré a vivir a una montaña. Cuando desde el balcón de tu edificio veas al oeste una luz enceguecedora, no lo dudes: soy yo, tu Laura enamorada, que habré tenido una ascensión celeste.

Te envuelvo con mi amor ahora. Para que puedas descansar, olvidada de todo lo que sea que te abrume.

Un beso. Lento, resbaladizo y bajando por el cuello hasta tu corazón, donde se queda, porque al fin está en casa.

Lauri.

 

Un día después:

 

Conchita:

Sigues enfadada con tu sierva criolla? He sido demasiado dura? Bueno, cuando desciendas a esta humilde cabaña me ofreceré entregada para compensarte.

No se me había ocurrido un uso tan apropiado de aquella mesa, que sí, efectivamente, es sólida y resistente… Había pensado en la amplitud de la cama que está junto a una gran ventana con cortinas color salmón. Cuando están bien corridas le dan una tonalidad de durazno apagado a la alcoba. Una penumbra rosa tras el sol despiadado. Allí podríamos jugar con más blanduras, si te parece bien. Ahora que pienso, la mesada de la kitchenette es también muy inspiradora… Y una hondonada entre las dunas, bajo la sombra piadosa de las acacias, es igualmente un lugar adorable, casi una cabaña circular de ramas… Digo, adorable para dormir la siesta con caracola. Ella dormitaría un poco, yo tan solícita le prestaría mi tambor de almohada.

Escríbeme y quiéreme, por favor.

L.

 

Seis horas después:

 

Laura querida:

No sé cuántas veces he leído tu carta tan cruel y desenamorada. ¡Ay, estas confusiones nuestras! No he querido ofenderte, amor, solo confiarte mis lejanas dudas, que tú tomas como próximas y empobrecedoras, solo decirte mis miedos, que son los de un alma algunas veces herida que recela antes de entregarse tan por completo como me entrego y quiero contigo. Disculpa esas torpes palabras, amor.

Y ahora una confesión: esta agnóstica solo cree en la Diosa y solo a ella rinde culto en lo profundo de su corazón. La diosa que se representa en una piedra dentro de una cueva. Con el alma en carne viva, por mi amor y por tus severas palabras, déjame decirte que rompo las últimas barreras y me entrego a ti con el alma desnuda, aún antes de que nos veamos, en cuerpo y alma, sin límites.

Ahora empiezo a sentirme mejor, ¡qué extraña cosa decir todo lo que se lleva dentro! Tú y yo nos vamos a unir por una religión nuestra, si tú te atreves a dar el paso y eres capaz de dejarte arrebatar por esa locura, ¿lo serás?

¿De qué podemos hablar ahora, me dices? Ahora es cuando podremos hablar de todo. Ven y entra en la gruta de mi alma y mira cuánto dolor y cuánto amor guardaba para ti. Se me tiñen las teclas de sangre.

Regreso una y otra vez a tus fotos. Mientras tú estás en la biblio, curioseo en tu santuario, huelo tus sábanas, me cuelo en tu baño (cuidado, hurgaré en la cesta de la ropa en busca de tus bragas, aspiraré tus aromas prendidos en ellas, aspiraré el perfume de tus lolas prendido en los sostenes usados, curiosearé en tus libros…).

Un beso, amor. Un beso interminable.

C.

 

Un día después:

 

Concha de mis desvelos:

Voy a hacer de cuenta que no te escribí nada anteriormente. Me refiero a aquella carta «cruel y desenamorada». Ya te pedí que la borraras, pero mi amor no quiere. Pensaré que mis espinas te son tan preciadas como mis corolas… Y te quiero más, si es posible, por esa tu bondad de perdonarme los arrebatos. Ves, caracola? Si me tuvieras cerca, aquí vendrían unas bien merecidas palmadas (en donde gustéis, mi sol), y yo tan fresca y encantada con aquel justo correctivo. Después, ya más repuesta, te comería a besos, mi dueña, para dejarte en claro que no te guardo rencor por administrar las leyes de tu reino. Y el mío.

Te amo tanto, tanto! Me pregunto cómo será vivir con vos. Yo te enloquecería un poco (bastante), no cabe duda. Pero sería una aventura deliciosa, porque reconciliarnos se me ocurre ha de ser la cosa más dulce y arrebatada de este mundo. Algo bien parecido a lo que siento ahora, cuando me siento todavía culpable por haberte escrito con aquella dureza innecesaria. Soy un poco salvaje debajo de algunas capas, que parecerían refinadas, si la madera fuera otra.

En fin, caracola me ha elegido, algo habrá que ella me busca como si fuera aire. Yo sé que ella es precisamente eso para mí. Un aire a veces tierno, a veces melancólico, otras veces llameante de deseo, de una pasión que nunca antes había sentido de este modo. Conocerte, atreverme a confesarte mis amores, sentirme lanzada al azul más delirante escuchando los tuyos, me hace la mujer más dichosa de este irreal mundo de ensueños. Porque el único universo posible y verdadero es nuestra casa, nuestro Mitilene en Lesbos. Un refugio que levantaste para ambas, una celda donde me recluyo de todo lo que no sea lo sagrado de tu propia vida y la mía, una cámara nupcial donde tu cuerpo me reclina y comete en mí todas las tropelías del amor, todas las rendiciones de la ternura.

Hay tanta intensidad y urgencia en mi deseo, que ya casi no puedo tolerar y mal contengo, dejándola estallar con mis caprichos, mis cartas destempladas… Perdón, mi dueña! Estoy, vivo apasionada, y lo único que me haría atemperar estas locuras está, por ahora, todavía, un poco lejos de mi piel y de mis besos solos… No quiero darte excusas por ser mala con mi adorada. Busco explicarme a mí porque quiero explicarte. De algún modo necesito entender lo que me pasa. Por qué ando tan loquita últimamente. Yo antes no era así… Tendré que hacerte responsable. Con lo cual mis descargos se tornarán en culpas para caracola. No es una argumentación del todo impecable? Razón tenía mi madre: debí seguir abogacía… con la biblioteconomía no se lucen mis dotes de enredadora, ni brillan debidamente mis elocuencias! Te adoro, Concha!

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