Mujer sobre mujer (38 page)

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Authors: Carmela Ribó

BOOK: Mujer sobre mujer
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L.

 

Un día después:

 

Princesa india:

Me he levantado pensando en ti (como siempre). Ahora escribo solo un poquito por quitarme el mono. Hoy tendré un día un poco ajetreado de bancos y compras, me temo.

Ayer, después de nuestras cartitas, me encerré en el baño e hice diabluras contigo en mi pensamiento. Me estoy aficionando al marisco desde que limpio y relimpio tu concha con mi lengua. Rememoro el momento y aún me encuentro en los labios el sabor a mar de mi amiga, o quizá sea que en la casa de adobe las brisas marinas traen ese yodo y esa claridad lunar que todo lo impregna, sacerdotisa de mi única creencia, mujer misteriosa y lejana, dueña de mi alma y de mi corazón, distante bruja que has prendido en tu cola a esta pobre tirana que te adora y sueña en ti. ¡Cómo te quiero!

C.

 

Dos horas después:

 

Amiguita:

Me estoy riendo sola como una tonta! Si estuviera mi madre, me diría: «Pero qué falta de respeto con los vecinos!». Y qué me diría caracola ahora mismo? Ay, Conchita, yo no puedo con mis cosas alocadas! Es una suerte para vos que no me tengas cerca: quién sabe si me soportarías! Aunque de seguro te reirías bastante conmigo (y de mí). Quizá tus ganas de abarcarme y devorarme puedan aminorar en algo mis desparpajos. Te estoy amando mucho, mi dueña! No te sentís también como abarcada, mecida, atormentada por mi amor?

Yo siento tu presencia en cada instante. Y aunque todavía no estás, de algún modo quizá mágico y también alocado, vos siempre estás conmigo. Y estás en mí con la misma persistente tibieza con que llevo mi propio aroma. Ahora que ya siento sueño, me gustaría tanto dormirme contigo! Y escucharte decirme cualquier cosa. Respirarte el olor enteramente. Y probar tu sabor. Tu suavidad, tu aspereza. Mi bestia hermosa! Mi guachita… Cada vez que me acuesto y me arropo en las sábanas me enlazo la cintura y te digo: «Me abrazarás, caracola? Ya me quiero dormir…». Hasta mañana, amor. Te quiero siempre.

Lauri.

 

Un día después:

 

Princesa bonita:

Un día soleado y tierno como un pan recién salido del horno. Pienso en ti y contemplo tus fotos. ¡Qué bonita eres! Mirarte mitiga mis murrias, mi desesperación (de no tenerte) y mi hastío.

El tiempo que pasa devastándolo todo y yo aquí, pergeñando recuerdos para los ojos de mi amor. ¿Qué hago? Aparte de dirigir a esta tropa del servicio (a Danilo, el filipino, se le insubordinan con frecuencia) y dirimir sus pequeñas rencillas procurando contentarlos a todos, me dedico a las pequeñas tareas cotidianas de la que quema el tiempo en espera del verano, cuando venga mi amor para que levantemos mutuas topografías. Espero haber adelgazado un poco para entonces y estar en forma, si ello fuera posible. Raimón (el
coaching
) me dice que estoy ganando fibra y que tengo los glúteos de una chica de treinta (eso se lo dirá a todas, imagino).

O sea, me estoy preparando para ti. Quiero estar elástica y potente para nuestras celebraciones secretas…

Mejor lo dejo aquí, porque, si sigo, me excito y acabo haciéndolo contigo. Te quiero, te deseo, te adoro y no puedo vivir sin ti

Un largo y suave beso en los labios y otros no tan suaves en las lolas.

C.

 

Nueve horas después:

 

Querida mía:

¡Cómo me divierten tus cuitas de vegetariana radical! Buscaré un aparthotel donde pueda/podamos hacer comidas (verduritas y eso). Tendré preparada una buena provisión de verduras, frutas y frutos secos, y me propondré no hacerte comer despojos de animales muertos. Acaso cuando me veas comerlos a mí, me verás como la dama romana de peinado de nido de abeja veía al bárbaro que se saciaba sobre sus mármoles recuperando fuerzas antes de cogerla (cogerla en el sentido más argentino que conozcas). También prepararé toallas blancas, suaves, a estrenar… y flores. No sé qué hacer contigo, sangre mía, princesa.

Solía escuchar la radio por la mañana antes de levantarme, pero advierto ahora que estoy abandonando esa costumbre. Este corazón, que vive en Babia, en la región idílica de su felicidad bobalicona porque está enamorado de una princesa distante, a la que, sin embargo, siento tan cercana. Te tengo siempre aquí, conmigo. No sé cuántas veces te contemplo en tus fotos, miro tus labios soñando que se entreabren para hablarme, para besarme, para recibirme, miro tus ojos queriendo ahondar en ellos, la miel candente de tu mirada (siempre me sale miel candente). Me los imagino también enfurecidos, temibles, si alguna vez tenemos un desacuerdo y te pones tarasca. Entonces también estarás adorable y yo quizá te diga: Sosegaos, princesa, que estáis asustando a las lolas y ellas me pertenecen.

Mis ceremonias íntimas contigo, princesa. Ya se han convertido en una rutina diaria, a ciertas horas de quietud, después de mirarte en las fotos y en mis imaginaciones. Cuando nos tengamos esa primera vez, después de recorrer tu cuerpo demoradamente, antes de vernos, incluso, en la perfecta oscuridad, en el perfecto silencio, sin una palabra… qué de palpitaciones en este corazón arrebatado, qué de juegos, qué locuras…

Cuando pienso que nuestro amor pudiera tener fecha de caducidad, me angustio. Ya no sabría vivir sin él. Como el pez primitivo, el que salió del agua y desarrolló pulmones: un buen día descubrió que ya no podría vivir sin el aire. Tú eres mi aire, Lauri, mi oxígeno, mi alimento del alma que me mantiene ahora viva y entontecida de amor. ¡Que no transcurra nunca este momento venturoso!

Qué locura, qué anhelo de mojar con mis jugos íntimos tu piel y tus recovecos como esos insectos que eyaculan sobre los huevos de la hembra fecundándolos. Es una cosa animal, instintiva, que si acertaras a captar en toda su doliente intensidad a lo mejor te asustaba, es locura de amor y de deseo. No me contradigas, quiero canibalizarte, quiero asustarte con la intensidad de lo que siento…

¿Con qué palabras podría decirte que te quiero, palabras nuevas, nunca antes pronunciadas? Me gustaría poder decírtelo en un idioma ignorado, un idioma perdido en otras dimensiones, un idioma primitivo que supiera expresar en sílabas cabales los sentimientos más aborígenes. Mientras tanto, me conformaré con decirlo con estas sencillas palabras: te quiero, mi tesoro.

C.

 

Dos horas después:

 

Lauri eterna:

Me preocupa que te desveles. No te quiero desvelada, sino bien dormida y feliz. Hagamos una cosa. A ciertas horas no nos escribiremos para que la otra tenga la certeza de que en esas horas puede dormir tranquilamente. ¿Lo hacemos? Será un poco de amor udrí, aguantando el deseo, o de noches de Tobías, que nos hará bien. Yo te amo y te deseo tanto que a veces me siento la reencarnación de la rata marsupial. Esta vez no te envío a Google: su nombre científico es
Antechinus stuartii
: es un bicho tan cegado de amor que frecuentemente muere de hambre durante el celo porque está tan obsesionado con cogerla que se le olvida de comer.

Mañana temprano salgo para Zaragoza a una inauguración a la que debo asistir obligatoriamente (ya me verás en las fotos del Google).

¿Me seguirás escribiendo en esos días de ausencia? Hazlo, por favor. También yo te enviaré mensajes de móvil y quizá telefonearé (cuidando de no despertarte).

Eres mi corazoncito tierno. Tu carta, tan vehemente, pero también tan tolerante, me ha tocado el corazón. ¿Cómo no adorarte, Diosa Madre? Un beso largo, largo, mientras te recorro la espalda con las manos reconociendo esas redondeces tan lindas.

C.

 

Cuatro horas después:

 

Mi dueña:

Es un poco más de medianoche. Hoy regresé de la biblio tan cansada… Estoy con el asunto de la devolución de los libros de
long term
y es un constante desfile de lectores. En fin, que me canso bastante… Soy tan haragana!

Y después me digo: Me encanta mi trabajo. Soy muy afortunada.

Si hasta me pagan por hacerlo!

Hoy estuve (como siempre) releyendo tus cartas.

Ay, qué ternura lo del aparthotel y las toallas nuevas! Y las flores. Ya voy imaginando que entre tus emblemáticos y las otras voy a quedar como la dueña de la vendimia.

Bueno, te decía, me encantó esa idea de estar en un lugar donde podamos cocinar juntas y donde cumplirás tus amenazas de bárbara y carnívora. Mmm… casi no puedo ni mencionar el tema sin sentir un cosquilleo que sube desde mejor no digo. Tu amiga no es muy linda, ya te darás cuenta. Pero también sabrás que soy sensible y mucho! Te gustará estar conmigo, caracola! Me gustará tanto estar contigo y los coloquios que tendremos en los descansos…

Te quiero, Concha. Tus locuras me hacen soñar en el presente, y contemplar el día de mañana con la ilusión más enamorada y dulce de mi vida. Qué rara ha sido toda esta historia contigo…! No dejo de pensarlo, cuando me suceden esos también rarísimos momentos de lucidez. Estoy enamorada y no te he visto nunca. Si esto no es genuino amor, de seguro es la versión más parecida. Me siento feliz, privilegiada por este sentimiento que me inunda y me reconcilia con todo lo vivido. Mi vida. Que era dulce y monótona y en donde solo había lugar para mis otros planos. Una humildísima y serenísima bibliotecaria, evadiendo las miserias del mundo, buscando una trascendencia espiritual. Y aquí estoy: más «realista» que nunca. Soñando un dulce día con abrazarte entera y sentirme devorada por tu pasión «enloquecida con mis feromonas». Hoy solo quiero decirte, gracias, gracias por ser, amor. Y sí, me asusta tu intensidad. Y voy directo a ella. Me esperarás un poco más, caracola? Aún tengo cuentas que pagar, informes que entregar…

No me quiero olvidar: qué fotos tan divinas me mandaste! Tendré que comprar otro marco y ya me irá quedando chica la mesita de noche. Qué sexy y atractiva sos! Cómo hacés para ser una guacha tan divina? Cuando te abrace, vas a quedar marcada con mi cuerpo. Te dejaré una huella, una señal de posesión, aunque vos no lo quieras. Ya estoy contando todas las vacaciones que tengo en el año, y pensando: tendré que usar de las licencias que mi trabajo admita. Así podré ir a verte cada pocos meses. Me querrás tan pesada y tan cargosa? Te gustará que invierta en vos alguna de mis vacaciones y asuetos?

Y vendrás algún día a mi casita? Es humilde, caracola, tan sencilla en sus paredes azules cielo y rosadas y en sus muebles antiguos (casi todos provenientes de
second hand markets
y de diversos naufragios) que te parecerá un retiro franciscano. Pero es también un lugar de nuestro reino. Y, por ende, será igualmente regia y fastuosa para recibirte.

Debes saber que me he preocupado por cuidar el alma de la casa. Quiero decir, aquí jamás ha habido discusiones destempladas o palabras hirientes, ni estruendos de música, ni ninguna persona que desarmonice con mis principios. Soy una buena anfitriona, creo, pero también soy muy selecta. La razón es sencilla: siempre he dicho que, quien entra a mi casa, entra a mi corazón. Una casa es un reino, y a mí me gusta pensar que el mío es como Ávalon, aunque por fuera parezca una humilde casita campesina y solo haya un manzano…

Se me cierran los ojos, amor. Mañana te seguiré contando, porque esta noche tu princesa tiene mucho sueño. Me dormiré oyendo el mar, y el viento de la noche que presagia cielos despejados y aguas serenas. Me dormiré con tu cuerpo reclinado en mi espalda, tu mano en mis lolas. Me besarás los hombros, el cuello, esta vez con un inusitado gusto a sal y oliendo a coco. Te quiero.

Te beso, mi dueña, con tantas ganas que más que besos son mordidas disfrazadas de ternura.

L.

 

Un día después:

 

Pocahontas querida:

Muchas veces sueño con atrasar el reloj del tiempo, sueño cómo serían las cosas si te hubiera conocido hace unos años, con libertad para tomar un avión e ir a verte, de vivir contigo, de viajar juntas y todos esos sueños locos que cuando regreso a poner los pies sobre la tierra sé que no se cumplirán. Me duele decirte todo esto, amor, pero tampoco quiero ocultártelo. ¿Podrás seguir queriéndome siempre a pesar de esas limitaciones?

Te quiero con toda mi alma y con todas las fuerzas que puedo poner en ella.

C.

 

Dos horas después:

 

Caracola:

Solamente he bebido una cerveza con mi amiga Jennifer que vino a verme con unas latas en la bolsa, pero estoy completamente ebria. Te aviso que no soy dueña de mis actos, mucho menos de mis palabras. Tu esclava hoy se te rebela, miserable conquistadora llegada en las naves de Cortés. Me duele que hayas vivido fuera de mí. Has sido una mentirosa toda tu existencia, embarcándote en toda clase de amoríos e infidelidades. Tendrás que hacerme un lugar en tu vida, porque yo ya no quiero vivirla sin vos. Y no me importan tus compromisos y menos aún me importan tus señoronas, tus sociedades, tus partidas de bridge, tus rastrillos, tus pasatiempos de señora rica y respetable. Lo que espero, lo que sueño con vos no te exige ningún renunciamiento. Y por si no te diste cuenta, aquí la única que ha renunciado a algo soy yo. Nunca, más que en Mitilene, seré la que yo quiero. Pero aquí y ahora, en este mismo instante en el que soy una mujer de carne y hueso y lágrimas, te reclamo. Egoísta. No te atrevas a sacarme de tu vida! Si el lugar que me asignes es un lugar tan miserable como vos, igual lo quiero. Porque te amo. Insensible. Yo te amo, Concha de España. Nunca te olvides de esto. Una vez hace mucho te dije que yo no usaba las palabras más que en sentido recto. Si digo algo, es lo que siento. Es mi verdad, y ahora que me enamoraste, tendrás que hacerte cargo. Si he de pasarme el resto de mi vida viajando a España, viajaré. Solo para verte a vos, que no te merecés estar en donde estás: dueña de mi corazón, la más malvada de todas. Nunca pensé que te amaría tanto. También yo te inspiré un amor que no esperabas. Tus cartas agridulces: con lágrimas saladas, las voy lavando. Hasta que tengas la decencia de escribirme una carta enamorada. Hasta que tengas el coraje de aceptar que, si quisiera, borraría mis dos correos, cambiaría el número de mi celular y ya no podrías encontrarme. Este inmenso océano me habría tragado. Y pensarías que fui solo un sueño. Renunciarás a mí, caracola?

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