Lilith describió con detalle las condiciones en las que encontraron el rickshaw. Toda la materia orgánica disuelta... incluso el vidrio fue atacado, por no decir el metal.
—¿No os aclararon nada los restos? ¿No encontrasteis ninguna pista?
Lilith sonrió
—Encontramos esto...
Se había puesto unos guantes y extraía de un contenedor un objeto que había estado sumergido hasta entonces en nitrógeno líquido.
De forma aproximada a la de una botella de vino, y de unos quince centímetros de largo, estaba todo él teselado por caras triangulares, como un icosaedro aplastado longitudinalmente. El objeto tenía un brillo cerúleo y era blanco. En torno al cuello se enrollaba un hilo molecular de longitud aparentemente infinita.
Jonás lo observó fascinado.
—¿Qué es eso?
—Se trata de nuestro misterioso destructor. O al menos lo sospechamos. Creemos que es una espora o una cápsula.
—¿Puedo cogerlo?
—Toma —dijo alargándole un par de guantes—. Póntelos, está muy frío
No era muy pesado. Jonás preguntó por la composición y no le sorprendió oír el eterno cuarteto carbono-hidrógeno-oxígeno nitrógeno.
—El caparazón es proteínico, con zonas de fosfolípido entre las capas interna y externa —recitaba Lilith con casi insultante eficiencia—. Las proteínas tienen un alto porcentaje de aminoácidos cargados, aspártico, glutámico y muchos más. El interior es una masa indiferenciada, una especie de gelatina sólida. No nos fue muy difícil relacionarlo con los juggernauts. Su ADXN es similar. Bueno, con algunas diferencias...
—¿Diferencias?
—Por ejemplo, que carecen de 2—metil-Adenina... Pero, de una forma u otra, esta cosa proviene del mismo lugar de donde vinieron los juggernauts.
—¿Por qué estáis tan seguros?
—Logramos localizar uno de estos animales tras ponernos en comunicación con varias Colmenas de la zona. Cuando los colmeneros lo interceptaron, no quedaba mucho de él, el caparazón sobre el que ellos habían establecido su base de operaciones, algunos pingajos de carne... y millones de esas cosas.
—¡Parásitos! —exclamó Jonás, comprendiendo de pronto—. O depredadores que se alimentan de los juggernauts...
—...Y que son incapaces de distinguir un juggernaut de un rickshaw —completó Lilith.
—¿Fue entonces cuando nos informasteis de vuestro cambio de posición?
—Exacto.
Jonás recordó su primera impresión de incredulidad cuando recibió la confirmación de que los rickshaws habían sido atacados por criaturas vivas. Ahora todo parecía más claro, aunque resultase en cierta forma sorprendente. ¿Quién podría haber imaginado que los rickshaws se habían contagiado de una enfermedad de los juggernauts?
Pero Lilith seguía hablando.
—...El examen de lo que quedó nos mostró que los tejidos del juggernaut, al igual que el casco del rickshaw, fueron atacados por un ácido muy corrosivo. Fluorhídrico. No sabemos cómo lo segrega el organismo, pero sospechamos que lo forma por secreción de un ácido fuerte con fluoruro. Necesita una membrana para protegerse de él pero... —Su mente divagó por un momento— ¿Alguna pregunta?
—Sí; ¿tiene algún nombre?
—No —se encogió de hombros—. Le hemos puesto un número de catálogo. ¿Alguna sugerencia?
—Cintamanis. "Joya autorreproductiva que permanece siempre igual a sí misma."
Lilith se encogió nuevamente de hombros.
—Puedes llamarlo como te plazca.
—¿Cómo se desplazan?
—Las capas de proteína están cargadas. Lejos del sol probablemente sean superconductoras. Una corriente eléctrica puede circular sobre ella y crear un campo magnético que lo arrastra hacia su presa... —Jai Shing había entrado en aquel momento en el laboratorio. Cruzó los brazos y se recostó contra una de las paredes del cilindro. Hizo un gesto descuidado con una de sus manos: "continuad". Lilith asintió— ...En el espacio abierto se sirven del hilo molecular desenrollado como una vela de luz. Al igual que haría una araña que, colgando de su hebra, se dejara arrastrar por el viento...
—No parece muy efectivo.
—Teniendo en cuenta el peso de la criatura, y disponiendo del tiempo suficiente, podría llegar a cualquier sitio.
—¿Podría alcanzar a un rickshaw, igualando velocidades con él?
—¿A un cuarto de la velocidad de la luz? Lo veo difícil.
—Tal vez lo atrapó el campo magnético del rickshaw. No, espera. Primero se fijaría a un container de mercancías, y de allí al rickshaw. Del primero saldrían millones de cintamanis, moviéndose a un cuarto de C. Entonces... sí, entonces el campo barredor puede atraparlos. La infección se ha ido extendiendo poco a poco a lo largo del Sistema Cadena.
—Algo parecido habíamos pensado nosotros. Pero, si fuera así, esto lleva funcionando desde hace mucho. Quizás desde los primeros tiempos del Sistema Cadena. ¿Por qué no nos habíamos dado cuenta hasta ahora?
—Ahora los parásitos se han extendido por la zona de un cuarto de la velocidad de la luz, siguiendo las órbitas de los rickshaws. Como una infección viajando por los circuitos de las venas. Era cuestión de probabilidades que un rickshaw tropezase con ellos, pero, al aumentar el número de cintamanis, la cosa es más fácil —Jonás estaba ya inmerso en su trance creativo acostumbrado, y la idea le hizo feliz—. Un momento, ¡ya lo tengo! Los cintamanis viajan a la velocidad estándar de los rickshaws, si los acelerásemos un poco...
—Imposible. ¿Tienes idea del trabajo que representaría reprogramar los ordenadores de todos los rickshaws? Si se va a extender tan rápidamente como pensáis, antes de acabar no tendremos rickshaws que reprogramar. Además, no sería definitivo. Sería cuestión de tiempo el que otro cintamani fuera atrapado por el campo barredor de otro rickshaw.
—Os preguntáis cómo habían conseguido los cintamanis moverse a un cuarto de la velocidad de la luz —los ojillos de Jai chispeaban malévolos—. Yo os lo diré: no alcanzaron esta velocidad por sus propios medios. Alguien los ha acelerado —y miró acusadoramente a Jonás.
—¿Con qué objeto? —preguntó Jonás, aunque sabía exactamente cuál iba a ser la respuesta.
—Para acabar con el Sistema Cadena, por supuesto. ¿No te das cuenta, Lilith? Se trata del arma perfecta. Simplemente se siembran los circuitos con cintamanis... y esas criaturas harán el resto.
Jonás suspiró. Había catalogado a aquel tipo como un paranoico desde hacía tiempo, y ahora confirmaba su primera impresión.
—Vamos, Shing —protestó Lilith—. Piense lo que diga. Los cintamanis han estado extendiéndose por las rutas de los rickshaws desde hace miles de años...
Jonás intentó cambiar de tema.
—¿Habéis visto a una de esas cosas en activo?
—No..., nada de lo que hagamos lo ha hecho vivir. Lo hemos probado casi todo...
—Nuestra teoría es que hay algo en los juggernauts vivos que los provoca. Pero no sabemos qué —dijo el ayudante de Lilith.
Jonás meditó un segundo.
—En ese caso, debemos capturar un juggernaut vivo, y observar el proceso de infección.
Lilith añadió sarcasmo a la frialdad de su voz.
—Una idea muy inteligente. Pero ya se nos ocurrió a nosotros. No pasa nada.
—¿No pasa nada con qué?
—Con todo. No hay infección. Punto.
—Pero eso es imposible.
—Lo mismo pensamos. Te habrás dado cuenta que esto nos coloca en un callejón sin salida. Si no sabemos cómo el cintamani infecta al juggernaut, ¿cómo vamos a impedir esa infección en los rickshaws?
—¿Seguro que lo habéis probado todo?
Lilith suspiró mirando al techo.
—Seguro. Dispusimos cintamanis por toda la superficie del juggernaut, se los hicimos tragar, los introdujimos por su ano, extrajimos el ADXN del cintamani y lo inyectamos directamente en las células del juggernaut... Resultado: cero.
—Vaya, así que... —murmuró Jonás contrariado. Todo aquello era muy extraño. ¿Eran o no los cintamanis parásitos de los juggernauts? ¿Por qué entonces no era posible infectarlos en circunstancias normales?—. Bueno, la cosa requiere estudio. ¿Puedo tener acceso a una terminal propia? Y a vuestros archivos, claro.
—¡No faltaría más! —respondió Lilith con engañosa calidez.
—A pesar de todo, creo que sería interesante repetir los experimentos sobre un juggernaut vivo.
—¿Crees que es tan fácil? Los colmeneros invierten años en detectar a uno.
—No somos colmeneros. Y vosotros disponéis de toda la tecnología imperial para buscarlos. ¿De dónde sacasteis el segundo? El que utilizasteis para probar la infección...
—Los juggernauts suelen encontrarse por parejas. Se reproducen por gemación, ¿recuerdas? El juggernaut hijo suele viajar durante mucho tiempo cercano al padre...
—¿Existe algún tipo de relación entre ellos?
—No. Es una consecuencia de su ineficaz sistema de propulsión. Viajan juntos porque se mueven a la misma velocidad, y les resulta muy difícil variar su trayectoria.
—¿Y qué pasó con ese juggernaut vivo?
—Los colmeneros lo reclamaron. Se lo dimos. A nosotros ya no nos era de ninguna utilidad. Te repito que lo probamos todo, intentando infectarlo. Si quieres comprobar los experimentos, tenemos vídeos a bordo. Incluso películas tomadas por los propios colmeneros.
—¿Películas tomadas por los colmeneros?
—Sí. Y nos han sido tremendamente útiles. Nos muestran el estado en que se encontraba el primer juggernaut cuando los colmeneros lo interceptaron.
Lilith le explicó que los habitantes de algunas mandalas cercanas compraban estas películas a los colmeneros. El rodarlas resultaba para ellos un negocio casi tan provechoso como el de la venta de proteínas. Los habitantes les proporcionaban las cámaras, y los instruían en su manejo.
Jonás recordó que las mandalas cercanas estaban habitadas por Jainistas, la secta herética perseguida por la Hermandad. Y éstos no destacaban precisamente por su interés por la Ciencia.
¿Quién pagaba realmente aquellas películas? ¿Serían sólo científicas, como Lilith pretendía, o los colmeneros eran utilizados como espías por el Imperio?
A Gwalior le gustaría saber aquello. Lo anotó mentalmente para informarle en cuanto le viera.
CEROLas aguas me estrecharon hasta el alma, el abismo me envolvió, las algas se enredaron en mi cabeza. Había bajado ya a las bocas del Hades...
JONÁS (2.6)
UNO/MENSAJE CODIFICADO /09000734/ A—@ 0078/ DIRECTAMENTE TRANSMITIDO MEDIANTE LÁSER A LA SAGRADA MAJESTAD DEL EMPERADOR NUESTRO SEÑOR POR SU REPRESENTANTE ANTE LA MISIÓN INVESTIGADORA DEL CONFÍN: JAl SHING /
«(Muy Alto y Poderoso Príncipe, Invictísimo Emperador y Señor nuestro:
»Ya he relatado a Vuestra Objetividad la verdad de todo lo sucedido en esta misión, cómo lo que debía haber sido una rutinaria expedición científica, se convirtió (a mis ojos) en una trampa urdida por los yavanas para capturar vuestra nave.
»Esta fue mi sincera interpretación, y así consideré necesario de hacerla saber a Vuestra Alteza. Sin embargo, ahora recibo informes que parecen contradecir mí primera idea: Vuestro adhyaksa, subandhu Sidartani, y los informadores a vuestro servicio en Martyaloka, afirman que la flotilla de naves que se dirige hacia nuestra actual posición (transcribo literalmente)
..no pertenecen a la Armada de Kharole..."
»¿Cómo debo interpretar datos tan dispares, reverendísimo señor?
»Suplico a Vuestra Real Excelencia que, si existe en su objetivísimamente alguna sombra de duda sobre mi capacidad para llevar a buen fin este asunto, envíe una persona de su confianza que haga inquisición y pesquisa de todo e informe a Vuestra Sagrada persona de ello.
»Muy alto y muy excelentísimo príncipe: Ekam Evadwityam la vida y muy Real Persona y muy poderoso estado de Vuestra Sagrada Majestad conserve y aumente por largo tiempo, con acrecentamiento de mayores reinos y planetas, como su real corazón desea.
»De Vuestra Sagrada Majestad muy humilde siervo y vasallo, que besa los Reales pies de Vuestra Majestad: JAl SHING."
/FIN DE CODIFICACIONI 0009675/ G—@ 00987/ FIN DE MENSAJE /
Jonás llevaba dos días contemplando videos, intentando averiguar cuanto fuera posible sobre los misteriosos cintamanis. El nombre con el que él había bautizado a los destructores de rickshaws había acabado por imponerse entre los científicos imperiales.
Jonás se encontraba en aquel momento acompañado por uno de ellos: Kot Dohin, un hombre de aspecto frágil, con el cráneo y las cejas rasurados, y las pupilas teñidas de color oro. Sus ojos siempre reflejaban una continua mirada de asombro, y parecía incapaz de permanecer quieto durante mucho tiempo. Jonás le hubiera echado alrededor de los cuarenta años. Pero sabía que tenía más del doble de esa cifra. Los milagros de la medicina imperial.
Se encontraban en la sala de proyecciones. Una cabina prefabricada que en nada se diferenciaba del resto de las instaladas. Dohin había pasado con él los últimos días ayudándole, y explicándole con una paciencia infinita las distintas películas que Jonás iba viendo.
Dohin parecía feliz de ser útil para alguien. Su especialidad era la energía atómica, aplicada al armamento. Al descubrirse que los rickshaws habían sido atacados por algún tipo de ser vivo, se había quedado prácticamente sin nada que hacer.
—Es una suerte que mandaran biólogos a una expedición así —le comentó Jonás en una ocasión.
—No tiene nada de extraño. Este sector es famoso en el Imperio por su fauna adaptada al espacio. Cuando se produjo la detección del rickshaw destruido, en seguida hubo quien relacionó ambas cosas. Como puedes ver, la primitiva idea de monstruos espaciales, apostados tras asteroides, acechando para saltar sobre la primera nave que pase cerca, no ha abandonado nunca completamente nuestro subconsciente.
En aquel momento mostraba a Jonás las filmaciones de la captura del juggernaut tomadas por los colmeneros.
La captura fue una operación rutinaria, pero fascinante de observar. Los colmeneros dispusieron una trampa, un inyector de gas a alta presión que se ocultaba en un bloque de hielo, lanzado al espacio, y situado en una trayectoria coincidente con el sendero del gigantesco juggernaut.
El juggernaut era un colosal cigarro verde oscuro. Persiguiendo una diminuta pelota de nieve.