—No te llamé —dije.
—Lo hizo el poder. —Se dejó caer de rodillas enfrente de la cama—. ¿Has hecho esto?
Asentí con la cabeza.
Extendió la mano hacia mí, como para tocar mi cara, luego la echó hacia atrás. Era como si hubiera tocado algo en el aire frente a mí que lo había sorprendido. Levantó la mano hasta su cara y lo olió, luego la lamió, como si hubiera algo allí que supiera bien.
—¿Puedo probarte
pomme de sang
? —Era francés y significaba manzana de sangre, y era un apodo para la persona que era donante regular de un vampiro en particular. Una parte de mi quería discutir por el término de la sangre, pero acababa de alimentarme de Nathaniel, incluso había probado su sangre.
Exigir otro término era un poco fino para mi conciencia, pero aun así me gustaba llamar las cosas por su nombre.
—Define probar —dije.
—Lamer las heridas.
La sugerencia me tendría que molestar, pero no fue así. Bajé mi cara lo suficiente para ver los ojos de Nathaniel.
—¿Te parece bien, Nathaniel?
Él asintió con la cabeza, con su cara todavía pegada a la cama.
—Sírvete tú mismo.
Asher bajó su cabeza hasta la herida por encima de la cintura de Nathaniel. Mantuvo su mirada fija sobre la mía, era una mirada dura, me recordaba a la mirada que tendría un león al beber de una charca.
Nathaniel gimió cuando Asher lamió la herida, esta había parado de sangrar pero cuando el vampiro empezó a humedecerla volvió a sangrar. Sabía que la saliva de los vampiros constaba de anticoagulantes pero nunca lo había visto en práctica.
Me acurruqué más cerca del cuerpo de Nathaniel, entrelacé mis piernas con las suya, no pedí permiso, principalmente porque él era mío y también porque lo conocía lo suficientemente bien como para saber que me daría la bienvenida.
Bajé mi boca hasta otra de las heridas que ya habían parado de sangrar y las lamí, el sabor dulce de la sangre penetró en mi boca junto a su dulce piel.
La bestia estalló sobre mí como algo vivo, recorriendo mi piel temblorosa. Sentí como la bestia de Nathaniel me respondía, podía sentir las vibraciones y el aleteo bajo su piel, cerca de sus costillas, como si descansara cerca de su corazón. En ese momento comprendí que era capaz de llamar a su bestia, incluso aunque la luna no estuviera llena.
Yo era su Nimir-Ra y eso significaba mucho más que ser su simple dueña.
Nuestras miradas se encontraron en el mismo punto sobre el cuerpo de Nathaniel, donde habíamos estado probando las heridas. Los ojos de Asher se habían ahogado en el fuego de color azul pálido, por lo que parecía ciego mientras lamía la herida. Miró mi cara, directamente sobre el cuerpo de Nathaniel, nuestros ojos en el mismo nivel que probamos las heridas. Mi herida había sangrado un poco más, pero no tanto como la que estaba lamiendo Asher. No soy realmente una bebedora de sangre, di de comer en otras cosas.
Asher deslizó su mano a través del cuerpo de Nathaniel, su mano rozó mi muslo y en el momento en que lo hizo algo sucedió entre nosotros, era como si el
ardeur
lo reconociera, como si ya lo hubiera tocado antes.
La sensación fue tan fuerte que me hizo detenerme, levanté la mirada y algo reflejado en ella hizo que Asher alejara su mano de mí.
Justo en ese momento Jean-Claude hizo su aparición, entró a la habitación vistiendo un traje negro con pelaje sobre el cuello y las mangas.
Era del mismo color de su pelo, así que era difícil decir donde empezaba el negro del traje y donde acababa su pelo.
Al verlo el
ardeur
se derramó hirviendo sobre mi piel, apretándome la zona baja del estómago, obligándome gemir.
—Ella tiene tu incubo. —Le recriminó Asher a Jean-Claude, su voz fue tan potente que hizo que apartara la mirada de Jean-Claude para mirarlo a él.
—
Oui
. —Jean-Claude se deslizó por la habitación hasta el lado opuesto de donde estaba arrodillado Asher.
—Ella sabe de ti y de Belle Morte. —Prosiguió Asher.
—
Oui
—dijo Jean-Claude mientras caminaba alrededor de la cama.
Nathaniel se apartó para que Jean-Claude pudiera verme, con su movimiento toda la parte frontal de mi cuerpo quedó al descubierto, pero fui lo suficientemente rápida para rodar sobre mi cuerpo y cubrirme.
—Awwwww. —Fue el comentario gracioso de Jason.
No le hice caso, estaba ensimismada en el movimiento de Jean-Claude mientras trepaba a la cama.
Parte de su cuerpo estaba al descubierto y me entraron ganas de estirar el brazo y acabar de desatar la cinta de la capa y acabar de exponer todo su cuerpo, pero no me moví, tenía miedo de tocar a Jean-Claude, tenía miedo de lo que pudiera hacer.
Pero aun así no había una sola molécula en mi cuerpo que no quisiera hacer el amor con Jean-Claude.
—El hambre reconoce a Asher. ¿Es porque te reconoce a ti o a ella? —dije a Jean-Claude.
—¿A ella? —preguntó.
—Belle Morte.
—No lo sé. —Fue su única respuesta.
Se había acercado lo suficiente a mí para que su cinturón rozara mi cuerpo.
Cuando se abrió su túnica pude ver una delgada y pálida línea de su piel, pero fue suficiente para saber que no llevaba nada más debajo de ella.
Deseaba abrir la bata con todas mis fuerzas por eso me sorprendí cuando pronuncié esas palabras en alto:
—Abre la bata —ni siquiera reconocía mi voz.
Cerré los ojos y agité varias veces la cabeza para intentar aclararme.
—Está bien,
ma petite
. —Me dijo él con su suave voz, intentando consolarme—. Una vez que tomas la sangre, calmas el apetito… pero la lujuria… —Acarició suavemente mi brazo—. La lujuria está siempre presente, nunca eres capaz de vencerla por completo, nunca está satisfecha.
Su mano siguió acariciándome, bajando por mi brazo hasta la cadera y de ahí a la pierna.
Mi cuerpo se sacudía ante sus caricias, me quedé sin palabras y sin aliento.
Lo agarré con fuerza de su túnica y lo acerqué a mi cara.
—Haz que esto desaparezca.
—No puedo hacer nada hasta haberme alimentado,
ma petite
, ya lo sabes.
—Hazlo… pero…
—Deprisa,
ma petite
—replicó en voz baja.
Intenté encontrar mi voz pero no pude, así que me resigné a asentir con la cabeza.
Se apartó un poco de mí y miró a Jason, que todavía estaba allí de pie, mirando el espectáculo.
—Ven,
pomme de sang
, ven y disfruta de los beneficios del sacrificio.
La frase fue extrañamente formal, nunca le había oído hablar y mucho menos refiriéndose a Jason.
Esperaba que Jason se dirigiera al mismo lado de la cama que estaba Jean-Claude, pero no fue así.
El giró sobre sus pies, y me pareció un movimiento extraño, demasiado limpio y delicado, como si lo que se estuviera moviendo no fuera un cuerpo humano de carne y hueso.
Llegó hasta el extremo opuesto donde estaba situado su amo y se arrodilló.
Terminó de rodillas en el lado opuesto de Jean-Claude. Podía probar el movimiento de su cuerpo en mi boca, no sólo su corazón, sino como si cada latido de él estaba tratando de deslizarse sobre mi lengua y mi garganta. Podía sentir su ansiedad, no para mí, sino por lo que Jean-Claude tenía para ofrecer. Él vino con avidez al vampiro, en esa carrera sin aliento que usualmente puedes salvar para el sexo. Ellos se reflejan entre sí, tanto en sus rodillas, mirando el uno al otro a través de mi cuerpo.
—Te dejaré a solas con Jean-Claude y su
pomme de sang
—dijo Asher mientras se ponía en pie y se ataba su delicada túnica alrededor de su cintura.
Tan deprisa como pude volví a dar una vuelta sobre mi estómago para enderezarme y poder mirarlo a los ojos.
En su cara se reflejaba la molestia, incluso juraría que allí había un rastro de dolor.
Parte de ese dolor debió de reflejarse en mi cara porque Asher bajó su mirada, haciendo que el delicioso pelo de color de oro se deslizara para cubrir las cicatrices de su cara. Cuando volvió a levantar la mirada sólo se veía la mitad de su perfecta cara y uno de sus ojos de hielo azul.
Un recuerdo atravesó mi mente, estaba en una cama diferente, en una sala enorme y oscura, decorada con decenas de velas.
Algo en la penumbra se movió y agitó con cada respiración el aire.
Me tendí en los brazos pálidos de una mujer, miré su rostro, parecía que había sido tallado en alabastro, con unos perfectos y sensuales labios rojos.
Sus ojos eran de un color marrón pálido, del color de la miel.
Nunca había visto antes a esa mujer, pero sabía que era Belle Morte.
La puerta se abrió y vi aparecer a Asher, vestía una túnica, pero por el contrario a la sencillez con la que vestía ahora esta era mucho más elaborada y pesada.
Lo miré con atención, por su forma de andar parecía que estaba aterrado, fijé mi mirada en su cara y me sorprendí cuando vi las cicatrices de su rostro, parecían frescas, recientes.
Vi como Jean-Claude intentó llegar hasta donde estaba Asher pero Belle Morte lo detuvo, nunca escuché sus palabras, sólo bastaba con verla allí tumbada, mostrando todas sus curvas y la expresión de arrogancia de su cara.
Volví a mirar a Asher, vi como apartaba la mirada de ella, bajando la cabeza y cubriendo su hermoso rostro con su cabello.
Parpadeé varias veces para aclararme, miré a mí alrededor y comprendí que estaba de regreso en la habitación de Jean-Claude.
Miré como Asher vestido con su bata marrón de seda se dirigía hacia la puerta, caminaba con los hombros caídos y me recordaba la escena que acababa de revivir.
Una sensación de angustia atravesó mi cuerpo, apretándome el pecho y cerrando mi garganta, mis ojos se llenaron con calientes lágrimas.
—No te vayas. —Jean-Claude me miró, sabía que estaba estudiando mi decisión pero aun así su hermoso rostro era ilegible, aunque cuando centré mi mirada en sus ojos pude descubrir el dolor que se reflejaba en ellos.
Asher se paró en la puerta y se volvió con su pelo cubriendo su rostro, no dijo nada, solo se limitó a mirarnos.
—No te vayas, no te vayas Asher —repetí.
—¿Y por qué no debería irme? —preguntó con la voz más neutral que pudo conseguir.
No podía decirle que compartía los recuerdos de Jean-Claude, sonaría a piedad y no lo era, no exactamente. No podía pensar en una buena mentira, pero tampoco era la mejor solución, así que decidí contarle parte de la verdad.
—No soportaría que te fueras así.
Asher apartó su mirada de mí para centrarla en Jean-Claude.
—No tienes derecho a compartir tus recuerdos con ella.
—No puedo elegir lo que
ma petite
puede ver o no.
—Muy bien —respondió Asher con su voz cargada de cólera—. Ahora ya sabes, Anita, como me expulsaron de su cama.
—Fue su elección —contestó Jean-Claude con su suave voz.
—¿Por qué no podía soportar tocarme? ¿Que la tocara?
Se quedó cerca de la puerta, con su cara girada, así que no era capaz de ver su expresión pero si de escuchar su dolor.
—¿Por qué? —pregunté, aunque temía saber la respuesta.
—¿Por qué, que?
—¿Por qué te echaron de la cama?
Jean-Claude se acercó hasta mí. En ese momento comprendí dos cosas, la primera que iba a utilizarme de escudo y la segunda que con la tensión que me transmitía, no estaba cómodo con la conversación.
Asher se giró para enfrentarnos, agarró su pelo y lo apartó para que yo pudiera ver todas sus cicatrices.
—Por esto —dijo con su voz cargada de rabia—. Belle Morte es una coleccionista de belleza y yo dejé de ser hermoso, incluso le dolía mirarme a la cara.
—Eres hermoso Asher lo sabes, que ella no haya sabido verlo no es tu culpa.
Asher soltó su pelo y este volvió a cubrir su rostro.
Me acordé de cuando llegó a St. Louis, él se escondía de forma automática cada vez que le miraba, siempre estaba andando entre la penumbra, aprovechando cada sombra para ocultar las cicatrices y resaltar la mitad de su rostro intacto.
Pero con el tiempo había dejado de hacer eso a mí alrededor.
Así que, verlo esconderse una vez más de mí hizo que me doliera el corazón, intenté salir de debajo de Jean-Claude y de Jason, y me di cuenta de que estaba medio desnuda, intenté sacar la sábana de debajo de los hombres, pero estaba toda enredada, suspiré profundamente y me aparté de ellos, total, todos habían visto este espectáculo y a mí, en ese momento, lo único en lo que pensaba era en borrar esa mirada de dolor de la cara de Asher.
Jason se quitó fuera de mi camino sin pronunciar una sola broma. ¡Lo nunca visto!
Me salí de la cama y me dirigí hacia Asher, y otros recuerdos llegaron a mí como tarjetas lanzadas en el aire. ¿Cuántas veces había visto a Jean-Claude y a Belle Morte y Julianna y a otros tantos caminando hacia él desnudo y con ganas?
Incluso Jean-Claude le había fallado. Se había formado esa sombra de culpa en sus ojos. La culpa por no cuidar a Julianna, por no cuidar de Asher. Pero Asher había asumido el rechazo y que Jean-Claude lo tocaba sólo por lástima.
No había piedad, tenía el recuerdo de ella, había sido dolor. Se habían convertido en constantes recordatorios de cómo cada uno había fallado al otro. Un recordatorio constante de la mujer que había amado tanto, y perdió. Hasta que el dolor era lo único que quedaba. Asher lo había convertido en odio, y Jean-Claude se había simplemente ido lejos.
Caminé a través de los recuerdos como moverme a través de telas de araña, las cosas que me matan, se aferraban a mí, pero no me detenían. Tenía las manos detrás de su espalda, su cuerpo apoyado en la puerta, y yo sabía por qué. A través del «Regalo» de Jean-Claude sabía que Asher quería tocarme y no confiaba en sí mismo lo suficiente para tener las manos delante de él. Pero no era yo a quien quería tocar. En cierto modo era como Nathaniel vio en mí lo que tenía que ver, no es exactamente lo que estaba allí.
Le toqué el pelo donde se tapó la cara. Él dio un respingo. Barría el pelo hacia atrás de su cara, en puntillas para llegar hasta él, poniendo una mano ligeramente sobre su pecho para equilibrarme. Se alejó de mí, dando un paso en la habitación. Agarré su túnica, pero no dio la vuelta la túnica se retiró de la perfecta mitad de su pecho.
—Mírame, Asher, por favor.