Caleb se estremeció en su lado del sofá. Merle, miraba a la gente correr de acá para allá. Había un montón de gente. Se movían alrededor de la casa detrás de Zerbrowski, entrando y saliendo de la cocina, como enormes y ambiciosas hormigas. Siempre hay demasiada gente en la escena de un crimen, no sólo curiosos. Siempre tienes muchos policías alrededor, muchos más de los que realmente necesitas. Pero nunca se sabe que par de ojos o de manos encontrará una pista crucial. Francamente, pensaba que se perdían más pruebas con todo el tráfico de personas de las que se encontraban con toda esa ayuda, pero así era yo. Simplemente no soy del tipo social.
Nos quedamos en nuestro propio trozo de silencio. La puerta se abrió detrás de nosotros. Miré hacia atrás para ver a Micah salir de la habitación. Llevaba un par de mis pantalones deportivos. Como eran de hombre de todos modos y era de mi misma altura, le quedaban perfectamente. Nunca había tenido un novio con el que pudiera intercambiar la ropa. Pero no encontraba muchos hombres adultos de mi tamaño.
La policía le había dejado tomar una ducha, de modo que sus largos cabellos se habían secado desordenados hasta sus hombros. El líquido comenzaba a secarse en descascarillados parches. Sus ojos amarillo verdoso chasquearon hacía mí, pero ellos permanecían neutrales. Dolph vino justo detrás de él, asomándose sobre Micah, de la misma forma que se asomaba sobre mí. Los ojos de Dolph no eran neutrales, estaban enojados. Él había estado enojado desde que dio el primer paso por la puerta. Él nos había separado a todos en cuartos diferentes. Nathaniel estaba siendo interrogado por un policía amigo de la estación, la detective Jessica Arnet. Estaban en la habitación de huéspedes. El detective Perry había interrogado a Caleb y seguía con Zane. Dolph había interrogado a Merle y a Micah. Zerbrowski no me había interrogado realmente, más bien se quedó ahí y se aseguró de que no hablara con los demás. Di que es una corazonada, pero apostaba a que Dolph quería interrogarme personalmente.
Teníamos cinco cadáveres en el suelo, tres de los cuales incluso muertos no habían vuelto a su forma humana. Las tres serpientes se habían quedado serpientes. Los cambiaformas siempre vuelven a su forma original después de morir. Siempre. Lo que planteaba una pregunta. Si no eran cambiaformas. ¿Qué demonios eran?
—Anita —dijo Dolph. Una sola palabra, pero sabía lo que quería decir. Me levanté y fui hacía el dormitorio. Micah rozó la punta de sus dedos con mi mano, cuando me crucé con él. Dolph entrecerró los ojos, y supe que se había dado cuenta.
Abrió la puerta para mí, y pasé junto a él a mi dormitorio. Me molestaba que usaran mi casa, mi habitación, para preguntarme, pero es una paliza ir hasta el centro. Así que dejé mis quejas para mí misma. Dolph tenía todo el derecho de llevarnos hasta la central. Teníamos cadáveres y no negábamos que los hubiésemos matado. Oh, yo lo habría tratado de negar si supiera que podría salirme con la mía, pero no podía, por eso no lo hice.
Me invitó a sentarme en la silla de la cocina que habían trasladado a mi habitación. Se quedó de pie, seis pies con ocho de él.
—Cuéntame —dijo.
Le expliqué exactamente lo que había sucedido. Le dije la verdad, toda ella. Por supuesto que no sabía lo suficiente para necesitar mentir. Había acarreado el cuerpo de Igor fuera, todos sus brillantes tatuajes centelleaban, más vivos que el resto de él.
Teníamos un muerto y un herido. Era mi casa. Se trataba evidentemente de un caso de defensa propia. La única diferencia de las otras veces que tuve que matar a gente en mi casa, era el número de cuerpos y que algunos no eran no-humanos. Aparte de eso, había estado en situaciones mucho más cuestionables. ¿Entonces por qué Dolph estaba tomándose esta más seriamente? No tenía ni idea.
Dolph me miraba. Él tenía una mejor mirada de acero que Zerbrowski, pero estaba en calma, con los ojos en blanco. Podría parecer inocente en este momento, porque era yo.
—¿Y no sabes porque te querían llevar?
En realidad, tenía una pequeña intuición, pero no la iba a compartir, no podía. Podrían querer darme caza porque casi maté a su líder. Uno de los problemas de retener pruebas a la policía es que luego no puedes explicar lo demás sin confesar que has ocultado pruebas. Este era uno de esos momentos. No le había dicho a Dolph sobre que los medio serpientes tenían a Nathaniel y la lucha de después. Se lo podría haber dicho ahora, pero… hay demasiadas cosas que tendría que decirle, como que tal vez me convertiría en un wereleopardo. Dolph odiaba a los monstruos. No estaba dispuesta a compartir eso con él.
Le puse cara inocente y le dije.
—No.
—Ellos deben quererte malditamente mal, Anita, para entrar aquí con esa clase de potencia de fuego.
Me encogí de hombros.
—Creo que sí.
La ira llenó sus ojos, afinando sus labios en una línea firme.
—Tú estás mintiendo.
Amplié mis ojos.
—¿Haría yo eso?
Se dio la vuelta y cerró la mano en la parte superior de la cómoda, tan duro que el espejo se clavó en la pared. El cristal se estremeció y por un segundo pensé que se rompería. No lo hizo, pero la puerta se abrió y Zerbrowski metió la cabeza por la puerta.
—Todo bien aquí.
Dolph lo miró, pero Zerbrowski no se inmutó.
—Tal vez debería terminar yo el interrogatorio de Anita.
Dolph sacudió la cabeza.
—¡Fuera Zerbrowski!
Como el hombre valiente que era, el me miró.
—¿Estás bien con eso, Anita?
Yo asentí, pero Dolph ya estaba gritando.
—¡Lárgate!
Zerbrowski nos dio una última mirada y cerró la puerta diciendo:
—Llámame si necesitas algo. —La puerta se cerró y en el repentino silencio podía oír la respiración de Dolph, pesada, dificultosa. Sentía el olor a sudor en su piel, débil, no desagradable, pero si un signo seguro de que era peligroso. ¿Qué estaba pasando?
—¿Dolph? —Hice una pregunta con su nombre.
Lo dijo sin volverse.
—Estoy tomando una gran cantidad de calor por ti, Anita.
—No, no lo estas —dije—. Todo el mundo que sacaste de la casa no eran humanos. Las leyes pueden cubrir a los cambiaformas como humanos, pero sé cómo funciona. ¿Qué es un monstruo muerto?
Entonces se volvió, inclinando su gran cuerpo contra la cómoda, con los brazos cruzados.
—Pensaba que los cambiaformas cambiaban de nuevo a su forma humana cuando morían.
—Ellos lo hacen —dije.
—Las cosas serpientes no.
—No, no lo hicieron.
Nos miramos el uno al otro.
—¿Estás diciendo que no eran cambiaformas?
—No, estoy diciendo que no sé qué diablos son. Hay hombres serpientes en un montón de mitologías. Hindú, Vaudun. Podrían ser algo que no era humano, desde el principio.
—¿Quieres decir como los Nagas que sacamos del río, hace dos años? —dijo.
—El Naga era verdaderamente inmortal. Estas cosas, cualesquiera que sean, no podían con las balas de plata.
Cerró los ojos por un segundo y me miró de nuevo, vi lo cansado que estaba. No era cansancio físico, pero si un cansancio de corazón, como si hubiera estado llevando una gran carga emocional durante demasiado tiempo.
—¿Qué pasa Dolph? ¿Qué te tiene fuera… de quicio?
Me dio una pequeña sonrisa.
—De quicio. —Sacudió la cabeza y se apartó de la cómoda. Se sentó en el borde de la cama y me volví en la silla—. Preguntaste, ¿qué mujer en mi vida estaba durmiendo con muertos vivientes?
—No debería haber dicho eso. Lo siento.
Sacudió la cabeza.
—No. Estaba siendo un hijo de puta. —Sus ojos eran feroces de nuevo—. No puedo entender cómo puedes dejar que eso… te toque. —Su rechazo era tan fuerte que casi podía sentirlo contra mi piel.
—Hemos hablado de esto antes. Tú no eres mi padre.
—Pero si soy el padre de Darrin.
Lo miré a los ojos.
—¿El mayor, el abogado? —pregunté.
El asintió con la cabeza.
Vi su cara, tratando de entender algo, con miedo a decir algo. Miedo de que me malinterpretara.
—¿Qué pasa con Darrin?
—Él está comprometido.
Vi la terrible seriedad en su rostro.
—¿Por qué la idea de darte las felicitaciones no parece correcto?
—Ella es un vampiro. Anita, un vampiro de mierda.
Parpadeé. No sabía que decir.
Él me miró con ojos enojados.
—Di algo.
—No sé lo que quieres que diga, Dolph. Darrin es mayor que yo. Es un chico grande. Él tiene derecho a estar con quien quiera.
—Ella es un cadáver, Anita. Ella es un cadáver ambulante.
Yo asentí.
—Sí.
Se puso de pie, caminando por la habitación con grandes zancadas.
—Está muerta, Anita, el jode con un muerto, y no se pueden conseguir nietos de un cadáver.
Casi me echo a reír, pero mi sentido de auto-preservación era más fuerte que eso. Finalmente dije:
—Lo siento, Dolph, yo… es cierto, hasta donde sé, que las vampiresas no pueden tener bebes. Sin embargo, tu hijo más joven, Paul, el ingeniero, está casado.
Dolph sacudió la cabeza.
—Ellos no pueden tener hijos.
La vi pasearse por la habitación, adelante y atrás, adelante y atrás.
—No lo sabía, lo siento.
Se sentó de nuevo en la cama, con los hombros caídos.
—Nada de nietos, Anita.
No sabía que decir, otra vez. No podía recordar nunca a Dolph compartir gran parte de su vida personal conmigo, ni con nadie. Me sentía halagada y casi asustada. No soy de naturaleza consoladora, y no sabía qué hacer. Si hubiese sido Nathaniel o uno de los leopardos, o incluso uno de los lobos, lo habría abrazado, acariciado, pero era Dolph, y no estaba segura de que fuera del tipo que se deja acariciar.
Se quedó sentado, mirando a ciegas el suelo, sus grandes manos reposando sobre su regazo. Se veía tan perdido. Me levante de la silla y fui hasta su lado. Él no se movió. Le toque el hombro.
—Lo siento mucho, Dolph.
El asintió.
—Lucille lloró hasta quedarse dormida después de que Darrin hizo el anuncio.
—¿El problema es el tema vampiro o el tema de los no-nietos? —pregunte.
—Ella dice que es demasiado joven para ser abuela, pero… —Miró hacía arriba de repente, y lo que vi en sus ojos era tan crudo, que quería apartar su mirada. Tenía que esforzarme por cumplir con esa mirada de dolor, para adaptarme en todo lo que estaba ofreciendo. Dolph me estaba dejando ver dentro de él más de lo que nunca había hecho, y tenía que honrar eso. Lo tuve que mirar y le hice ver que lo veía todo. Si hubiese sido su novia lo hubiese abrazado. Si hubiera sido alguno de mis amigos, lo habría abrazado, pero era Dolph, y no estaba segura de lo tenía que hacer.
Volví la cara, y sólo entonces, cuando él me había dado todo el dolor de sus ojos, traté de abrazarlo. Él no me dejó hacerlo. Se puso en pie, alejándose de mí. Pero lo había intentado, y eso era lo mejor que podía hacer.
Cuando se volvió hacía mí, sus ojos estaban en blanco, su rostro fijo en la máscara que llevaba generalmente, su cara de policía.
—Si tú me ocultas algo de lo ocurrido ahí afuera, Anita, te reviento el culo.
Asentí, mi propio rostro volvió a echar la máscara tan vacía como la suya. El momento de compartir se había acabado, y no se sentía cómodo con él, por lo que iba a volver a un terreno más familiar. Me parecía bien. No sabía qué decir de todos modos. Pero recordaría que me dejó ver en su interior. Me acordaría, aunque no estaba segura de el bien que nos haría a ninguno de los dos.
—Un grupo de cambiaformas, o lo que sea, me ataca en mi propia casa, mata a uno de mis invitados, hiere a otro y te miento. ¿Por qué diablos?
Sacudió la cabeza.
—Me estas ocultando algo, Anita. A veces pienso que lo haces por costumbre, a veces sólo por ser un dolor en el culo, pero no me estás diciendo todo.
Me encogí de hombros.
—No estoy diciendo que no esté ocultando nada hoy, pero te digo todo lo que puedo, Dolph, cuanto puedo.
—¿Qué tal el nuevo novio con ojos de gato?
Parpadeé.
—No sé lo que quieres decir.
—Micah Callahan. Lo vi tocarte.
—El me rozó la mano, Dolph.
Sacudió la cabeza.
—Fue la forma en la que te tocó, la forma en la que tu rostro se suavizo cuando lo hizo.
Era mi turno para mirar hacía el suelo. No miré hacia arriba hasta que estaba segura de poder mantener mi rostro vacío.
—No estoy segura de llamar a Micah mi novio.
—¿Cómo lo llamas?
—Agradezco que compartas tu vida personal conmigo, Dolph, realmente lo hago, pero no tengo que devolverte el favor.
Sus ojos se endurecieron.
—¿Qué pasa contigo y los monstruos, Anita? ¿Los seres humanos normales no son suficientes para ti?
—No es tu asunto, por lo menos hasta la fecha, Dolph.
—No me importa que no sea mi asunto, pero aún no sé cómo te puedes quedar parada para que esa cosa te toque.
—Si no es asunto tuyo, entonces no es de tu incumbencia con quien mantengo relaciones sexuales.
—¿Tú jodes con Micah Callahan? —preguntó.
Miró con sus ojos enfadados a los míos, y dijo:
—Sí, si lo estoy.
Él estaba temblando delante de mí, con las grandes manos cerradas en puños a sus costados y por un sólo segundo, pensé que él podría hacer algo, algo violento, algo que después lamentaría. Entonces me dio la espalda.
—¡Fuera, Anita, sal de aquí!
Empecé a acercarme para tocarlo, pero dejé caer mi mano. Quería disculparme, pero lo habría hecho peor. Me sentía incomoda con el hecho de que tenía relaciones sexuales con Micah, y eso me hacía muy sensible. Dolph merecía algo mejor. Hice lo mejor que podía hacer para él.
—El corazón quiere lo que el corazón quiere, Dolph. Tú no piensas en complicarte la vida, sólo sucede y si no lo haces a propósito y no haces daño a la gente que te quiere. A veces resulta.
El asintió, mientras se alejaba de mí.
—Lucille quiere llamarte y hablar de vampiros en algún momento, quiere entenderlo mejor.
—Estaría encantada de contestar cualquier pregunta que quiera.
El asintió de nuevo, pero no me miraba.
—Le diré que te llame.
—Voy a esperar su llamada.
Los dos estábamos allí, pero él no me miraba. El silencio se prolongó entre nosotros.