4 de noviembre, Pagsanjan
Descubrimos que Sofía tiene piojos. Le lavé la cabeza con un champú que huele fortísimo y anoche Francis se sentó en' el sofá y se puso a examinarle el pelo con una linterna, buscando los diminutos huevos.
5 de noviembre, Pagsanjan
Francis vino a casa a la hora de almorzar. Me comentó ideas que tiene para películas que podrían durar seis minutos, cuarenta y siete minutos o dos horas y media. Otras que podría hacer en tres días, o en tres semanas, o en una semana con un equipo eficaz y rápido. Quizá con un equipo de la televisión. Estaba muy entusiasmado con su idea de hacer películas «espaciales», en vez de películas con historias lineales.
Al final alguien vino a buscarlo, diciendo que lo necesitaban en el set. Al marcharse me dijo: «Ellie, ¿te acuerdas de aquel tipo gordo, con aquellos trajes de pana tan raros que se paseaba por North Beach como un bohemio? Pues creo que ha muerto».
6 de noviembre, Pagsanjan
Francis: «No hago que la persona interprete el personaje, hago que el personaje interprete a la persona. La gente cree que esto sólo se hace con quienes no son actores. Pero funciona de maravilla con los actores».
7 de noviembre, Pagsanjan
Es domingo. Vittorio y Dean vinieron a desayunar. Francis les preparó omelettes con queso suizo y albahaca fresca. El queso suizo está a unos 15 dólares un buen trozo en la sección de productos importados del supermercado de Manila. La albahaca provenía de una maceta que, finalmente, hemos conseguido que creciera. Después del desayuno nos llevamos a Giovanni y Sofía con nosotros y nos dirigimos al hotel Tropical para tomar el helicóptero y buscar desde el aire una locación a orillas del río que pueda ser utilizada por la compañía cuando vuelva después de Navidad, más reducida. El helicóptero se ha retrasado y entretanto Francis, Dean y Vittorio se han sentado en el cordón de la vereda, a hablar. Francis decía: «Somos los tres hombres al mando de la película». Estaban sentados frente a una pared de cajas de Coca-Cola vacías que había en la vereda. Les saqué unas cuantas fotos.
Giovanni se estaba poniendo nervioso con la idea de subir al helicóptero, y corría de un lado a otro como enloquecido. Sofía encontró unos cuantos vidrios rotos en la calle y se ha cortado un dedo. Al final ha llegado el helicóptero y hemos emprendido el vuelo.
A mí me inundó la ilusión cuando subíamos, y la visión del mundo me cambió literalmente. Me encantan los dibujos que forman los arrozales desde el aire. Hemos sobrevolado un río; si miraba hacia abajo podía ver que el agua no tenía profundidad suficiente para la lancha de patrulla. A lo lejos se veía una nube blanca junto a una montaña. El piloto nos dijo que era un volcán. Decidimos sobrevolarlo para echar un vistazo. Estaba activo y percibimos el olor a azufre. En el cráter se veía cómo las rocas fundidas burbujeaban y desprendían vapor. Hemos volado hasta Lucena y luego seguimos algunos de los ríos que desembocan en el mar en esta zona. Girábamos, nos inclinábamos y bajábamos a ver un recodo aquí y allá. Empecé a marearme y Giovanni también se estaba poniendo pálido. Así que Francis le pidió al piloto que aterrizara en algún sitio para que pudiéramos descansar un poco. El helicóptero se posó sobre una pequeña playa y bajamos a recostamos un rato sobre la arena. Cuando llegamos a la playa estaba totalmente desierta, pero al poco tiempo empezó a aparecer gente de todos lados, y se pusieron a rodear el helicóptero y miramos. Los niños, mientras tanto, jugaban en la arena. Francis empezó a contarme una historia sobre su infancia. Al cabo de un rato levanté la vista y comprobé que Dean había hecho un dibujo del helicóptero sobre la arena, y de un soldado disparando un fusil, con líneas de puntos que representaban las balas que acababan justo delante de Francis. No sé cuánto tiempo llevábamos allí recostados, hablando, pero era evidente lo bien que nos sentíamos todos, sin duda porque había una temperatura perfecta, no demasiado cálida, unos 24°C. Del mar llegaba una brisa ligera y no había humedad.
Cuando nos elevamos la gente nos saludaba con la mano. Al cabo de quince minutos llegamos a casa. Tendré que subir al helicóptero con la cámara antes de nuestra partida. Los dibujos y formas que se ven desde el aire me parecen una exposición de arte.
9 de noviembre, Pagsanjan
Fui a buscar a Francis al set, El asistente de dirección me dijo que estaba en Palm Springs. Entonces me enteré de que así es como llaman a la pequeña cabaña que hace de camarín de Francis. Hacía, de lejos, mucho más calor que en Palm Springs. Francis estaba escuchando su grabador mientras esperaba que organizaran la siguiente toma. Tenía música de Beethoven bastante alta, y me comentó que la música es la mejor escultura de tiempo y espacio… y quizás el cine. Fue agradable estar allí sentados, en la penumbra. Yo escuchaba y miraba las estrellas de luz procedentes del entramado de las paredes de estera.
9 de noviembre
El sábado pasado Dennis Hopper acabó de filmar. Francis decidió emborracharse con él para celebrado. Empezaron con vino y licor de coco. Francis lanzó la primera botella de vino vacía hacia atrás. Cruzó la sala y rebotó por encima del suelo de terrazo. Empezó a llegar gente. Había unas treinta personas, bebiendo de lo primero que encontraban. Pronto no quedaba ni una cerveza fría, ni mucho más que beber. Nadie se estaba ocupando del abastecimiento en la cocina. Yo estaba en el sofá charlando con Caterine, que me dio unas cuantas de sus diapositivas y un ejemplar firmado de su libro. Me estaba mostrando su diario, fragmentos escogidos, notas, un dibujo de Sofía, unas cuantas instantáneas de ella y Dennis con sombreros como única vestimenta. No quise levantarme para hacer de anfitriona. Pete Cooper se puso a hacer Bloody-Marys con unas latas de jugo de tomate que habíamos traído de San Francisco.
Varios miembros del equipo de producción llegaron y avisaron que Dermis tenía que salir de inmediato para llegar a Manila antes del toque de queda, porque tenía un vuelo a las seis de la mañana para Hamburgo. Ya llevaba tres días de retraso en su nueva película. Dennis estaba bastante borracho y no tenía ganas de marcharse. Francis le decía: «Dennis, escoge cualquier lugar del mundo y serás la estrella de la película que vaya filmar allí. Y te prometo que no pensaré en cómo será la película antes de que empecemos. Simplemente la haremos, muy rápido, en tres semanas, y será maravillosa. Escoge un lugar». Dennis decía: «Muy bien, muy bien, sí». Francis y yo teníamos curiosidad por escuchar el lugar exótico que iba a elegir. Al final, Dennis dijo: «San Francisco». Porque su mujer y sus hijos estaban allí, y también sus padres. Francis le respondió: «De acuerdo, allí es donde será la historia. Lo haremos». El chico de producción responsable de que Dennis llegara a Manila se estaba poniendo pálido. Le pedí a Francis que ayudara a Dermis a ponerse en marcha.
Al final, después de media hora de ruidos y de besos y abrazos y de parloteo, Dermis y Caterine subieron al coche y se marcharon.
Los que se habían reunido en casa empezaron a dispersarse cerca de una fiesta en el lago Caliraya en honor de un grupo de muchachas venidas en un intercambio de estudiantes de Estados Unidos. Parecían un educado grupo de
girl scouts
mayores del Medio Oeste. Los del equipo técnico parecían ansiosos por conocerlas. Francis fue también con ellos. Yo me dirigí a la cocina y me preparé algo de cenar, y a las once y media ya estaba en la cama leyendo. Me quedé dormida. Creo que Francis regresó cerca de las dos o las tres.
A la mañana siguiente, mientras compraba bananas en el puesto de enfrente de casa, las mujeres decían: «Qué fiesta anoche en su casa». Les confirmé que sí, que había sido un poco escandalosa. Pero ellas no hablaban del ruido, si, no de que estaban perplejas porque Francis había encendido la parrilla a la una de la madrugada para hacerse la cena. Cocinar en la parrilla en medio de la noche, después del toque de queda, parecía todo un acontecimiento. El casero también lo comentó.
10 de noviembre, Pagsanjan
Esta tarde estuve en la oficina de producción esperando a que llegara el correo. Me sentí un poco boba, como si no tuviera nada más que hacer que perder el tiempo así. Al final llegó el chófer desde Manila y una de las chicas de la oficina buscó mi correo en la caja antes de clasificarlo en los buzones del equipo. Tenía una carta de mi madre. Francis y yo recibimos una carta del marqués Gino Cacciapouti Di Giugliano y su esposa, invitándonos a la boda de su hija, la señorita Marisa Schiaparelli Berenson, con el señor James H. Randall. No los conozco. Creo que Francis conoció a Marisa. Francis ha recibido dos cartas del estudio de abogados Schiff, Hirsch y Schreiber, y un manuscrito de alguien a quien no conoce, escrito en uno de esos cuadernos negros con las páginas pintadas. Era una historia escrita a mano sobre dos perros que vivían en San Francisco, llamados
Francis y Ford
. Tenía la esperanza de recibir carta de Gio y Roman.
11 de noviembre, Pagsanjan
Anoche hubo uno de esas filmaciones nocturnas que me conmocionan. El simple recorrido del último tramo del camino, con todo el templo iluminado debajo, resultaba emocionante. Estaba asistiendo a una increíble representación teatral. Como cuando fui a ver
Aída
en las termas de Caracalla; tenía dieciocho años y estaba lejos, en el extranjero, por primera vez en mi vida. No sabía qué esperar, todo era posible, caballos de verdad o elefantes, cualquier cosa podía aparecer en el escenario. Y anoche me sentía igual. Caía una lluvia ligera, llevaba las botas puestas y caminé por el barro hasta donde Francis y Dean estaban hablando, frente al templo. Francis acababa de decidir que Willard tenía que salir de un cenagal, y unos veinticinco operarios habían empezado a cavar en una zona cubierta de agua. Tenía que estar listo en unas tres horas, con los arbustos y los cañizales y la hierba preparados para la primera toma. Dean estaba dirigiendo a su equipo para que colocaran las esculturas de madera del Festival de la Matanza del Carabao que iban a formar parte del fondo de la toma. Entre una cosa y la otra, Francis y Dean hablaban de una futura película en la que Dean montaría un set que sería una réplica exacta de una manzana de Nueva York, con el tráfico y la contaminación y todo, pero con la diferencia de que estaría en alguna parte de Arizona. Entonces Francis filmaría la película. Y el dinero recaudado se destinaría sólo a pagar para que la manzana de Nueva York permaneciera como escultura en Arizona. Algo así como lo opuesto a lo que hace Christo.
Dean tuvo que irse a hacer algo y Francis se puso a hablar sobre una de sus siguientes películas; me contó cómo había visto ya una serie de escenas en su mente. Fue interesante escuchado. Ya podía visualizar imágenes de la película. Decía que era como verla, como si ya existiera. Empecé a preguntarme si realmente las películas ya existen y todo lo que Francis hace es reconstruidas. Nos lo hemos preguntado sobre esta película. A principios de septiembre no tenía final, y ahora sí lo tiene. ¿De dónde surgió? Francis no lo escribió, fue algo que, de alguna manera, ocurrió día a día, y es totalmente distinto y mejor que cualquiera de los finales que estuvo escribiendo durante más de un año.
Hablamos sobre diversos temas. Nos encontrábamos allí, de pie en el barro, en medio del set. El guardaespaldas de Francis estaba a su espalda, sujetándonos el paraguas. Tenía la cabeza girada hacia un lado, para no estar mirándonos, pero oía todo lo que decíamos.
La toma de la noche tenía un largo
travelling
que recorría más de treinta y cinco metros por debajo de cuatro casas ifugao. Nosotros estábamos allí debajo, sentados junto al riel, con los pies metidos en estiércol de gallina o algo que olía muy mal. Alfredo decía algo en italiano; se reía de cómo el señor Coppola nos tenía allí metidos, trabajando en aquella mierda. Francis dijo: «Bueno, esto es la vida»; y Alfredo dijo: «No, esto no es la vida, esto es el cine. En la vida real yo tengo una casa muy agradable y que huele bien».
Todo el mundo estaba trabajando duro. Se respiraba una especie de excitación, como la primera noche en el puente de Do Long. No sé lo que era. Tal vez la iluminación de Vittorio y las danzas de los ifugaos, la lluvia y el barro y la mierda de gallina, las hogueras, las calaveras, las velas, el templo y los tótems de madera, los estandartes, los patos, los sacos de arena, los cocoteros, las metralletas, el parloteo por las radios y el chocolate caliente.
Para Francis fue una noche de buen trabajo. Para mí fue teatro, magnífico teatro.
13 de noviembre, Pagsanjan
Anoche fuimos al set, a una fiesta que celebraba Eva en honor de los ifugaos. Les preguntó qué deseaban y le respondieron «comida y helados norteamericanos». Donde viven, arriba, en las terrazas de arroz, no hay refrigeración.
La mayoría de los ifugaos acudieron ataviados a la manera occidental. Resultaba raro verlos vestidos con trajes en lugar de taparrabos. Yo llevaba la cámara e intentaba tomar fotos de ellos pasando por la mesa de la comida, con sus platos de cartón plateado, seleccionando su cena. Un viejo guerrero puso una cucharada sopera de helado encima de la ensalada de pepino.
Francis regaló a la tribu una cámara de 8 mm, película y un proyector. No sé lo que les explicó el intérprete sobre el regalo, pero rieron muchísimo. Después de la cena hubo cantos y danzas. A Sofía le gustaron las danzas y el sonido de los instrumentos de percusión. No quería marcharse, pero Francis quería volver a casa porque había prometido mostrarles a Dean y Alex una copia de
Busco mi destino
. Nos fuimos a casa, y ya nos estaban esperando. Nos pusimos a ver la película proyectada en un trozo de pared blanca que hacía las veces de pantalla. Había un lagarto que, atraído por la luz, estuvo reptando por la imagen un buen rato. En medio del segundo rollo se cortó la luz. Encendimos unas velas y nos sentamos a esperar. Francis se puso a cantar conocidas melodías de musicales, y al final acabó haciendo imitaciones de éxitos de los años cincuenta. Hizo un muy buen Nat King Cole cantando
Too Young
. Al final asumimos que el corte de luz iba a durar toda la noche. Acompañé a Dean y Alex hasta el coche. El pueblo estaba totalmente a oscuras. Soplaba una brisa fresca y no había humedad; el aire era fresco y cálido al mismo tiempo. Cuando volví a entrar en casa, Francis ya se había dormido. Abrí todas las ventanas del dormitorio. Era la primera noche que dormíamos sin el aire acondicionado.