Objetivo 4 (11 page)

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Authors: German Castro Caycedo

BOOK: Objetivo 4
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Martín Sombra tiene aún la concepción de un movimiento en armas que defendió al campesinado bajo unas ideas de igualdad, y entonces habla de historias que vivió a partir de la muerte del Tigre, su padre: Riochiquito, Marquetalia, Jacobo Arenas, Guayabero... El nacimiento de las FARC.

Luego califica las fortalezas y las debilidades estratégicas de cada cabecilla.

Sobre lo que él había percibido respecto del negocio de la droga, que no es mucho porque se marginó de él por tratarse de algo antirrevolucionario, repetía siempre:

—Narcotráfico es comerciar con los ideales.

Luego agregaba:

—Las FARC no son lo que fueron antes de la cocaína. Hoy a ellos ya no los motivan las causas revolucionarias.

Objetivo 2

Más que un bandido, aquel guerrillero fue todo un karma.

No. Fue la llaga más grande, represento la peor maldición con que cargo un sector de Antioquia —unos cuatrocientos kilómetros al noroccidente de Bogotá— cuando terminaba la primera década del siglo veintiuno.

Este hombre vivió años pisando el barro de la selva, y para algunos de los que recién lo conocían tenía una aparente veleidad de invertido porque se mandaba cortar y pintar las uñas con esmalte transparente, se podaba el cabello con una navaja, utilizaba desodorante, y según Marcela —una mujer prepago que venía del barrio acomodado de la capital de Antioquia—, "se echaba talcos de marca donde sabemos" antes de descargar su cuerpo sobre unas tablas y ejercer muy rápido, rapidísimo, su condición de macho.

—Luego volvía a bañarse las vergüenzas con agüita tibia —cuenta ella.

Sin embargo, once meses más tarde o algo así, se logró establecer que prácticamente todas las mujeres de su estructura pasaban por él, a pesar de que tenía una compañera permanente y cuando había embarazos mandaba llevar parteras para que practicaran abortos en el mismo campamento.

Marcela es una rubia de unos veintitrés años que estudió Administración de Empresas, pero por las leyes de la oferta y la demanda prefirió las camas de los tipos al manejo de otros bienes. Allí comenzó ganándose un dinero curioso, pero pronto halló el camino a la carta y se volvió una prepago.

Las cosas cambiaron, ahora se trataba de dos o tres millones de la época, a cambio de un buen rato en el elegante barrio El Poblado, o cinco o seis por un ratico en la selva, luego de recorrer kilómetros en bus, camión, mula y bote antes de llegar al escondite del Paisa, como le decían a aquel karma.

A él unos pocos lo habían oído mencionar cuando secuestro a Guillermo Gaviria, un gobernador de Antioquia, y a Gilberto Echeverri Mejía, ex ministro de Estado y su asesor de paz, y luego los sacrifico a balazos.

Pero los que realmente conocieron su pelambre fueron miles de seres a quienes extorsionaba a lo largo de municipios y veredas, gracias a que sus jefes lo habían alejado del alcance de la Policía de Colombia, pasándolo a algo así como a un tercer plano dentro de sus estructuras, y lo arroparon por varios frentes de guerrilla. En esa situación se movía sin descanso en una selva muy espesa y muy virgen.

ROBERTO (Oficial de Inteligencia)

El Paisa se convirtió en un objetivo de alta prioridad para el mismo Estado a partir del secuestro de los dos personajes durante una marcha por la no violencia.

Por trabajo de Inteligencia posterior, se estableció que él había sido el secuestrador de acuerdo con su área de influencia. A partir de allí se comenzó a mirar realmente quién era ese personaje dentro de la estructura guerrillera.

Un año después se materializaron las muertes de los secuestrados y de miembros de la Fuerza Pública, y este hombre fue determinado como un blanco importante dentro de la delincuencia.

A partir de allí pasaron algunos años en que estuvieron Ejército, Policía y Fuerza Aérea buscándolo, pero todas las operaciones resultaron fallidas pues la gente comenzó a verlo por todos lados y resultaba muy difícil empezar a valorar información porque los testigos decían que lo veían en Urrao un día, en Frontino otro —poblaciones en Antioquia—, o en Vigía del Fuerte, hacia el litoral del océano Pacífico.

Cuatro años después se comenzaron a tener informaciones un poco más concretas sobre su ubicación, pues había retomado las actividades de extorsión directamente y ningún comerciante, transportador o dueño de algún vehículo en el área se salvaba de sus exigencias.

Por ejemplo, él y su grupo manejaban un censo de los carros que transitaban por las vías de la región y debían pagar lo que la guerrilla llama "vacuna". Una vez entregaban el dinero, les daban un papel con la matrícula del carro, certificando que estaba al día en sus obligaciones.

En ese momento comenzamos nuevamente a enfocar esfuerzos en aquella zona, después de tres años de una información fraccionada y sin operaciones de éxito.

Como en buena parte de estos casos, el grupo de agentes de Inteligencia encabezado por un oficial partió de una pobre base de datos cuando llegaron a sus manos arrumes de documentos y de grabaciones con comunicaciones radiales en torno al objetivo, realizadas durante siete meses.

En el centro del grupo se movía Mariela, una analista que recibía la información y tejía con ella una telaraña compleja y extensa, con base en la cual sus superiores planificaban las jugadas en cada paso de una verdadera partida de ajedrez.

MARIELA (Analista)

Eran páginas y páginas de transcripciones de comunicaciones entre varios cabecillas y guerrilleros que se enlazaban con la operadora de radio de un tal Isaías Trujillo, cabecilla de un bloque guerrillero. Los bloques están formados por frentes.

Recuerdo que sólo un documento de aquellos contenía setecientas y tantas páginas, y este primer paso consistía en revisar todo y localizar dónde era mencionado el Paisa o dónde podían estar refiriéndose a él. Este hombre nunca hablaba por radio.

Aquel mes de enero, el Paisa ocupaba más o menos el tercer o cuarto lugar del frente guerrillero, pues le habían bajado el perfil para protegerlo, luego de la muerte de los dos personajes tras su secuestro.

Se nos hacía raro que él prácticamente no utilizaba la radio como lo hacía Pedro Baracutado, cabecilla del frente. Por tanto, si había comunicaciones del número uno y también del segundo, llamaba la atención que el objetivo no utilizara ese medio de forma personal. De todas maneras se notaba la protección que le tenían: había una restricción manifiesta en mencionarlo o en hacer alusión a él, y cuando lo tocaban, hablaban del Loco.

Quienes más se referían a él o hacían algún tipo de comentario eran Baracutado y Rubín Morro, alias Anderson, cabecilla de otro frente. Eso le daba forma a un triángulo geográfico que mostraba que ellos eran los encargados de protegerlo.

Inicialmente con ese cumulo de comunicaciones comenzamos a reconstruir una red de nombres, de apodos, de referencias, de ciertos lugares no muy precisos, no muy exactos, que, sin embargo, ya estaban mostrando un panorama, es cierto, muy vago y muy general sobre la situación, pero se trataba de un primer paso.

El segundo nos señalaba una extensa zona en torno a tres poblaciones en la que posiblemente se estaba moviendo y por lo tanto se trasladaron allá varias comisiones en plan de policías uniformados y solicitaron en los departamentos de Antioquia, Choco y Risaralda, al noroccidente de Bogotá, información sobre una estructura guerrillera denominada el Frente Treinta y Cuatro.

En Antioquia barrimos las poblaciones de Urrao, Frontino y Vigía del Fuerte.

En aquel recorrido se confirmaron una serie de hipótesis que fueron centrándonos aún más en tomo a unas coordenadas realmente muy amplias y logramos allegar diez archivos de voz obtenidos por radio y algunos por celular que tenían las seccionales de Inteligencia de cada departamento.

Así, la red crecía con nombres, lugares, fisonomías, fechas, historias, referencias, señalamientos, explicaciones... Escuchamos de forma repetida, por ejemplo, la voz de un tal Pedro. Había un archivo de la voz del Paisa, teníamos la de Anderson, la de Román Ruiz del Frente Dieciocho, la de Paola —la operadora de radio de Isaías Trujillo, el cabecilla del frente —bueno, pues comenzamos a tratar de que nuestra gente a cargo de las salas de trabajo tuviera esos materiales para cuando se diera un nuevo paso en los planes.

En ese punto, nos estábamos familiarizando con todo un mundo hasta ahora desconocido por nosotros.

De aquel recorrido también nos trajeron archivos de unas cien entrevistas con guerrilleros desmovilizados hechas durante medio año. Aquello significaba, desde luego, grandes cantidades de material, porque todo era físico: cintas, transcripciones, casetes.

Dentro de ese gran volumen se trataba especialmente de estudiar cuáles eran las más recientes, quiénes habían estado con el Paisa, dónde, por qué, cuándo, en busca de algo que nos pudiera señalar un sitio geográfico en el cual fuera posible ubicarlo de forma más o menos reciente.

A esa altura, completábamos entonces algo más de cuatro meses de trabajo y aún no sabíamos el sitio preciso por donde comenzar, pues las fuentes que consultábamos terminaban invariablemente hablando de las medidas de seguridad que había tomado el cabecilla después del secuestro y posterior asesinato del gobernador y del ex ministro de Estado.

De todas maneras, la red continuaba expandiéndose. Por ejemplo, obtuvimos cerca de mil fotografías de guerrilleros desmovilizados que habían pactado la paz, capturados, evadidos o lo que sea... Se hicieron álbumes con fotos de los que se conocían y de los que aún no estaban identificados.

Una técnica es que cuando se realizan nuevas entrevistas se llevan aquellos registros y uno comienza a enseñárselos a las fuentes de información y ellas van señalando a quién conocen y qué importancia tiene cada personaje.

Allí había una ventaja: en Antioquia, tal vez por las operaciones militares, se obtienen muchos archivos digitales de las columnas guerrilleras y existen millares de registros muy bien llevados y apoyados por magníficas bases de datos. Eso fue de una gran ayuda para nosotros.

Sin embargo, el balance de este último ejercicio fue realmente pobre para nosotros, pues la mayoría de la información de los desmovilizados hablaba del Frente Cincuenta y Siete y del Frente Dieciocho, que se encargan especialmente del narcotráfico. El Frente Cincuenta y Siete era algo importantísimo para ellos porque sacaba en ese momento la cocaína hacia Panamá, y a la vez entraba al país armas de contrabando.

No obstante, al quinto mes de actividades, continuábamos sin una información absoluta y concreta sobre la ubicación del objetivo: generalmente cuando un cabecilla comete un tipo de magnicidio o una gran matanza, los demás lo recogen; como que lo dejan por allí a la expectativa mientras baja la presión de la Fuerza Pública. Eso sucedió con él y muchos desmovilizados coincidieron en lo mismo.

Bueno. Llegó el sexto mes. Las informaciones conducían definitivamente al occidente de Antioquia en torno a una extensa área y por tanto en aquel junio se tomó la decisión de enviar otro tipo de agentes —comisiones a cubierto les decimos nosotros—, a las poblaciones de Urrao y Frontino y también a Vigía del Fuerte, aparentemente menos clave que las anteriores.

En Vigía del Fuerte fueron ubicados agentes vestidos con uniformes de policías corrientes y no se presentaron como miembros de Inteligencia. Llegaron allá con una orden de traslado y ni el comandante sabía cuál era su misión real.

En Medellín se ubicó otra que operaba a cubierta o a descubierta, según las estrategias, y tenía contactos con la Policía uniformada, con el comandante del departamento de Antioquia y con el de Medellín, la capital. Tenían acceso a información en archivos judiciales, penales, a las cárceles, al centro donde están los guerrilleros desmovilizados, hacían las verificaciones que fueran necesarias dentro de la ciudad, ubicaban gente.

Ellos no manejaban una fachada determinada, pero obviamente no iban uniformados y utilizaban sitios seguros para trabajar.

En Urrao surgió pronto alguna información importante acerca del Paisa, porque allí fueron localizadas muchas víctimas de la guerrilla, y luego del trabajo inicial comenzamos a saber que comerciantes estaban siendo más extorsionados.

La estrategia fue entonces ubicar allí a un par de agentes de Inteligencia que ingresaron como comerciantes en granos para buscar algún tipo de acercamiento con la gente del gremio, inicialmente con el propósito de que fueran extorsionados. Ellos se ubicaron en una casa-bodega para almacenar las mercancías que les llegaban cada semana en un camión desde Medellín. "Los socios" —esa era su fachada— se llamaron entonces Antonio y Fernando.

ROBERTO (Oficial de Inteligencia)

Una vez estudiamos las áreas de injerencia del Paisa, determinamos en qué puntos debíamos ubicar nuestras comisiones.

Primero fue Frontino, posteriormente Urrao, que nos generaba más información cuando empezamos a manejar las cosas. Se había hecho el cruce de señales de comunicaciones de radio, de presencia, de zonas, y eso determinó que la mayor importancia para nuestro trabajo la representaba Urrao.

Cuando la guerrilla utiliza radios, las señales marcan áreas muy extensas que, sin embargo, señalan la región en la cual están activos sus grupos. En aquel momento vimos la importancia de esta población, teniendo en cuenta la presencia del objetivo.

Cuando decidimos ubicar en cada poblado una comisión pensamos en la manera de entrar a mantenernos de forma permanente en los dos lugares. Los días de mercado en ambos son los domingos y buscamos algo que fuera común en la zona. Nuestros agentes llegaron primero a estudiar cómo era el movimiento en cada uno de aquellos días.

En el proceso de integrarlos y comenzar a entrar en el negocio se emplearon un poco más de dos meses, al cabo de los cuales vieron que la mayor necesidad de la región era arroz, arvejas, frijoles, cosas de esas; se inclinaron por ese tipo de negocio y empezaron a distribuirles granos a las tiendas y a los pequeños supermercados, y fueron asentándose en el lugar.

Finalmente ellos mismos resultaron extorsionados, pero no directamente por el Paisa. Les mandaron mensajes diciéndoles que tenían que entregarles una colaboración a las FARC, pero no lo hacía el cabecilla en persona.

En esa forma, poco a poco comenzamos a conocer cuáles eran los bandidos que cobraban y recogían los dineros para el Paisa. Urrao era el epicentro del chantaje —le dicen boleteo— como sucedía con todos los fenómenos de la zona, y allá se ubicaron Fernando y Antonio, nuestros comerciantes que se presentaban como socios.

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