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Authors: David Moody

Tags: #Terror

Odio (4 page)

BOOK: Odio
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—Entonces apaguemos la televisión —le digo a los dos. Ambos empiezan a gritarme, pero el ruido de mil demonios que arman queda ahogado por Lizzie, que les grita que desaparezcan de su vista a un volumen ensordecedor. Ed empuja a su hermana mientras salen. Ellis lo golpea en la espalda cuando pasa a su lado.

—Qué bien los has manejado —murmura Liz, sarcástica.

—Son unos cabroncetes —murmuro.

—Por eso ya tengo bastante —replica con brusquedad—. He tenido que soportar constantemente sus tonterías desde que han salido de la escuela y ya no lo aguanto más. ¿De acuerdo?

Sale de estampida de la cocina. No me preocupo en seguirla. Es inútil. No hay nada que pueda hacer o decir para mejorar la situación, de manera que tomo la decisión fácil y no hago ni digo nada.

VIERNES
II

—Me estaba mirando a mí.

—¡Piérdete! Me estaba mirando a mí. ¡Tú no le interesas!

Josie Stone y su mejor amiga, Shona Robertson, iban bajando por Sparrow Hill y cruzaban el parque cogidas del brazo, riendo mientras hablaban sobre Darren Francis, un chico dos cursos por delante de ellas con el que se habían cruzado delante de la casa de Shona.

—En cualquier caso —bromeó Josie—, todo el mundo sabe que Kevin Braithwaite está loco por tus huesos. Liga con Kevin y déjanos solos a Darren y a mí.

—¡¿Kevin Braithwaite?! —exclamó Shona—. Ni muerta dejaría que me vieran con él. Es más tu tipo.

—¡Calla!

Las dos amigas tropezaron y resbalaron por la amplia extensión de hierba. Riendo y cogidas del brazo intentaron mantener el equilibrio. Su velocidad se incrementó cuando siguieron bajando por la cuesta y llegaron al final de la bajada. Josie resbaló cuando corrían por en medio de un embarrado campo de fútbol. Shona la agarró instintivamente y consiguió levantarla antes de que cayese al suelo.

—¡Cuidado! —rió mientras se esforzaba por mantenerse en pie como un mal patinador.

Josie y Shona eran como hermanas. Se habían conocido en la escuela hacía tres años y, siendo ambas hijas únicas, muy pronto se habían vuelto inseparables. Pasaban la mayor parte de su tiempo libre juntas y a menudo dormían en casa de una o de la otra. El último verano Josie incluso había pasado dos semanas en España con Shona y su familia. Nada se podía interponer entre las dos, ni siquiera los chicos.

—He oído que Dayne rondó la casa de Phillipa anoche —dijo Shona, recordando de repente un chismorreo vital que había oído en el camino desde la escuela a casa—. Esa Phillipa es una golfa.

Josie dejó de andar.

Shona siguió adelante durante unos segundos, sin darse cuenta.

—Danni dijo que la vio con sus manos bajo...

Cuando se dio cuenta de que estaba sola se paró, se dio la vuelta y miró a su amiga.

—¿Qué pasa contigo? —preguntó. Josie no contestó—. Vamos, tía pedorra, las demás se habrán ido si no corremos.

Josie seguía sin moverse. Estaba allí, de pie, y miraba fijamente a Shona. Ésta, al no comprender la actitud de su amiga, se dio la vuelta y siguió andando hacia las tiendas y el grupo de chicas de la escuela con las que habían quedado.

De repente Josie echó a correr. Corrió directamente hacia Shona y la golpeó entre los omoplatos, haciendo que perdiera el equilibrio y cayera en la húmeda hierba. Shona intentó levantarse pero, antes de que pudiera hacerlo, Josie le dio una patada en el estómago. Shona rodó sobre su espalda y gimoteó de dolor.

—¿Qué demonios estás haciendo, hija de puta?

Josie no contestó. En su lugar se dejó caer de rodillas sobre el pecho desprotegido de Shona, haciendo que saliese hasta la última bocanada de aire de sus pulmones. Sorprendida y con los ojos muy abierto se quedó mirando la cara de Josie.

—¿Por qué lo has...? —empezó a decir. Josie no estaba escuchando. Cerca había una piedra medio enterrada entre la hierba y el barro. Los dedos de Josie se cerraron alrededor de sus bordes para sacarla del suelo. Jadeando por el esfuerzo levantó la pesada piedra, del tamaño de un ladrillo, y la alzó por encima de su cabeza.

—Josie, no... —suplicó Shona.

Agarrándola con las dos manos, Josie golpeó el pecho de su amiga con la piedra. Shona sintió cómo sus costillas se rompían y astillaban bajo la fuerza del impacto que no había podido impedir. Demasiado dolorida para gritar, Shona profirió un gruñido de agonía y contempló indefensa cómo Josie volvía a levantar la piedra y la golpeaba por segunda vez. La golpeó con una fuerza tan salvaje que una costilla rota le atravesó un pulmón. Su respiración se volvió errática y rasposa, después desesperadamente superficial y forzada. Su destrozada caja torácica empezó a agitarse con sacudidas y movimientos convulsivos mientras su cuerpo luchaba por seguir en funcionamiento.

Josie se inclinó sobre su moribunda amiga y la miró fijamente a la cara. Su rostro estaba blanco como el de un fantasma, manchado con salpicaduras de barro y gotas de sangre, que ahora salía a borbotones por las comisuras de su boca. Sus oscuros y aterrorizados ojos empezaron a volverse vidriosos y perdieron fijeza. Shona se dio cuenta de que Josie volvía a levantar la piedra. Pero nada más.

Sabía que su amiga estaba muerta, pero Josie debía estar segura. Dejó caer la piedra en su cara, rompiéndole el pómulo derecho y casi desencajándole la mandíbula. Exhausta por el esfuerzo se apartó del cuerpo y se quedó sentada sobre la húmeda hierba.

Josie se quedó mirando las crecientes sombras negras de la ciudad que se extendía a sus pies. Ahora no podía volver ahí. Tampoco podía ir a casa. No sabía adónde iba a ir o qué iba a hacer. Quizá simplemente se podía quedar en el parque y esperar que nadie viniese a mirar. Eso o debía aprovechar la situación y echar a correr.

No había tenido elección. Tenía que matar a Shona. No sentía culpa ni remordimientos por lo que había hecho, sólo alivio.

4

Hemos salido. Nos hemos podido escapar. Por primera vez en meses Lizzie y yo hemos podido salir de casa juntos sin ningún niño a remolque. No recuerdo la última vez que salimos juntos. El hecho de que estemos apretujados en una sala de conciertos pequeña, oscura y calurosa, junto con seis o setecientas personas más, no tiene importancia. El concierto no ha empezado todavía pero la música de ambiente está a un volumen ensordecedor y la iluminación prácticamente no existe. Casi no podemos hablar el uno con el otro.

—¿No te sientes raro? —me grita Liz. Se tiene que poner de puntillas para gritarme al oído.

—¿Por qué lo dices? —le pregunto a gritos.

—Por los niños. No me acostumbro. No dejo de mirar alrededor para ver si está alguno de ellos.

—Intenta disfrutar —le respondo—. ¿Cuánto tiempo ha pasado desde que salimos solos por última vez?

—Meses —chilla, intentado hacerse oír por encima del ruido. La conversación se acaba pronto. El esfuerzo de gritarnos el uno al otro ya ha conseguido que me duela la garganta y el concierto ni siquiera ha empezado. Miro el escenario mientras los técnicos y otros miembros del equipo comprueban las luces, el sonido y los instrumentos. ¿Cuánto tiempo van a necesitar para que esté todo listo? Parece como si hubieran estado preparando las cosas durante siglos, ya no debe faltar mucho. Algunos van dejando toallas y bebidas por el escenario, y colocan marcas con cinta adhesiva en el suelo.

Jesús, ¿qué ha sido eso? Algo me ha golpeado en un costado y estoy en el suelo antes de darme cuenta de qué ha pasado. Intento levantarme con rapidez, con el corazón golpeándome el pecho. Liz me coge por un brazo y me pone de pie. No quiero ningún problema esta noche. No me gustan las discusiones. Realmente no quiero problemas.

—Perdona, tío —me grita un fan sobreexcitado y medio borracho. Lleva dos copas medio vacías en las manos y por el brillo y su mirada desenfocada se ve que va cargado de drogas o de bebida, o de ambas. Estamos cerca de la mesa de control, y por la moqueta del suelo corre una protuberancia, los cables. Parece que este idiota ha tropezado con ella y ha salido volando. Murmura algo parecido a unas disculpas y se interna en la multitud.

—¿Estás bien? —pregunta Liz, limpiando las salpicaduras de bebida que me han manchado la camisa.

—Perfectamente —contesto de inmediato. Mi corazón sigue latiendo a diez veces su velocidad normal. Aliviado, acerco a Lizzie a mí y la abrazo. Tenerla cerca hace que me sienta seguro. No suele pasar que podamos estar tan cerca. Hay que pagar un precio por tener tres niños demasiado rápido en un piso tan pequeño. Es curioso que podamos estar en una sala de conciertos, con un millar de extraños, y que haya menos posibilidades de que nos interrumpan que en casa, con sólo tres niños.

Lizzie se gira y se vuelve a poner de puntillas para decirme algo.

—¿Crees que papá estará bien? —pregunta.

—¿Por qué no iba a estarlo? —le contesto a gritos.

—Me preocupa que piense que nos estamos aprovechando de él. Ya cuida a Josh casi todos los días y esta noche se ha ofrecido para estar con los tres. Es mucho trabajo. Se hace mayor y creo que empieza a estar harto.

—Lo está. Me lo ha dicho antes de salir.

—¿Qué te ha dicho?

¿Cuánto le debo contar? Harry y yo no nos tragamos pero, por Lizzie, intentamos llevar una relación civilizada. Esta noche no estaba nada contento pero sé que no querría que Lizzie se preocupase.

—No demasiado —contesto, encogiéndome de hombros—, sólo ha gruñido algo sobre que él ve más a los niños que yo. Un chiste malo sobre que Josh lo llama «papá» a él y no a mí.

—Quería tomarte el pelo. No le hagas caso.

—Siempre está intentando tomarme el pelo.

—Es la edad.

—Eso es una mala excusa.

—No le hagas caso —repite.

—No me importa —grito en respuesta, mintiendo e intentando respetar sus sentimientos. La verdad es que Harry está tocándome las narices en serio y me parece que vamos a acabar a puñetazos.

—¿Qué le has dicho?

—Sólo le he explicado lo agradecidos que estamos por lo que hace por nosotros y le he recordado que hace por lo menos cuatro meses desde la última vez que tú y yo salimos solos.

—Sólo está intentando que reacciones... —empieza a decir. Para de hablar y se gira con rapidez cuando las escasas luces se amortiguan de repente. La muchedumbre ruge cuando los miembros de la banda caminan en sombras y salen al escenario. Tras unos segundos de espera empieza la música y olvido a Harry y todo lo demás.

Ésta es la cuarta vez que voy a un concierto de The Men They Couldn't Hang
[1]
. Hace un par de años desde la última vez que los vi y es estupendo volverlos a ver. Había esperado esta noche desde que compré las entradas hace un par de meses. Nunca tengo suficiente del subidón de adrenalina que me da oír buena música tocada en directo y a todo volumen. Volver a escuchar estas canciones hace que me olvide del día a día, de todas las cosas con las que habitualmente pierdo el tiempo preocupándome. Mantengo a Lizzie muy cerca de mí. Mientras siga sonando la música no tengo nada que hacer, excepto escuchar, relajarme y disfrutar.

Seis o siete canciones ya —no estoy seguro del número— y la sala cobra vida. Está a rebosar y la atmósfera es electrizante. Swill toca las notas iniciales de uno de mis temas favoritos y lo reconozco al instante, mucho antes que el resto de la multitud. Siento que se me eriza el vello de la nuca y abrazo aún más a Lizzie. Ella sabe cuánto me gusta la canción.

Ahora han cogido realmente el tono y es como si siempre hubieran estado aquí. Escuchar de nuevo esta música me trae muchos recuerdos. Me acuerdo de la primera vez que oí esta canción en la radio, justo cuando acababa de sacarme el carnet de conducir. Me había comprado mi primer coche. Era un viejo cacharro que me costó más de asegurar que de comprar y yo y unos colegas habíamos ido a...

Swill ha dejado de tocar.

Qué raro. Estaba rasgando la guitarra y cantando, pero ha dejado de hacerlo. El resto de la banda ha seguido sin él. Parece como si hubiera olvidado dónde está y qué se supone que debería estar haciendo. Ha soltado la guitarra, que ahora cuelga de la correa alrededor de su cuello, balanceándose de lado a lado. Este tío se ha pasado los últimos cuarenta minutos tocando y cantando como si le fuera la vida en ello, pero ahora está ahí parado, totalmente quieto en el centro del escenario, la cabeza inclinada hacia abajo y mirando fijamente el micrófono delante de él. ¿Ha olvidado la letra? Maldita sea, hace siglos que está haciendo esto. No puede ser miedo escénico ni nada por el estilo. ¿Hay algún problema técnico? ¿Quizás está enfermo? El resto de los músicos continúa durante unos cuantos compases más. Una a uno el resto de la banda se da cuenta de que algo va mal. El guitarra solista ha parado y está mirando a Swill, intentando imaginar qué demonios está pasando. McGuire, el bajista, llega a un titubeante final para dejar que el batería dé unos vacíos y solitarios golpes más antes de parar también. Ahora Lizzie, yo, el resto de la banda y todo el público estamos mirando a la figura de Swill, que se balancea lenta, extrañamente, iluminado por los focos.

A la multitud no le gusta. Durante unos segundos se ha producido un silencio incómodo, pero ahora el público ha empezado a ponerse en contra. La gente está gritando insultos y se está empezando a oír lentas palmadas. No tengo ni idea de lo que ocurre. Pero me pone nervioso. Me gustaría que pasase algo...

Creo que está a punto de irse. Swill da unos pasos hacia atrás y se para. Ahora ha cogido su guitarra y la ha levantado por encima de la cabeza, de manera que ya no cuelga de su cuello. De nuevo se ha quedado quieto, mirando alrededor del escenario, indiferente a los silbidos y los gritos de los centenares de personas que lo están mirando y gritándole que siga adelante y que vuelva a tocar. Cush empieza a acercarse a él. Swill se mueve. De repente cobra vida e inesperadamente se gira hacia su izquierda. Agarrando la guitarra por el mástil, la vuelve a levantar por encima de su cabeza, como si fuera un arma. Se acerca a Simmonds, el guitarra solista, y lo golpea con el instrumento en toda la cabeza. Simmonds ha intentado levantar la mano para frenar el golpe pero el ataque ha sido tan rápido e inesperado que no ha podido defenderse. El impacto lo ha lanzado hacia atrás, contra la batería. Pero ése no es el final. Swill está sobre él y lo golpea una y otra vez con la guitarra. Maldita sea, lo está golpeando con tanta fuerza que el instrumento ha empezado a astillarse y romperse. No lo entiendo. ¿Quizás han tenido una discusión antes de subir al escenario o algo por el estilo? Este tipo siempre ha hecho bandera de que es un pacifista. ¡Míralo ahora! ¿Qué demonios ha hecho Simmonds para merecerse esto? Ahora McGuire está intentando separarlos...

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