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Authors: Jack Campbell

Tags: #Ciencia-Ficción

Osada (37 page)

BOOK: Osada
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Parecía que nadie estaba preparado para discutir aquello, todavía con la imagen de la
Paladín
en sus retinas, pero Armus, oficial al mando del acorazado
Coloso
, frunció el ceño mientras miraba el visor, dubitativo.

—Capitán Geary, la nueva fuerza síndica, la que nos supera en número, podría interceptarnos antes de que lleguemos al punto de salto de Ixion.

—Es verdad, al menos si mantenemos el mismo rumbo y la misma velocidad. Lo que vamos a hacer es intentar despistar a los síndicos para que no intenten interceptarnos. —Señaló hacia el visor—. Están a cinco horas luz de nosotros, por lo que no sabrán que nos dirigimos al punto de salto hasta dentro de otras cinco horas. Haremos algunas modificaciones en el camino que seguiremos hasta allí, lo suficiente como para confundirlos cuando intenten interceptarnos con horas de retraso.

Armus asintió a regañadientes.

—¿Y qué vamos a hacer si la nueva flotilla consigue alcanzarnos? Sobre todo si la flotilla síndica Bravo sigue intacta y preparada para abalanzarse sobre nosotros al mismo tiempo.

Todo el mundo miró a Geary, esperando su respuesta ante la peor situación posible. En realidad no podía ofrecer un plan detallado, no al menos sin saber cómo se posicionaría el enemigo, cuáles serían sus formaciones y un sinfín de detalles de los que dependía. Lo único que se le ocurrió decir fue:

—¿Que qué vamos a hacer? Luchar al máximo, y hacer que se arrepientan de habernos alcanzado.

Nadie dijo nada más, por lo que Geary asintió con la cabeza, educadamente.

—Eso es todo. Capitán Casia, capitán Duellos, quédense un momento, por favor.

Las imágenes de los demás oficiales se desvanecieron rápidamente, mientras Casia y Duellos se miraban con aspecto desafiante. Desjani también se quedó, pero se mantuvo fuera del alcance del software de conferencias para que Geary mantuviese la privacidad con el resto de oficiales. Rione se quedó sentada, observando.

—Capitán Casia —dijo Geary con tono serio—, mis condolencias por la pérdida de la nave
Paladín
, ya que formaba parte de su división. —Casia, que parecía desear acusarlo de ser el responsable de lo que le había sucedido a la nave, asintió bruscamente—. Eso es todo.

Duellos suspiró después de que Casia se hubiese marchado.

—Seguramente se están preguntando si deshacerse de una bala perdida como Midea vale una nave como la
Paladín
.

—Es lo más seguro. Lamento la pérdida de la
Afamada
.

—Gracias —Duellos sacudió la cabeza—. A veces todo depende de la suerte, buena o mala, ¿no? Me gustaba la
Afamada
, me gustaba su oficial al mando, y su tripulación. Pasará bastante tiempo antes de que deje de contemplar el visor esperando verlos en mi formación. —Suspiró—. Aunque la mayoría de la tripulación consiguió escapar, que ya es bastante. —Se despidió con un saludo militar—. Esperemos que las cosas no empeoren.

—Es por lo que estoy rezando ahora mismo.

Geary respondió con otro saludo militar, y Duellos desapareció.

Desjani volvió a acercarse a Geary en cuanto se desvaneció el oficial, y miró a Rione, que permanecía sentada, observando, con gesto de disculpa.

—Señor, me gustaría decir que... que sé lo duro que debió de ser para usted ver lo que le pasó a la
Afamada
. Después de lo de Grendel, quiero decir.

Geary asintió con la cabeza. Desjani se había percatado, claro.

—Sí. Me ha traído a la mente malos recuerdos. —Hizo una pausa, mientras estos volvían vívidamente a su cabeza. Para él, aquella batalla había tenido lugar hacía solo unos meses, aunque para Desjani, Rione y los demás hubiese sucedido hacía un siglo—. Tuve que dar esa misma orden; que el personal no esencial fuese evacuado en cápsulas de escape. Fue difícil hacerlo. Mi oficial ejecutivo no se marchó. Dijo que ella era esencial.

Podía verla todavía con facilidad, puesto que aquellos recuerdos, para él, eran recientes. Capitana de corbeta Decala. Era una buena oficial, que se negó a abandonar su puesto, manteniéndose firme con ojos llenos de determinación y tormento.

—Le dije que se marchase. Se lo ordené directamente, personalmente. Pero no lo hizo. —Suspiró profundamente al recordar, al volver a sentirlo—. Le dije que la Alianza la necesitaría, que necesitaría buenos oficiales para defenderse de los síndicos, para devolverles aquel ataque sorpresa. Le dije que su deber le obligaba a abandonar la nave. Al final lo hizo.

Desjani asintió con la cabeza, con expresión solemne.

—¿Sabe qué fue de ella?

—Sí. Hace un mes me decidí finalmente a buscar su nombre en el informe oficial de bajas. —Le costó un mundo. Casi no quería ni pensar en lo que habría sido de la capitana de corbeta Decala y del resto de su vieja tripulación que había sobrevivido—. Murió cinco años después de lo de Grendel, cuando su nave fue destruida durante un asalto de la Alianza a un sistema estelar síndico.

Hacía noventa y cinco años de eso. Mientras sucedía, Geary hibernaba a la deriva.

Desjani inclinó la cabeza.

—Mis condolencias, señor. Seguro que ahora descansa honorablemente con sus ancestros.

—Eso quiero pensar. —Geary se recompuso—. Gracias por preguntar, Tanya. Esta es una de esas cosas a las que antes o después tendré que enfrentarme.

Ella asintió con la cabeza de nuevo, se despidió y se marchó.

Entonces, Rione se levantó y caminó hasta Geary. Su expresión era inusualmente apagada.

—Hay cosas que nunca podré entender de verdad —dijo en voz baja.

—Hay recuerdos que nadie debería tener —respondió Geary—, pero así es la guerra.

Rione cerró los ojos durante un rato.

—Ahora tengo más recuerdos de ese tipo, así que sé a qué te refieres. Dime la verdad, John Geary, ¿crees todavía que la flota puede salir de este sistema estelar?

—No lo sé. Por mi honor que no lo sé, Victoria, pero tendremos que intentarlo.

Habían pasado siete días desde que habían llegado por el punto de salto a Lakota, hasta llegar a los alrededores del de Branwyn. En ese momento la flota de la Alianza estaba dando la vuelta, avanzando de nuevo a través de aquel sistema estelar. Geary los había orientado deliberadamente hacia el punto de salto de Seruta, y mantuvo esa velocidad durante una hora con la esperanza de que la nueva y grande flotilla síndica siguiese ese mismo rumbo. Luego volvió a dar la vuelta en dirección a las proximidades del punto de salto a Ixion.

Tal y como había temido, la formación síndica Bravo se había posicionado a veinte minutos luz de la zona de popa de la flota de la Alianza. Suficientemente cerca como para vigilarlos y abalanzarse si era necesario, y a la vez suficientemente lejos como para dar la vuelta y acelerar en dirección opuesta si las naves aliadas intentaban entablar combate.

Lo único bueno de la situación era que, por lo menos, estaba recuperando cierta potencia de artillería en lugar de tener que ir a poca velocidad sin mayor recompensa. Por fin habían reparado lo suficiente la
Guerrera
, la
Orión
y la
Majestuosa
como para tener una capacidad de combate adecuada para proteger las naves auxiliares si fuese necesario. Poner el destino de unas naves tan valiosas como las naves auxiliares en manos de acorazados con aquellos historiales suponía un acto de fe, pero la moral de sus tripulaciones necesitaba tanta o más atención que sus naves.

Al final del primer día estaba claro que la flotilla síndica Delta, la nueva y enorme fuerza de combate enemiga que había llegado a través de la puerta hipernética, iba tras la flota de la Alianza tan rápido como podía.

—Cero con quince velocidad luz —destacó Desjani—, y subiendo hasta casi cero con dos.

Normalmente aquello habría sido una buena noticia. A esa velocidad, la distorsión relativista provocaría con facilidad errores en los sensores que se encargan de analizar el exterior de las naves. Teniendo en cuenta la distancia que la flotilla Delta tenía que recorrer, un error mínimo podía marcar una gran diferencia. Desafortunadamente, en aquella ocasión la flotilla Bravo se mantenía detrás de la zona de popa de la flota de la Alianza, y a su misma velocidad, cero con uno c, de forma que podía informar con precisión a la flotilla Delta.

—Al final está claro que nos alcanzarán antes de que lleguemos al punto de salto de Ixion —dijo Desjani—. Es un trayecto bastante largo, pero van al máximo, y gozan del apoyo de la flotilla Bravo, que los informan a larga distancia sobre nuestra estrategia.

—Nos alcanzarán justo un par de horas antes de que lleguemos —comentó Geary. No tuvo que mencionar lo que ya sabían, que serían unas dos horas muy largas.

—Eso si todos seguimos al mismo ritmo, sin variación. En cuanto establezcamos combate con los síndicos que salgan del punto de salto de Ixion, estas predicciones valdrán para poco. —Se inclinó hacia atrás, y cerró los ojos durante un rato—. Señor, no es conveniente enfrentarnos a la flotilla Delta, aunque tampoco es que tengamos muchas otras opciones.

Eso era noticia, Desjani aconsejaba actuar con cautela.

—¿Eso cree? —dijo Geary, preguntándose cuál sería su razonamiento.

—No estamos en la mejor situación para enfrentarnos a una fuerza de ese tamaño —comenzó a explicarse Desjani—. Estoy segura de que usted ya se ha dado cuenta, pero a mí me ha costado. Si pudiésemos deshacernos de la flotilla Bravo antes de que la Delta nos intercepte, sería bastante distinto, pero a menos que la flotilla de Ixion aparezca en breve, no creo que podamos hacerlo.

—Pienso lo mismo.

—Lo sabía. —Desjani asintió con determinación, abrió los ojos, y lo miró—. Tenemos que enfrentarnos a esos síndicos imponiendo nuestras condiciones. Usted mismo lo ha dicho muchas veces. Ver lo que le sucedió a la
Paladín
hace un día... bueno, fue como si de repente viese más y más unidades de la flota de la Alianza hacer lo mismo, década tras década, abalanzándose con sus naves y sus tripulaciones hasta desaparecer. Quiero decir, es algo honorable y valeroso, pero no es que haya servido para demasiado, ¿verdad?

—No. —Geary hizo una mueca—. A veces lo más valeroso es evitar el combate.

—¿Aunque lo acusen de cobarde? —La expresión de Desjani se endureció—. Sí. Aunque últimamente me han acusado de otras cosas. Vamos a saltar a Ixion en cuanto podamos, ¿verdad, señor?

—Sí, si consigo llegar sin enfrentarme a la flotilla Delta, lo haré.

—Bien. —Después de sorprenderlo al mostrar aquel nuevo criterio de combate, Desjani sonrió—. Mataremos más síndicos en cuanto los tengamos en el lugar y en el momento adecuado.

Teniendo en cuenta cómo iban las cosas, las palabras que acababa de pronunciar tenían la virtud de ser ciertas además de simples.

—Exacto.

—¿Y qué pasa con Seruta? —preguntó Rione mientras miraba el sistema estelar en el camarote de Geary—. Si los esquivamos por ahí...

Geary negó con la cabeza, y ella dejó de hablar.

—El mayor problema de eso es que ese punto de salto está cerca de la flotilla síndica Delta. Nos interceptarían antes, y tendríamos que luchar durante más tiempo para llegar al punto de salto. —Observó la estrella—. Otro problema menor, pero también importante, es que no sabemos lo que los síndicos pueden tener allí. Por lo que dicen las guías estelares que conseguimos sobre Seruta, es un sistema bastante pobre y antiguo. No hay ningún planeta, solo nubes de asteroides orbitando alrededor de una enana roja moribunda, y tampoco hay metales interesantes en los asteroides. Lo único que los síndicos han tenido allí es una estación de emergencia, que abandonaron hace mucho tiempo. Podríamos encontrarnos alguna sorpresa desagradable, y sabemos que fuera de eso no vamos a toparnos con nada útil.

Rione se recostó frunciendo el ceño.

—¿Entonces vamos a seguir avanzando hacia el punto de salto de Ixion? ¿Incluso sabiendo que los síndicos nos alcanzarán antes de que lleguemos?

—Intentaré hacer algunas maniobras para que no nos alcancen tan rápido.

—¿Intentaré? —Rione sacudió la cabeza—. Qué poco esperanzador, John Geary. ¿Cómo hemos llegado a esta situación?

—Hemos tenido muy mala suerte. Si no hubiese aparecido la flotilla Delta, habría terminado con la Bravo, por lo que ya no sería una amenaza, y luego habríamos ido a Branwyn. —Geary observó las profundidades del visor estelar—. Y malas decisiones. Malas decisiones que yo he tomado. Fue cosa mía venir a Lakota, y al final ha sido una gran equivocación.

—¿Por qué?, ¿porque no sabías que ibas a tener muy mala suerte? —Rione se acomodó al lado de Geary y apoyó la cabeza sobre su hombro—. No debes culparte por ello. Y ya sabes que yo soy experta en eso de culparse.

—Se me hace raro que no estés machacándome por haber metido la pata y ser demasiado agresivo —dijo Geary.

—Ya te dije que no me gusta ser previsible.

Se incorporó y lanzó un gemido de exasperación.

—A lo mejor es que nuestro destino no es volver a casa. Quizá lo que hemos aprendido es demasiado peligroso.

—No voy a aceptarlo sin más.

—Bien. —Se puso en pie—. Tengo que hacer las paces con alguien, si es que soy capaz. Puede que no disponga de muchos más días para hacerlo.

¿Con Desjani?

—¿Con quién?

—Con mis antepasados. Nos vemos luego.

—¿Te importa si te acompaño?

Rione volvió a fruncir el ceño.

—No eres mi marido. No tienes derecho a estar allí conmigo.

—Lo sé. No me refería a acompañarte tan lejos. Yo también quiero hablar con mis antepasados.

Rione se relajó.

—A lo mejor tienen algún buen consejo.

—Y si no lo tienen, siempre te tengo a ti.

Ella puso los ojos en blanco durante un instante.

—Consejos me sobran. Ahora, que sean buenos ya es otra cosa.

—Me dijiste que venir a Lakota era una estupidez y una locura —comentó Geary—, y parece que tenías razón.

Aquello pareció sorprender un poco a Rione.

—Creo que lo que dije fue que tú eras un estúpido, y que Falco estaba loco. Venga, vamos. Que la tripulación vea a su héroe y a su amante obrando del modo correcto y piadoso. Luego, si mis antepasados no me han pulverizado, podemos volver y comparar lo que nos han dicho, ya sea en forma de aviso o de inspiración.

Geary se levantó, mientras reía ligeramente.

—Menuda gracia lo de basar operaciones militares en eso, ¿eh? Signos y augurios. Como si fuésemos ancestros esculcando las estrellas, preguntándonos dónde estamos.

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