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Authors: Eva P. Valencia

Otoño en Manhattan (44 page)

BOOK: Otoño en Manhattan
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Miró la palma de su mano y cogió el chicle para llevárselo
a la boca casi con desesperación.

Kenneth sonrió cruzando los brazos.

—Gracias.

—Chico, conozco esa mirada, estás tan enganchado como lo
estaba yo antes de diagnosticarme el cáncer. Desde entonces... tiro de esto
—abrió su boca para enseñárselo.

Gabriel sonrió solo a medias. Era escuchar la palabra
cáncer
y todos sus demonios revivían de nuevo en el interior de su cabeza.

—Pobre chaval... —le dio un codazo para que le prestara
atención—, presenciar la muerte de su padre debe ser lo peor de esta vida...

Él lo miró confuso.

—¿Han asesinado al padre de Scott?

—Sí. Se rumorea que ha sido un ajuste de cuentas... pero
por lo visto, no descartan otras opciones.

—¿Y Scott? ¿Qué ha sido de él?

—Hace poco más de una hora que los de asuntos sociales se
lo han llevado... Menudo futuro más incierto le espera al chaval: padre muerto
y abuelo chalado...

«
¡Joder!
»

«
Tendré que averiguar dónde se lo han llevado. Necesito
saber que estará bien...
»

De nuevo, sus ojos coincidieron en la distancia con los de
Noah, cuando ésta se giró.

—Kenneth ¿sabes por qué llevan tanto rato con a la vecina
del 7B?

Él asintió acercándose un poco más a Gabriel a modo de
confesión.

—Por lo visto ella es la que ha avisado a las autoridades.
Estaba en el pasillo justo cuando escuchó los disparos y los gritos.

«
¡Mierda, pobre Kelly!, lo que menos necesita en su vida
es presenciar más violencia gratuita
»

 

El agente Spencer Miller estaba concluyendo con el interrogatorio a
Noah. Anotó en su libreta la última frase y después la cerró.

—Bueno, creo que de momento con esto será suficiente
—guardó la pluma junto a la libreta—, solo faltará firmar la declaración, por
lo que debe presentarse hoy mismo en la comisaria.

Noah tras escuchar aquello, empezó a temblar y a palidecer
en cuestión de segundos.

«
Clive... para entonces ya me habrá encontrado... cuando
mi verdadero nombre sea introducido en la base de datos de la policía, hará
saltar todas las alarmas y sus detectives enseguida me echarán el guante y
darán conmigo... ¡si me encuentra, estoy muerta! ¡He de preparar las
maletas y largarme de aquí cuanto antes!
»

Notó que se ahogaba y que le faltaba el aire. Tragó ruidosamente
saliva al tiempo que se abanicaba con la mano.

—¿Le ocurre algo? —preguntó sujetando el liviano cuerpo de
Noah desplomándose ante sus ojos.

Gabriel que pudo ver la escena desde una posición
privilegiada, corrió a su encuentro.

—¡Atrás! —exclamó un nuevo agente interponiéndose a su
paso.

—Conozco a esa chica —dijo alargando la mano como si
quisiera llegar hasta ella—, es amiga mía.

—No se lo volveré a repetir... —le apartó con la mano.

Tratando de controlar sus impulsos, Gabriel dio unos pasos
atrás sin dejar de observar a Noah. Poco a poco ella empezó a recuperar la
consciencia, aunque seguía teniendo los azules ojos de Clive clavados como
puñales en su retina.

—Si ya se encuentra mejor puede irse.

Noah continuaba con la mirada perdida.

—Señorita Anderson... —le insistió al verla aún algo
dispersa—, no olvide que debe pasar por la comisaria para firmar su
declaración. Recuerde que usted es un
testigo directo
.

—¿Tendré que estar mucho tiempo allí?

—No más de una hora.

Noah, comenzó a pensar con rapidez.

«En ese caso dejaré las maletas preparadas y cogeré el
primer vuelo que tenga un asiento libre, ni siquiera me importa el destino»

No podía perder más tiempo, así que abrió la puerta de su
apartamento sin detenerse, al tiempo que escuchaba como alguien le pisaba los
talones.

—¡Kelly...! ¿Te encuentras bien? —preguntó Gabriel
cogiéndola del brazo antes de dejarla entrar.

—Sí, estoy bien... —respondió sin siquiera mirarle a la
cara.

Después, encendió la luz a tientas.

Seguía demasiado ofuscada porque lo único que le importaba
en aquellos momentos era desaparecer, huir de nuevo...

 

 

 

 

 

 

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Capítulo 65

 

Noah acudió a la comisaría acompañada de Gabriel para
formalizar su declaración en calidad de 
testigo directo
, por
el asesinato de Bryan Boewly, el padre de Scott.

Hacía más de cuatro horas que esperaban su turno con
impaciencia, el cual parecía no llegar nunca. Aunque no era de extrañar, a
vísperas de navidad, la aglomeración en los pasillos se hacía más que evidente,
dando la sensación de estar en el metro de Nueva York, en plena hora punta. No
existía un solo rincón en aquella pequeña comisaría en el que no hubiese algún
borracho, o alguna prostituta mezclándose con ciudadanos de a pie.  

Gabriel comprobó la hora en uno de los relojes de
sobremesa: Eran las 20:11.

Resopló con fuerza.

—A este paso nos vemos aquí comiendo las uvas y cantando
 
feliz 2014
 
—refunfuñó.

—Espero que no sea así... —añadió ella cruzando los brazos
bajo sus pechos.

Gabriel hizo un repaso general a la sala.

—Voy a buscar alguna cosa para beber, tengo la boca seca.
¿Te traigo algo?

—Agua, por favor.

Mientras Gabriel se dirigía a una de las máquinas
expendedoras, Noah aprovechó para acercarse a uno de los agentes que tenía más
próximo.

—Perdone —dijo apoyando las palmas sobre la mesa—. Llevamos
esperando cerca de cuatro horas y media para una simple firma...

—Mire a su alrededor. ¿Cree que los demás están haciendo
cola para ir al cine? —Dijo volviendo la vista al teclado—, ya le llamaremos
cuando sea su turno, mientras tanto, no moleste.

Noah se quedó muda tras su comentario.

«
Será grosero»

Enderezó la espalda y regresó al mismo sitio de antes, pero
este ya estaba ocupado por otras personas. No daba crédito, parecía estar
viviendo una pesadilla. Tenía que salir de allí cuanto antes... Si perdía más
tiempo, estaba convencida de que más pronto que tarde, Clive daría con ella.

Gabriel volvió al poco después con un par de latas de
CocaCola.

—Toma, solo quedaba esto. Las botellas de agua estaban
todas agotadas.

Apresuradamente y sin apenas mirarle, se colocó el anorak y
agarrándole del antebrazo, tiró de él hacia la calle. Extrañado, se soltó con
cuidado de su amarre pidiéndole una explicación:

—Kelly ¿qué coño te crees que estás haciendo? No pensarás
irte...

—Sí. Ya vendré en otro momento.

—No juegues con estas cosas. Eres testigo de un asesinato. No
es ninguna broma.

—Lo sé, pero no podía seguir allí por más tiempo.
Necesitaba salir y respirar aire fresco.

Gabriel entrecerró los ojos. Sus palabras y sus gestos no
eran muy convincentes.

—No me mires así.

—Te miro así porque no quiero que te metas en problemas.

«
Los problemas los tendré como no me lleves de una vez
por todas a mi apartamento, coja las maletas y me marche de Manhattan...»

—Gabriel... o me acompañas a casa... o me pillo un taxi...
—sonó a ultimátum.

Él reflexionó. Sabía que no podía obligarla a quedarse ni
tampoco iba a permitir que se marchara sola. Así que, por lo visto, no tenía
otra opción.

—Kelly, eres más terca que una mula... y que conste que te
voy a llevar a casa únicamente porque es nochebuena y te quedarías tirada en la
calle, al no encontrar un solo taxi libre en toda la ciudad.

 

Al volver al apartamento, Gabriel se dio cuenta de que
tenía una llamada perdida del Bellevue Hospital Center.  

—Pasaré por mi apartamento a ducharme, coger algo de ropa
limpia y calzado para llevarme a Baltimore.

Ella apartó la mirada.

Sin duda sabía que se trataba de una despedida. Jamás
volverían a verse. Nunca más sabría de la vida de Frank, ni la de él.

De nuevo buscó la mirada de Gabriel y éste vio el dolor
reflejado en sus ojos.

—Kelly, volveré... no te preocupes... estaré un tiempo con
Jessica porque me necesita más que nunca, pero te prometo que regresaré...

Y antes de que pudiera acabar de hablar, Noah dio unos
pasos al frente y poniéndose de puntillas, le abrazó con fuerza durante un buen
rato. Detestaba tener que huir constantemente pero lo que más le dañaba el
alma, era tener que desaparecer para siempre de la vida de ambos.

Al poco después, se despidieron y ella se quedó unos
instantes sumida en sus pensamientos antes de inspirar hondo y anclar la llave
en la cerradura.

La puerta se abrió y tras cerrarla, tanteó la pared
buscando el interruptor y el mundo por completo se detuvo a su alrededor.

Ante Noah, estaba Clive Wilson, esperándola sentado en una
de las butacas. Bebiendo un whisky doble sin hielo, con la corbata aflojada y
los puños de la camisa abiertos. Estaba poseído por una mirada totalmente
demencial, ida, perturbada...

Aunque se había quedado paralizada por el miedo, pudo ver
que llevaba puesto unos guantes negros de piel y sobre sus piernas yacía un
revólver del calibre 38.

El corazón se le detuvo varios segundos mientras
permanecieron mirándose en silencio.

 

Mientras tanto, Gabriel ya en el interior de su
apartamento, devolvió la llamada al centro de salud.

—Bellevue Hospital Center, dígame.

—Por favor, póngame con el Doctor Olivier Etmunt.

—El doctor está visitando en estos momentos.

Gabriel guardó silencio unos segundos, antes de añadir:

—Necesitaría hablar con él urgentemente.

—Veré que puedo hacer.

Aguardó pegado al teléfono notando como poco a poco el
corazón se aceleraba en el interior de su pecho. Se sentó en el sofá porque las
piernas le temblaban ligeramente.

«Vamos Olivier, dame el mejor regalo de navidad, confírmame
que soy compatible...y que Jessica vivirá...»

 

* * *

 

Clive se acabó el whisky de un solo trago y luego dejó el
vaso sobre la mesita.

—Feliz navidad Noah. ¿O mejor tendría que
llamarte Kelly?

Ella empezó a respirar con dificultad y todo su cuerpo a
temblar de forma desmedida. Y aún así, solo tenía un pensamiento en mente:

«
He de escapar de aquí como sea...»

Se dio la vuelta y cuando quiso coger el pomo para abrir la
puerta, Clive llamó su atención.

—¿Esa es forma de recibir a tu marido después de seis
largos y angustiosos meses?

Noah se quedó con la mano apretando el acero.

«No le escuches... ignórale... sal ahora... por lo que más
quieras...»

—¡¡Zorra!! —le gritó—. ¡¡Ni te muevas!! ¡¡O te juro por
Dios que correrás la misma suerte que tu puto chucho...!!

Clive lanzó a los pies de Noah el cuerpo sin vida de su
perrita Dana. Por lo visto le había partido el cuello con sus propias manos.

Noah miró al suelo y vio al animal, con la lengua fuera y
con los ojos salidos de sus órbitas. Se llevó las manos a la boca presa de la
desesperación. Sentía arcadas. Ese hombre era un verdadero sádico sin
escrúpulos y la viva imagen del demonio...

Cogió al animal entre sus brazos y lloró en silencio su
muerte.

—¡Maldito seas! —le gritó con todas sus fuerzas.

—Ehhh... —chasqueó la lengua—. Al parecer el aire
neoyorquino te ha soltado demasiado la lengua, habrá que poner remedio a eso...

Clive se levantó caminando lentamente hacia ella.

Tras darse cuenta de que él se acercaba, acechándola
peligrosamente, dejó de nuevo el cuerpo inerte en el suelo y trató de
abrir la cremallera de su bolso, necesitaba algo con urgencia de su interior.
Pero la cremallera se enganchó y al estirar con fuerza, se le escapó de las
manos y varios de los objetos cayeron precipitosamente, entre ellos lo que
buscaba, su inhalador.

Clive, prácticamente lo pilló al vuelo.

—Vaya... ¿has vuelto a fumar? Te dije que no lo hicieras
porque te provoca ataques de asma... ¡qué insensata... como siempre...!

—Por favor... lo necesito —alargó la mano en forma de
súplica— dámelo...

—Antes, tendrás que ganártelo...

Sin piedad, Clive empezó a agitar el inhalador y
luego lo apretó hasta dejarlo casi vacío.

Noah abrió mucho los ojos al tiempo que se llevaba la mano
al pecho. Empezaba a notar grandes dificultades para respirar. Se estaba
ahogando ante la mirada inquisidora y sin escrúpulos de su marido.

—Te lo imploro... —sollozó cayendo al suelo de rodillas—,
no-puedo-respir...

Noah quedó a cuatro patas, tratando de hacer llegar oxígeno
a sus pulmones, pero estos estaban demasiado cerrados.

Clive, soltó una sonora carcajada y agarrando el revólver
por el cañón, le golpeó en la cabeza con la culata abriéndole una brecha en la
coronilla. La sangre empezó a salir a borbotones y a manchar su ropa. Noah
estaba aturdida, semiinconsciente y tirada en el suelo.

—Quería que me la chuparas, pero ni siquiera sirves para
eso...

Le lanzó el inhalador contra su espalda y luego empezó a
lavar el vaso y las gotas de sangre que habían salpicado en el suelo. No quería
dejar huellas, así nadie podría sospechar que había estado allí... Sonrió con
descaro. La larga espera había merecido la pena. Por fin su plan empezaba a
tomar forma...

—Levántate. Vamos a dar un paseo —le dio unas pataditas con
la punta del pie—. ¡Vamos coño!

 

* * *

 

Mientras esperaba, Gabriel puso las manos libres y se abrió
una cerveza. De repente, le pareció escuchar como la puerta del apartamento de
Noah se cerraba de un golpe seco. Dejó la botella sobre la encimera y sacó la
cabeza para echar un vistazo. Doblando la esquina en dirección a las escaleras
vio un par de figuras desaparecer. Un hombre sujetaba del brazo a una mujer.

—¿Kelly? —preguntó arrugando el entrecejo extrañado.

La chica hizo ademán queriéndose girar pero el otro individuo
la sujetó aún con más ímpetu a la vez que la empujaba escaleras abajo.

—Camina... no te detengas... —le amenazó apuntando con el
arma a su vientre el cual tenía oculta en el interior del bolsillo de su
gabardina.

 

* * *

 

La voz del Doctor Etmunt le atrajo de nuevo, olvidándose
por completo de querer saber quién era aquella mujer.

—¿Gabriel Gómez?

—Sí. —Respondió apresuradamente entrando de nuevo en su
apartamento—. Le escucho...

—Las pruebas de histocompatibilidad han salido negativas,
es decir que...

—Que no soy compatible... —interrumpió Gabriel acabando su
frase—, no puedo creerlo...

El Doctor Etmunt percibió su decepción y su frustración al
otro lado del hilo telefónico.

—Gabriel, escúchame... Jessica sigue estando en la lista de
donantes, eso no va a cambiar, así que no todo está perdido... ten fe... por
favor.

—El tiempo se agota, Olivier. Todo el mundo sabe que los
donantes escasean —exhaló aire con fuerza—. Y empiezo a estar cansado de tener
fe... Lo único que sé es que temo despertarme cada mañana porque eso significa
que le queda un día menos de vida... Esa es mi realidad... y por consiguiente,
ese es el futuro de Jessica.

—Aunque parezca mentira, entiendo tu dolor. El cáncer es
una enfermedad larga y dolorosa. A diario muchos de mis pacientes fallecen sin
poderlo remediar... Muchas veces he estado a punto de tirar la toalla y dejar
la medicina, pero cuando esto me ocurre, busco los informes de aquellos
pacientes que sí
han sobrevivido y entonces consigo reunir las fuerzas
necesarias para continuar batallando contra la muerte, a sabiendas que de
antemano jugamos con desventaja —Olivier hizo una pausa para retomar aire y
luego añadió—: porque Gabriel... te aseguro que merece la pena... merece la
pena seguir intentándolo... lucha por ella...

BOOK: Otoño en Manhattan
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