Read Punto de ruptura Online

Authors: Matthew Stover

Punto de ruptura (41 page)

BOOK: Punto de ruptura
2.54Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

—Coge tu arma, Depa —dijo él—. Vamos a salvar a esos hombres.

Ella la cogió.

18
Procedimientos bélicos no convencionales

L
a milicia desembarcó en oleadas.

Antes de que se dispersara la columna de humo y polvo del último impacto de un ACOA contra la montaña, las fragatas sobrevolaron la jungla situada bajo el paso, soltando primero docenas y luego centenares de arpitropas: soldados aéreos equipados con retromochilas desechables que les permitieron bajar con rapidez hasta el suelo de la jungla. Se movieron por la selva en abanico, con olfateadores electrónicos que podían detectar determinados productos químicos presentes en la orina de los herbosos en concentraciones de unas pocas partes en cada mil millones. Localizaron con rapidez los cinco túneles principales que conducían al interior de la base partisana y marcaron cada uno con potentes radiofaros.

Los cañones láser de las fragatas arrasaron la cúpula de jungla y los árboles circundantes para crear una zona despejada en la boca de cada túnel. Ya se había empleado una técnica similar para crear, a un kilómetro de distancia, una zona en la que pudieran aterrizar los transportes de tropas, que esperaban en el aire dispuestos a desembarcar quinientos soldados cada uno antes de volver al embarcadero situado en las afueras de la ciudad de Oran Mas, cincuenta kilómetros al noroeste.

Cuando se marcaron los túneles de herbosos, ya había en tierra un mínimo de cuico mil regulares de la milicia marchando hacia la zona del conflicto.

Diez mil más les seguirían poco después.

La milicia empleaba armas que envidiaría hasta el Gran Ejército de la República, proporcionadas por los separatistas que, a su vez, estaban respaldados por la potencia financiera e industrial de la Federación de Comercio y de los gremios de fabricantes, y financiados con un generoso porcentaje del comercio de corteza de thyssel.

El equipo de combate estándar de la milicia regular de Haruun Kal incluía una carabina láser Merr-Sonn BC7 mediana con lanzagranadas opcional; seis granadas antitropas de fragmentación; el Devastador Merr-Sonn, reputado vibrocuchillo estilo trinchera para combate cuerpo a cuerpo: y la armadura personal de combate Opankro Graylite, de fibra de cerámica. Además, uno de cada seis soldados llevaba un lanzallamas de mochila, y cada pelotón de veinte hombres cargaba con el mortero experimental para dos operarios MM(X), también de Merr-Sonn.

Quince mil regulares. Treinta y cinco VTA (vehículos terrestres de asalto; es decir, rondadores de vapor modificados que incorporaban junto a los lanzallamas cañones químicos que disparaban obuses explosivos, y carlingas con rifles de cartuchos de repetición en los costados. Setenta y tres fragatas de asalto Turbotrueno Sienar.

Todo eso se dirigía a la caverna base del paso de Lorshan.

Los partisanos korun se enfrentaban a ello con apenas cuatrocientos hombres activos, dos tercios de los cuales eran hombres que se desplazaban heridos, y más de dos mil no combatientes, compuestos en su mayoría por ancianos y niños, iban armados con diversas variantes de rifles ligeros de cartuchos, muy pocas armas energéticas ligeras y medianas, un pequeño cargamento de granadas, dos lanzatorpedos de protones Krupx MiniMag que se disparaban desde el hombro, y un cañón pesado de repetición Merr-Sonn EWHB-10.

Los partisanos de Haruun Kal eran muy eficaces en operaciones de guerrilla, pero tenían menos éxito en las acciones convencionales. De hecho, la milicia los había aplastado en todos los enfrentamientos convencionales en que habían intervenido. Por tanto, era comprensible que esperasen encontrar en el paso de Lorshan no sólo el triunfo, sino acabar de forma definitiva con la resistencia korun.

***

La mayoría de los regulares de la milicia no llegaría a combatir en el paso de Lorshan. Mientras todavía establecían posiciones en la boca de los túneles de acceso, antes de que llegasen a disparar o lanzar una sola granada, el suelo tembló, la montaña rugió y potentes chorros de tierra y humo brotaron de cuatro de los túneles.

Los exploradores, los pocos hombres valientes que se internaron precavidamente en la oscuridad, descubrieron que los túneles habían quedado cegados por incontables toneladas de roca. Esto dejó a la desconcertada milicia con muy poco que hacer, aparte de abrir sus paquetes de raciones y procurar relajarse, mientras se turnaban para examinar con simples binoculares la montaña que se alzaba sobre ellos, buscando señales de actividad partisana.

Sólo un túnel permaneció abierto. Los regulares en la boca de ese túnel tuvieron una experiencia en combate algo diferente.

La detonación de las granadas de protones en los otros túneles fue considerada una oportunidad por el comandante de esa unidad de milicianos. El túnel ante el que se hallaban sus hombres estaba intacto, lo que le hizo suponer que los explosivos empleados para volarlo no habían funcionado o no se habían activado. Ordenó que se adelantaran los morteros y lanzó al túnel varias granadas de gas cargadas con el agente nervioso Tisyn C.

Sus hombres primero se sorprendieron; y luego, cuando esas mismas granadas salieron de vuelta de la boca del túnel y aterrizaron entre sus propias posiciones, se sobresaltaron. El Tisyn C es más pesado que el aire, y por mucho que la armadura de combate Opanko Graylite estuviera diseñada para protegerlos de la exposición al gas, ninguno de los regulares deseaba probar esa capacidad de su traje con un agente nervioso conocido por producir convulsiones, demencia, un fallo respiratorio por parálisis y finalmente la muerte. Mientras la nube blanca entraba en sus improvisadas posiciones, la milicia salía corriendo de ellas.

Y cuando se encontraron en terreno despejado, más preocupados por lo que tenían encima que por lo que podía suceder a continuación, fue cuando les alcanzó la estampida de herbosos.

Los herbosos no están criados para la lucha. De hecho, es al contrario, ya que los korunnai llevan setecientas generaciones criándolos para que sean dóciles, fácilmente manejables y obedientes a las órdenes de sus pastores humanos y sus perros guardianes akk. Y también para que crezcan grandes y gordos, y así proporcionen mucha leche, carne y piel.

Por otro lado, un herboso macho adulto puede llegar a tener una masa de una tonelada métrica y media. Las extremidades con capacidad de agarre, que son las delanteras y las medias, son lo bastante fuertes como para desarraigar árboles pequeños. Una de las golosinas favoritas de los herbosos son las espinas de latonbejuco, cuya dureza se acerca a la del duracero. Se ha sabido de herbosos aburridos que se entretienen arrancando trozos de blindaje de los rondadores de vapor.

Y setecientas generaciones tampoco son un periodo tan largo dentro de la escala evolutiva.

Esos herbosos machos llevaban semanas encerrados en habitáculos reducidos, sometidos a un estrés constante y viviendo en constante peligro de ser atacados por sus semejantes. En el día de hoy habían soportado un bombardeo demoledor que estaba por completo más allá de su comprensión. El suceso más parecido para el que les había preparado su instinto era una erupción volcánica. La reacción instintiva de un herboso ante una erupción es de pánico ciego.

Una inundación de herbosos salió aullando y bufando desde la boca del túnel. Los regulares descubrieron que un rifle láser tiene una utilidad muy limitada contra un monstruo de mil quinientos kilos enloquecido por una sobredosis de hormonas de estrés. También descubrieron que extremidades lo bastante poderosas como para desarraigar árboles pequeños son fácilmente capaces de arrancar la pierna a un hombre, y que mandíbulas que pueden mellar el blindaje de un rondador de un solo bocado podían convertir la cabeza de un hombre en una masa sanguinolenta, en la cual resultara imposible distinguir los fragmentos del casco y los del cráneo.

Los regulares tuvieron mejor suerte con sus granadas de fragmentación con propulsión a chorro. Una de esas granadas, disparada a quemarropa, podía penetrar en el torso de un herboso, y la detonación en su interior podía convertirlo en una masa desgarrada. Los cinco VTA de que disponía la milicia —cuyos rifles no podían desplazarse con la rapidez necesaria para acertar a los saltarines, ágiles y veloces herbosos, pero sí escupir una descarga continuada de sus repetidores de cartuchos de alta velocidad, suficiente para pararlos en seco— podían haberles permitido sobrevivir a la estampida, provocando sólo un número aceptable de bajas.

Podían, claro está, de no aparecer varias docenas de perros akk siguiendo a los herbosos.

Allí donde los herbosos se habían movido por el pánico, actuando de forma imprecisa, buscando sólo sobrevivir y escapar, los perros akk saltaban como los depredadores en manada que eran: organizados, inteligentes y letales. Saltaron entre los milicianos, desgarrando hombres con sus dientes y partiéndolos en dos con barridos de la cola. Sus agudos sentidos les decían al momento si un hombre derribado estaba incapacitado o si sólo fingía. Los soldados que simulaban estar muertos dejaban pronto de simular.

Los repetidores de cartuchos de los VTA eran inútiles contra la piel blindada de los akk, y los rifles de las torretas eran menos útiles contra las ágiles bestias que contra los torpes herbosos. La infantería no tenía nada que pudiese siquiera arañados, y empezó a dispersarse, despenando los instintos de rebaño de akk. Los animales saltaron por encima de los hombres y destrozaron a sus jefes, obligando a los demás a retirarse desordenadamente hacia la zona de guerra en la boca del túnel.

El comandante de esa unidad de milicianos había visto, desde su puesto en la torreta de un VTA, que su sueño de victoria se convertía en una masacre de pesadilla en menos de dos minutos, e hizo lo único que podía hacer.

Solicitó apoyo aéreo.

Las fragatas desplazadas al paso de Lorshan seguían ocupadas transportando tropas desde el punto de embarque de Oran Mas. Cuando recibieron la llamada del comandante de la unidad ya había un tercio de las naves en dirección al paso. La Turbotrueno Sienar no es una nave rápida, ya que apenas alcanza más de la mitad de la velocidad del sonido en un vuelo en barrena, pero, pocos segundos después, el cielo sobre el paso se rasgaba con el chasquido de dos docenas de explosiones sónicas. Las fragatas redujeron velocidad, frenando y empleando los motores repulsores como retrocohetes. Sus compuertas se abrieron, vomitando veinte arpisoldados en un solo eructo, para después elevarse y dar una pasada sobre el campo de batalla, escupiendo misiles con las baterías delanteras.

Los misiles asolaron el campo de batalla de forma indiscriminada, aplastando a los akk, pero también destrozando a los soldados. La única defensa de los akk frente a los misiles era una acción evasiva, por lo que se dispersaron entre los árboles. Viendo en esto una oportunidad para un golpe de efecto, el comandante de la unidad ordenó una carga con los cinco VTA. Entrarían en el túnel con el suyo en cabeza, aplastando herbosos y echando a un lado los perros akk. Consideró que, al ir más blindado que las fragatas, tenía poco que temer, un sentimiento que debió de lamentar menos de un segundo después, cuando un par de torpedos de protones brotaron de la boca del túnel y redujeron a chatarra su VTA.

Ese fue el momento elegido por los partisanos para desplazar, finalmente, su única pieza de artillería móvil; doce toneladas métricas de ankkox salieron pesadamente de la boca del túnel.

El conductor que iba en su cabeza acorazada era un korun alto como un wookiee, con hombros como los de un rancor y dos lágrimas de ultracromo sujetas a los antebrazos.

El korun hizo un gesto, y la retorcida pila de humeante chatarra que había sido el VTA del comandante de la unidad chirrió al quedar aplastada bajo las gigantescas patas del ankkox. Movió un brazo, y la cola de maza del animal se desplazó borrosa en el aire, golpeando la torreta del siguiente VTA y haciéndola girar, de modo que su disparo a quemarropa acabó detonando contra el blindaje del vehículo que tenía detrás.

Dos parejas de korunnai, casi tan grandes como el que montaba el ankkox y armadas de forma similar, se agazapaban sobre los flancos curvados de la concha dorsal de la bestia. Un miembro de cada pareja cargaba con la enorme unidad de hombro de un lanzatorpedos de protones, mientras el otro se ocupaba del suministro de tubos desechables. Tenían cuatro cada uno, y ningún interés en conservarlos. Un torpedo tras otro brotó de los lanzadores; primero para destruir los VTA que quedaban, y después para curvarse hacia arriba y derribar a las fragatas del cielo.

Unos pocos soldados heroicos de la milicia intentaron acercarse al ankkox lo bastante como para atacar a los guardias akk con armas pequeñas, pero se vieron arrojados por los aires con el pecho aplastado por la cegadora eficiencia de los vertiginosos golpes de la cola de maza del ankkox.

Un pesado cañón láser de repetición había sido atornillado a la coraza, en lo alto de la concha dorsal del ankkox, allí donde antes estuvo una howdah de lamma pulido. Su generador energético, atendido por un joven varón korun de intensos ojos azules y sonrisa de loco, rugía en una continua canción de destrucción, rociando el campo de batalla con rayos de partículas de alta energía.

El artillero de esa arma era una chica korun de piel pálida y deslumbrante cabello rojo, cuya conexión con el arma era tal que podía disparar con los ojos cerrados, martilleando las cabinas y torretas de cañones de las fragatas sin fallar, incluso las que hacían chirriantes pasadas a velocidad supersónica. Los misiles de impacto que surcaban el cielo se encontraban, a decenas de metros de distancia, con una cortina de descargas láser. Ni uno sólo consiguió pasar.

Y las fragatas tampoco podían concentrar su fuego en ella y aplastarla en un duelo de disparos láser, pues no sólo la totalidad de sus disparos daba de lleno en las naves, alterándoles la puntería, sino que estaba defendida por un hombre korun y una mujer Chalactan que manejaban hojas de energía, Jedi como si hubieran nacido con ellas en la mano.

Dos fragatas que intentaron atacarles cayeron envueltas en llamas.

Otras se alejaban, apartándose para refugiarse tras la montaña. Un instante después, tres fragatas en formación aparecieron por la ladera de la montaña, pero empleando los repulsores para reducir su caída hasta una velocidad no muy superior a la que podría correr un hombre. Compuertas ventrales se retrajeron, y los lanzallamas Fuego Solar montados en su vientre salieron a la luz.

BOOK: Punto de ruptura
2.54Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Other books

Cathy Hopkins - [Mates, Dates 01] by Mates, Dates, Inflatable Bras (Html)
A Rose Before Dying by Amy Corwin
Just Like Fate by Cat Patrick, Suzanne Young
The Swan Maiden by Heather Tomlinson
Good Grief by Lolly Winston