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Authors: Francisco Pérez Abellán

Tags: #Ensayo, #Intriga, #Policiaco

¿Quién es el asesino? (21 page)

BOOK: ¿Quién es el asesino?
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¿Recibió Pedro su castigo?

Desde luego, aunque no esperó a la justicia de los hombres. Una vez cometido su crimen, el galán despechado buscó su escopeta de caza y se dio muerte de un tiro en la cabeza. El tercer personaje de esta historia,
Honorio,
que no es su nombre real, en contra de lo que se había prometido a sí mismo, volvió a ser abandonado por una mujer aunque bien es cierto que, en esta ocasión, ella no lo hizo por su voluntad.

El peso del pasado

J
osé, un hombre de 65 años, notaba como una losa el peso de su pasado. Había salido huyendo de su casa, abandonando a su mujer y a sus hijos, y refugiándose en el anonimato, lejos de su tierra. Hacía ya 16 años de eso. Su decisión le había llevado a correr el albur de una existencia difícil en la que no había tenido otro remedio que permutar la cómoda posición de dueño de una más que regular hacienda por sobrevivir gracias a trabajos ocasionales. Pasaba temporadas enteras mantenido por la caridad de sus vecinos, refugiándose en domicilios particulares donde le daban acogida, o logrando que le dejaran pernoctar en edificios en construcción a cambio de ahuyentar a los rateros. Últimamente, sin embargo, había tenido suerte porque tenía una residencia fija en una fábrica de tejas donde cumplía pequeños encargos y le dejaban dormir a cambio de que guardara la propiedad por las noches. Además hacía sólo unos días que le habían caído 50 duros, de los de entonces, en la lotería, y hacía sólo unas horas que había cobrado otros 50 duros por su trabajo en el tejar. Se sentía pues un hombre afortunado, que en este mismo momento marchaba de retirada a acostarse después de haber celebrado tanta suerte en la jornada de un sábado intenso. Ahora, en las primeras horas del domingo, bordeaba la construcción imponente del manicomio, entre dos popularísimas barriadas, atravesando los terrenos propiedad de la institución psiquiátrica donde hay sembrados de avena y algunos frutos para el consumo de los enfermos. Estos campos cierran por un lado la carretera y por el otro dan a una barriada habitada por gente muy modesta. El anciano José camina atravesando por el centro de los terrenos, arrimándose a unos olivos viejísimos cerca de una casilla de ladrillos rojos medio derruida, que en otros tiempos estuvo ocupada por un guarda que impedía el paso de intrusos a los sembrados. Pero la casilla hacía ya mucho que no se utilizaba. En uno de sus muros había un enorme boquete y la puerta carecía de cerradura. José estaba a unos diez o doce metros de la pequeña construcción cuando alguien le atacó por detrás golpeándole brutalmente con una piedra. Una vez en el suelo, siguió propinándole golpes hasta ver que no se movía. Comprobó que estaba muerto antes de arrastrarle por los pies dejando un reguero sanguinolento hasta el interior de la casilla, donde abandonó el cadáver. Un hombre de misterioso pasado había muerto asesinado, pero ¿quién lo había matado? ¿Por qué le habían quitado la vida?

Sospechosos

• Pedro,
un enfermo mental que era atendido en el manicomio junto al que fue asesinado José. Vivía con su familia, pero tenía una dependencia muy importante del centro médico en el cual le atendían, por lo que siempre que se escapaba utilizaba los alrededores del manicomio para ocultarse.
Pedro
era un enfermo violento y agresivo cuando sufría grandes crisis de su enfermedad.

• Eugenio,
un ratero conocido de la víctima, con el que coincidía en los bares de la localidad que frecuentaban. Tenía antecedentes policiales por varios hurtos. Aquella misma tarde-noche habían estado jugando al dominó con otros dos jugadores, un compañero de trabajo en el tejar y otro jornalero; todos ellos, en un principio, sospechosos para la policía.

• Antonio,
un individuo procedente del palpitante pasado de la víctima con quien tenía cuentas pendientes, que había conseguido localizarle después de múltiples gestiones durante muchos años que faltaba del hogar.
Antonio
y José habían tenido un encuentro, terminado en agria discusión.

Pistas


La víctima era un hombre mayor considerado como bondadoso e inofensivo en los lugares que frecuentaba. En varios establecimientos de bebidas solían acogerle y darle comida. Vestía ropas muy humildes, casi andrajos.


Nadie sabía que en otro tiempo José fue propietario de una hacienda de regular importancia y vivía con su esposa y cinco hijos. Un mal día salió huyendo, abandonándolo todo, viéndose obligado a una existencia nómada, sin domicilio ni ingresos fijos.


El cuerpo fue descubierto por unos cazadores que iban en busca de gorriones y estorninos. Tenía puestas unas sandalias muy usadas de suela de neumático, con cintas negras, y se cubría con una zamarra rota por varios sitios. A simple vista se le apreciaban anchas heridas en la cabeza y cara, seguramente producidas por tres o cuatro piedras y pedazos grandes de ladrillos que dentro y fuera de la casilla aparecían manchados de sangre.


Según el informe forense, el cuerpo tenía nueve heridas contusas con fractura de cráneo y de los huesos de la nariz, frente y maxilares, algunas de ellas con proyección de masa encefálica, mortales de necesidad.


Las ropas de la víctima parecían haber sido registradas ya que se encontró uno de los bolsillos vuelto. Pero, a pesar de eso, en el pantalón fue hallada una importante cantidad de dinero que un supuesto ladrón no habría abandonado de buena gana: cerca de treinta pesetas en monedas.


Sin embargo, no se le encontraron al fallecido ni documentos de identidad, ni papeles que acreditaran su domicilio, nombre u oficio. Si era verdad que guardaba algún secreto inconfesable entre sus ropas dentro de un hatillo, había desaparecido.

Más sobre los sospechosos

• Pedro,
el enfermo mental, se había fugado aquella tarde de su casa pudiendo encontrarse en los alrededores del manicomio como era su costumbre. No era normal que atacara a la gente, pero sí podía reaccionar de forma violenta si se veía amenazado, por ejemplo, en el caso de que creyera que iban a sacarle del lugar en el que se hallaba oculto.

• Eugenio,
el ladrón, había estado con la víctima tomando «calenticos», esto es, coñac caliente con azúcar y limón, hasta altas horas de la noche, y se despidieron, según él, poco antes de que se produjera el crimen.

• Antonio,
el tercer sospechoso, el «viajero del tiempo», el hombre que se presentaba de nuevo a José procedente de un pasado que quería olvidar, había insistido mucho en aclarar las cosas.
Antonio
había acabado por pronosticarle grandes peligros si no se avenía a razones.

Solución del enigma

Este crimen tuvo lugar el 19 de noviembre de 1961, entre las barriadas barcelonesas de Horta y Valldaura, junto al Manicomio de San Andrés, aproximadamente a las tres y media de la madrugada. La víctima fue José García García, de 65 años, natural de Calasparra, Murcia, de oficio jornalero, y que llevaba en la zona más de 15 años, después de haber abandonado inexplicablemente su hogar, su mujer y sus cinco hijos. Según la investigación policial, el asesino resultó ser
Eugenio Ramírez Espinosa,
de 31 años, que había pasado la noche jugando al dominó con la víctima y fue la última persona que le acompañó, atacándole en el descampado junto al manicomio. El móvil fue el robo.

Consiguió apoderarse de 462 pesetas, dejándole en los bolsillos del pantalón cerca de 30 pesetas para despistar.

¿Y qué ocultaba la víctima en su pasado?

José García era dueño en su tierra de una hacienda de la que vivía sobradamente con su mujer y sus cinco hijos. Pero 15 años antes del crimen, se dio a la bebida y al juego, abandonando sus negocios. Por este motivo, surgieron graves desavenencias con su esposa que provocaron que un día, sin avisar, José García se marchara a Barcelona a vivir su vida, renunciando a todo lo que tenía. De hecho, el extraño personaje surgido de su pasado, que había conseguido localizarle, no era otro que su hijo menor, Antonio, quien en su desesperación, llevado por su cariño filial, le rogó y llegó a amenazar a José sin conseguir que accediera a regresar a la casa, sucediendo finalmente la desgracia que toda la familia había temido.

La zozobra de Cecilia

C
ecilia está de espaldas a la puerta. Es una mujer joven, casada, con una hija de corta edad. Su marido está trabajando en Alemania. Lleva allí muchos meses. Gracias a que vive con su hermana mayor, soltera, y al dinero que le envía su esposo, mantiene un aceptable nivel de vida. Se casó enamorada, pero ahora piensa que con el tiempo y la distancia a veces le cuesta recordar los rasgos del rostro de su marido. Cuando piensa en él, su pulso se altera como cuando se conocieron, pero también siente cierto miedo de que sus sentimientos se hayan apagado, la vida no debería separar a los matrimonios jóvenes porque el amor es un sentimiento frágil. O al menos eso piensa ella, que a veces se ha sentido sola, desamparada, como una viuda, sujeta a peligros y tentaciones. Una mujer guapa como ella y recién casada necesita la compañía de su hombre más que la de ninguna otra persona. Su madre y su hermana velan por Cecilia, pero sólo ella puede vigilar las zozobras de su propio corazón. En este tiempo de separación que se ha hecho inusitadamente largo ha sufrido el acoso de otros hombres, de amigos que frecuentan a su madre y a su hermana, mujeres sin compromiso, activas y sociables, que le han quitado muchas veces la melancolía, pero que la han empujado a la confusión. Cecilia ha tenido que superar sus caídas de ánimo y violentarse para llevar una vida normal, sin apartar a su marido de su corazón, pero sin despreciar la compañía de otros hombres que a veces parecía como si sus parientes se los metieran por los ojos. Por eso se alegra de que su esposo la haya llamado a su lado. Hace sólo unos días que ha recibido una carta para que se reúna con él en Alemanía. Cecilia ha empezado a cortar las amarras que la unían a la rutina de la vida familiar, dispuesta a enfrentarse al reto de romper con lo que hasta entonces había sido su universo, tentaciones y propuestas de amoríos prohibidos incluidas, para marcharse a una nueva existencia que pensaba más limpia y plena que la que estaba llevando, llena de angustia y decisiones clandestinas y provisionales.

Había llegado el momento de reunir el dinero que su marido le enviaba y que ella guardaba en casa para iniciar el viaje. Sonrió pensando que cuando volviera a ver a su esposo no sería capaz de reconocerlo porque ni siquiera se acordaba de su cara, justo en el preciso instante en el que sintió sobre la nuca una corriente de aire. Y poco después, un objeto punzante se abría camino en su costado derecho. Alguien que venía a arrebatarle la vida la atacaba por detrás. Le dio tiempo a volverse y enfrentarse. Pero poco pudo hacer porque un afilado cuchillo volvió a herirla. Trató de protegerse, pero una última cuchillada le segó el cuello produciéndole la muerte. Una atractiva mujer había sido asesinada en su casa, pero ¿quién la había matado? ¿Por qué le habían arrebatado la vida?

Sospechosos

• Luis,
según él, cantaor de flamenco, amigo de la madre y la hermana. Conceptuado policialmente como de mala conducta. Era invitado con frecuencia a almorzar o cenar por la madre y la hermana de Cecilia. Pretendía con la víctima una relación amorosa. Fue sospechoso desde el primer momento por su irregular modo de vida.

• Ana,
mujer de modo de vivir desordenado que había sido amiga de Cecilia. Le había pedido ayuda económica y la víctima no le había hecho caso. En tiempos se había sentido herida por el matrimonio de Cecilia. Creía que se había casado con quien bien pudo haber sido el hombre de su vida. Ahora pensaba que Cecilia no estaba guardando debidamente la ausencia de su marido, del que
Ana
seguía enamorada.

• Carlos,
un antiguo novio con el que Cecilia se había visto después de que su marido se marchara. Aunque ella no le había dado ninguna esperanza, el sospechoso se había hecho ilusiones pensando que la separación de la pareja le facilitaría recuperar su pasado amor, del que aún guardaba un recuerdo muy vivo. Además, no le iban bien las cosas y pensaba que Cecilia gozaba de una posición económica que le permitiría ayudarle.

Más pistas

• Luis,
el primer sospechoso, tenía encandiladas a la madre y la hermana de Cecilia con sus habilidades, presentándose como un hombre que derrochaba inteligencia, cantaba imprimiendo a las letras un tono muy personal y recitaba poesías que él mismo escribía. No obstante, la madre de la víctima le había echado de su casa, distinta de aquella en la que se cometió el crimen, por haber hecho a su cargo un gasto excesivo.

• Ana
había sabido que, después de una larga separación, Cecilia se preparaba para ir a reunirse con su marido, que había conseguido una posición estable en Alemania. Aquella repentina oleada de buena suerte de su odiada enemiga le había revuelto la sangre. Se había propuesto ir a verla para que se llevara un recuerdo imborrable de ella.

• Carlos,
el antiguo novio, un hombre de buena planta, bien vestido, adulador, aspiraba a aprovecharse de la situación anímica en la que se encontraba la víctima, separada durante tanto tiempo de su esposo y padeciendo toda clase de vaivenes sentimentales. Además del amor, Carlos aspiraba a resolver su precaria situación económica.


Junto al cadáver fueron encontrados el arma del crimen y unos guantes de piel pertenecientes a una mujer.


El cuchillo con el que se provocó la muerte era de los llamados de cocina. Presentaba una particularidad: la hoja había sido afilada por los dos lados. Era así una peligrosa arma.


La madre y la hermana de la víctima viajaron aquel mismo día del crimen a Valencia, quedándose sola Cecilia con una sirvienta, Mariana, que cuando se produjo el asesinato había bajado a la calle a hacer un recado. Al volver, se encontró la puerta de la casa cerrada.

• Ana,
la amiga envidiosa, sabía que la víctima estaría sola en su casa aquella tarde y pudo estar esperando a que se produjera la oportunidad, que llegaría al abandonar el piso la criada.

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