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Authors: Francisco Pérez Abellán

Tags: #Ensayo, #Intriga, #Policiaco

¿Quién es el asesino? (14 page)

BOOK: ¿Quién es el asesino?
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Los periódicos de la época destacaron que el asesinato pasional había sido el móvil del crimen cometido por el marido de Teresa pero nadie ignoraba que por debajo fluían negocios al margen de la ley.


La pregunta obligada era si alguna de aquellas derivaciones había llegado hasta el momento de la segunda muerte, la de Teresa, con la fuerza suficiente para provocarla.


Entre los aspectos sospechosos de la conducta de la víctima del caso que ahora examinamos y no del arrebato pasional del marido, está el hecho de que Teresa no mantenía amistad con ningún vecino.


El aislamiento social de la víctima era compartido por
Pascual,
acompañado por su familia. Todos practicaban una suerte de autismo social que limitaba sus relaciones a las posibles en el núcleo familiar de las cinco personas entre las cuatro paredes de la casa.


Otra de las peculiaridades de la asesinada es que, aparte de su hermano, con quien últimamente apenas se hablaba, no tenía ninguna otra familia directa en la provincia en la que fue asesinada. Eso dificultó en los primeros momentos el avance de la investigación.


Teresa denunció tres veces a su hermano, que fue detenido e interrogado, acusado de agredirla.

El peletero estaba muy enamorado

Durante un tiempo que no se puede cuantificar, el primer sospechoso,
Jacinto,
el peletero, difundió que estaba profundamente enamorado de Teresa. A sus íntimos incluso les mostraba una fotografía de aquella rubia excepcional que era la peluquera, poco menos que poniéndole fecha a la boda. Era un hombre con un brote errático que aspiraba a serenar su vida después de un matrimonio que podría ayudarle a resurgir de sus cenizas. La negativa de Teresa a seguirle el juego destrozó todos los sueños que había creado.

Más pistas


Para el día 18 de agosto, el mismo del crimen, estaba previsto el desahucio de
Pascual
de la casa de su hermana, así como el lanzamiento de sus bienes. La diligencia judicial prevista para las cuatro de la tarde se cumplió inexorablemente sin que fuera obstáculo para ello el fallecimiento violento de la propietaria. La maquinaria de la ley no se detuvo ante su cadáver.


Según estableció el juez de instrucción, el criminal debió de actuar ciego de rabia, dejándose llevar por un repentino furor.

¿Por qué estaba sola Teresa?

El hecho de que la víctima quedara sola a merced de su asesino fue indirectamente provocado por ella misma. Dada la inminencia del desahucio judicial, la mujer de su hermano Pascual, que solía estar en casa con su hijo de dos años, había tenido que salir de manera urgente en busca de un lugar donde refugiarse. Abandonó la casa sobre las doce de la mañana con sus hijos. Al pequeño, de dos años, lo dejó en compañía de unos amigos.

Al mayor se lo llevó con ella en un largo peregrinar en busca de una habitación donde pasar la noche.

Más pistas


Los investigadores lograron establecer que Teresa murió el día que se encontraba más alegre, puesto que había conseguido que la familia de su hermano abandonara la casa, lo que significaba para ella un gran triunfo, tras el cual estaba desde hacía más de un año. Fue un día que empezó bien pero que terminó siendo de verdadera mala suerte.


La víctima pagaba once duros al mes por el alquiler de la casa. De ellos, cinco los ponía su hermano por ocupar una habitación en la que estaba prácticamente recluido con los suyos. La muerte de Teresa tuvo lugar en el patio interior, alejada de la habitación que tenía realquilada. De manera que si hubiera estado allí la mujer de
Pascual,
quizá tampoco se habría enterado de lo que había pasado.

El resquemor de Ernesto

El proxeneta que trataba de estrechar lazos con Teresa se mostró poco antes del crimen como una persona con ánimo de revancha, muy afectado por el resquemor que le producía el trato agrio que la víctima le dispensaba.

Solución del enigma

Éste es el crimen que ocurrió en Badalona, el 18 de agosto de 1955, en el que resultó muerta Teresa Ferrer Cucala, de 50 años, peluquera, en el número 104 de la calle de la Cruz. El autor fue su hermano,
Pascual Ferrer,
desesperado, lleno de odio por las palabras hirientes que ella le había dirigido a la una y treinta del mediodía, cuando lo encontró metiendo la vajilla en unos cestos para abandonar la habitación que le tenía realquilada.

Teresa estaba exultante por su éxito judicial que significaba el fin de una larga batalla para conseguir que sobrinos, cuñada y hermano abandonaran el piso donde pensaba desarrollar su vida sin testigos molestos.
Pascual,
anonadado al verse expulsado del que había sido su hogar durante nueve años, no pudo soportar por más tiempo la tensión que estaba padeciendo. Ante algunas de las palabras supuestamente vengativas de su hermana, el hombre que ya no consideraba a Teresa carne de su carne, arremetió contra ella con un cuchillo de cocina. Logró darle alcance en el patio de la vivienda. Allí la tiró al suelo, se montó a horcajadas sobre ella y la acuchilló sin piedad hasta la muerte.

¿Qué pasó con el homicida?

Pascual Ferrer,
tras dar muerte a su hermana, quedó como un insomne, perdido, desorientado. Vagó por la ciudad sin rumbo. Cuando consiguió reaccionar haciéndose cargo de lo sucedido, totalmente ajeno a la suerte que podían correr su mujer o sus hijos, incapaz de entender qué le había llevado a tan trágico desenlace, acabó por entregarse en el cuartel de la Guardia Civil, situado entonces entre las vías del ferrocarril, junto a la playa. Su confesión se produjo en tono neutro, sin temor ni vacilaciones. Sus ropas no estaban manchadas de sangre. Todas estas circunstancias hicieron que los guardias desconfiaran, creyendo en un principio que se trataba de un hombre trastornado por el dolor que se atribuía un hecho falso. Pero no.
Pascual
había matado a su hermana Teresa.

Los dos fueron víctimas del entonces agudo problema de los realquilados, que tanta sangre hizo verter.

La extraña visita

M
anuel tiene una personalidad anárquica y un comportamiento desordenado.

Durante gran parte de su vida fue actor. Los que le conocieron sobre un escenario dicen que era bastante bueno. Ahora, a sus 38 años de edad, de vez en cuando lamenta haber abandonado el arte de Talía. Le obligó a dejarlo una mezcla de desánimo y la aparición de dolencias y enfermedades que se agravaban en las continuas giras por provincias; mal pagadas y en terribles condiciones. No obstante, en sus tiempos gloriosos, Manuel llegó a trabajar en compañías de gran importancia como la llamada de Los Cuatro Grandes, la de Aurora Redondo y Valeriano León y la del maestro Guerrero. De aquellos tiempos conserva gran amistad con muchas mujeres. Su existencia ha sido un constante caminar al lado de las mujeres, excelentes amigas y compañeras. Ahora que Manuel se gana la vida como pedicuro, todavía conserva buenas y constantes relaciones con chicas que formaron conjunto en teatros, aprendices de actriz descabaladas, triunfadoras que supieron retirarse a tiempo y, en fin, hermosas mujeres que en la madurez recuerdan su paso por los escenarios con una mezcla de complacencia y desazón. Manuel visita con frecuencia a sus amigas. Esta noche precisamente ha cenado con una de las más antiguas, y ha estado entretenido en casa de otra, hasta las tantas de la madrugada. La vuelta a su domicilio se le hace a Manuel siempre un poco cuesta arriba porque es hombre de cálidas compañías y de encendidas charlas. Entre las cuatro paredes de su hogar vive solo desde que su hermano le dejó para irse a casa de su madre, y allí aunque recibe a amantes y amigos, siempre se encuentra un punto incómodo, preso de inquietud y desasosiego. Esta noche, que será mortal aunque no puede ni imaginarlo, evoca su último estreno teatral, formando parte de un elenco de respetables actores que tuvo un merecido éxito. Si no hubiera bebido un poco más de la cuenta habría podido apreciar que en el primer piso en que vive hay señales extrañas, muebles girados o cambiados de lugar, como si alguien hubiera entrado en su ausencia. Pero abre la puerta y entra confiado desprendiéndose de las ropas de abrigo, sin fijarse en nada. Su trabajo como pedicuro le proporciona ingresos suficientes para tener una situación desahogada, incluso ha ahorrado unos miles de pesetas en el banco, pero esto último, más que a la potencia de sus ingresos, se debe a su habilidad para sacar jugo de sus amistades. Casi a diario consigue ser invitado a almorzar en casa de una amiga, a cenar en casa de otra y de la misma manera logra «colarse de gorra» en estrenos y representaciones. En las pocas ocasiones en las que no era invitado por sus amigos o amigas, se hacía la comida en la cocina de su domicilio, para lo que, aunque no era de su agrado, contaba con todo lo necesario. Precisamente de la cocina escucha un ruido que le pone en guardia, y un segundo después, se encuentra frente a una persona no por conocida, menos esperada. Es lo último que Manuel podía sospechar aquella noche.

Incluso no podía explicarse cómo aquella persona que había sido tan querida estaba ahora contra su voluntad en su casa. Trató de pedirle explicaciones, de afearle la conducta. Pero todo fue antes de que advirtiera la fría determinación en sus ojos, antes de que la visita no deseada levantara en el aire un cuchillo de cocina de ancha hoja y lo hundiera en su pecho.

Manuel quedó estupefacto, asombrado, sin tiempo para gritar ni pedir socorro. Porque la hoja volvió a hundirse en su carne, una y otra vez, provocándole la muerte. El encuentro había sido muy teatral: el comienzo de escena, con un intercambio de acusaciones, podría haber sido escrito por un dramaturgo, pero la sangre que manaba de las muchas heridas le devolvía violentamente a la realidad, indicándole que aquella era la última representación de su vida, el final del tercer acto. Manuel expiró sin ruido, sin oportunidad de escuchar aplausos. Estaba en su casa, acompañado por la furia asesina y no en un teatro. Si las escenas de su vida desfilaban por sus pupilas no eran sólo un recuerdo sino la última despedida. Un actor, que había representado en escena el amor y el odio, había muerto acuchillado. Pero ¿quién lo había asesinado? ¿Por qué le habían quitado la vida?

Sospechosos

• Susana,
una mujer hombruna, de 30 años, compañera de giras teatrales, enamorada de Manuel, por quien el actor tenía sentimientos encontrados.

• Jesús,
un chico joven, amigo de Manuel, con quien había compartido muchas noches locas en los ambientes de moda de la ciudad. Los días previos al crimen, la amistad entre
Jesús
y Manuel se había enfriado.

Pistas


El cuerpo de Manuel fue salvajemente acuchillado y cortado hasta ser introducido en un baúl de viaje que la víctima solía utilizar en sus años de giras teatrales. El cadáver fue encontrado retorcido y forzado, enterrado dentro del baúl, en un paraje deshabitado.


El apartamento en el que vivía la víctima, y donde tuvo lugar el crimen, apareció completamente revuelto y desvalijado. Faltaban todos los objetos de valor.


En el piso donde ocurrieron los hechos quedaron grandes manchas de sangre, algunas de ellas en las paredes, de donde fueron borradas por la mano criminal rascando algunas zonas más de un metro cuadrado.


La víctima era un soltero de carácter jovial, considerado la «oveja negra» de una familia de clase media.


En el momento del crimen, la familia de Manuel la componen varios hermanos, todos casados, y el padre, que tiene 90 años de edad. La madre había fallecido poco antes.


Desde joven, Manuel se había dedicado al teatro, profesión por la que sentía una gran vocación y de la que procedía la mayoría de sus amistades.


Era un buen actor y trabajó en compañías de reconocido prestigio.


La mayoría de sus clientes en su actual profesión de pedicuro procedía de los ambientes teatrales.

Más sobre los sospechosos

• Susana:
durante un tiempo prolongado, Manuel le había hecho creer que era el amor de su vida. Cuando decidió romper con ella su historia sentimental, provocó en la mujer un acceso de ira y el principio de una profunda depresión. A Manuel le gustaba de
Susana
su carácter decidido y dominante. A ella le gustaba de él su personalidad exquisita y delicada.

• Jesús:
el joven amigo de Manuel era ambicioso y estaba siempre necesitado de dinero. En diversas ocasiones, Manuel le había invitado y le proporcionó dinero, pero desde un tiempo atrás se había cansado de las continuas peticiones de fondos, que cada vez más se convertían en exigencias. Éste había sido uno de los motivos de ruptura entre ambos.

¿Asesino o asesina?

¿Le había matado un hombre o había sido una mujer? Las dos hipótesis eran posibles. En cuanto al acto material de hundirle el cuchillo, tanto lo pudo hacer una mujer fuerte como era
Susana,
como un hombre débil, un muchacho bajo y esmirriado, como era
Jesús.
Los dos, por gozar de la mayor amistad e intimidad de la víctima, tenían las llaves del portal y del apartamento de Manuel que, durante distintas épocas de sus vidas, habían frecuentado. Incluso, al parecer, seguían frecuentando. El traslado del cuerpo se realizó con mucho tiempo, el homicidio se produjo el miércoles, y no se echó en falta al muerto hasta el lunes siguiente; por lo tanto, lo mismo un hombre como una mujer pudieron violentar los miembros del cadáver, introducirlo en el baúl y llevarlo al lugar en el que fue hallado.

Más pistas


Un círculo importante de las amistades de la víctima lo componían individuos de vida equívoca. Por eso, las relaciones de Manuel con su familia se deterioraron.


Al principio, Manuel habitaba el piso en el que sería asesinado con uno de sus hermanos, pero finalmente éste tuvo que marcharse del apartamento, que curiosamente era de su propiedad, al padecer el tipo de vida desordenada que llevaba la víctima.

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